Un Vistazo Inesperado

1323 Words
Eishla no estaba tomando en serio las palabras de Niurka cuando mencionó el hecho que quería ir hasta el muelle en Elondi para recibir el barco que venía con unos pasajeros que nada más y nada menos eran el rey y su ejército real, quienes habían ido por tierra a Carinty a buscar un pedido especial del más alto noble de la corona en Vidralia. Nunca Eishla le había conocido enamorado alguno a Niurka, ya que ella solía evadir el tema, además se consideraba fea, cuando en realidad tenía unos ojos grises espectaculares, al menos al juicio de mejor amiga, pero la dueña de tales orbes no se daba la tarea de reconocerlo. Por eso, y por el hecho que aquella vampira rellenita siempre le huía al tema de involucrarse con agua más allá del simple baño, porque le aterraba ver ese elemento aglomerado en muchas cantidades, la delgada del dúo no le creía. Sin embargo, algo en serio había cambiado en la más diminuta de las dos vampiras que eran casi inseparables, por lo que la vampira más delgada decidió acompañar a su amiga a aventurarse a reencontrarse con su romance de una noche. Para Eishla era un riesgo, una alegría, un momento que le causaba revoltijos en el estómago, y un sinnúmero de sentimientos encontrados, ya que sabía que el hombre del que estaba enamorada, aquel al que llamaban “Conrad”, o “el Rey Kiedrik”, ella lo había atacado la última vez que se vieron, y aunque ella no tenía consciencia de lo que había hecho, al hablar con su amiga supo que ella estaba fichada en el corazón de su amor, y tenía esa tarea pendiente también. Por primera vez en su vida, Eishla estaba temblando al imaginarse que altas eran las probabilidades de verse con aquel hombre con el que había tenido tantos momentos de pasión y que se sentía que se iba a quemar sin tener contacto con el sol. Pero en estos precisos instantes pensaba en el hecho de que serpia quemada viva si era alcanzada a ver por algunos de los soldados que estuvieron en el frente de batalla de ese día donde ella llegó a la conclusión que atacó de muerte al rey de los humanos. — ¿No sabes quién pudo haberte hecho todo esto, Eishla? — Preguntaba Niurka para romper in poco el silencio entre ellas. — No sé aún, pero esto es obra de alguna hechicera de aquí de Setonia, sé cómo pueden actuar, aunque no recuerdo tener nada pendiente con ninguna de esas brujas, salvo con Zascha, que si lo expreso de una mejor manera, ella es la que tiene algo conmigo. Pero eso no es algo que debemos discutir ahora, Nini. — Miraba Eishla a su amiga de reojo sabiendo que ésta no estaba de acuerdo con su resolución. — No me refiero a que lo vaya a dejar así, sin siquiera saber quién carajos me está queriendo j***r la vida, sólo estoy diciendo que debo atender a defenderme cuando vea al rey de los humanos aquí en Vidralia. De seguro ese hombre querrá matarme con sólo una mirada, niña. Niurka abrazó a su compañera de penurias, realmente ella deseaba que su amiga estuviera bien, y sabía que lo que le había pasado hacía unos días atrás no era cosa de alguien que la quisiera de veras. Ya Niurka había hecho sus investigaciones, por eso se enteró de la llegada de Artemio y el grupo de hombres a los que lideraba, pero también supo que aquella expedición s*****a a la que se había envuelto su amiga no fue algo que hizo por propia voluntad, aunque eso nadie tenía que decírselo, aunque también se rumoreó que había algún artilugio en todo aquello, sólo que habría que saber de dónde partía. Ya era de noche cuando los hombres de Ashton y él habían llegado a puerto seguro en Elondi. Allí fue recibido por un sequito de la gubernatura de esa ciudad, ya que desde Uraltiel, la última ciudad del recorrido por mar hasta llegar cerca de Setonia, se le había enviado un comunicado al gobernador de la visita por su ciudad del rey. — Por favor, señores, compórtense… Que este todo en orden para recibir a nuestro rey. La buena impresión es más que importante a la hora de impactar y persuadir a nuestro soberano, de lo contrario nos mirarán como una ciudad de pocas luces ante el trato que le hayamos brindado a él a su ejército. — Sentenció el General Bridges, el gobernador de la ciudad de Elondi. Este se caracterizaba por ser un lambiscón; todos los que lo rodeaban sólo lo hacían porque se beneficiaban de él y era experto en dar fiestas y hacer derroches de las riquezas de su familia, algo de lo que sus familiares estaban hastiados, pero debían tolerarlos, eso mientras sirviera de benefactor ante la corona. — Chicas, lúzcanse con nuestro rey, a él le gusta que lo atiendan a la altura de sus exigencias. Nada de lloros ni de peros. — Cantaleteaba el general mientras iba de un lado al otro dando órdenes al granel. La gente alrededor del muelle no estaba nerviosa porque el rey fuera para aquella ciudad. No era la primera vez que éste iba de visita por aquella ciudad, más bien era el alboroto que armaba Lewis Bridges, como si el rey Kiedrik fuera el hombre más exigente del mundo. Y sí lo era, pero entre sus hombres más cercanos. Debía exigirles, mas no siempre era así con personas que no estaban bajo sus órdenes directas, no obstante, ese general que fungía como gobernador de Elondi sacaba de quicio a cualquiera, incluyendo a su comandante, y como eso solía pasar, al rey se le hacía fácil gritarle cuando no aguantaba más sus algarabías alrededor suyo. — Llegamos a la ciudad que más te alegra visitar de todo Vidralia, amigo mío. — Refirió Artemio a su amigo sin el más íntimo atisbo de sarcasmo. — A veces me pregunto porque hablo contigo, cuando eres el ser que menos paz me produces, Artemio. Estaba tratando de pensar en cualquier cosa menos en que quería verle la cara a Bridges, y me vienes con esta estupidez. — Reclamaba Ashton. — ¡Oh, mi rey! Perdone mi atrevimiento, ¿Le hablo mejor de la señorita de la cual está enamorado y que por poco lo despescueza días atrás durante nuestra expedición, luego de hacer alardes de defenderlo? — Recomendó Artemio, ahora con el más sonoro sarcasmo que pudo sacar de su arsenal. En ese mismo instante, como si la había invocado, Artemio vio a Eishla salir de entre unos matorrales, exponiéndose como si estuviera dispuesta a que la acribillaran ahí mismo con flechas de todo tipo. — ¿Qué pasa, Artie? — Creí ver a alguien. — Yo también creí ver a alguien. Ashton sudaba frio pensando que realmente había visto los reflejos de Eishla. Recordar la mirada de ella cuando quería irle al cuello y degustar su sangre, lo hizo mantenerse a la defensiva en contra de cualquier vampiro después de eso, y recordó que le había ordenado a cada uno de los que integraban su ejército real que no escatimaran esfuerzos para masacrar a la rubia en cuestión. Sin embargo, Ashton se había arrepentido de la orden que había impuesto en ese momento, pues él no quería creer que ella lo había atacado adrede, y le urgía una respuesta de ella, pero también sabía que no debía dar un paso atrás por el bien de los de su especie, por lo que se sentía entre la espada y la pared, sobre todo cuando vio a Niurka, a la muchacha con la que éste sabía que su amigo había aprovechado una de las noches cerca de Setonia, y que fue la que defendió a Eishla con su manera de lanzar piedras como si fueran pétalos de rosas.
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