Como era de esperarse, Ashton hizo lo propio al enviar su respuesta acerca de la carta que había recibido de la princesa vampiresa Jelenia Oslen, donde le pedía que le permitiera recibir la liberación de las tres prisioneras que estaban bajo su custodia, y que según parecía, ellas no habían podido ejecutar el plan asignado por su reino, por lo que si era posible que el rey de los humanos las dejara en libertad, además que dicho rescate se hacía as petición de su homólogo, Jensen Oslen.
A Jelenia le remordía la conciencia por haber omitido el detalle que Esihla era solicitada por ser la prometida y futura reina de su hermano, pero él fue muy enfático al pedirle a su hermanita que no se atreviera a exponer ese punto en su comunicado, porque si era un oponente a respetarse, no escatimaría esfuerzos de acabar con la joven existencia de aquella vampira.
Otro punto que le molestaba a la princesa era el hecho de pensar que esa mujer finalmente se diera la tarea de aceptar a su hermano como prometido, una propuesta que hasta ahora no se le había hecho, y que hasta le había pasado por la cabeza que si no fuera que se le armaría un problema serio a su nuevo capricho, aprovecharía para quitar a su rival del medio de una vez por todas.
La ansiada respuesta de Ashton se había pasado a manos de Jelenia, quien abrió la carta con más emoción que cuando le tocó recibir algún regalo, por anhelado que fuera, en toda su existencia.
— Señorita Oslen: Permítame saludarle y a la vez desearle prosperidad, al mismo tiempo externarle mi opinión sobre la petición de tan ilustre dama. No le veo objeto a que tenga que ir yo personalmente ante usted y concederle, y por ende, entregarle a tres prisioneras que fueron capturadas dentro de mis murallas, lo que me da pleno y potencial derecho a hacer con ellas lo que me plazca. Comuníquele al rey que dirige su reino que desestime la liberación de aquellas que ahora son mis presidiarias, por no decir mis preseas, de honor.
Aquella mujer embolló la hoja que había recibido tanto, que la misma parecía un pequeño bollito mojado con saliva, todo porque la carta del rey humano le había producido tal ira, que se les encendieron los ojos al punto de querer transformarse, pero dos de las doncellas que la acompañaban la evitaron que llevara a cabo su estupidez.
La princesa de los vampiros respiró profundo; inhaló y exhaló tres veces, ejercicio que la llevó a la calma, y luego decidió tomarse una copa de vino que había traído para su viaje. Esperó tranquilamente que la noche viniera a bañar las tierras en la que estaba de visita, pues tenía planes de explorar aquella zona que rodeaba las murallas de la ciudad en la que vivían los humanos setonianos.
— Mi rey, la princesa Oslen, de la corona vampírica se ha quedado tal y donde está desde su arribo aquí a las fronteras de nuestra ciudad. ¿Cuál es su orden? — Requirió uno de los oficiales que estaba de portero en las portezuelas de las murallas de Setonia.
— Por ahora no la ataquen, sólo vigílenla. No podemos arriesgarnos a que quieran cobrarnos por herir a cualquier noble de una especie tan de poca ralea, pero si ven que vienen más de los que están con ellas, entonces abran fuego. Sería más que contundente que su plan desde el principio era atacarnos. — Recomendó Ashton.
Todavía el rey humano no entendía a qué se debía la osadía de la princesa vampira requerir su presencia ante ella; su intención podría ser al final atacarlo para asesinarlo y llevarlo con su hermano como tanto éste quería, o que su estrategia fuera secuestrar al más alto dignatario humano, algo que obviamente era una mala idea de parte de él aceptar cualquier invitación que ésta le hiciera, por lo que debía informarse acerca del modo de pensar de la mujer en cuestión.
— ¿Cómo están las vampiras prisioneras? — Cuestionó Ashton retumbando su voz en todo el calabozo.
