Esa misma noche, mientras esperaba a su esposo en la habitación, Aitana parecía haber tomado una decisión, y quería contarle a Jordi, además de que quería pasar una agradable noche junto a su esposo.
Estaba recostada sobre su cama, mientras en su laptop leía una novela que la tenía intrigada llamada, “Lo nuestro solo fue casualidad’’ leía esos párrafos y sentía como si tal vez esa mujer de la novela podría ser ella, pero se rehusaba a creer que su esposo le era infiel, se mantenía en intriga con aquellas palabras de Rachell acerca de una mujer de cabello rojizo, pero no conocía a ninguna amiga de su esposo con esas características, y a decir verdad, nadie con esa descripción se le venía en mente.
El tormento la perseguía cada minuto, como ácido que carcome el anime, pues era imposible concentrarse o distraerse, de su mente no salía ese pensamiento, y en su pecho, una pequeña puntada, como un extraño dolor que irradiaba del corazón.
Mientras leía y tomaba una taza de té para pasar la cena y los malos pensamientos que la invadían, escuchó a alguien subiendo las escaleras, al abrir la puerta de la habitación vio ese elegante hombre de camisa blanca y corbata, en su mano llevaba un maletín n***o y en la otra un ramo de flores de Lilyum blancas, tal como a ella le gustaban, elegantes como ella misma.
Ese hombre era su amado esposo, ese que parecía no ser el de aquellos comentarios malintencionados.
― Amor, te extrañé. ¿Cómo te fue hoy? ¿Qué tal van las cosas? ―Preguntó Aitana, mientras se levantaba de la cama para ir a abrazar a su hombre, que parecía traer un detalle en su mano izquierda para ella, pues al apenas ver esas flores, la ira, enojo y desconfianza quedaron a un lado, era tan simple que unas flores le cambiaban el parecer.
― Cariño, también te extrañé, te ves hermosa y radiante, me encantas. ―Respondió Jordi, mientras abrazaba a su esposa, el olor de su perfume se esparcía por toda la habitación y las fosas nasales de Aitana procesaban esa mezcla de feromonas y sudor de su hombre que tanto le fascinaba. ― Oh, cariño, estas son para ti, tal como te gustan, blancas como tú. ―Agregó Jordi, mientras le daba el hermoso ramo de Lilyums blancas, tenían un peculiar aroma o perfume extraño de mujer, algo dulce sobre ellas, pero para Aitana ese era el mejor olor que había sentido de algunas flores en su vida, pues no le dio gran interés a ese aroma, más al detalle en sí y a su amado.
― Me encantan, son perfectas, me fascina ese olor, al igual que tu olor, no sabes las ganas que tengo de que me hagas tuya, te extrañé todo el día y no la he pasado bien, necesito de mi esposo. ―dijo Aitana, mientras miraba a su esposo de frente y acercaba sus labios a los de él, el cual no opuso mayor resistencia, y tomándola de ambos brazos, con fuerza la lanzó sobre la espaciosa cama, parecía que él también deseaba dejar salir el estrés del día con su mujer.
― Tus deseos, serán cumplidos cariño, yo también te he extrañado, y solo verte me hierbe la sangre de emoción, no sabes cuánto deseaba ser recibido así esta noche. ―Respondió Jordi, mientras comenzaba a desajustar su corbata y a desabotonar su impecable camisa.
Se acercó con una sonrisa de medio lado hasta la cama donde se subió y se abalanzó sobre Aitana, poniendo ambos brazos alrededor de ella, para besarla y disfrutar de su hermosa compañía, parecía como vampiro desesperado por sangre, pues para el sexo era todo un profesional, y ese hermoso cuerpo y atributos de su esposa lo excitaban de gran manera.
Aitana quería estar segura de que su hombre era solo de ella, y quería olvidar aquellos malos comentarios de él.
Jordi parecía saber cómo tratarla, siempre le traía algún detalle, sumándole como era con ella en la cama, eso encendía la llama que a veces intentaba apagarse, o que intentaban apagar, y la hacía sentir la única mujer en la vida de Jordi.
No quería pensar que aquello fuese realidad, así que dejó que su deseo carnal fuera más fuerte que su espíritu, y permitió que aquel apuesto hombre levantara su baby doll color n***o, que iba muy bien con su pálida piel blanca y su hermoso cabello liso castaño rubio.
