Algunas Instrucciones

1605 Words
Había pasado tres días desde el arribo del rey humano de Vidralia a la ciudad costera de Carinty. Allí se había dedicado a supervisar por sí mismo todos los destrozos que había provocado el general al que habían asignado como gobernador de aquella provincia, esto haciendo todo lo posible para evitarse desmoronar de impotencia delante de su pueblo. — Rey Kiedrik, — Se dirigió una joven mujer de manera reverente delante de Ashton, — ¿Podría usted tenderle la mano a nuestro pueblo aquí en Carinty? No tenemos posibilidades de movernos de este lugar, ya que el paso al resto de Vidralia es ese valle sombrío por el que usted y su ejército llegó, y la otra ruta es la marítima, la cual está plagada de piratas que no sólo vienen a comercializar con lo poco que producimos, sino que tenemos que comprarles productos de primera necesidad a muy alto costo, mi señor. Nuestro último gobernador sólo se dedicó a suplir sus necesidades, y a nosotros nos confinó a vivir en el santuario como único resguardo para que no muriéramos a manos de los vampiros. Las palabras de la jovencita conmovieron no sólo a Ashton, que no pudo contener las lágrimas, aunque sus ojos apenas se cristalizaron, pero otros como Omar, quien era oriundo de Carinty, y demás hombres allí presentes, empuñaron sus manos o hicieron gestos de desagrado, lo cual a pocos les importó si el rey se percató de su acción desaprobatoria. La misma fue dirigida a conversar con el rey aparte en la oficina en la que se había provisto por parte del reverendo en el santuario para acomodar las autoridades de la ciudad, y así seguir conversando con ella. — Damisela, su petición es justa, y de hecho, nadie nos había planteado la situación de Carinty de la manera tan directa y explicita como lo ha hecho usted, por lo que le pido nos dé un más amplio panorama de la situación, y por ahora nos asista, al gobernador interino y a mi reino, para que pongamos un poco de orden en esta provincia. ¿Le parece? — Propuso Ashton. A la joven le pareció más que bueno el planteamiento que le estaba haciendo el rey, pero su rostro cambió de uno que mostraba beneplácito a incomodidad al ver que a la pequeña oficina Omar hacia su entrada. — Disculpen mi retraso, mi rey, damas y caballeros. Fui solicitado por mi madre que estaba entre los presentes. — Había expresado Omar tornándose su rostro un poco enrojecido. Artemio y Christopher miraron a Ashton con discreción, haciendo éste un ademán con su mano derecha para permitirle el paso, al joven que se acababa de disculpar. Una vez dentro, Omar percibió el aroma de un perfume que solía atraerle, pero cuando notó quien era la portadora, se reincorporó rápidamente para no ser captado por sus superiores de estar fisgoneando a una dama. — General Patrick, la señorita será su referente con todo lo referente a la ciudad de Carinty. Al parecer ella maneja todo lo que ha estado sucediendo aquí, así que creo que lo guiará de una manera prudente, o eso espero… ¿Cuento con su colaboración, señorita? — Preguntó Ashton con cautela. Él también se había percatado que se produjo un impase entre Omar y la joven que estuvo hablando con el rey de la situación por la cual estaba atravesando la provincia de Carinty en estos precarios momentos, mas se hizo el que no le prestó la más mínima importancia. — Me gustaría saber su nombre, señorita, sobre todo si va a trabajar junto a uno de nuestros funcionarios reales aquí en Carinty. — Ponderó Artemio en nombre del rey. La chica miró a Artemio con una expresión que entrelazaba tristeza y melancolía, pero también mostraba la esperanza de saber que esta vez se contaba con el apoyo del rey al pueblo al que ella pertenecía. — Mi nombre Trichia Leterman, mi señor. — Contestó la joven sin atreverse a levantar la mirada, aunque se notaba que quería mirar de reojo en dirección a Omar. — ¡Muy bien, Patrick! Encomendamos la ciudad de Carinty en tus manos; nadie mejor que tú para cuidar de ella, es tu pueblo natal y podrás contar con una buena asesoría. La señorita Leterman parece ser una persona muy diestra en cuanto al manejo de información y por su poder de observación. — Aseveró Artemio con maliciosa intención. Ninguno de los presentes se refirió abiertamente del ambiente que se había suscitado en aquella oficina, pero tanto Omar como Trichia se mantuvieron firmes en no mostrar nada más allá de las impresiones que pudieran tener los señores. Por supuesto, tampoco la mujer, una señora mayor que la joven, dijo ninguna palabra durante el conversatorio, más bien se quedó todo el tiempo en su asiento impertérrita, luego