Haciendo Alardes de Resistencia

1816 Words
Eishla se precipitó hasta la orilla del río donde estaba aquel hombre al que ella y su amiga habían visto y por el cual quedaron fascinadas, uno que estaba de lo más concentrado dándose un baño dentro de las aquellas aguas, y que al parecer no estaba consciente de lo que sucedía a su alrededor, lo que quería aprovechar aquella vampira atrevida. Para sorpresa de la dama que quería interceptar infraganti a su víctima, aquel hombre estaba sumamente alerta, aunque estaba a su favor que tal no estaba en modo cacería, por lo que no le demostró a que especie pertenecía. — ¿Qué andas buscando a estas horas por aquí, niña? Ya está oscureciendo, y una mujer tan frágil como tú no debería estar deambulando sola por estos lares. Podría decir por tu apariencia que no eres cualquier chica; que eres una niña rica que se salió de su casa y evadió a su chaperona y a sus guardias. — Presumió el hombre al que Eishla pretendía tomar desprevenido. — ¡Ah no, mi señor! Soy una plebeya cualquiera que andaba merodeando por la orilla de este río, incluso me adentré a este bosque con la finalidad de tomar algo de fruta para poder alimentarme... — Refirió Eishla con cierto dejo de vergüenza. — Es que soy… Huérfana… Y a veces debo hacer ciertas cosas para poder subsistir, no sé si entienda… Para ese instante y como nunca le había sucedido, Eishla estaba roja de la pena al contarle algo considerado personal y bochornoso para ella, sobre todo porque aquel hombre llamaba en gran medida su atención. El hombre de gran tamaño y musculoso que estaba deleitando la vista de aquella mujer dio la vuelta e ignoró lo que ella le estuvo contando tal cual como si nada le importara, hizo un clavado y se adentró al río a continuar con su baño como si estuviera solo en aquellas aguas. — Disculpe, mi señor, pero es de muy mal gusto que un caballero deje conversando sola a una dama, sobre todo si esta le contó algo tan personal, diría yo. — Reclamó Eishla. — Desde mi perspectiva, jovenzuela, una dama que acaba de conocer a un hombre no debe contarle cosas de su vida de una manera tan impulsivamente. ¿Qué tal que tal hombre quiera aprovecharse del infortunio de la mujer en cuestión? Ella tendría que rendirse ante los deseos de ése con quien fue tan descuidada, diría yo. — Replicó él. — De pronto usted tiene razón, mi señor, pero ya es demasiado tarde para reclamos absurdos, ya que no lo creí tan perverso como para hacerme daño, además no crea que por mi apariencia, supuestamente frágil, no le daré pelea a quien quiera agredirme. — Sonrió ella con sorna. — Eres muy presumida, niña, considerando que eres tan delgada y blanca, y me atrevería a decir que si pudiera tocarte, tu piel debe ser más blanda que un pudín de pan. ¿Cómo te llamas, y a qué reino perteneces? — Preguntó el hombre manteniendo una expresión estoica mientras estaba cruzado de brazos. — Eishla, mi señor, y no tengo rumbo fijo. Como le dije hace un rato, soy huérfana, y la ventaja en eso radica en que soy nómada y no me debo a nadie. Ahora bien, hábleme de usted. — Respondió ella con un tono desafiante. — Mi nombre es Ashton, y sólo soy uno más que pasea por estas tierras sin un motivo real en la vida, Eish-la. — Contestó él con desenfado. Ashton siguió su nado tranquilo por las aguas de aquel río que estaba en las afueras de su castillo, tal y como solía hacerlo cuando lo arropaba esa clase de calores que no podía refrescar con el fragor de la compañía de una mujer, pero era más que sabido que todas las féminas que le interesaban a este hombre las había saboreado, por lo que seguir en eso le parecía aburrido. Por su parte, Eishla era una chica con la que había que tener un día de tremenda suerte si ella elegía darle de sus favores a un hombre, por lo que era una muy codiciada entre sus congéneres. Mas ella era quien decidía con quién tendría un momento, o varios, de placer, y con Ashton no sentía esa clase de atracción. Tanto el humano como la vampira se despidieron fríamente y no volvieron a hablarse después de eso, y al parecer no hubo ninguna química entre ellos, eso hasta que Eishla decidió ir sola al río donde había conocido a Ashton y visitarlo con frecuencia, esto sin decirle ni siquiera a su mejor amiga, ya que le había inventado que aquel perímetro era cuidado por aquel hombre, lo que desalentó a la otra chica, logrando la primera su cometido. Ashton sintió la necesidad de ir al río una tarde donde el calor era insostenible, aunque también fue con la esperanza de encontrarse con aquella desconocida que para él era apreciada como un enigma, pero nunca tenía el privilegio de encontrase con ella. Eishla estaba tan deseosa de dar con Ashton, que esa misma tarde decidió arriesgarse e ir hasta donde había conocido a ese hombre que tanto le despertó sus emociones, que se puso a preparar brebajes y ungüentos naturales para que su piel la traicionara lo menos posible si lograba tener contacto con el