Luego de algunos besos apasionados y caricias en el cuello, la respiración agitada de su esposo al manosear su cuerpo, terminó encima de su hombre, dejando que el placer fluyera hasta el punto máximo de su excitación, pues el morbo y su pasión desenfrenada tomaban control de ella, y dejaba de ser la dulce Aitana de hogar.
Lo único que Aitana pensaba en aquel momento, era en el placer que se apoderaba de cada centímetro de su cuerpo al sentir a su hombre dentro de ella, cada vez que se movía sobre él era un punto más alto de excitación al anterior.
Pasados unos minutos de placer encima de su esposo, donde sus cuerpos se convertían en uno solo, este mismo la tomó con delicadeza para que quedase debajo de él y con una habilidad impresionante, la recostó sobre la pared, poniéndola de espalda a su cuerpo, mientras besaba su cuello por detrás, y así mismo, se hundió en ella nuevamente, haciéndola gritar su nombre de placer.
Aquellas flores y la mujer de servicio fueron testigos de aquellos descontrolados gemidos de placer que salían de la habitación principal de la ostentosa mansión.
Ninguno de los dos tenía la más mínima idea de cuanto tiempo había pasado, habían perdido la noción del tiempo al convertirse en un solo cuerpo, de pronto, Jordi terminó a un lado en la cama, con la respiración agitada y la capa de sudor que cubría su frente como prueba de su gloria, como aquel gran guerrero que salió victorioso de una batalla.
Aitana, a un lado de la cama, yacía con las mejillas sonrojadas, extasiada de placer y complacida en su totalidad, como si un mismísimo dios la hubiese tomado para subirla al cielo, definitivamente, en su mente no quedaba ni una sola duda de que su hombre le pudiera ser infiel, ahora era más que seguro que todo aquello había sido solo chismes e inventos.
O eso quería creer.
― Te amo, hace mucho no me hacías sentir así, como si mi alma se fuera y regresara nuevamente a mi cuerpo. ―dijo una agitada Aitana, mientras sonreía desnuda a un lado de su esposo.
Su cuerpo hermoso, delgado y cintura perfecta, sus senos sudorosos como si hubiesen sido esculpidos por los mismos dioses, dejaba entrever que Jordi era un hombre muy afortunado por tener semejante mujer en todo sentido de la palabra junto a él, era tonto pensar que un hombre podía serle infiel teniendo a aquella mujer en casa, con esos maravillosos atributos, tanto físicos, como sociales, económicos y espirituales.
― Amor, perdón por tanto descuido, estos meses han sido fuertes al frente de los negocios, pero puedo decirte que haré un tiempo para estar más junto a ti y no dejar estos momentos solo en recuerdos, soy consciente de descuidar a mi amada esposa. ―Respondió Jordi, mientras sonreía al techo de la habitación, su rostro demostraba felicidad, pero su mente estaba algo confundida.
¿En realidad era Aitana la mujer de su vida?
Parecía la pregunta en su cabeza, pues su mente decía algo, su corazón otra y sus acciones otra cosa diferente a las anteriores.
― Jordi, quería decirte, que tengo planes, habla con tus socios, di que te vas a tomar unas vacaciones de algunos meses. Quería sorprenderte, así que, ¡sorpresa! ―Aitana le soltó la sorpresa que tenía, sin ni siquiera responder a las dulces palabras de su esposo, mientras lo miraba con incertidumbre a un lado de la cama, pues no sabía qué respuesta podía recibir de este, él no solía reaccionar bien a las sorpresas y menos de ese tipo de sorpresas.
― ¿Cómo que vacaciones? Tú sabes que no puedo dejar los negocios así e irme, ¿Por qué no me habías dicho antes? No puedo decirte nada que te guste, porque, ¿qué puedo decirte ahora? Sabes que tengo planes y negocios que atender. Lo dices con tanta facilidad cuando no es así, no es tan sencillo como solo decir vámonos y ya. ―Respondió Jordi, mientras se levantaba de la cama dejando a Aitana completamente sola, y tomó una toalla para ir a ducharse.
Por su rostro, parecía que aquello le cayó de sorpresa y tal vez no le agradaba del todo, mejor dicho, su actitud le dejaba saber a Aitana que no le había gustado aquello, y ella sabía lo complicado que era su esposo cuando algo le desagradaba.
Aitana estaba completamente segura de una cosa: debía tener paciencia o se saldría de control.