Todo Patas Pa’riba

1669 Words
Después de haber cruzado el tortuoso momento del enfrentamiento de los vampiros en el valle de las sombras, Ashton no medió una sílaba con nadie, ni siquiera con Artemio, quien había cuestionado a su rey más temprano con la cautela de un guerrero que con la curiosidad de un amigo. El rey prefirió callar delante de todos sus hombres más que nada infundirles confianza y no transmitirles la rabia que guardaba por dentro ante el ataque que le había propinado su amada, quien los había defendido en días anteriores, lo que lo llevó a sopesar la situación, lo que lo ponía en una posición de jaque ante todo, porque si ella era capaz de cambiar de opinión de un día para otros, entonces no se debía escatimar esfuerzos para defender a su especie de origen, Ashton mentalizaba profundamente. — Estaremos a las puertas de Carinty al anochecer, señor… — Susurró Omar cerca de su rey para mantenerle informado. Ashton iba al centro de su grupo, lo que le permitía vigilar desde un punto de vista global; tanto podía ver lo que pasaba a la vanguardia y a la retaguardia, así como a los laterales de su posición. Todos a su alrededor se sentían tensos a pesar que sabían que habían salido airosos ante lo que habían enfrentado más atrás, pero eran muy pocos los que no entendían la dinámica con el rey, ya que él no solía felicitarlos por su buen desempeño, por li que a nadie le importó que su mal humor fuera un tanto diferente de lo habitual o que el jefe del ejército fuera un poco más callado de la cuenta cuando ni siquiera le pasaba directrices a su segundo al mando. — Jóvenes y caballeros en general, estamos a unas pocas horas de llegar a Carinty. Tenemos en nuestro informe que la ciudad tuvo que ser resguardada en el único lugar donde los vampiros saben que no pueden pisar por la simbología del mismo; el santuario de la ciudad es lo que nos queda de en pie de las edificaciones de valor en este pueblo, ya que está desprovista de murallas, y al parecer, el gobernador, Deon Lietnal, no estaba interesado en restaurar dichos muros. — Anunció Omar con amargura. Omar era oriundo de la ciudad de Carinty, y le causaba dolor porque se había postulado para el puesto de gobernador de su pueblo, a pesar de que sabía que había una regla en el reino de Vidralia en el que se estipulaba que ningún comandante de su ciudad natal podría ser gobernante de su tierra de origen. Mas ver cómo era la gestión de Deon Lietnal, era algo que nadie quería para su pueblo, y hasta hacia dudar de la capacidad de dirección del rey cuando se veían los resultados que dejaba aquel hombre. — ¡El rey está llegando a la ciudad! — Anunció el centinela de turno a lo alto de uno de los puestos de vigilancia en la ciudad de Carinty. Deon, que se estaba tomando vino a pico de botella, se había atragantado con un trago que estaba atravesándole justo en ese momento por la garganta mientras estaba en compañía de varias damiselas. — ¡Rápido, chicas! ¡Salgan de aquí antes que nuestro rey las encuentre pululando por aquí! — Demandó Deon con un nudo en la garganta al haber escuchado la inminente llegada de su soberano. Ashton nunca se anunció que iría hasta Carinty intencionalmente; quería ver por sus propios ojos todo lo que se decía de la gestión de Deon Lietnal, ya que él mismo se hacía de la vista gorda ante las quejas en todas las ciudades a las que encomendaba al tipo en cuestión. Sin embargo, Ashton Kiedrik, como era conocido entre los hombres por estar en su puesto por cuestiones de la familia real, se horrorizó al ver que era más grande lo que se veía de lo que se le había contado. Rogaba al cielo que fueran simples especulaciones o sólo cuentos por celos profesionales, pero la cara se le quiso caer de la vergüenza al ver tan infructuoso el desempeño de aquel hombre al que había designado en Carinty. Las murallas estaban derribadas, unas que estaban levantadas en los tiempos en los que el abuelo de Ashton y su padre estaban en funciones. La ciudad estaba quemada en una gran parte de su infraestructura, y sólo servía el santuario de la misma por sus cruces en varias, por no decir que en todas, de las caras de la construcción, algo a lo que los vampiros les huían. Allí habían cuevas en las que las varias de las familias más pobres podían refugiarse, mientras que las casas que se mantuvieron de pie, las de los más pudientes de las ciudad, se resguardaban sus dueños, a los que los hombres del ejército carintio se afilió para servirles, ya que estos les pagaban sus servicios. Sólo los que no podían alistarse a esas suntuosas familias se quedaban custodiando el templo. La economía de aquella ciudad dependía de la entrada