sol, aunque ella había estudiado el perímetro lo suficiente como para saber dónde resguardarse y no morir incinerada. — Aunque creas que no lo hice, Eishla, ya noté tu presencia, sobre todo con esas mezclas de olores que llevas encima. ¿Acaso estás huyendo de alguien en particular o querías llamar mi atención? — Impuso Ashton. — Hablas como si fueras un rey al que debe rendírsele tributo y pleitesía, Ashton, pero hay un problema conmigo… Yo no me someto a ningún gobierno u hombre, mi señor… — Repuso la mujer, diciendo su última frase con arrogancia. La actitud arrogante de aquella mujer hizo que aquel hombre quisiera ir tras ella y conocerla más en vez de alejarlo, pero ella se retiró antes de que éste pudiera dar un paso fuera del agua, dejándolo con el deseo de ir donde ella se encontraba. Ese juego estuvo pasando varias veces a la semana por un espacio de tres meses, hasta que un día fue Ashton quien decidió cambiar de estrategia. Eishla había llegado viendo lo calmado que estaba el amiente a su alrededor, algo que ella nunca se había detenido a apreciar, ya que solía poner sus ojos sobre Ashton y en el porte de aquel hombre. De repente ella reaccionó ante el toque de unas manos firmes sobre su espalda, pero cuando quiso defenderse, ya era demasiado tarde, puesto que había recibido el ataque feroz de esos labios carnosos en los que tanto su habían posicionado sus ojos, apenas reaccionando para poder darse cuenta del color de la mirada de él. Eishla se perdió en esos ojos, y por más que quiso ordenarle a su cuerpo que se alejara de aquel tipo, se quedaba sin ánimos de hacerlo, lo que Ashton aprovechó para comenzar a desnudar suave y lentamente a una mujer que hacía poco esfuerzo para despojarse de las manos de ese hombre, pues más bien parecía que estaba intentando estrujarse sobre sí más que rechazarlo. Cuando ambos quisieron darse cuenta, la desnudez era la única forma de vestimenta que poseían. Mas eso en vez de cohibirlos, los impulsó a seguir cada momento más intensamente lo que habían estado posponiendo. Eishla estaba saboreando cada rincón del cuerpo de Ashton como si quisiera morderlo, pero le era tan deseable que no quería intentar algo en su contra, porque si era un vampiro, con ese gran cuerpo podría destrozarla en un pensamiento, y si era humano, no pretendía volverlo uno de ellos, porque de posarle los dientes, lo drenaría hasta la última gota de fluido rojo que tuviera en las venas, pensaba ella. No obstante, Ashton estaba tan extasiado disfrutando de aquella mujer que la tomó en todas las formas que le dio la voluntad; ella se dejaba hacer todo lo que a él le placía, y en vez de quejarse, más bien gemía mostrando su deseo por más. Cinco veces Ashton se desahogó con Eishla, y aunque a ella le temblaban las piernas, trataba de recobrarse de cada embestida recibida de su amante, debatiéndose en si abandonaba la contienda o seguía hasta ella poder lograr su venganza de ser ella que lo llevara al cansancio. — No creo que lo logres, mujer. Hasta ahora ninguna fémina ha sido capaz de llevarme a mi límite como amante, y tú no seras la primera. — Sonrió Ashton triunfalmente y pícaro. — ¿Qué pasaría si logro ser la primera que le haga comerse sus palabras, mi señor? — Propuso con aires de gran señora la vampira. — Cuando lo logres, hablamos. Dicho esto, Ashton volvió a arremeter en contra de Eishla de manera agreste y desprevenida, aunque ella había previsto esa posible reacción, lo que la hizo sentir un placer como nunca nadie le había proporcionado antes, siendo ella quien lo pidió varias veces. Esa estrategia fue una que le dio la ventaja a Eishla, siendo que hizo que los últimos dos encuentros entre aquellos amantes ella quedara de pie, aunque estuvo haciendo sus mejores intentos para no mostrar que se había debilitado por tanta excitación, y lo que era peor, estaba empezando a tener sed del líquido rojo que daba vida a cualquier especie sobre la tierra, pero tuvo éxito en controlar esa parte. Sin embargo, tuvo que retirarse cuando intentó morder el cuello de Ashton, teniendo que reconocer que aquel hombre era un humano, huyendo de las orillas del río que había sido testigo de su despliegue de gemidos y caricias entre ambos. Cuando Ashton se despertó, notó que estaba solo acostado en aquellas orillas y que encima estaba bastante avanzada la noche. También lo había despertado sus deseos de ingerir algo, ya que la fauna de más temprano lo dejó exhausto, por lo que se fue hasta su castillo; debía cenar, y debía cumplir con una reunión que uno de sus generales le había solicitado, aunque tenía todavía en sus labios el sabor de aquella mujer con la que había estado y que como nunca le habían dado tanto placer en su vida. >> Eishla, esto no se va a quedar así, mujer fugitiva. > Será mejor que me aleje de ese hombre antes que me enamore… O más bien, antes de que este sentimiento me mate. << Reconoció la vampira.
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