Conversación entre Altos Oficiales

1694 Words
Era la mañana en la que las chicas habían dejado prácticamente botados a sus machos humanos. Tanto Ashton como Artemio estaban haciéndose los fuertes para no explotar delante de sus subalternos, puesto que sabían que al fin de cuentas ellos no tenían nada que ver con su noche de pasión, que inclusive debían mantenerse en silencio si no querían que estallara una rebelión por su falta de entereza con sus hombres y con su especie. Sin embargo, ellos dos habían olvidado un detalle sumamente importante: Christopher estaba cerca de la escena donde todo se había dado entre su comandante, su superior y aquellas chicas que entraron de incognito a las habitaciones de estos señores. — Mis señores… Pido una audiencia con ustedes en la brevedad de lo posible. — Solicitó Christopher a sus superiores con toda la altura que solía caracterizarlo. — Vamos a ver qué podemos hacer por esa petición tuya, Christopher. — Le respondió Ashton, pero luego le formuló una interrogante, — ¿Se podría saber con relación a qué quieres hablar con nosotros? Christopher hizo una pausa lo que llegó a ser un silencio incómodo, que luego se rompió a raíz de un carraspeo que él mismo produjo para aclarar su garganta. — Prefiero plantearlo en privado, justo cuando ustedes me permitan la reunión, caballeros. Sin más que agregar, Christopher dio la espalda luego de hacer el saludo militar y dar medio paso y giro. Había demasiado testigo alrededor como éste darse el lujo de ventilar sus pensamientos allí, además estaban preparando el viaje para irse por tierra, como demandaba la travesía rumbo a Setonia. Artemio y su rey se retiraron cada uno a sus quehaceres para continuar como si nada había pasado, y ni siquiera se detuvieron a conversar durante el día completo. Estaban lo suficientemente ajetreados con los preparativos para partir, que no les dio tiempo ni siquiera a dar sus impresiones sobre la solicitud del tercer hombre del ejército real. Desde que despuntó el alba al día siguiente, la comisión que andaba con el rey humano de Vidralia salió camino a la capital de dicho país para completar su recorrido. Por supuesto andaban con el preciado tesoro que había ido a recoger el máximo dignatario vidraliano y con el que soñaba recrear nuevas armaduras para su ejército real, y también con todos sus hombres, menos Omar, quien se había quedado junto al primer ministro de la nación, a recomponer un poco a la provincia de Carinty, esto hasta que se nombrara un nuevo General que se encargara de aquel poblado. — Los vampiros siempre están al acecho de todo lo que se mueve en nuestras ciudades. Si no fuera por las murallas en las que están reguardadas cada población vulnerable de nuestra especie, estaríamos extintos. — Señaló uno de los hombres que estaban bajo el mando directo de Christopher. — Ciertamente, mi estimado Liam, pero hay veces que nosotros mismos también debemos levantar murallas incluso para cubrirnos y autoprotegernos. Liam no había entendido a su general, pero solía pasar que muchas veces era un hombre al que no siempre se le entendía sus acertijos, por lo que aquel soldado sencillamente lo dejó pasar. Mas Christopher sabía lo que estaba hablando, y dependiendo de lo que conversara con sus superiores, tomaría una decisión en ese sentido. Como pocas veces, a Christopher le estaba empezado a recorrer un tipo de ansiedad que no se le conocía, y era una que le daba con comer dulces, algo que no era propio de aquel hombre, pero sentía que debía hablar con sus superiores lo antes posible o acabaría por decir cosas fuera de lugar. Ese muchacho se caracterizaba por ser muy medido y silente a la hora de dar cualquier opinión de lo que fuera, también por cuidar cada uno de sus actos para no parecer mal educado, costumbres que aprendió de una abuela exigente que no lo dejaba expresarse más allá de la etiqueta, y cuando descuidaba el protocolo, sencillamente era castigado severamente. Tampoco podía darse el lujo de comerse ni un pastelito dulce, pues su abuela se lo hacía vomitar desde que se daba cuenta que el nieto que había quedado bajo su cuidado gracias a que perdió a sus padres a manos de unos vampiros desaprensivos cuando se trasladaban de una ciudad a otra, aquella mujer se obsesionó por cuidar a ese retoño de su adorada familia. Christopher era demasiado delicado para todo, al grado que las mujeres no solían tomarlo en serio a la hora de hablarse de cortejos, a pesar de tener una apariencia por demás agradable, pero no pasaba de eso. No obstante, cualquier mujer que intimaba con él quedaba impregnada de los encantos del muchacho, pero él no quería volver a cortejarla, ya que creía que no lo tomaban en serio, sobre todo porque la mujer que más lo amó le demostró que sólo estaba interesada en sus posesiones, no en su persona, por eso ya no pensaba en temas de amores. Todo aquello, sumado a su rectitud y la imposición de