― Cálmate, puedo solucionarlo, hablaré con Rachell, ella puede venir con nosotros así puede hacerse cargo de tu trabajo, para eso es tu asistente, y también puedo organizar un equipo que nos apoye desde allá, todo tiene solución, Jordi. Yo me haré cargo de los gastos, solo quiero que nos tomemos un tiempo para ambos. Tú mismo lo acabas de decir, estamos descuidando nuestro matrimonio y necesitamos un tiempo para ambos. ―dijo Aitana desde la cama, la cual parecía muy convencida de las decisiones que tomaba.
Después de todo, Rachell, su mejor amiga, era la asistente de su esposo, ella misma fue quien la puso allí por su buen desempeño y compromiso con el trabajo, era la persona ideal y muy bien preparada para ese puesto, por ende, no le costaba nada preparar un equipo que continuase con el trabajo pendiente y llevársela al crucero para que manejara todo desde donde estuvieran.
― ¿Y qué es lo que tienes en mente, Aitana? No estoy seguro de que sea buena idea llevarnos un montón de personas con nosotros. Solo imagina los gastos, la verdad, preferiría no irme a ningún lado, al menos no hasta que haga lo que sabes que debo hacer, necesito ese dinero del préstamo del banco para levantar de nuevo el negocio. ―respondió Jordi mostrándose renuente, mientras miraba las hermosas colinas nubladas del valle de Saint Laurent, a través de la ventana de su habitación.
Se le veía algo preocupado, no parecía estar de acuerdo con tal barbaridad, cómo se le ocurría siquiera pensar en vacaciones con tanto trabajo de por medio, solo él sabría el por qué, pero al parecer, tenía mucho que perder si se iba unos meses lejos de la ciudad.
Aitana, al ver a Jordi en ese plan, se sintió molesta, puesto que ella solo quería pasar un tiempo agradable junto a su esposo, lejos de todo por unos meses, y él, se rehusaba, como si para Jordi fuese más importante los negocios que su matrimonio.
No obstante, Aitana tenía la última palabra, lamentablemente para Jordi, dependía era de ella para continuar con sus negocios, y se haría lo que ella decidía.
Justamente eso temía Jordi, que veía venir aquello, aunque él por dentro se rehusara sabía que ella era la que tenía la última palabra, no sería nadie sin Aitana, pues cuando él era un don nadie, fue ella quien le brindó su amor y sus riquezas para ayudarlo a levantar sus ideas y proyectos.
― Acerca de eso, quería hablarlo contigo, sé que dependes de ese dinero, pero estoy cansada de seguir siempre tus decisiones. ¿Es tan difícil para ti hacer por una vez lo que yo te pido? ―Contestó Aitana, realmente se le veía un tanto frustrada, sentía que aquel hermoso momento que recién habian vivido se había esfumado del ambiente como por arte de magia, parecía que había una densa nube de incompatibilidades de parte de uno hacia el otro. Una molesta Aitana, se levantó de la cama y se puso el baby doll nuevamente, y con la peligrosa mezcla de ira y enojo, soltó unas palabras de las cuales ella misma se podría arrepentir luego. ―No te daré ni un solo centavo, si no aceptas mi propuesta Jordi, y no estoy jugando, necesito que por alguna vez me tomes en cuenta, y si no lo haces por las buenas, pues lo harás a las malas. No pienso discutirlo, el dinero es mío, el banco es mío y si no hay tiempo para mí, entonces no hay dinero para tus estúpidas ideas de negocios. —Aitana dejó salir ese decisivo y duro mensaje como respuesta, el enojo se había apoderado de su ser, a tal punto, que no había rastros de aquella dulce y sumisa esposa.
Luego de darle vuelta al asunto en su mente, lucía decidida a tomar una decisión que tal vez podría cambiar el rumbo de su vida para siempre.
Quizá era cierto eso de que a veces es mejor no tomar decisiones con la mente cargada de emociones, pero ella hacía caso omiso al raciocinio, y era lo que decía, ahora o nunca.
Jordi solo miraba el paisaje con impotencia desde la ventana, realmente en ese momento deseó agarrarla por el cuello y estrujarla sin razón alguna.
― Un momento, ¿Qué dices? ¿Acaso me estás amenazando? ¿Qué es lo que te sucede Aitana? Estás loca, más te vale que no se te ocurra truncar mis planes, porque lo vas a lamentar, recuerda que no tienes a nadie más en este mundo, solo a mí, y así solo harás que me largue de una vez por todas. ―Respondió un enojado Jordi, mirándola fijamente la amenazó con su dedo índice frente a su cara.
Aitana, al ver su repentina reacción, apartó su mano con una palmada. Jordi quitó ese dedo culposo de su cara y sin decir una palabra, tomó una camiseta del armario, un pantalón y se metió a la ducha, parecía decidido a irse de allí esa misma noche, pero ¿a dónde?
