EL REY HUMANO Y LA VAMPIRA PLEBEYA

La Plaga conocida como Conrad

Ashton estaba dispuesto a salir de palacio en el mismo momento que vio partir a Eishla, pero se quedó quieto donde estaba, pues vio que de donde estaba su amada también notó movimientos cerca de allí, por lo que se mantuvo impávido para observar si lo que creyó haber notado era verdad.

Los dos hombres que estaban rastreando al rey humano por mandato de la princesa vampira, estaban viendo hacia el castillo de la ciudad amurallada de Setonia para estudiar los movimientos que pudieran observar de allí, pero no veían nada que les diera un indicio de la presencia del hombre más importante de aquella especie.

— A veces odio mi trabajo. ¿Mitch no pudo darnos algo más digno que servirle de perros olfateadores de humanos a la princesita esa? Una cosa es perseguir féminas de nuestra especie, podríamos aprovechar la ocasión para divertirnos mientas trabajamos, incluso, pero otra cosa es estar pendientes de un humano. — Remilgaba uno de los vampiros.

— ¡Y el humano que ella quiere! Ese maldito de Conrad tiene todos los medios para hacernos caer y acabar con nuestra existencia, y algo que todavía no entiendo, ¿Por qué ella quiere que le perdonemos la vida a ese mercenario y no nos permitió romperlo nosotros mismos? — Contestó el otro.

— A decir verdad, esa parte no me importa en lo más mínimo. Lo que me pudre el hígado es que tengo que ir por un humano que no me interesa ni un comino su vida.

Aquellos dos hombres estaban haciendo el trabajo que le había encomendado la princesa de su especie por la paga que se le había prometido, aunque muchos alegaban que aquella mujer se las daba de mentirosa y de incumplidora, mas se arriesgaron porque si daban con aquel rey, probablemente podrían debilitar las fuerzas de la que dependía Vidralia.

Ya Jensen estaba perdiendo vigencia entre sus súbditos gracias a la manera en la que estaba siendo humillado por Ashton. Todos los vampiros a nivel mundial hablaban del mal manejo que tenía este hombre en eliminar a ese rey, uno que le había dado potestad a los humanos de apoderarse de cada provincia, ya que no sólo tenía a Setonia con su propia ciudad amurallada, siendo la capital de Vidralia, sino que en las otras ciudades también había murallas que custodiaban a aquella especie.

De los demás países les gustaba ir a Vidralia a visitar cada ciudad, aún a Carinty, catalogada como la más débil de todas las que conformaban ese país, sólo para ver cómo era que Ashton hacía para lidiar con los enemigos naturales de la humanidad. Y aunuqe ese rey, siendo uno de los más jóvenes de los de su especie, le hablaba a sus homólogos de como hacerlo, siempre buscaba la forma de conseguir beneficios de sus consejos.

El rey de Comordia sabía como era ese chico, por eso siempre estaba dispuesto a tenderle una mano para comerciar diarconte con él, todo a cambio de comida, puesto que ellos eran los que más producían ese material precioso, además de otros minerales y piedras, pero sólo con Vidralia podía darse el lujo de intercambiar, ya que era el único país que producía las uvas, tanto de viñedos como silvestres, para el vino más selecto en todo el mundo, unas de las ventajas comerciales que mantenía a Ashton como uno de los reyes con más ventaja.

>> Quiero creer que Eishla salió huyendo de esos tipos y no que vino a decirme adiós. Aun me debe una explicación de por qué quiso eliminarme la última vez que me atacó, y también tendrá que hablarme de estos tipos. << Pensaba Ashton mientras iba sigilosamente a lo alto de la zona este de la muralla para poner al tanto a los vigilantes que estaban en guardia a esas horas.

— ¡Señor! ¿Qué está haciendo despierto a esta hora? Andan dos personas que parecen ser sospechosas merodeando en las afueras de las murallas de nuestra ciudad. No creo que sea prudente que usted esté dando vueltas por ahí. — Advirtió uno de los vigilantes.

— Precisamente venía a supervisor que ustedes estén apercibidos. No podía dormir, y vi a lo lejos lo mismo que usted me acaba de confirmar, oficial. Podría asegurarle que son vampiros que andan buscando alguna g****a para pasarse a nuestra ciudad sin ser vistos. No podemos darnos el lujo de dejarlos atacarnos. — Advirtió el rey rápidamente.

— Estamos preparando flechas de manera de ciprés preparado con aceite de ajo. Queremos encenderlo para clavarlos desde que podamos tenerlos en la mira. Aunque se están moviendo lento, están en un punto que si no atinamos, podríamos desatar un incendio forestal, y eso sería de gran peligro en nuestro perjuicio, mi rey. — Acotó otro oficial que también estaba de vigilancia.

— Permítame a mí dispararles, señores. Creo que tengo buena puntería, y si al menos ateníamos a uno, eso les serviría de advertencia. Aunque no entiendo por qué ponerle fuego a la flecha, eso podría ponerlos en alerta y ahuyentarlos. — Observó Ashton.

Aquellos dos hombres sudaron frío al saber que debían admitir que no sabían mirar a blancos en movimiento en la oscuridad. Se había rumoreado en muchas ocasiones que el rey de los humanos vidraliano era bueno para ver lo que fuera en la oscuridad, una facultad que sólo poseían los vampiros, pero que en la otra especie era un regalo del cielo el que lo tuviera, y ese hombre, se decía, era uno de los privilegiados.

— Sólo pónganle el aceite y denme la flecha. — Arrebató Ashton la flecha.

Una vez ubicada la víctima, Ashton disparó como estuviera todo iluminado con antorchas por doquier, atinando a uno de los rastreadores vampiros, oyéndose un grito a la distancia.

Los dos vigilante se miraron uno al otro sorprendidos. No podían creer que los rumores eran ciertos, y que ellos fueran testigos de asombrosas cualidades de su rey era algo que no se esperaban, aunque no sabían qué pensar al saber que tuvo que ser su superior en directo que tuvo que hacer el trabajo que le correspondía a ellos.

— No se preocupen, señores, no le diré nada a su rey, pero estén más alertas, no quisiéramos que más de nuestros enemigos estén por ahí creyéndose que estamos a su merced. — Les mencionó Ashton en un tono de voz que parecía relajado mientras se despedía dando de palmadas a sus subalternos.