Sensación de Despedida

1108 Words
Eishla estaba sumamente nerviosa al saberse observada por alguien desde una de las ventanas del palacio, aunque ella desconocía quien era quien la estaba viendo, pero su vida era más importante por eso emprendió la huida. Por su lado, Ashton se sentía consternado porque no sabía cómo reaccionar ante la inesperada desaparición de su amada. Se suponía que había ido allí para contemplarlo, pero luego comprendió que la necesidad de ella era huir lo más pronto posible para preservar su vida. Muy en el fondo el rey sabía que debía comprender que aquella mujer nunca sería del todo para ella, ya que él solía hacer su vida a la hora de salir el sol, mientras que su amada estaba confinada a morir si el astro diurno tan siquiera tocaba su piel, y él, igual que muchos de su ejército, ya había presenciado cómo es para un vampiro sucumbir ante la inclemencia de la muerte por incineración solar. Eishla estaba ansiosa por hablar con Ashton acerca de un tema que aún quedaba pendiente. Ella quería aclararle que nunca ha tenido la intención de atentar contra su vida, que si algo así pasó días atrás, fue por haber sido inducida por una pócima que se había vertido sobre una fruta que había consumido, de lo contrario nada así hubiera pasado. Era de esperarse que las cosas entre ellos estuvieran así, pensaba ella. Aunque también estaba consciente de que tenía una curiosidad latente en su mente, y era que Jelenia había sido la autora intelectual de su atentado contra el rey de los humanos, pudo haber sido por vengarse de ella por todas las que les había hecho, como solía alegar la princesita loca, apodada así por Eishla misma, también suponía que podría usar la muerte del rey humano a su favor, pues así brillaba con mérito propio, cualquier cosa podría ser factible, mas prefería quedarse en silencio y dar el zarpazo una vez conociera el motivo por el que se vengaría. Jelenia estaña cada vez más nerviosa al saber que no tenía la posibilidad de encontrar a Zascha. Había pasado varios días desde que mandó a rastrearla y no daba con ella por ninguna parte de Setonia; había desaparecido como tragada por la tierra. La única persona que comprendía a la princesita era esa hechicera a la hora de hacer algo de relevancia, o al menos algo de superchería. Era fácil de sobornar, además no tenía la tendencia a preguntar, por lo tanto siempre apostaba por ella, aunque esa repentina salida del radar le resultaba sospechoso e inexplicable, y hasta desventajoso, por lo que tuvo que romperse la cabeza para hacer sus planes sin esa hechicera. — Ninguna de las hechiceras quieren colaborar con mis nobles causas, y ni pensar en los custodios de ningún santuario. Esos pendejos son todos humanos, y no aparece ninguno que sea sobornable, y para colmo con sus cruces forjadas en oro, espantan a cualquiera de los de nuestra especie, Mitch. — Definitivamente estás más loca que una cabra, mujer. Sólo a ti se te ocurre pensar en los custodios de los santuarios para que te apoyen, y en contra del rey de su especie, Jelenia. ¿Andas tan desesperada por dar con ese tipo? No sé qué sería peor, o que tu hermano se entere que su hermanita anda de amores escondidos con su mano derecha, o que se entere que está obsesionada con su mayor enemigo entre la escoria humana. — Le recodaba el amante de la princesa vampira. Mitch se burlaba de Jelenia cada vez que tenía la oportunidad, y esta no era la excepción. Se reía de ella mirándola con la mirada a media asta mientras tenía parte de la cara cubierta con sus manos entrelazadas; ella lo veía con desprecio porque muy en el fondo sabía que estaban restregándole la verdad en la cara. — Me lo voy a poner todo más fácil, imbécil… Voy a enviar a mis rastreadores a la ciudad humana, la que tienen amurallada aquí en Setonia. Ellos allí van a encontrar al rey de esa especie por mí, y una vez eso pase, podré seducirlo como tanto lo deseo, o me volveré loca por sólo pensar en él. — ¡De ningún modo, Jelenia! Vas a enviar a dos de mis mejores hombres al fin de su existencia si los expones ante los humanos por puro capricho. No voy a invertir en tus proyectos de una manera tan irresponsable, mujer. Mis hombres no son carne de cañón para tus experimentos. ¿Por qué no vas tú misma a buscar a tu nuevo juguete? Quizás tú seas la que se rinda a los métodos de eliminación del rey humano. — Retó Mitch a la princesa vampira. — Estás celoso, Mitchito… — Se regodeó Jelenia de manera coqueta delante del aludido. — No pretendía sacar esos sentimientos de ti, pero salieron por fin. — Se alabó ella altaneramente. — No seas absurda, niña creída. Es cuestión de realidades, ¿Qué justifica que se desperdicie gente valiosa ante un hombre que sabe cómo lidiar con los nuestros sin procurar su captura ni siquiera? Mi responsabilidad es procurar el bienestar de mis hombres, no cumplir tus caprichos, muchachita. Demediado es que seamos amantes de ocasión, así que contrólese, General Oslen. — Se reveló Mitch finalmente. Tal y como Jelenia había reconocido ante Mitch, envió a los dos rastreadores a fisgonear por las inmediaciones de las murallas de la ciudad humana de Setonia, la capital de Vidralia, pero justamente cuando iban para allá, Eishla también lo hacía. Por supuesto aquella vampira iba con toda la persuasión que podría aplicar para ella misma, puesto que podría encontrarse con cualquier cosa que significara un peligro para sí, desde una delegación de oficiales que estuvieran cazando vampiros sin previo aviso o sin notarse sus intenciones, cualquier transeúnte armado, como había pasado en algunos casos, u otro vampiro que estuviera dispuesto a defender sus menesteres de cacería, ¿O por qué no? Los mismos tipos de los que estuvo hablando Zascha días atrás, que aunque no se habían visto por el bosque nuevamente, Eishla no estaba tan confiada del todo. Precisamente iba la vampira en cuestión de lo más confiada llegando a los predios de donde se sintió vigilada, confiando que fuera Ashton cuando ella salió huyendo, pero apenas iba a levantar los brazos cuando tuvo que emprender la huida por nueva vez. Ashton, que estaba esperando la llegada de su amada, no vio nada más que un brazo alzado que le daba el adiós sin nada más que dar la espalda sin mostrar sus ojos verdes que tanto le gustaba al rey humano.
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