Mientras Aitana desayunaba esa mañana en compañía de los árboles que rodeaban su hermoso jardín trasero de aquella mansión, Gavi salió para fumar un cigarrillo.
Ya duchado y recuperado, su ansiedad era claramente visible, tal como para salir a fumar antes de comer o cualquier otra cosa, había acabado de salir de la ducha, su rostro dejaba ver que la pasó muy bien esa noche, pues de no ser así, no habrían bebido tanto, pero ahora, Aitana debía asegurarse de un par de asuntos y no dejaría pasar la oportunidad.
Mientras Gavi, encendía el cigarrillo y caminaba alrededor de la piscina, Aitana lo observaba desde un lado del jardín sentada en una mesa de campin que había mandado a instalar meses atrás, justamente para comer al aire libre dentro de su gigantesca propiedad, esperaba que se acercara más para hacerle algunas preguntas, un poco discretas, pero las cuales eran necesarias para conseguir su paz total y disipar así sea la más mínima duda que había en ella.
― ¿Ya comiste? ¿Cómo es que fumas tan temprano por la mañana? ―Preguntó Aitana al verlo a una distancia considerable, ella solo buscaba una manera de establecer una conversación, sin embargo, Gavi sabía que Aitana quería preguntar algo, era evidente para él lo que buscaba ella, no era tonto y sospechaba que las cosas no estaban bien del todo en su matrimonio, tal vez Jordi había mencionado algo esa noche.
― No, aun no, la verdad necesitaba fumar un cigarrillo, hace tiempo que me cuesta dejar de fumar tanto, posiblemente me muera muy pronto si sigo así. ―Respondió Gavi, mientras dejaba escapar el humo tóxico, y sentía como su ansiedad se esfumaba con cada calada que le daba a su cigarrillo, aun así, se le notaba impaciente, pues él esperaba que Aitana soltara la pregunta sin tantos rodeos y no sabía que más decir.
A decir verdad, era algo incómodo para ambos, puesto que muy poco habían compartido en los cuatro años que llevaba junto a Jordi.
― ¿Cómo puedes decir eso? Por supuesto que no. Te puedo asegurar que primero salgo embarazada, antes que tú mueras, pero igual, pienso que deberías dejarlo, eres muy joven y te quitas los años con eso, no te beneficia en nada, deberías saberlo, eres guapo y apuesto, fumar eso solo te hace ver como un tonto que no sabe lo que hace. ―comentó Aitana divertida, mientras terminaba su desayuno.
La verdad, sentía empatía y pesar por Gavi, pues le recordaba a su fallecido padre, el mismo que había dejado toda aquella fortuna a ella asegurando su futuro, el Sr. Luis Enrique, murió de cáncer de pulmón por fumar, y ver a su cuñado de ese modo, solo le recordaba a él, no estaba de más darle una recomendación.
― Por cierto, Jordi, me comentó que te harás un tratamiento, espero que sea definitivo, y puedas tener hijos luego de eso, porque créeme que a ambos les hace falta un bebé. ―dijo Gavi ignorando por completo el consejo de Aitana, mientras parado a un lado, miraba aquel hermoso paisaje de las montañas y las pasturas verdes de la zona del valle que rodeaba la casa de su cuñada, Aitana. ―No te había dicho, pero qué hermoso lugar, mi hermano es afortunado de tenerte, pues de no ser así estaría viviendo en los apartamentos en la ciudad. ―Agregó sin apartar la mirada del paisaje frente a sus ojos.
Aprovechó la ocasión para llenar de elogios a su cuñada y su envidiable herencia, pues para él y para cualquiera, conseguir una mujer que tenga todas las comodidades habidas y por haber era un lujo.
Lujo que pocos saben apreciar, de eso él era más que consciente, puesto que él conocía a su hermano y estaba al tanto de uno que otros secretos, pero Aitana no debía enterarse nunca, o todos la pasarían muy mal realmente.
― Gracias, cuando quieras puedes venir más seguido, la casa es gigantesca y algunas compañías no nos vendrían mal. Por cierto, gracias, yo también espero poder tener hijos, es difícil para mí ver a todas esas mujeres de mi edad con dos hasta tres hijos, y yo, lo tengo todo, pero no tengo la dicha de ser madre, que irónico, parece que no todo puede ser perfecto. ―dijo Aitana, mientras sonreía nostálgica, para ella, aquella gigantesca mansión, no era más que una prisión con comodidades, tal como ella misma se lo decía a sí misma: los lujos no son lo que llenan un alma herida, el vacío en su interior era real, y trataba de llenarlo a diario con cosas materiales. Aitana sacudió su cabeza dejando ir los pensamientos que solo la entristecían y cambió rápidamente el tema antes de terminar hecha un mar de lágrimas. ―¿Cómo la pasaron anoche? ¿Se divirtieron? ¿A dónde fueron? Jordi me dijo que saldría, pero no me dijo a donde iría y tampoco me llegué a imaginar que saldría contigo. ―Preguntó Aitana con la mirada en su desayuno, fingiendo estar despreocupada como si no le importara escuchar la respuesta, pero por dentro, se tragaba la incertidumbre, nada deseaba más que eso mismo, saber más de esa noche.