Aitana no podía comprender lo que había acabado de escuchar de parte de su amado esposo, en ese instante, él mismo la estaba haciendo ver la realidad que tanto ha evitado, la de un esposo enamorado y complaciente, a esa actitud.
Aun en su asombro y sin ignorar el dolor punzante en su pecho, se levantó de la cama y salió rápidamente al jardín, al llegar junto a la piscina dejó escapar las lágrimas que estuvo conteniendo, estaba desconsolada y triste, no lograba comprender como su esposo era capaz de tratarla de tal manera y amenazarla tan deliberadamente.
Ese era el supuesto amor que ha sentido por ella, quizá, después de todo, le importa más el dinero y los negocios que su misma esposa, y tal vez, pero solo tal vez, por eso era por lo que aun llevaba ese anillo en su mano.
Sentada en el borde de la piscina, llorando desconsoladamente sin poder disipar el dolor en su corazón, miraba el cielo gris que tapaba la luna al fondo del paisaje, pensando qué era lo que estaba mal en ella, o qué es lo malo que ha hecho para merecer un matrimonio de subidas y bajadas.
Le pedía al cielo respuesta, y a la vida, una solución, pues su matrimonio últimamente era más bajadas, que las mismas subidas, era increíble como ese hombre que tanto ha amado y que tanto le ha prometido mejorar en tres largos años de matrimonio, sigue fallando, y cada vez peor.
Por su lado, Jordi, muy herido de su orgullo en el baño antes de ducharse, escribió un mensaje a un número desconocido que guardaba como “Alguien’’.
“¿Estás disponible esta noche? Acabo de tener una discusión y no soporto estar un minuto más en casa, me gustaría distraerme un poco y pasar la noche de una manera más agradable, respóndeme para vernos en algún lugar rápidamente. ’’
Aitana, por su parte, también acudió rápido a su desahogo, su amiga Rachell con la cual había discutido ese mismísimo día, o mejor dicho, había tenido un fuerte intercambio de palabras, las cuales la misma Aitana se rehusó a aceptar, y ahora debía agachar su cabeza para acudir a quien siempre terminaba escuchándola y le ayudaba a pasar los tragos amargos de la vida.
“Rachell, discúlpame por lo de hoy, creo que me altere, de verdad soy una tonta, acabo de discutir con Jordi. Sinceramente, lo desconozco, no sé si es el mismo hombre del que me enamore, parece que solo le interesan los malditos negocios. He sido una grosera contigo, pero te necesito, realmente estoy destruida. ‘’
Aitana sabía que era una pérdida de tiempo, puesto que Rachell le había aconsejado desde hace mucho tiempo, era ella quien no quería ver la realidad, por más consejos que le dieran, parecía decidida a no querer escuchar ni quitarse la venda de sus ojos.
Aun así, necesitaba de su mejor amiga o mejor dicho de su única amiga, pues se dedicó tanto a su herencia y a su esposo, que olvidó de lleno que era una mujer que necesitaba de amistades y personas a su alrededor. La única que quedaba de todas esas viejas amistades, era Rachell Montero, una antigua trabajadora del banco de sus padres, la cual, debido a su gran habilidad con los números, le consiguió su muy bien remunerado cargo como la asistente de su amado esposo, Jordi Torres Quintana.
Mientras esperaba alguna respuesta de su amiga, desconsolada observaba el cielo oscuro y a sus alrededores que eran iluminados por la tenue luz de la luna, aquella gigantesca mansión y todos esos lujos, parecían nada sin un esposo que la comprendiera y la amara sobre todas las cosas. Muy en el fondo, ella sabía muy bien que Jordi no era ese hombre que ella en mente tenía, pero quería aferrarse a la idea de que él cambiaría algún día.
Jordi, al terminar su ducha, se vistió con la franela blanca que había tomado del armario, unos vaqueros y unos zapatos de marca, tomó su abrigo, y luego de guardar su perfume favorito en un pequeño bolso de mano junto a algunas cosas más, bajó las escaleras en silencio y salió por la puerta trasera.
Sin mucho ruido, como ladrón por las noches, así mismo encendió su automóvil, pero como no existe crimen perfecto, Aitana escuchó desde la piscina, y secando sus lágrimas con el dorso de su mano, se acercó con paso apresurado hasta el jardín principal para confrontar al inepto de su esposo.
Pero solo llegó para ver a su esposo salir como ladrón por la noche, sin decir ni una sola palabra, eso le terminó de romper el corazón, se sentía realmente sola y vacía, nada de todos esos lujos llenaban su alma triste, pues sintió el frío de la noche rozar su alma y decirle:
“¿Es esto lo que quieres por el resto de tu vida?’’.