Traición a Bordo

1647 Words
Ashton siempre estaba probando a todo el que lo rodeaba; a veces era muy incómodo estar cerca suyo, pues aunque su presencia era imponente, no se sabía cuándo vendría una prueba de su parte, y esta vez que se montaba en el barco no fue la excepción, puesto que a los dos tipos que habían estado en Carinty bajo las órdenes de Fradfurd les hizo una de las suyas. — Brad… ¿Qué tan buenas era la paga con Fradfurd? Digo, no fue que duraron tanto tiempo bajo su techo, pero de una luna a otra es fácil verse afectado por las implicaciones económicas en las que se pueda incurrir en un viaje, y más en esta ciudad que estamos abandonando, donde se supone que hay tantas oportunidades para el contrabando. — Conversaba el rey con su subalterno. — Oportunidades para lo ilícito hay dondequiera en esta ciudad, mi señor, desde mujeres que se ofrecen como si no les importara su pudor, hasta hombres que son capaces de servirte de compañía, o que se atreven a embarcar a quien sea tras un tesoro escondido que a leguas se ve que no existe. — Esa fue la explicación de Brad. — ¿Tan deplorable es la condición de aquella ciudad, amigo mío? — Sí, señor… Algo de lo que Deon Lietnal se aprovechó al máximo. Después de conversar un poco con Brad, Ashton siguió caminando de lo más distendido por la proa del barco mientras veía a todos los de la tripulación trabajar arduamente, al mismo tiempo le extendían el saludo militar marítimo a su rey, siendo éste recíproco con los oficiales navales. Más adelante, y como lo estuviera buscando, se vio con Paul, el otro hombre que estuvo encargado de custodiar por la corona el encargo de diarconte que había hecho el rey a Comordia con desembarque en Carinty. — Paul, ¿Cómo estuvo todo en su estancia en las instalaciones del señor Fradfurd? — Preguntó Ashton para introducir la conversación con aquel oficial. — Digamos que bien, mi rey, aunque… — Se detuvo Paul de manera abrupta y sospechosa, — Ese hombre tiene un poder de convencimiento casi perfecto. Nos mantuvo todo el tiempo que estuvimos allí en sus instalaciones buscando la forma de convencernos para que traicionáramos nuestras posiciones. — Habló este oficial con cierta vergüenza. — Te siento dubitativo, Paul, ¿Pasó algo de lo deba enterarme? — Cuestionó Ashton en una posición cruzada y con semblante estoico. — Yo quería aceptar el ofrecimiento de aquel hombre. — Muy bien de tu parte que me lo estés confiando, pero eso puede costarte la cabeza, y lo sabes. — Advirtió el rey Kiedrik. — Lo sé, y se lo confieso porque gracias a algo que mi compañero descubrió me hizo retractarme. Ashton abrió sus ojos azules en toda su extensión cuando escuchó aquellas palabras. Brad nunca le habló de que hubiera algo que lamentar de su parte, más bien le pareció más sincero incluso que este último oficial, por lo que decidió citarlos a su camarote a los dos juntos, y Artemio presente, por supuesto. — Entonces, Paul, Brad, ¿Qué deben reportarme acerca de la anomalía que vieron en Carinty o en su hospedaje en la casa de playa del señor Fradfurd? Con un carraspeo Brad se dio paso a explicar las incidencias con las que se encontró en su labor en aquella ciudad costera. — Debo confesar, soberano, que nos vimos con la tentación de acoger la propuesta del señor Fradfurd. Nos había dicho que tomáramos la cantidad de oro que quisiéramos de las minas que están próximas al valle, que nos daría un permiso especial para explotar allí toda la cantidad que nos diera la gana, con tal de que taláramos, o devastamos, el bosque de cipreses que tenemos en Vidralia, sobre todo el que está en las inmediaciones de Setonia. Tanto Ashton como Artemio se horrorizaron al saber que realmente Fradfurd estaba interesado en el ciprés, pero se suponía que aquel árbol no era tan idóneo para la construcción como lo fueran otros árboles que se daban allá, en el medio del país. — ¿Y qué los hizo retractarse de du idea, señores? — Preguntó Ashton con suspicacia para que no se supiera que estaba altamente molesto. — Él estuvo conversando con unos vampiros dos días antes de su llegada, mi rey. — Aceptó Brad con premura. Aquella elocución fue suficiente para que Ashton se parara de su asiento sin reparo alguno, mostrando por fin la ira que le causaba la traición de aquel hombre al que la corona, en su momento, le había prestado ayuda incondicionalmente. — ¿Con qué esa era su urgencia…? — Murmuró el rey en una voz casi imperceptible. — Ese hombre no sabe que ustedes se dieron cuenta de que él está negociando con el enemigo. — Intervino Artemio. — No, señor, porque él está jugando a estar bien con todas las partes. — Expresó Paul. — Explícate… — Exigió Ashton