Cap 2

2341 Words
Capítulo 2   No sabía hasta qué punto se podía ser feliz, pero yo estaba por encima de eso, no pude conciliar el sueño imaginando mío escenarios que podía hacer en la universidad.   A la mañana siguiente cuando mamá me vió frunció el ceño.   —Te dije que no te desvelaras —comentó mientras me sentaba en uno de los taburetes del desayunador.   —No pude pegar un ojo —suspiré emocionada. —Ay má, aún no creo que lo hice.   —Pues créelo mi niña, porque en un mes debes estar en la universidad —mordí mi labio inferior para evitar soltar un grito de felicidad.   Tenía muchas preguntas y dudas en mi cabeza, pero no quería soltarlas para evitar que se hicieran realidad, creo mucho en eso de que la lengua tiene poder y aunque quería que mamá me dijera que pasaba si yo no lo lograba, si no lograba mantenerme en la universidad, si perdía las materias o si me había equivocado de carrera, esas eran algunas de las cosas que quería preguntarle a ella, pero que tenía un poco porque no quería llamar al destino y que anotase mis miedos.  Algo tonto, quizás. Pero para mí, que había tenido una sola opción de equivocarme, debía demostrarme primero que sí podía y luego todo lo demás podría mejorarse o empeorarse, no lo sabía, pero el tiempo lo iba a definir.   —Tu papá te espera en la ferretería hoy, dijo que tenías que ganar un poco de dinero para poder mantenerte los primeros días antes de encontrar empleo.   —Bien, me parece una muy buena idea.   Mis padres tienen dinero, papá es dueño de varias ferreterías de la ciudad y no le va mal, pero aún así la carrera de arquitectura es bastante costosa por lo que yo siempre quise trabajar y ahorrar mi propio dinero, así mis padres no tenían matarse aún más trabajando por mi. Tenía la beca y unos cuantos ahorros con los que me podía defender por un tiempo.   —Toma —me pasó el desayuno.   —Gracias, ¿Qué es lo que debemos comprar para la universidad? Lo dijiste anoche.   Mamá aplaudió emocionada.   —Ropa, cosas de aseo, condones y…   —¡Mamá! —tomé un poco de chocolate para pasar el pan que se había quedado atorado en mi garganta.   —Hija, en la universidad conocerás un mundo diferente, tu vida cambia aunque no lo quieras, conocerás chicos, querrás experimentar y eso está muy bien, pero se pueden cometer errores y quiero que estés preparada.   —Gracias por todo lo que me enseñas, mamá. Eres la mejor madre de todo el mundo.   —Eso espero —guiño uno de sus ojos. —También deberías de pedir cita con el ginecólogo, para mayor seguridad.   —Lo haré más tarde entonces.   —Cuídate mucho, por favor. Disfruta en todo momento pero con responsabilidad — tomó mi rostro entre sus manos —Sé que tu padre y yo te hemos enseñado que el amor es el sentimiento más hermoso del mundo, pero no todos los hombres buscan lo mismo, hay unos muy malos hija. Y no quiero que nadie rompa el precioso corazón que tienes.   —¿Cómo sabré desde el primer momento que no me harán daño? —pregunté.   —Ojala pudiera decirte cómo evitarlo, pero no puedo.   —Supongo que también debo pasar por ello —mamá negó con su cabeza.   —Si es el indicado no hay porque pasar por un corazón roto, míranos a tu papá y a mi, nunca nos hemos roto el corazón, nos amamos desde el primer momento en que nos vimos y no nos hemos separado desde ese momento, puedes conseguir un amor así o mejor.   »Tampoco creas que te estoy diciendo que en la universidad solo irás a conseguir novio, es solo que allá harás muchas más amistades y puede que te guste alguien, diviértete, pero no entregues tu corazón de inmediato.   Asentí poniendo mucha atención a sus palabras, mamá siempre me había hablado con la verdad y eso yo lo valoraba mucho, ella no se iba por las ramas sino que tenía la forma de hablarme de cualquier tema y yo podía recibirlo con total madurez, la primera vez que me había hablado de sexo yo tan solo tenía once años, pero ella me dijo que muy pronto tendría mi periodo y que debía saber lo que pasaría con mi cuerpo, hormonas, hombres y blah blah blah.   