Abortando la Misión

1636 Words
— Artemio… — Llamó Aston a su segundo al mando sin alzar mucho la voz desde dentro de la oficina donde estaba reunido con Deon. — Haz llamar a Omar Kudro, por favor. La demanda del rey fue concedida de inmediato, ya que Artemio mandó a uno de los dos subalternos de confianza que tenía allí con él para que fuera por la persona que solicitó el alto mandatario. Una vez que había llegado el hombre solicitado, lo hicieron pasara con tan sólo tocar la puerta. Para dicha reunión también fue convocado Artemio a que se diera entrada a la oficina. — Por favor, cierren la puerta. — Solicitó el rey de Vidaralia con amabilidad. — El General Lietnal y yo estuvimos conversando acerca de la situación aquí en Carinty, y como podrán comprender, llegamos al acuerdo de que él va a regresar con nosotros a Setonia, mientras que Omar Kudro se quedará a cargo de sus funciones aquí en Carinty de manera interina. Luego que designemos oficialmente al general que lo sustituirá, entonces volverá a su puesto como parte del ejército oficial del rey. Bienvenido a su primer cargo en su nuevo acenso, General Kudro. — Felicitó Ashton fríamente al muchacho, recibiendo un saludo militar de parte del joven. A Deon no se le notaba que estaba en total desacuerdo con lo que su rey estaba haciendo, pero era eso o mostrar su desaprobación en el acto, trayendo consigo una deshonra masiva a los Lietnal y acarrear con ello que una carrera militar por generaciones se fuera por el caño, y todo gracias a la falta de sujeción de uno de ellos, que ganas no le faltaba a ese general de llevar su apellido a la ruina, 1aunque sabía que debía ser cauteloso para poderse vengar de todos los que les había faltado el respeto hasta el momento. El problema que tenía Deon con Ashton no era personal, más bien era una cuestión de honor familiar que su padre, Donald, le había hecho prometer que siempre defendería el nombre de su familia por la afrenta que ésta había recibido por culpa de Alfred, el padre del rey de Vidralia, por poner en vergüenza a tan ilustre patrimonio, por lo que de manera irreprochable, aquel joven aceptó la imposición de su progenitor, a pesar que ellos no se llevaban tan bien dentro de casa como querían vender ante la vista pública. Omar no cabía de la emoción cuando recibió la noticia que sería el custodio de su ciudad natal aunque fuera de modo interino. Sabía que tenía la responsabilidad de poner en buena posición a la provincia de Carinty, una que adempas de ser la olvidada del país en la que estaba situada, tenía la dificultad de ser abordada por cuanto pirata andaba por los mares de todo el planeta. Era la ciudad perfecta para Deon, o al menos eso era lo que crepia él luego de pensarlo mucho, ya que al principio de su nombramiento y adignacion a dicha provincia, por poco incendiaba su habitación cuando le dio un manotazo a su lámpara en la mesita de noche luego de leer el decreto del rey Conrad Kiedrik, pero una vez que llegó a la aldea, se le iluminaron los ojos a ver la posible mina de oro que se le estaba entregando en sus manos. Lo primero fue que para llegar a Carinty, Deon Lietnal se fue al país al que estaba más colindante por mar arribar a sus costas, y por con el que Ashton había comprado los quilates de diarconte que quería para hacer sus nuevos trajes de combate. Lo hizo así para no fastidiarse en lidiar con vampiros en tierra, y mucho menos por el pasadizo que significaba tener que toar el camino del valle de las sombras. Por supuesto comprometió el erario público para su paseo en barco. Nadie conocía el contenido del pedido del rey ni de qué cantidad podría tratarse, ya de que a pesar que no se sabía específicamente lo que había requerido el rey, sí se veía que era algo de suma importancia, puesto que Deon mandó a investigar qué se había desembarcado en los muelles de su ciudad, pero más con la intención de apoderarse de aquel paquete que de cuidarlo. Como Ashton no solía confiar del todo en Deon, nunca le dijo el pedido que había solicitado al país de Comordia, la nación número uno en tener las minas más proliferas de diarconte, pero que era un material poco usado al menos no por ellos, no porque no fuera de gran aprecio, sino porque la misma corona comordiana, obviamente dirigida por humanos, no quería que se divulgara que ellos tenían tan buenas fuentes de producción, ya que su utilidad y comercialización había sido manejado de manera inescrupulosa a través del mundo, y en cuanto a los reyes de estos dos países habían quedado de acuerdo que preservarían ese material precioso como un valioso secreto. Por