Abre los ojos, Aitana.
— ¡Te está engañando, Aitana! ¿Cuándo vas a aceptar que ese imbécil te está viendo la cara al revolcarse con otras? ¡Y tú, haciéndote la de la vista gorda! No puedes seguir actuando como si nada de esto estuviera sucediendo. ―la exasperada voz de Rachell, sonaba del otro lado de la línea, realmente parecía muy interesada en ver a su amiga lejos de ese hombre que, por varios años, ha sido el esposo de Aitana, pero solo le había traído infidelidades y dolores de cabeza a su vida.
― Rachell, tú qué sabes de mi relación con Jordi. Discúlpame, pero no es tu asunto, no deberías meterte en lo que no te interesa, mi vida está bien, no entiendo porque te entrometes en ella. ―Respondió Aitana a la defensiva, con el celular pegado a su oreja, mientras caminaba por el jardín de su hermosa mansión a las afueras de Saint Laurent.
En su rostro se reflejaba el enojo que burbujeaba en su sistema al ver a su amiga y familiares queriendo opinar de lo que ella consideraba “feliz matrimonio’’.
― ¡Por favor! Aitana, no te hagas la tonta, te estoy diciendo que ayer vi a tu marido junto a una chica de cabello rojizo, muy linda, además. Apenas lo vi preferí retirarme y no entrar al sitio. No puedes actuar como si no te interesara, porque al parecer a Jordi si le interesaba esa mujer, yo lo vi con mis propios ojos, no dejaba de acariciarle el cabello en ese lugar exclusivo, que por cierto me invitaron y apenas al ver la escena decidí que nos fuésemos a otro sitio. ―Dijo Rachell, parecía realmente frustrada por ver como su amiga se hacia la ciega ante tal situación, era muy estúpido para ella ver como una mujer tan importante y empoderada de la ciudad, permitía que su esposo se divirtiera con otras a escondidas y ella no alzara su voz, como si él la amenazara, o ella misma decidiera callar. ―Estoy convencida de que debes dejar a ese imbécil de una vez por todas, ¿hasta cuándo se va a aprovechar de tu estatus y tu pasividad ante esta situación? Será mi jefe, pero me enoja ver que juega contigo de esa manera y con tus sentimientos. ―Agregó Rachell haciendo su mayor esfuerzo por no salirse de control.
Se notaba que de verdad apreciaba mucho a Aitana, y no quería verla sufrir en secreto por ese hombre que un día le juró lealtad frente a un altar, pero a lo único que era leal era a su deslealtad, pues parecía que ella sí conocía bien a ese sujeto, incluso más de lo que la misma Aitana le conocía.
― Rachell, no te entrometas más, en serio, yo sabré lo que es bueno o no para mi vida, parece que es a ti a quien en realidad le afecta todo esto. No puedo hablar más, te llamo luego, cuídate. ―Respondió Aitana, mientras colgaba la llamada sin darle oportunidad a que su amiga hablara.
Al parecer, sí le habían dolido en el pecho las palabras que su amiga le soltó, pero su orgullo parecía no dejarla actuar ante la situación, pues ella aún no veía ningún mal en su esposo, y se rehusaba a creer una sola palabra de todo lo que Rachell le había dicho minutos atrás por llamada.
El enojo de Aitana tras esa llamada era evidente, pero era más grande el enojo que sentía por su amiga, quien parecía más interesada en su vida y en la de su marido, que en su propia vida.
Aitana era el claro ejemplo de una persona que se negaba a mirar la realidad, quería seguir viviendo en su mundo de fantasías, aunque ella sabía que esas cosas eran probablemente ciertas, pues ya había descubierto en el pasado las infidelidades de Jordi.
Ciertamente, parecía amarrada a la idea de no separarse de Jordi, como si a su lado se sintiera segura, o no se sentía sola. Tal vez, la realidad era que no sabía estar sola, pues desde que su padre murió, se aferró demasiado a este sujeto, el cual llamaba esposo desde hace cuatro años.
Aitana seguía aferrada a la idea de que, tal vez, un hijo junto a Jordi cambiaría las cosas, sus veinte y nueve años ya le pesaban y estaba en una carrera contra el tiempo si quería lograrlo, pues luego de casi tres años intentándolo le había resultado imposible. Su doctor aseguraba que ella debía someterse a un tratamiento altamente costoso para que sus probabilidades de ser fértil aumentaran y pudiera completar esa hermosa familia con la que tanto soñaba.
Era consciente de que, si no lograba a tiempo lo que deseaba, Jordi conseguiría otros ovarios a los cuales fertilizar, y así, acabaría aquella historia que nunca pudo comenzar.
