Cinco Días Después

1662 Words
Estaba el rey Kiedrik como nunca había estado en su vida o durante su gestión como el soberano de Vidralia. Había pasado la cuarta noche de las fiestas en las que estaba casi todo el país inmerso celebrando como si no tuvieran un enemigo que estuviera al acecho para atacarlos y masacrarlos en cualquier instante que se les ocurriera. Al mismo tiempo se rompía la cabeza tratando de entender cómo eran los vampiros capaces de tener la paciencia que estaban exhibiendo hasta el momento. — Te vas a quedar sin uñas si sigues con esos nervios, Ashton. — Sentenció Artemio. — No me estaba dando cuenta. — ¡Claro que no, rufián! Estás saboreando cada una de las uñas de tus dedos como si fueran las pastas mejor sazonadas del reino, o los huesos que ni después de una buena campaña habías querido probar en tu vida. El señalamiento de Artemio, lejos de causarle risa y provocar tan siquiera una mueca de desagrado, lo que causó en Ashton fue una profunda rabia que la pagó con la primera maseta que tenía cerca, con la que se golpeó al propinarle una patada. Ya el rey humano estaba ansioso que pasara lo que tuviera que pasar, porque mientras más los días pasaban, más algarabía emanaba de los compueblanos que compartían las murallas de Setonia, y eso que no tenía acceso a la información final de las afueras de la ciudad fortificada, donde había gente viviendo, además que no estaba al tanto de lo que sucedía en las otras provincias. Por otro lado, ya la luna llena estaba empezando a ceder a la fase de cuarto menguante, por lo que la emoción que estaban sintiendo los humanos en las diferentes provincias que conformaban el reino de aquella especie también estaba por decaer. Sin embargo, algunos funcionarios del reinado estaban trabajando a todo vapor para incentivar que todo siguiera marchando como hasta ahora lo había hecho, puesto que ellos estaban percibiendo muchos ingresos durante las noches de fiestas. — Tenemos que extender todo hasta el día de hoy. Al menos así podríamos sacarle hasta el último sorbito del jugo de beneficios que hemos tenido hasta ahora servido por estos días. — Reveló Bauer. — Debo confesarles, señores, que esto de las fiestas me está dando miedo seguirlas extendiendo un día más. Es cierto que los vampiros no se han manifestado en nuestra contra hasta ahora, pero quien quita que sólo nos están dando tiempo a que nos lo creamos y vengan a darnos el zarpazo en el momento menos esperado. — Externó Irlan, el hermano de Donald, su preocupación. Tanto Donald como Bauer miraron despectivamente a Irlan por tan poco entusiasta comentario. Se suponía que éste debía estar de acuerdo con las fiestas, ya que eso estaba generando ingresos para sus arcas, y de paso estaba dándole colorido a las ciudades que como ellos, se habían unido a las festividades. — A veces siento que eres más partidario de ese mocoso de Conrad que de nosotros y nuestros intereses, hermanito. ¿Por qué tienes que hablar como nuestro “amado rey” en un momento de satisfacción como este? ¿Acaso has estado hablando con él y te persuadió con sus ideas aburridas y alarmistas? — Cuestionó Donald. Irlan no había hablado con el rey en estos últimos días, pero estuvo escuchando tras las paredes una que otra conversación del máximo mandatario vidraliano en cuanto a cómo veía las cosas y de cómo podrían tornarse si se seguía forzando una situación como esta. No obstante, mientras las altas instancias de la ciudad amurallada de Setonia seguía rompiéndose la cabeza a ver cómo harían para culminar, o continuar, dependiendo la corriente, las fiestas, los hombres y mujeres setonianos estaban emocionados por seguir fiesteando, aunque la mayoría de ellos estaban conscientes que debían detenerse en cualquier momento. — Ya tenemos cinco días sin saber de la presencia de los vampiros alrededor nuestro, amor. — ¡No seas aguafiestas, mujer! Disfrutemos la noche de hoy como si fuera la última. Es la última que nos queda, no debemos ser pesimistas, más bien recordemos que algunos de los que forman parte del parlamento nos aseguraron que el rey estaba de acuerdo con las celebraciones y nos prometieron la protección de nuestros fieles soldados en caso que pase algo, amor… Nada malo nos va a pasar. La conversación de aquella pareja fue atentamente escuchada por Christopher y otro soldado, Brad, que habían salido del calabozo donde estaba Deon pues habían estado allí para formularte algunas preguntas a ese presidiario. Inmediatamente se apersonaron ante el rey en su oficina en el palacio. — No sé ni me interesa lo que sea que les dijo el ex General Lietnal, para eso está el General Artemio Colson, y aunque hayan venido con el alma en un hilo, infórmele lo que sea a él. — Enfatizó el rey. — Al parecer, mi rey, algunos de los hombres parlamentarios de la ciudad han estado boicoteando sus llamados de la alerta a la población, por