Hálitos de Arrepentimiento

1956 Words
Al percatarse Eishla que Ashton era un humano, no quiso seguir frecuentándolo puesto que él seriamente llamaba su atención, al punto que no sabía cómo comportarse a partir de toda este vorágine de sentimientos que pululaban por su cabeza. El comportamiento errático que estaba presentando Eishla era uno que no era tan perceptible ante quienes la conocían, salvo por Niurka, quien desde muy joven había compartido con esta otra vampira. — Estás taciturna cada vez más, me querida enemiga y hermana de penurias. ¿Acaso estás a falta de consuelo económico? Deberíamos ir de juerga para ver que hombre cae en nuestras redes y pescamos algo de plata. ¿Me acompañas? — Proponía Niurka enérgicamente. De buenas a primeras Eishla se echó a llorar sobre el regazo de su amiga desconsoladamente, lo que hizo que la otra se aturdiera sin saber cómo actuar, ya por lo general a esa vampira rubia y flaca no le gustaba que la acariciaran mientras estaba fuera de combate, puesto que solía estar a la defensiva y era capaz de darle un zarpazo a cualquiera. — Verte llorar de esa manera, Eishla, me desespera, niña. Dime que te pasa que estás sufriendo tanto. Desde que conociste a ese tal Ashton, ni siquiera has sido capaz de contarme si te gusta o no, que a juzgar por tu manera de actuar de estos últimos días, podría decir que sí te gusta, manita. Tratando de tragarse sus lágrimas, comenzó a hablar un tanto estropajoso, y entre sollozos se confesó ante su amiga. — No sólo me gusta, Niurka, me enamoré de ese tipo, tarada… — Continuó entre gimoteos. — ¡Pero eso es excelente, amiga! Ya estaba esperando eso en ti, tarada. Pero si es eso, y que espero que sea lo mismo por parte del tal Ashton, ¿Cuál es el problema que te hayas enamorado, niña bruta? — Que él es de la especie humana, y estoy dual, porque sé que no debería dejarlo vivo, es decir, quisiera alimentarme con el líquido de su torrente sanguíneo, pero no me interesa que fuera parte de nuestra especie, porque me gusta tal como está, lo que también es dicótomo, porque me gusta tanto que comérmelo sería un placer, mas sé que significaría perderlo por siempre, ¡Niurka! — Lloriqueaba Eishla. — Lo más aconsejable en este caso es que lo hagas parte de nuestra especie. — Recomendó Niurka. — Aunque, a todo esto, ¿Cómo te enteraste que aquel tipo es de la especie humana? — Su yugular me atrae de una manera descomunal, es como si su sangre me llamara a succionarlo incompasiblemente. — Explicó Eishla. — Flaca… No te envidio en lo más mínimo… El hombre que te atrae lo hace hasta quererte comer sus tuéstanos. — Mi rubia gordis querida, ahora mismo desearía ser yo la que escuchara estas penurias de tu boca. — Siempre he sabido que me detestas a muerte. — Expresó Niurka. — ¿Piensas hacer algo al respecto, flaca tarada? No creo que un hombre como ese se quede de brazos cruzados, además me imagino que no es sólo el hecho de que te gusta que te duele, así a secas, porque no me has dicho, ¿El amante, qué tal? La impertinencia de Niurka hizo que Eishla se sonrojara de tal manera que hasta sus entrepiernas reaccionaron. — ¡Estás muy jodida, manita! Ese hombre te dio donde te deschavetas. Pobrecita… — Terminó diciendo la más gordita de las dos vampiras rubias con una carcajada en su reflexión. Por otro lado, también Ashton estaba pasándola bastante mal ante la ausencia repentina de su última amante, ya que ella le había hecho cosas que nunca había vivido con ninguna otra, al grado que quería dedicarse a beber, pero su mejor amigo y consejero tuvo que intervenir antes de que pasara a mayores. — Un rey no puede estar dejándose llevar por los refajos de ninguna dama, por mejor que haya sido en la intimidad de él. — Déjame llorar ante mi botella de licor, Artemio. Siempre dejo que lleves tus babas hasta mis aposentos, ¿Y ahora que necesito ser yo el que me desahogue con licor, me lo impides? — Se quejaba Ashton. — Yo hago eso cuando no tengo trabajo pendiente, Ashton, o cuando se me da la gana, porque aun tenga litros de licor en mi organismo, eso no afecta mi desempeño, ahora en tu caso, eres el rey de una especie que teme hasta de su propia sombra, y eres nuestro mayor estandarte, así que te jodiste… No puedes beber. — Sentenció el herrero número uno del reino humano y mejor amigo del rey. — Es que me saca de quicio, Artemio, que aquella mujer se la haya tragado la tierra y que nadie sepa darme una respuesta sobre ella. — Porque has estado preguntándole a todo el mundo sobre mujer, Ashton… — No realmente, Artemio. — Refirió Ashton mientras veía como su amigo se cruzaba de brazos y lo miraba con desdén. — Es que tampoco lo he podido hacer porque la conocí a las afueras del reino, es decir, en las inmediaciones del río que irriga nuestras tierras. — Te refieras a las afueras de nuestras murallas, a riesgo de que cualquier vampiro te atacara, Ashton. Aquella reflexión de Artemio hizo que el rey se detuviera por un momento a pensar la situación desde otra perspectiva. — Estoy cansado de decirte que evites esa manía tuya de irte solo a refrescarte al río, que pudiendo darte el lujo de hacerlo en los balnearios que están dentro de nuestras murallas, el niño necesita buscar adrenalina en tiempos de tranquilidad. — Artemio pausó su discurso y luego suspiró, miró con pena a su rey, y poniéndole un brazo sobre su hombro derecho, continuó, — Ashton, ¿Te has puesto a pensar que esa