A fin de cuentas yo seguía siendo virgen, porque yo sí que esperaba entregar mi cuerpo y mi corazón a una sola persona. Es lo que más quiero, encontrar un amor tan mágico que me enloquezca, encontrar a un hombre que pierda la cabeza por mí y yo por él, que nuestro amor sea demasiado grande como para pensar en nada más. Quería amar y ser amada, y que en el proceso ninguno de los dos saliera herido.   Terminé mi desayuno rápidamente y subí a mi habitación, quería llegar pronto a la ferretería de papá, la del centro de la ciudad y la más grande era la que papá siempre manejaba y desde ahí controlaba los problemas que se pudieran presentar en las otras sedes.   Escogí un vestido floreado que llegaba hasta mis muslos, con un lindo escote de corazón y unas mangas en globo a los lados de mis brazos, el verano aún no terminaba y el calor era simplemente insoportable.   Junto al vestido no podían faltar mis preciosas vans, así que rápidamente las coloqué al lado del vestido y me entré a bañar.   Mi cabello ya se notaba un poco sucio por lo que lo lavé de una vez, gracias al cielo había heredado un lindo y manejable cabello por parte de mi madre, era castaño pero a veces se podían apreciar unos destellos de rojo y bajo el solo parecía ser naranja, yo podía decir que mi cabello tenía siete tonos diferentes y no bromeaba, era verdad.   En cuanto a mi rostro, lo único que no me gustaba mucho era la forma de mi nariz, era un poco ancha, pero ya había aprendido a vivir con ello, mis ojos grises eran lo que más me gustaba, junto con unas largas y tupidas pestañas yo sentía que me hacían tener una mirada intimidante y cautivante; mis cejas eras gruesas y complementaba muy bien mi mirada atrapante.   Al salir de la ducha desenrede mi cabello un poco con mis dedos antes de comenzar a pasar el secador, no había necesidad de hacer más, mi cabello ondulado se comportaba muy bien.   Vestí las prendas que ya había escogido y tomé un bolso que puse de lado en mi cuerpo y bajé corriendo las escaleras.   —Ya me voy mamá —le dije una vez entré a la cocina.   —Llévate el auto —me dijo pasándome las llaves. —Dile a tu papá que yo me quedaré acá terminando unas cosas de contabilidad, tu hermano está en clases de natación.   —Esta bien, yo le digo.   —Llévale esto también, por favor.   Me pasó un sobre que tenía el nombre de mi padre escrito y a su lado un corazón.   —Aww, que cursis que aún se manden cartitas de amor —mamá sonrió.   —Siempre hay que buscar la forma de seguir regando el amor para que crezca.   —Ustedes son muy lindos, me voy entonces. Te llamo apenas llegue.   —Por favor y conduce con cuidado, hija.   —Lo haré mamá, no te preocupes.   Salí de mi casa y me subí al auto de mamá, prendí la radio y coloqué a Maroon 5, nada mejor que un buen trayecto escuchando sus canciones. Al llegar a la ferretería aparque el auto en un lugar en el que no hiciera interferencia si llegaba algún camión a cargar o descargar mercancía.   Tomé la carta para papá del asiento de copiloto y bajé del auto, el día estaba aún más caluroso que ayer y como hoy no tenía clase de natación no podía refrescarme en una piscina.   Entré saludando a los trabajadores que ya conocía desde hace años, todos eran muy amables y mientras pasaba por las cajas me encontré con Jeremy, un chico que trabajaba desde hace seis meses atrás para papá cómo cajero. Es un chico muy atractivo, cabello rubio, ojos azules y sonrisa deslumbrante, apenas me vio sonrió y corrió hacia mí, yo sonreí tímidamente.   —Hola, Hellen. —saludó dejando un beso en mi mejilla, me puse roja de inmediato —Hace tiempo no venías por acá.   —Si, ya sabes… Estaba un poco ocupada —jugué con la tira de mi bolso mientras lo observaba, él es alto así que yo tenía que subir un poco la cabeza para poder mirarlo bien.   —¿Cómo ha ido todo? ¿Lograste entrar a la U? —asentí con mi cabeza efusivamente —¡Felicidades!   Me abrazó repentinamente levantándome un poco del suelo, apoyé mis manos en sus hombros riendo.   —Sabía que lo lograrías, eres una mujer muy inteligente, te admiro por eso, Felicidades de nuevo. Ahora que tiemble Yale porque va la mejor arquitecta que se graduará de allí.   —Gracias Jeremy, estoy demasiado feliz —le dije y su sonrisa se amplió aún más.   —Yo me siento igual de feliz, ya ves que tantos días de nervios valieron la pena —ambos reímos un poco —¿Te apetece salir conmigo algún día de estos? No quiero que te vayas sin una buena despedida.   —Me encantaría —recordé entonces la fiesta y pensé que sería buena idea invitarlo —Sabes, mañana iré a una fiesta, podrías venir conmigo.   —¿De verdad? —asentí sonriendo un poco. —Vale, genial. Entonces mañana paso por ti.   —Esta bien, ahora paso de nuevo por acá, iré a ver a papá.   Él asintió y yo comencé a caminar, pronto escuché que me llamaba de nuevo.   —Hellen. —di media vuelta.   —¿Si? —pregunté.   —Estas muy linda hoy.   —Gracias —él me guiñó uno de sus espectaculares ojos azules y volvió a su puesto de trabajo, yo seguí caminando con una sonrisa en el rostro. Jeremy es un chico muy agradable, carismático, lindo, tiene buen sentido del humor y aparte es alto. Tal y como me gustan, mordí mi labio inferior pensando que quizás podía dar mi primer beso mañana en la fiesta y eso me emocionaba mucho. Porque entonces no sería solo una presión de labios como había hecho con un niño hace varios años, sino que ahora sí que sería un beso real y con él… Ufff, que calor, que calor.   —Hola papá —entré a su oficina y me senté en la silla frente al escritorio. Papá se quitó sus gafas y me sonrió.   —¿Cómo está mi princesa? —rodé mis ojos, papá es demasiado tierno y aunque a veces me avergonzaba que me tratara como una bebé, no le decía nada porque en el fondo me gustaba y no quería dejar de ser la princesa de papá.   —Bien, muy feliz. ¿Y tú? —pregunté y le entregué la carta —el amor de tu vida te ha enviado eso.   Los ojos de papá se iluminaron con tanto amor que suspiré, ¿Cuándo sería el momento en el que alguien brillará así solo por pensar en mí? ¿Podía ser Jeremy?   Quizás.   —¿Qué haré hoy? —pregunto.   —Ve a trabajar junto a Jeremy.   Sonreí y me levanté de inmediato, esperaba no distraerme mucho al mirarlo, pero bueno, fue papá el que me envió a trabajar con un chico muy guapo.   —Excelente, me cambio y voy con él.   Entré al baño de la oficina de papá, ahí había una gaveta con los uniformes de cada m*****o de mi familia, consistía en un overol de color azul oscuro, una camisa blanca, unas botas de construcción muy pesadas y dependiendo del área de trabajo usábamos o no un casco protector, como iría a cajas entonces no había necesidad de usar el casco.   Me cambié rápidamente y llegué de nuevo donde Jeremy, él al verme sonrió.   —¿Vienes para acá? —preguntó.   —Así es, papá me ha dicho que venga a trabajar contigo.   —Excelente, eso será una bonita distracción.   Evité el saltar emocionada, pero por favor, no podía calmar a los latidos de mi corazón; me ubique en la caja que quedaba justo al lado de él y comencé a cobrar a los clientes que iban a pagar.   El trabajo era suave y junto a Jeremy era divertido trabajar.   —Me gusta cuando vienes —me dijo, ya no había clientes en las filas de las cajas, estábamos muy cerca apoyados en el mesón de la caja. —Siempre es divertido trabajar contigo.   —A mi también me gustas … trabajar contigo —él sonrió y yo solo esperaba que no haya notado mi patética confesión.   —¡A trabajar! —gritó papá pasando por nuestro lado, Jeremy voló al otro lado de la caja del susto que nos metió papá, sus ojos estaban muy abiertos cuando me miró.   Papá solamente me guiñó un ojo con una sonrisa y siguió su camino.   —A veces me da tanto miedo —confesó Jeremy.   —¿Miedo? —pregunté incrédula, él asintió. —Por favor, papá no da ni un poquito de miedo.   —Eres la hija, a ti no te amenaza —reí y me encogí de hombros.   —Bueno, quizás eso sea verdad.   —Te diré una cosa, me gustas —mis labios se entreabrieron ante su declaración —y me gustaría intentar algo contigo, no lo había intentado antes porque tu papá me da miedo, es mi jefe y no quiero que mi trabajo peligre, pero si tú me dices en este momento que también te gusto, te juro que enfrentare a las garras de tu padre y lucharé por ti.   Lo miré con ternura, eso había sido lo más bonito que me habían dicho nunca.   —Me gustas.  
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