su abuela de que se enlistara en la milicia lo llevó hasta este punto de su vida, que en principio no estaba de acuerdo con la idea, pero poco a poco le fue tomando aprecio al ejército, haciéndose cada vez más prolifero en cuanto a su desempeño, mas eso lo alejó tanto de su madre de crianza, que cuando se enteró de su estado de salud, solicitó un permiso para verla, llegando apenas escasos días ante de la partida final de la señora. El joven tenía un compromiso con el país, pero más que nada con su abuela, pues le había prometido que sería férreo a la hora de defender su patria de cualquier vampiro que quisiera intimidar, o tan siquiera amedrentar, a los humanos, por lo que ese compromiso lo cumpliría aunque tuviera que poner en su lugar aun fuera al propio rey en persona. — Christopher, aprovecha ahora que estamos en el medio del campo de cipreses a la hora más alta del día para que expreses tus inquietudes ante nosotros. — Propuso Ashton vigilando sigilosamente que nadie estuviera interesados en ver a esos tres reunidos. — Gracias por su atención, mi rey… — Pausó el joven para luego darse el privilegio de expresarle sus pensamientos a los señores con los que había pedido conversar. — Eh… Mi rey, General Colton, ustedes saben la supuesta competencia que la gente suele adjudicarnos a la hora de llegar a una ciudad y abastecernos de cuanta hembra quiere brindarnos sus placeres. — Introdujo Christopher su elocución. — Hay muchas fabulas sobre eso, podría decir. — Comentó Ashton. — Bueno, mi rey, resulta que atendiendo a ese detalle, me llamó la atención que ustedes tuvieran poca concurrencia en sus habitaciones, por lo que me di a la tarea de ir a fisgonear un poco, sobre todo a la habitación del General Colson. Los dos señores que habían sido solicitados estaban sumamente nerviosos. El uno estaba con las manos sudadas, y el otro estaba conteniendo su impulsivo deseo de apretar sus mandíbulas; ambos estaban más que conscientes de hasta dónde iba aquella conversación. — Cuando me acerqué, — Continuó el tercer hombre del ejército. — Escuchaba que él estaba conversando con una dama, algo normal, la verdad. Y todo me pareció bien dentro del marco de la realidad, hasta que la dama le propuso al General que se fuera a otras tierras con ella, pero éste se negó rotundamente, por lo que la fémina le reiteró que dada su condición, le era imposible estar con él en medio de los de su especie. Nuevamente se produjo una pausa, pero esta vez Christopher se detuvo a observar minuciosamente a sus superiores, y luego de una profunda comprobación a los gestos de cada uno de ellos, llegó a la dolorosa conclusión que no quería ni siquiera imaginar en sus peores pesadillas. — El silencio de ustedes es mucho más elocuente que cualquier palabra que pudieran proferir. — Inhaló Christopher profundamente y luego exhaló y volvió a coger otra bocanada de aire para retomar su exposición. — Ustedes son los líderes principales de la especie humana en Vidralia, si ambos andan cortejando y hasta emparentándose con vampiras, ¿Qué nos queda al resto de nosotros? Es como si estuvieran entregándonos en bandejas de plata ante nuestros enemigos, señores. — Confesó el joven casi con los ojos llorosos. Ashton comenzó a acariciarse la barba, pues la ansiedad le dio con hacer eso al no saber cómo afrontar la realidad que le planteaba su subalterno. En cuanto a Artemio simplemente se cruzó de brazos al escuchar a su compañero de escuadrón. — Lamentablemente, General Presash, tiene razón. Y lo lamento, no porque no tenga lógica en su observación de que tanto el rey como yo estemos copulando con dos hembras de nuestro enemigo número uno, sino porque vamos a tener que abandonar nuestra actual diversión, porque si usted se enteró hoy de lo que estamos haciendo, cuando los demás se enteren eso será el final de nuestro ejército, y quien sabe si hasta de nuestra especie por completo. — Concluyó Artemio. El rey tuvo que mantener la compostura ante el planteamiento de Artemio, ya que en muy alto grado había razón en lo que Christopher había descubierto. Se suponía que los humanos y los vampiros no podían congraciarse, y mucho menos enamorarse; era como estar con una mantis que cobraría la cabeza de su amante en algún momento, y esos dos hombres estaban jugando con fuego. — Es hora que sigamos avanzando, mi rey, estamos en el mejor momento del día y ya todos comimos. Así podremos llegar a tiempo al refugio que tenemos en los tramos del punto más boscoso en esta ruta. — Reiteró el soldado que llevaba la logística del ejército. En ese instante Ashton agradeció que ese muchacho interviniera, pues pensar en la realidad que implicaba tener como amante a una vampira era un arma de doble filo, puesto que él sabía que era una enemiga que por poco y lo asesinaba días atrás, y los humanos estaban en peligro si ella se hacía parte de ellos.
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