mujer por la que tanto suspiras, podría ser una vampira al servicio de Jensen, que sabiéndose en todo el país de Vidralia que eres asiduo a la carne fresca de una buena hembra, te debió mandar esa carnada, y que como no piensas con coherencia en materia de féminas, serías capaz de entregarte como carne de cañón por ir detrás de sus huesos…? Piénselo, mi rey… Artemio había abierto un abismo de dudas en la mente de Ashton, pues él nunca había pensado de esa manera acerca de la repentina aparición de Eishla en su vida, que aunque no lo decía con las palabras apropiadas, su corazón se había dejado cautivar por la delgada y frágil apariencia de aquella mujer, que lo último que podría pasar por la cabeza de aquel rey era que esa fémina fuera capaz tan siquiera de agredirlo con sus delicadas manos. Aquella noche pasó sin más nada que agradar de ninguna de las partes. Mas, al día siguiente, Ashton estaba con el temperamento que quemaba a cualquiera con tan sólo una mirada, como tenía años que no se mostraba ante ninguno de sus empleados domésticos, lo que conllevó a que los ánimos en su castillo fuera hostil. Lo mismo que sucedió en el terreno de su guardia personal, donde él comenzó a dar órdenes como si de escorias se tratara, algo inusual en aquel rey. — Parece que la hembra de turno no lo ha atendido de manera apropiada al rey que tiene los apellidos reales revueltos. — Se burlaba uno de sus capitanes más confiables por lo bajo. — Mejor cállate, Christopher… Si ese tipo te huele tan siquiera, nos echara de la guardia personal. — Le advirtió uno de sus compañeros, guardando la compostura al ver a su rey acercarse a ellos. — Cualquier comentario fuera de lugar sobre mí, espero que no lo estén divulgando entre ustedes. Si tengo mal genio, es porque desde hace semanas ninguno de ustedes ha sido capaz de traerme con éxito un reporte desde la ciudad de Carinty, de donde viene el oro que debíamos tener en manos para una nueva flotilla de uniformes de guerra. — Reclamó Ashton. — ¡Señor! — Vociferó Christopher, — El general Deon Lietnal cuenta con cierto favor de la corona, por lo que según mis reportes, él se ha dado el lujo de no pelear frente a las líneas enemigas, y como él no recibe los beneficios directos de la milicia de Vidralia, no defiende con tesón los intereses del mismo. Ashton no quería admitir lo que saltaba a la vista; Deon le estaba siendo una piedra de tropiezo, y si no tomaba cartas en el asunto, serpia el fin de su reinado, o de su paz mental, ya que eso le estaba empezando a atormentar, y sumado al hecho de los juegos de desaparición de Eishla, quería comerse a cualquiera vivo si seguía enervándose como lo estaba haciendo poco a poco hasta ahora. — ¡Prepárense para salir de expedición a Carinty! — Anunció el joven rey. Todos los hombres bajo el mando directo de Ashton dieron su voz de aprobación ante la petición del rey, por lo que todo se preparó para salir esa misma noche. Acamparon prácticamente a las afueras de las murallas Setonia, la capital de Vidralia, y como era la costumbre de esos hombres, andaban con sus contenedores de ajo puro, además de encender ciertas antorchas con aceite del mismo producto, para así ahuyentar a los vampiros. Debían hacer ese viaje temerario, ya que era mucho camino por recorrer. El rey tenía el sueño liviano, sobre todo si estaba bajo un estado de tensión, por lo que no podía dormir apropiadamente, y más se despabiló cuando percibió una esencia de mujer conocido para sí. >> Eishla…<< Se levantó inmediatamente y persiguió aquella fragancia femenina, encontrándose con la dueña de aquel aroma, aunque vio algo fuera de lugar cuando dio con ella. — Eishla… Tú no… No, no, no, esto no es cierto… Esto no es cierto… — Susurraba Ashton para no poner en alerta a sus hombres. La incredulidad se apoderó de las facciones características de Ashton al ver que Eishla estaba reaccionando a las trincheras de ajos apostados allí, pero al mismo tiempo no estaba entendiendo por qué ella se estaba arriesgando de esa manera. — Ashton, no avances bisque adentro, los vampiros van a querer atacarte a ti y a los demás humanos que andan contigo, y seguramente el rey debe estar entre ustedes, por eso… — Susurraba ella cuando tuvo que evadir el roce de una flecha dirigida en su contra. Ashton miró en dirección de donde había sido lanzada la flecha, dándose cuenta que había sido Artemio, por lo que le pidió que no alzara la voz, pero cuando quiso voltear para reencontrarse con Eishla, ya ésta se había ido de allí. — De cualquiera, Ashton, pero no de ti… — Recriminó en voz baja Artemio. — No es lo que crees, Artemio… — Según tú, ¿Qué creo, Ashton? ¿Qué nos trajiste para entregar nuestras cabezas a nuestros enemigos? Pues para aclararte una vez más mi lealtad con mi país, no creo eso; no es la primera vez que venimos a esta clase de expediciones, mi rey. Pero lo que sí creo es que si usted sigue creyendo en esa clase de amores, va a perder los sesos por culpa de una enemiga natural, que como mantis hembra, le arrancará la cabeza cuando ella se canse de ser su amante o cuando usted ya no le sirva. Artemio usó esas palabras de advertencia en contra de su mejor amigo con toda la intención de herirlo, y sobre todo lo llamó “rey” para hacerle saber a la vampira, a la cual éste sabía que estaba aún cerca, que estaba ante el humano más temido por su especie.
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