Haciendo Cuentas Mentales

1693 Words
Las palabras que había enunciado Deon fueron unas que dejaron a Ashton con el alma fría; creía que había escuchado mal los rumores acerca de la pésima relación del hijo mayor de los Lietnal y su padre, pero viniendo de él fue una revelación muy impactante para el rey, por lo que se dispuso a posponer todo lo concerniente al juicio en contra del ex general. Por supuesto, eso no eximía al ex General Lietnal de sus responsabilidades, ya que por el hecho de la relación entre Deon y Donald no estaba contemplado el hecho de perdonarle su afrenta como gobernador de las provincias a las que estuvo dirigiendo durante su gestión en cada una, ya que gracias a su negligencia se habían perdido muchas vidas humanas, además de las pérdidas materiales que se dieron en los incesantes pleitos de esos dos hombres. No obstante, había otros asuntos además del juicio contra Deon que abrumaban la mente de Ashton, como por ejemplo, el paradero de Eishla y sus dos amigas, el hecho mismo que estaba desesperado por tener un encuentro a solas con esa vampira que tanto anhelaba tener en sus brazos nuevamente. Pero lo que más le alteraba era el haber conocido a la princesa Jelenia Oslen. — Te veo un poco taciturno, bestia peluda. Cualquiera que te ve diría que estas concentrado en el juicio que ha de venir sobre Deon Lietnal, y que muy probablemente con él caerán muchos más, pero como te conozco lo suficiente, sé que eso no es lo único que anda dando vueltas por esa cabeza tuya. — Concluyó Artemio. — Cuanto odio que andes adivinándome los pensamientos, Artie. — No leo mentes, amigo mío, lo sabes; leo tus gestos, los conozco en su mayoría. — Aseveró el segundo oficial al mando de la guardia real. — Con más razón de tenerte miedo, porque sabes ya que no es el tema de Deon Lietnal mi único pesar. — Aseveró el rey humano esbozando una sonrisa triste, que después de un suspiro, agregó, — Yo tengo una mezcla extraña de mujeres vampiras en mi mente, y no sé cómo definirla, amigo mío. — Afirmó el rey una vez más. — ¿Será Eishla, o la vampira que vimos anoche, la tal Jelensia…? — Jelenia, Artemio, Jelenia… — ¡Esa misma peste! En fin… Yo también noté que es muy parecida a mi vampirita, y a la misma que te anda rondando la cabeza día y noche. Tal afirmación fue una confirmación más que contundente para Ashton, porque creía que sus ojos los habían traicionado, pero estaba más que equivocado, lo único que no sabía cómo descifrar el hecho que Jelenia Oslen fuera parte de la realeza vampírica, pero no así Eishla o Niurka, ya que ambas eran plebeyas, y unas que al parecer eran huérfanas, pues nunca había conocido de ninguna de las dos que tuvieran un apellido que las respaldase. — Quizás sea coincidencia que se parezcan tanto, Ashton. — Te comprara esa idea si fuera que dos de tres, pero fíjate que ya de por sí hay un parentesco entre Eishla y Niurka, y encima ellas tienen rasgos muy característicos que comparten con la princesa de los vampiros, aunque no podría decir lo mismo de Jensen, porque de hecho no lo he visto de una manera definida como para determinar que tanto se parecen él y su hermana. Artemio no quería pensarlo mucho, pero sabía que Ashton tenía razón en su análisis, incluso había visto la impresión de su padre, puesto que estaban juntos en la línea de defensa ante cualquier movimiento arbitrario de Jelenia, y vio sus gestos de sorpresa cuando vio a la susodicha, tanto que le dio la impresión que su progenitor debió conocer a aquella mujer en alguien momento de su vida, aunque desconocía el dato de si había visto a la vampira rubia delgada o la rellenita, como para concadenar pensamientos. Entre tanto, Jelenia no se dirigió de manera violenta ante los guardias que estuvieron custodiándole en su viaje a las fronteras de las zonas limítrofes entre los vampiros y los humanos. Más allá de regañarlos, nada fuera de eso pasó, ella más bien estaba muy absorta en sus pensamientos, tanto, que no se dio cuenta cuando llegaron al castillo en el que vivía junto a su hermano. — ¡Jelenia, hermanita querida! ¿Cómo te fue en tu viaje? Dime que te fue bien y me tienes buenas noticias. — Recibió Jensen con un beso y gran abrazo a su hermana. — Lamentablemente no tengo buenas noticias, hermano, porque ella y sus amigas, en vez de venir con nosotros por haberles hecho el favor de implorar su liberación, más bien