— Están bien, mi rey, han estado durmiendo, y por suerte gustan de comer frutas, como si fueran murciélagos de la fruta, algo que juega a nuestro favor. — Amplió el soldado cuestionado su respuesta, aliviando un poco a su rey.
— ¡Oye, rey humano! ¿Dónde es que cultivan sus frutas? La verdad es que debo decir que son buenísimas. Mi lechuza, Luci, sería feliz si probara algo así, aunque ella comiendo ratones también lo es. Muy buena cazadora, por cierto. — Tomó Zascha la palabra.
— ¿Ella compartirá contigo sus ratones, acaso, vampira? — Formuló Ashton su pregunta a modo de chiste, sonando bastante desagradable.
— Serías más lindo si no fueras tan directo y desagradable con tus comentarios, rey humano. — Mencionó Niurka botando de su boca un mordisco que le había hecho a una manzana.
— ¿Podríamos saber el deshonor de su visita, rey Conrad? — Intervino Eishla.
— Rey Kiedrik, niña, Kiedrik… Y sí, tengo unas preguntas que hacerles, a las tres. — Refirió Ashton señalando a todas las mujeres allí encerradas.
Las chicas estaban en una prisión especial, la misma estaba en un espacio aparte, en un muro que era piedra sólida y de lo que parecía ser en algún momento una mina, acondicionada con barrotes de oro para que ninguna se acercaran a estos, por lo que se mantenían recluidas en el fondo de su cueva, algo que no les molestaba para nada, y así se evitaba cualquier roce innecesario entre ellas y los humanos que tuvieran que atender sus necesidades básicas, o que fueran a cuestionarlas como había sido el caso actual.
— Allá afuera hay una mujer que supuestamente dice ser la princesa de los vampiros, una tal… Jelenia Oslen. ¿Será ese dato correcto, señoritas?
Las tres mujeres comenzaron a carcajear como locas, haciendo que algunos de los soldados que estaban en los predios de las prisiones del palacio fueran a acudir a su rey, pero este les hizo señas con las manos que no siguieran y que podían retirarse.
Ya luego de recuperarse de la tanta risa provocada, la primera en hablar fue la misma Eishla.
— Esa salvaje no vendría por mí aunque le entregaran el reino vampiro completo, querido. O vino por alguna amenaza muy, pero muy fuerte de Jensen, al cual no le guardo el más mínimo respeto, o muy probablemente vino a verte, rey Kiedrik… Había oído en días pasados, antes de todo este desorden que se armó aquí en tu reino, que aquella vándala quería dar contigo. Incluso, soy de opinión que aquel vampiro al que heriste debió estar rastreándote por órdenes de esa loca. Yo que tú me cuidaría el trasero. — Comentó Eishla.
Ashton no sabía si reírse o molestarse por el comentario de aquella mujer, porque al parecer estaba tomando todo aquello en broma, por lo que quiso preguntar más antes de formular cualquier opinión, no obstante, fue interrumpido por Zascha.
— No me preguntaste, guapetón, pero si aprecias en algo tu vida… ¿Recuerdas la ocasión en la que Eishla casi te despellejaba en la campaña aquella a la que habías salido? Pues fue gracias a ella que esta tarada te iba a degollar, ya que ella había contratado los servicios de una hechicera para que envenenara a ésta para así poder quitarte del medio y entregar tu cabeza como trofeo, sin que la princesita se tuviera que ensuciar las manos.
Ashton lamentó no haber salido antes para lograr su cometido inicial que era la de descuartizar por sus propias manos a la princesa de los vampiros. Era demasiado su atrevimiento de querer apersonarse ante sus fronteras para verlo en persona. Aunque era de suponerse que él no se enteraría de que su muerte había sido perpetrada por ella.
— Ya sé que voy a hacer con su princesita, niñas. — Contestó Ashton mientras le daba la espalda a sus prisioneras, dejándoles la palabra en la boca.