y la salida de productos de otras ciudades de otros países, pero era más bien del contrabando, ya que por el difícil acceso que había desde allí al resto de Vidralia, realmente se había descuidado su incorporación su gobierno central, y cuando Deon fue designado a ese estado, lo vio como el peor castigo que el rey pudo haberle impuesto. — ¡Señor! ¡El rey Kiedrik está haciendo su entrada! — Anunció el portero de la guardia de Deon quien estaba con él y los otros militares del ejército guarecidos en el santuario. Deon chasqueó con los labios volteando la cara para hacer el gesto y así evitarse que el lambiscón ese lo reportara, pero ese Lietnal no quería saber del rey, así como los demás miembros de su familia, mas les tocaba aguantárselo, sobre todo porque el padre de ese tipo, Donald Lietnal, vivía reprochando que quien debía estar en el puesto más alto de Vidralia debió ser él y no ese mocoso, que además de todo era un bastardo. — ¡Buenas noches, mi rey! — Saludó Deon a Ashton con hipócrita cordialidad. — ¡Buenas noches, General Lietnal! Me reservaré el derecho de preguntar cómo está usted y cómo van las cosas aquí en Carinty, pero una imagen habla más que mil palabras, y la devastación que estoy viendo desde mi llegada está hablando conmigo a gritos. El General Lietnal sólo se limitó a morder en seco, notándose como se movían sus mandíbulas conforme apretaba sus dientes, pero no dijo ni una sola palabra. Mientras que los demás que andaban con el rey se quedaron fuera de la oficina donde estaba el general gobernante de la ciudad. Omar estaba haciéndose el fuerte, pero los ojos se estaban poniendo rojos de la rabia y se le estaban cristalizando con deseo intenso de llorar al ver cómo se estaba desquebrajando su ciudad natal. — No muestres un ápice de debilidad, niño… Que tu rey no te vea ni siquiera el deseo de gemir por tu pueblo. Podría catalogarlo como un acto de traición; podría pensar que estás cuestionando sus decisiones y hasta pensaría que tendrías intenciones de matarlo. — Advirtió Artemio a su subalterno. Aquel joven entendió que su superior había sido muy duro con él por ni siquiera dejarlo gimotear por el dolor que le producía ver el deterioro de su ciudad natal, pero él pertenecía al ejército, aguantar cualquier padecimiento era parte de su carrera militar, y como tal debía acatar con su deber. Nuevamente en la oficina, estaban conversando el rey y su general estaban tratando de conversar como si fueran dos adultos, pero no había mucho que hablar, o más bien, no querían tocar el tema que realmente debían cómo ameritaba el caso, esto hasta que Ashton decidió darle valor a su postura de máximo líder humano en Vidralia. — Has puesto el nombre de nuestra especie en vergüenza en cada ciudad que has estado designado, y de paso el nombre de la familia Lietnal, Deon… Está destituido de su cargo desde esta noche, General Lietnal. — ¡Sabe, señor, que no tiene la potestad de hacer algo como eso! Usted debe mantenerme dentro de sus gobernantes, no tengo que recordárselo, señor. — Amenazó Deon. — De los protocolos reales me preocupo yo. En cuanto a lo que aquí está aconteciendo no puedo seguir de la vista gorda, General Lietnal. No sólo ha sido aquí en Carinty, su comportamiento ha sido y ha permeado en cada ciudad a la que lo he asignado sin cambios potenciales. ¡Es más! Cada vez que una de nuestras provincias cae en su peor estado de deterioro, usted está a cargo de la misma. ¿No le da vergüenza que eso sea parte de su historial, General? No he expuesto su desempeño de manera formal por la amistad que entrelaza a los Kiedrik con los Lietnal, y lo mantendré así si se retira ahora mismo sin siquiera levantar la mirada ante mí, porque sabe que se merece una destitución deshonrosa. De lo contrario, no sólo expondré su deplorable desempeño, sino que llevaré a su familia al escarnio público, así que usted decidirá cómo acabará todo esto hoy para usted, General Deon Lietnal. Sin más opción que aceptar la propuesta de su rey, Deon accedió a las órdenes que se le acababa de dar, más que nada porque sabía que estaba en desventaja por su bajo desempeño, pero estaba dispuesto a darle la pelea en momento preciso. Ya le tenía una marca puesta a Ashton Kiedrik Conrad, puesto que en su familia tanto él como su padre estaban fichados por ser los que evitaron una mejor posición a los Lietnal, y como parte de su venganza, el padre de aquel general le había impuesto que era necesario hacer que las decisiones del soberano de Vidralia se vieran afectadas en un punto de su gestión, todo por un convenio entre los líderes que precedieron a éstos.
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