haciendo gestos con la cabeza. — Fradfurd quiere contar con una de las hechiceras vampiresa para que cuide de él con sus brebajes, pócimas y esas cosas, así él poder apoderarse del país poco a poco. — Confesó el oficial. Al segundo al mando del ejército real le dio con soltar una carcajada que escuchó en todo el barco, por suerte nadie sabía de donde provenía tal risotada, mientras que al rey sólo le quedó apretar los puños y los dientes para no romper en insultos y alaridos delante de sus oficiales. Ashton estaba empezando a reconocer que estaba más rodeados de enemigos que de amigos, y que ninguno estaba queriendo el bien de su gestión como rey, por lo que era hora de ponerse serio. Inmediatamente terminó la conversación con sus dos oficiales encubiertos en la ciudad que estaban dejando atrás, envió a Artemio para los calabozos que había en aquel barco para que conversara con Deon un poco, a ver qué podía conseguir con aquel ex general. — Entonces, Deon… ¿Por qué llevaste tu cargo con tanta displicencia, viejo? Ashton siempre te había considerado un militar con talento, aunque de mi parte no se podría decir, nunca te vi el talaje para ser ni siquiera cabo, pero tu rey veía que tenías potencial… El parloteo de Artemio era uno que al prisionero le entraba por un oído y le salía por el otro; no le importaba en lo más mínimo lo que fuera a decir. Para el ex General Lietnal aquel otro oficial siempre le pareció un parlanchín sin ningún tipo de contenido enriquecedor, y esta vez no era la excepción. — Sé que nunca he sido santo de tu devoción, mi ex compañero de milicia, pero tengo tanta curiosidad por saber qué fue lo que te empujó a llegar hasta aquí, amigo. En la ciudad de Kabridia, por ejemplo, pudiste liquidar algunos vampiros, al menos. O está el caso de tu gestión en la ciudad de Onderia, ahí pudiste mostrar un poco de gallardía también poniendo a raya a los enemigos naturales de nuestra especie… Demostraste ser benevolente con los tuyos, pero no con el dinero que recibías, porque no sólo se te otorgaba una contribución de los tributos que eran de la corona, sino que también cobrabas por defender a los pueblos que se asignaban. Sin embargo, De-on, — Enfatizó Artemio más que nada por ponerle presión al aludido pues lo vio sudar como si estuviera corriendo la carrera de su vida, — En Carinty fuiste tan descarado de ver que como no podías timar a sus pobladores por ser sólo pescadores, que te arrimaste con los piratas para sacar beneficio, y te aliaste con el mayor tutumpote de la ciudad en cuestión, el señor Fradfurd, al grado que te dejaste sobornar para que los vampiros pudieran comer nuestras carnes allí. — Especificó al segundo hombre del ejército real de Vidralia. Aquellas palabras detonaron en Deon un sensor donde algunos dispositivos corporales del mismo dejaron de funcionar, lo que para Artemio fue más que evidente que había llegado al punto al que buscaba llegar. — Caramba, Deon… Si no fuera por lo correctos que eran en las otras ciudades a las que habías sido asignado, hasta te hubieras postulado para derrocar a nuestro rey, muchacho. Artemio nunca pudo confiar en Deon, y el sentimiento era recíproco, mas en algún momento, pensaba el herrero estrella de Setonia, llegaría su oportunidad de desenmascarar a ese tipo, lo único que no le había gustado es que estaba a punto de llevar al país a una quiebra inminente. Como Deon estaba prisionero pero había sido oficial, en algún momento debió tocarle hacer trabajo sucio, o al menos eso quiso creer Artemio, ordenándole a limpiar el reguero que había causado el niño rico con sus propios fluidos tóxicos. También había solicitado ropa limpia de las que se habían puesto a disposición de los viajantes. — Podría deducir por el hedor que sale de esa zona donde estabas que el prisionero se puso demasiado nervioso o tuviste que atosigarlo un poco. — Inquirió Ashton. — Sólo fueron sus nervios que los traicionaron al muy idiota. Aunque eso fue bueno, así no tuve que ensuciarme las manos con su delicada piel, ni siquiera se le ve los estragos del sol sobre ella, al parecer no salía ni a bañarse. — Contestó Artemio. — En fin… ¿Qué pudiste averiguar, Artie? — Cuestionó con ansiosa curiosidad el rey. — Tal cual como sospechaba, vendió la ciudad de Carinty para abastecer a los vampiros, en componenda con el señor Fradfurd. Cuando Ashton escuchó ese último detalle, su mejor amigo tuvo que detenerlo como si lo estuviera haciendo con un caballo desbocado. La ira que le estremeció al rey era tal, que si se encontraba con el general destituido, era capaz de molerlo a golpes sin contemplación alguna.
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