Realmente estaba en una carrera contra el tiempo y era consciente de ello, eso mismo le aterraba y le atormentaba en cada momento que intentaba conciliar una vida tranquila y en paz.
Decidida a dejar de lado ese mal momento que acababa de vivir, entró hasta su despacho, y en su computadora comenzó a buscar algunos destinos para tomarse un descanso de la ciudad e irse con su amado esposo lejos de todos estos problemas y chismes de pasillo.
Aitana pensaba que necesitaba un descanso, los últimos dos años no habían tomado tiempo para ellos, desde la muerte de Luis Enrique, el padre de Aitana y gran dueño de la fortuna que ella había heredado, pues le dejó a su única hija, Abbie Aitana, el fruto de su vida, de años de arduo trabajo, un prestigioso banco que él mismo había levantado décadas atrás con su esfuerzo y esmero, desde ese entonces, la heredera multimillonaria no había hecho más que solo trabajar y tomar las riendas de Prestisge Bank.
Mientras revisaba algunos destinos, decidió llamar a su agente de viajes para escuchar sus recomendaciones, era hora de viajar, los negocios caminaban solos, no era necesario de su presencia a diario, así que era ahora o nunca.
Luego de este maravilloso viaje sin un destino aún, tomaría una estadía en Alemania para someterse al costoso tratamiento de fertilidad, para hacerse feliz a sí misma y concebir un hijo o hija de Jordi Torres y darle un motivo de felicidad a su matrimonio y a sus vidas, pues él habia dicho en algún tiempo, que le encantaría tener una familia, un par de hijos al menos, alguien con quien compartir además de su esposa.
Aitana solo quería complacer a su amado esposo.
― Hola, Gabriel, ¿Cómo estás? ―Preguntó Aitana pegada a su teléfono, mientras seguía mirando la pantalla de su laptop buscando un destino perfecto para desconectarse, y esperando que su amigo y agente de viajes le ayudara con algo.
― Aitana, un placer escucharte, ¿Bien y tú? ¿En qué te puedo ayudar? ―Preguntó el agente de viajes de Aitana, Gabriel, estaba realmente alegre de escucharle.
Aitana era de sus mejores clientes, siempre hacía compra de exclusivos paquetes de viaje, aunque tenía mucho tiempo sin llamar y sin viajar, pero esa llamada de aquel día, significaba buenas noticias para su negocio.
― Estoy de maravilla Gabriel, gracias por preguntar. Me preguntaba si tienes algún paquete de viaje para irme lo más pronto posible a conocer algunos sitios lindos, tú me conoces, sabes de qué hablo, me gustaría algo por la antigua Europa, Grecia, Portugal, tal vez Croacia. ¿Qué tienes para mí? ―Preguntó Aitana, realmente estaba emocionada con la idea de darle la sorpresa a Jordi y alejarse de lo que ella consideraba chismes de la ciudad, tal vez esto necesitaba para dar un nuevo comienzo a su vida junto a su esposo y organizar sus emociones, pues últimamente todo parecía un sube y baja de emociones, sentía que no le conseguía felicidad a aquella gigantesca mansión y a todos esos lujos que le rodeaban.
Sentía que no tenía nada, a pesar de tenerlo todo.
― ¡Vaya! Te veo decidida a conocer por fin Europa del sur, puedo organizarte un viaje, debes decirme cuanto tiempo quieres irte y a qué países específicamente, aunque no sé si esté dentro de tus opciones, pero hay un crucero que partirá la próxima semana, justamente por el océano atlántico, y recorrerá diferentes puntos de Europa, Asia, África y medio oriente, a través del mar mediterráneo, son aproximadamente tres o cuatro meses a bordo del maravilloso “Icono de las aguas’’, no sé si te guste la idea que te propongo Aitana, créeme que es una excelente oportunidad para que te despejes un buen tiempo y recorras lindos sitios con toda la exclusividad que te mereces cariño. ―la oferta de Gabriel sonaba maravillosa saliendo de su boca, en realidad, él quería vender todos esos puestos que le quedaban en el crucero y Aitana era la ideal para aquello.
Aitana fácilmente podría irse, y junto a ella, algunas personas más, pues Gabriel sabía que no solía viajar sola, siempre acostumbraba a irse con un par de acompañantes más, sería un gran logro para él y un gran viaje para Aitana, de eso estaba más que seguro, pues ese crucero contaba con todas las exclusividades de las mejores ciudades del mundo, desde tiendas, hasta entretenimiento para todo tipo de familias.
¿Qué más podía pedir?