eso es que la mayoría está en medio de estas fiestas creyendo que su soberano les concedió el permiso. Brad escupió aquellas palabras como si las tuviera atragantadas, pero si no lo hacía con velocidad, el rey loes dejaría a él y a su compañero parados sin prestarles atención. Ya era más de las seis de la tarde cuando el rey se enteró de un dato tan importante, pero él entendía que todavía estaba a tiempo de hacer algo por su pueblo; era un punto crucial del día, o habría muchos lamentos si no se movía rápidamente. — Ya no da tiempo a alertar al pueblo, mi rey, aunque sí podemos poner los refuerzos alrededor de la muralla, y por medio de las antorchas alertar a los centinelas para que los gobernadores de cada fortificación de cada ciudad en Vidralia preparen sus muros. — Sugirió Christopher hábilmente. Obviamente se pusieron manos a la obra el rey y los dos oficiales que lo acompañaban, poniendo en práctica la sugerencia que se había propuesto. Para el pueblo dentro de las murallas todo estaba perfectamente, y si el rey seguía durmiéndose en sus laureles queriendo mirar cuando sería que los vampiros harían su entrada, sería demasiado tarde para todos. Aunque para Ashton era primordial poner cuidado a la ciudadanía, no sólo de Setonia, sino de todas las ciudades del país, no dejaba de pensar en los que posiblemente boicotearon todas sus advertencias a la población. Una y otra vez se preguntaba cuál había sido el motivo por los que los ciudadanos fueron tan displicentes, porque a diferencia de Marcos Morelos, por ejemplo, que siempre era un hombre medalaganario, la mayoría de la población de Vidralia en general, acataba las órdenes de su rey. En cuanto el rey se apersonó en la zona de la antorcha que era de manejo exclusivo para los centinelas, todas las luces que estaban alrededor de las murallas fueron encendidas, dando por entendido a la ciudad que estaba más cerca, Elondi específicamente, que el rey había dado un aviso contundente de alerta. — ¡Es hora de resguardar la ciudad, damas y caballeros! — Anunció el General Bridges bastante alterado. Así mismo hicieron las demás ciudades; Maledia, Yordia, Jilmadiel, Uraltiel y Onderia, no así Kabridia ni Carinty, porque de por sí los gobernadores de dichas localidades siempre creyeron que había algo raro en el comportamiento de la capital, Setonia, que cuando vieron las luces encendidas de las poblaciones vecinas sabían que sus sospechas eran ciertas, por lo que redoblaron sus seguridades. No obstante, ya era demasiado tarde para actuar, ya que los vampiros tomaron en cuenta una estrategia que nadie estaba esperando. Durante los cuatro primeros días de fiestas dentro de las murallas, ellos estaban aprovechando el aquelarre que se formaba en torno a las horas nocturnas para montar unas escalinatas hechas con sogas que les sirvieran para acceder a la parte interna de las fortificaciones, y como eran esperados por los aires, por su capacidad de adoptar alas como los murciélagos, nadie había previsto aquella maniobra. Otra cosa que nadie estaba esperando, ni los vampiros ni los humanos, y era que había alguien que se había adelantado a usar las flechaduras antes de la hora convenida por los chupasangre. — Si me acortan hoy la existencia por tu culpa, maldita vampira impulsiva, créeme, te llevaré conmigo al inframundo, percusia. — Despotricaba Zascha a Eishla. — Será mejor que seas lo suficientemente ágil para no dejarte atrapar por ningún humano que te lance cualquier cosa con tal de hacerlo, porque se va a defender, pero no puedo quedarme cruzada de brazos viendo como caen los humanos abatidos por el tarado de Jensen. — Pronuncio la rubia delgada. — Hablen menos y agilicen más, taradas. Ya los vampiros están próximos a llegar a este punto, que si seguimos así, caeremos abatidas por la mano de nuestros propios cogeneres. — Razonó Niurka, poniendo en contexto la realidad en la que se habían involucrado ella y sus compañeras. Casi habían llegado a la cúspide de su destino cuando uno de los vigías se percató de la presencia de aquellas tres intrusas, sobre todo por el cuchicheo que habían formado. Quien las había encontrado fue Christopher, que en ese instante era el que estaba dando las pautas de las estrategias que usarían para ir en contra de los vampiros que se esperaban atacarían de manera aérea, dándose cuenta que reconocía a dos de ellas por la voz. — Señor… — Llamó el oficial de manera sigilosa. — Me atrevo a decir que estoy escuchando la voz de la vampira con la que se estuvo involucrando recientemente. La expresión de incredulidad de Ashton era una que Christopher nunca había visto y que procuraba no reírse por lo indescriptiblemente irrisible que era, que para su rey confirmar lo que había escuchado, él mismo se dio a la tarea de asomarse por donde se suponía estaba aquella intrusa.
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