—No iré, no tiene sentido —dije por última vez.
Mamá negó con su cabeza suspirando.
—Tienes que ir, hijo. —me senté en mi cama y tapé mi rostro con uno de mis brazos.
—Es una pérdida de tiempo, no hay razón para ir a la universidad.
—Claro que si la hay, se llama vivir. Tienes que disfrutar la vida porque luego —se quedó callada.
—¿Porqué luego qué, mamá? —mi voz era gélida. Las emociones ya no estaban en mi. —He perdido a mis padres y a mi hermana, ya no me queda nada y no tengo ninguna razón más para vivir.
—¿Y Samu y yo qué somos para ti? —preguntó ella, me destapé la cara y vi sus ojos llenos de lágrimas.
—Eres mi mamá adoptiva, me has criado la mayor parte de mi vida y Samu es un niño asombroso, ustedes significan tanto para mí que ha no quiero ser una carga para ustedes.
—Nunca lo has sido, te amamos, eres parte de nuestra familia y odio escucharte decir eso, tienes que encontrar una buena razón para luchar y no me importa lo que digas, el próximo semestre te irás para la universidad y es mi última palabra.
—No puedes obligarme —dije con calma, ella sonrió de medio lado, retandome.
—Claro que puedo y es lo que haré