“Vamos, dime todo sin que tenga que sacarte las palabras.” Era lo único que pasaba por la mente de Aitana, como si de esa manera lo pudiese alentar a soltarlo todo.
Gavi la observaba de reojo y sabía que, aunque hiciera su mayor esfuerzo por ocultarlo, Aitana estaba desesperada por obtener más información, que solo quería saber qué hacía su esposo mientras no estaba en casa.
― Pensé que Jordi te lo había dicho, fuimos hasta “La caverna’’, es un sitio nuevo muy tranquilo al otro lado de la ciudad, aunque realmente estuvimos poco tiempo allí, el resto de la noche la pasamos bebiendo whisky en el mirador y conversando, porque bueno, me acompañaba una mujer con la que estoy saliendo, también un amigo de la universidad. No ha sido nada del otro mundo, solo tenía tiempo sin ver a Jordi, todo fue repentino, yo mismo le había dicho que me gustaría verlo, aprovechando que yo estaría por estos lados. Realmente la pasamos muy bien, pensé que Jordi te llevaría. ―Respondió Gavi antes de darle una calada a su cigarrillo, se le notaba muy seguro de lo que decía, sobre todo muy tranquilo, como si ya lo hubiera planeado con anterioridad o tal vez decía la verdad.
Sus palabras fueron tan naturales y con tal calma, sin el más mínimo atisbo de duda, que no había motivos para que Aitana sospechara. Al terminar su cigarrillo, lanzó la colilla al suelo y la pisó para apagarlo por completo.
“Espero no haberla cagado, ya me esperaba esto, había tardado en preguntarlo.” Pensaba Gavi, permaneciendo imperturbable, pero preocupado por dentro.
― Ah claro, ya sé, he ido con Jordi varias veces para allá. Me alegra saber que han pasado tiempo juntos, yo quería ir, pero la verdad me sentía muy mal, así que preferí quedarme y dejar que Jordi fuera a divertirse un rato, nunca está de más tener nuestro propio espacio, después de todo, confío en él. ―Comentó Aitana solo para no parecer una tonta, mientras se levantaba de su asiento con el plato vacío en su mano.
Aunque Gavi tal vez sí pensaba que era una tonta, pero no era quien, para decírselo, no le correspondía a él, tampoco estaba seguro de que le creyera. Caminando hacia adentro junto a Gavi, pensaba, “No me importa si dice la verdad, buscaré la manera de confirmar su historia, no termino de confiar del todo en ambos”.
La desconfianza estaba allí a la orden del día, aunque Aitana endurecía su corazón y se hacía creer a sí misma que sus celos y suposiciones le estaban jugando una mala pasada, y que, obviamente la historia de Gavi era más que cierta, ella simplemente parecía encerrarse a sí misma en su nube de confort sin querer ver, pero la semilla ya estaba en ella, y una vez que echa raíces, es difícil exterminarla.
Luego de desayunar, decidió subir a su habitación para leer un poco, se disculpó con Gavi y dejó a Cloe a su disposición.
Al entrar a su habitación se encontró a su esposo despertando, parecía otro, tanto físicamente como emocionalmente, pues apenas vio a Aitana entrar por la puerta la expresión de su rostro cambio.
Jordi lucía un poco avergonzado y frustrado, parecía que solo cuando le convenía, era el mejor esposo, y cuando no, solo volvía a ser un patán, aunque esta vez, sí quería disculparse con Aitana, porque sabía que quien estaba mal esta vez era él.
No podía dejar que su orgullo y su vanidad se interpusiera por encima de su humillación ante su esposa, él sabía lo que hacía, cómo lo hacía y cuándo lo hacía, era él quien tenía las de perder, pues Aitana no necesitaba más que solo su compañía y amor, porque si Aitana reaccionaba y decidía poner fin a las cosas, sería él quien pagaría el mayor precio.
Por supuesto que no deseaba eso, así que se humillaría ante ella de ser necesario.