se dieron a la fuga, y como lo que mis guardas recibieron fue un rotundo “¡No queremos ir con ustedes a ese mugroso castillo!”, preferí no volverlos a mandar tras mujeres tan malagradecidas. — Aseveró Jelenia como una verdad absoluta y descarada delante de sus doncellas y los hombres que estuvieron con ella en aquella misión. — No te creo, Jelenia… ¿Cómo que Eishla fue capaz de rechazar mi bondad hacia ella y sus amiguitas, quienes fueran esas percusias? No le mencionaste al tal Conrad que yo pretendía hacerla mi esposa. Por supuesto que no, no la habría liberado, por lo tanto, Eishla tampoco se enteró de mi intención de mandarla a liberar tan dócilmente. — Parloteaba Jensen como si estuviera hablando consigo mismo. — No sirvió de nada tu bondad hacia ella, porque el hecho de mandarme a mí, la llevaría a dudar de tal acto por parte tuya, querido hermano, además, ella no es que le emociona mucho estar cerca de ti. — Contestó Jelenia exponiendo una amplia sonrisa sin mostrar ni una de sus piezas dentales. — Cualquiera te asfixia en este mismo instante… — Espetó Jensen con voz amenazante, abalanzándose sobre su hermana con el fin de alcanzar su cuello para ahorcarla. Para evitar a Jensen, su hermana se echó atrás para que alcanzara su cuello como era su intención, además los que andaban con ella intervinieron para que tal cosa no sucediera. — No, señor Oslen, no cometa esa locura. Sería mal visto por sus súbditos, y de paso hasta por su pretendida si su falta de cordura llegara a oídos suyos. No es menos cierto que la señorita Jelenia no sufriría mayores daños, pero ese acto no deja de ser uno que denota el poco carácter que tiene para dominar sus impulsos, rey Oslen. — Recalcó el concejal Baldemir, quien estaba con Jensen cuando llegó su hermana. Jelenia le sonrió al hombre que la había defendido, y hasta le había dedicado una sonrisa, que le fue correspondida con un dicho corto pero que entre ambos lo entendieron, aunque nadie se percató del intercambio de gestos entre ellos. Mas lo importante por el momento era que se había calmado las malas vibras del rey vampiro. >> No me voy a creer que mi Eishla no quiso venir conmigo. Fue una muy mala mi jugada de enviar a Jelenia a buscarla, sabiendo lo poco llevadera que es la relación entre esas dos. Debí enviar a Mitch para que dialogara con el dichoso Conrad, al fin de cuentas él es mejor mediador que yo. > Ya pude confirmar lo que tanto me decía la señora de las hechiceras acerca d esas dos rubias, y yo atacando a la flaca esa. Gracias al cielo que ellas no conocen su potencial aún, lo malo es que me tocará a mí guiarlas… Desdichado mi destino…> ¿Para qué carajos me estaba buscando Jelenia? Esa vándala nunca me ha buscado para nada bueno, aunque uno de los malandros que envió ella por mí a las inmediaciones del bosque le alcanzó a decir a su compañero que nuestro querido rey los lincharía si llegaban sin mí… ¿Será que es Jensen que me quiere a su lado, nuevamente? Si es así, su nivel de insensatez ha sobrepasado los límites de mi entendimiento sobre su cuota de lógica. > A veces me pregunto si los humanos son seres normales… ¿Cómo se le ocurre al rey de los humanos acercarse así a una vampira tan rapaz como la loca de Jelenia? Con lo tramposa que es esa tipa, todavía no entiendo cómo no fue que le preparó una emboscada. Es más arriesgado de lo que esperaba. << analizaba Niurka mientras caminaba. Mientras tanto, en el castillo de los vampiros, Mitch fue a encontrarse con Jelenia para conversar de lo que había pasado en su viaje. — Espero que no le pagues con creces la nueva intervención de Baldemir ante Jensen a tu favor. — Aunque él quiere otra cosa, yo prefiero ir a una mina de oro y sacarlos para él que concederle su deseo. — Estoy casi convencido que eres una desquiciada en potencia. — Como siempre te dejo a tu libre pensamiento. — Se detuvo Jelenia repentinamente. — ¿Y ahora qué te pasa, mujer? — Pensando, que… Vi al rey de los humanos, al que ustedes llaman el tal Conrad, y siempre tuve curiosidad de saber por qué lo habían apodado así, Mitch, y puedo decir que aun con algunas diferencias, fue como si volviera a ver a mi amado Alfred de nuevo. Ante aquella confesión, Mitch se quedó mudo y perplejo ante la mujer que tenía al frente, porque sabía cómo se enloqueció su corazón por el amor de ese humano.
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