más que Deon quiso saber lo que había en los almacenes que estaban cerca de las costas de Carinty, próximo al muelle, no pudo, puesto que uno de los hombres más influyentes de la ciudad estaba allí, o más bien era el dueño de dicho espacio. Había contratado varios militares para que tuvieran aquel valioso contenido bajo custodia, aunque era algo que al General Lietnal le parecía extraño; se suponía que aquel ciudadano debía pedir un permiso especial al oficial al mando para tener una guardia especial, sobre todo si se trataba de guardia extranjera. — ¿Cómo es que el conde Fradfurd tiene una guardia especial de Comordia? ¿Con permiso de quién? — Cuestionaba Deon con aparente ira. — Según parece, señor, el mismo rey le concedió ese privilegio. No sabemos cómo lo consiguió, e incluso se supone que como gobernador de esta ciudad, él debía consultar con usted primero antes de hacerlo con cualquier otra instancia, por más hombre de gran nombre que él fuera. — Sugirió el segundo oficial de la ciudad de Carinty. — Necesito… No… ¡Me urge enterarme qué es lo que el caballero Fradfurd guarda allí con tanto celo! Podría decirse que es algo de gran valor que prefirió ir a pedirle protección directamente al rey y no a mí, su general al cargo. El segundo al mando carraspeó para controlar su deseo de dejar que rodara su humilde opinión, pero era de dominio público que ese hombre era malo en la gestión de sus funciones, y que se estaba en algún cargo de responsabilidad era por el peso de su apellido, más nada. Deon estaba al tanto de que su rey tenía un pedido que había pedido de Comordia, sólo que no sabía de qué se trataba. Ashton conocía la situación de su general en Carinty; que descuidaba sus obligaciones para estar atendiendo a sus recreaciones, como contrabandear en las costas del país asignado, o esconderse y ver como son azotadas las aldeas por vampiros desaprensivos que devoraban todo a su paso, lo que conllevó a todos los ciudadanos a resguardarse bajo las catacumbas del santuario de la ciudad. — Parece ser que esta ciudad fue olvidada por los cielos que sobre nuestras cabezas está. El mismo rey se ha olvidado de nosotros, ni siquiera manda una comitiva para que nos custodie, o tan siquiera sondee para ver si aún queda algo aquí con vida. Sería hasta bueno pedirle ayuda a la corona comordiana, porque de seguir así, seremos comidos por los vampiros que nos están rodeando cada vez más cerca. Visto por los pobladores de la provincia de Carinty que era de poco interés por parte del General Lietnal, el gobernador de la ciudad, la seguridad de esa población, los mismos ciudadanos habían pedido al señor Fradfurd que cuidara de ellos por medio de sus guardias contratados desde Comordia. Esto, sumado al hecho que aquel militar estaba más pendiente de sus quehaceres de contrabando que de enviar por la vía que fuera los avances, o deterioros, de aquel poblado, y encima la demora que había tomado para ese hombre enviarle su pedido al rey, que éste último prefirió actuar por su propia cuenta. — Contando con Deon Lietnal no obtendremos nada, Artemio, y lo sabes. — Has sido demasiado indulgente con él, Ashton… Estoy hasta el cansancio de decírtelo. Los reportes de nuestros hombres allá en Carinty han sido más rápidos en llegar que los que te han podido enviar Deon en todas sus gestiones en cada provincia a la que lo has asignado. Si no fuera por Kevin y Fitz, no supiéramos lo que está pasando, y al cielo las gracias por tener al señor Fradfurd de nuestro lado, y de paso a los líderes de Comordia, de lo contrario, ya hubiéramos perdido a Carinty completamente. — Le reclamaba el herrero de cabecera de la corona vidraliana a su rey. Ya Deon tenía todo preparado para emboscar a los guardias que estaban custodiando el almacén en las inmediaciones del muelle, cuando tuvo que abortar su plan puesto que aquella tarde noche le había sorprendido la noticia de la vistita del rey en persona, pero para su infortunio, los hombres con los que había quedado eran piratas. — Ese tal Lietnal no nos va a venir con esas pendejadas de última hora, muchachos. Él nos prometió una mercancía, o nos cumple o nos paga con su vida. — Sentenció el capitán del barco con el que Deon había negociado días antes de este cambio de planes. A Deon se lo habían advertido que no se metieran con aquel hombre, pero él estaba dispuesto a negociar y así darle un golpe a la corona vidraliana, algo que también llegó a los oídos de Ashton, otro por los motivos que se movió hasta Carinty aun a riesgo de morir en el intento.
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