salieron de la reunión sin decirse más nada que la despedida. — ¿Vieron cómo se puso Omar cuando vio a la chica? — Preguntó Artemio descaradamente a Ashton y Christopher. — A veces pienso que te diviertes con el mal ajeno, Artie. No presiones a Omar desde ahora cuando apenas va a empezar con su trabajo como general interino. Más bien concéntrate en encontrar a alguien para designar aquí como el gobernador final de esta ciudad. — Propugnó Ashton. — Estoy totalmente de acuerdo, Artemio. Debemos ponernos a pensar en ese nuevo general para proponerle un buen prospecto a nuestro rey. Aunque también recuerde, soberano, que tenemos que ir a conversar con el caballero Fradfurd y saber la condición de nuestra mercancía, mi señor. — Aconsejó Christopher. — Gracias por el consejo, joven Chris, pero ya me había adelantado. El rey solicitó una audiencia con el señor Fradfurd, quien gustosamente nos concedió una reunión al alba del día de mañana, eso para no despertar sospecha y embarcar nuestra mercancía sin que ningún fisgón tenga acceso visual a mi nuevo material. — Ponderó Artemio. Ashton y Artemio tenían una sólida amistad desde que eran infantes, ya que ambos padres eran miembros de la milicia setoniana. Se sabían cada uno de sus más ínfimos modos de comportamiento, además de saberse la lista de amores conquistados por cada uno, por lo que la confianza entre ellos era más que inquebrantable. Sin embargo, no era así con todo el mundo, por no decirse que con nadie en absoluto habían confiado, por lo que estar alertas era una orden, tanto para el rey como para su herrero y segundo hombre dentro de sus tropas. La reunión que se suponía era para el alba de la mañana siguiente con el señor Fradfurd, en realidad Artemio la pautó para el atardecer de ese mismo día, todo con tal de mirar quien estaba con el rey y quien estaba conspirando contra él. — Señor Fradfurd… — Señor Ashton Conrad Kiedrik… — ¿Cuánto le debemos a usted por haber cuidado nuestra compra a Comordia? — Indagó Ashton una vez había saludado al caballero con el que se disponía a conversar. — A pesar de su juventud, no tiene miedo para hablar sobre negocios, niño… Eso es bueno… — Felicitó Fradfurd a su rey. — Realmente sabe cuál es mi deseo, mi rey, pero hasta ahora no ha querido concedérmelo. — Sabe que no puedo quedarme sin bosques por complacerlo a usted, mi estimado señor Fradfurd. Si quiere disfrutar de los árboles de nuestras arboledas, tendrá que mudarse para la zona donde están aquella foresta. — Sabe que me gusta vivir en las costas, mi rey, por eso es que le estoy solicitando que me conceda la considerable cantidad de árboles que le había solicitado. — Por eso le traje la cantidad que había solicitado de acuerdo al precio del mercado, mi fiel amigo. No puedo cederle abiertamente su petición, no cuando tengo a esos vampiros merodeando, y cuando lo que me pide es uno de nuestros medios de defensa. — Es que esos cipreses, mi rey…. — Se detuvo Fradfurd para hacer un sonoro suspiro, — Estaba enamorado de esos árboles, pero tiene razón, y le estamos agradecidos que había plantado unos cipreses en una zona boscosa cerca de estas inmediaciones, pero aquellos ya son arboles adultos. No obstante, debo darle la razón en defender su casusa; nuestra población debe permanecer. — Resintió Fradfurd. Fradfurd siempre mostró gran aprecio por los cipreses de la zona más boscosa de Vidralia, justo cerca de Setonia, la capital, ya que a este hombre le gustaba esa madera, aunque eso significara depredar todo un bosque para su capricho. Mas sabía que debía negociar otra cosa con Ashton, pues desde el principio aquel joven rey se negó a aceptar su petición. — Veo que definitivamente no sacaré nada de usted en cuanto a la cantidad de árboles que necesitaba, aunque sí podría contar con que va a mejorar nuestra ruta por vía terrestre, mi rey. — Consideró el negociante. — Eso es algo con lo que usted y toda Carinty puede contar. Sólo he escuchado todo lo que sucedía aquí, nunca me había dado una cita por estar tierras, pero deberé agradecerle al cielo que Deon Lietnal me atrajo hacia acá, así podía estudiar la situación y sacar mis propias conclusiones. — Ponderó Ashton finalmente. — Pues, ¡No se hable más! Págueme la cantidad de piedras preciosas que habíamos pautado. No le pido de otro tipo porque aquí me conviene más las que le solicité, pero puede contar conmigo cada vez que quiera requerir de su preciada mercancía. — Se despidió con fuerte estrechón de manos el señor Fradfurd de su rey, dando por terminada la reunión entre ambos caballeros.
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