Narra Christopher
—Parecía el momento adecuado —respondo y ella niega con la cabeza.
—No. El momento de decírnoslo habría sido cuando la conocimos.
—Bueno, sea como sea, ahora ya lo sabes. Y nos vamos.
—No puedes irte ahora. No después de esa bomba.
—Bueno, Emma necesita descansar un poco. Ha sido un día muy largo y, además, estar embarazada… —todavía nos lleva casi una hora salir, pero finalmente volvemos a subir al auto, con la promesa a mi madre de que volveremos pronto. Emma suspira.—¿Estás bien? —pregunto, mirándola con preocupación.
—Simplemente… no estaba muy segura de cómo iba a resultar.
—Yo tampoco —admito, extendiendo la mano y apretándole la suya. Hay algo en ello que me parece natural. Correcto. Y rápidamente suelto su mano, devolviendo ambas al volante, aunque siento un hormigueo en la mano al querer sujetar la suya de nuevo.
¿Qué me pasa? Una vez más, no se trata solo del sexo, aunque todavía la deseo desesperadamente. Hay algo cómodo en sostener su mano. En los pequeños toques que le di a lo largo del día.
Comenzó como una forma de tranquilizar a mi familia, pero en algún momento me di cuenta de que me gusta tocarla, abrazarla. Me gustan las mil pequeñas cosas que han estado sucediendo en las últimas semanas, y esas cosas no tienen nada que ver con el sexo.
Cuando llegamos a la casa y le abro la puerta para que salga, no puedo obligarme a dar un paso atrás. En cambio, me quedo allí de pie durante un largo momento. Justo frente a ella, mi cuerpo a centímetros del suyo. Y la anhela. Desesperadamente.
Esta vez, no puedo evitar estrecharla entre mis brazos y poner mi boca sobre la suya por primera vez en mucho tiempo. Sabe tan bien como la recuerdo. Y se siente aún mejor. Sus labios bajo los míos. Su cuerpo presionado contra el mío.
Esas caderas presionadas contra las mías se sienten tan bien y no puedo esperar a enterrarme en ella, mis caderas frotándose contra ella por voluntad propia, más aún cuando ella gime y se aferra más fuerte a mí.
—Diablos, Emma… Emma, no podemos seguir haciendo esto.
—¿Por qué? —pregunta con voz tranquila, su mirada es pura pasión cuando finalmente se encuentra con la mía— ¿Qué es lo que te parece tan horrible de que esté embarazada?
—¿De qué estás hablando? —pregunto, incrédulo de que ella pudiera pensar eso.
–Desde que te dije que estaba embarazada te has mostrado distante. Desde entonces no me has deseado.
—¿De qué carajo estás hablando? —Abro los ojos de par en par por la sorpresa—. Emma, te he deseado igual todos los días desde que te vi por primera vez.
—Entonces ¿por qué no has hecho nada?
—Porque estás embarazada —le respondo— y no he querido hacerte daño ni a ti ni al bebé. Ella me mira confundida.
–La gente tiene sexo cuando está embarazada todo el tiempo, Christopher —lo cual, por supuesto, tiene sentido, pero he estado tan absorto en pensar en mantenerla a salvo que simplemente asumí...
—Entonces ven aquí, Emma, y déjame mostrarte cuánto te he deseado , nena —respondo, arrastrándola hacia mis brazos, mi pene prácticamente palpitando contra ella. Todo lo que quiero es a ella. Mis manos se aferran a sus caderas para sujetarla tan fuerte como puedo. Mi boca está firme y dura sobre la suya mientras bebo todo lo que puedo obtener de ella.
Los pequeños gemidos que salen de su boca me están volviendo loco y mis manos se estiran para deslizar el vestido por sus hombros antes de siquiera pensar en dónde estamos. E incluso entonces, cuando la parte superior del vestido se arremolina alrededor de su cintura y dejo caer mi cabeza sobre sus pechos, ni siquiera se me ocurre que apenas estamos fuera de la calle. Que la delgada línea de árboles hace poco para ocultarnos de la vista.
Su cabeza cae hacia atrás con otro gemido, una mano se estira para prácticamente sujetarme contra su cuerpo mientras la otra parece apoyarse en mi hombro.
—Christopher ...
—Eso es, nena, déjame saber cuánto lo quieres —prácticamente gruño las palabras y sus manos buscan mi camisa, deslizándola hacia arriba para poder pasar esos dedos sobre mi pecho, lo que solo me hace gemir mucho más. Y finalmente soy consciente de dónde estamos. Principalmente por el pitido de mi auto que me hace saber que la puerta ha estado abierta por un rato.
—¡Oh! —Emma mira a su alrededor, sorprendida, como si buscara a alguien que pudiera estar observando, pero yo solo sonrío, arrastrándola hacia adelante para poder cerrar la puerta de un portazo y luego prácticamente arrastrándola de nuevo hacia la casa, donde inmediatamente vuelvo a juntar mi boca con la suya.
Ahora no hay peligro de nada. No hay miedo de que me vean. No me preocupa nada más que sentir su cuerpo y lo que voy a hacer con él.
Bajo el vestido sobre sus caderas y recorro con la mirada ese delicioso cuerpo.
—Soy un poco más… —dice con una mirada casi de disculpa, sus manos gesticulan hacia abajo sobre su cuerpo y mis ojos se entrecierran.
—Eres jodidamente hermosa, Emma —le respondo y ella se sonroja cuando mi boca encuentra la suya de nuevo—. Nunca me dejes oírte decir lo contrario—ella se estremece ante mi tono, su cuerpo prácticamente se derrite en el mío y la levanto, llevándola a mi habitación donde puedo acostarla y realmente mostrarle cuánto adoro cada centímetro de ese cuerpo.
Mi pene está duro y dolorido mientras le quito la última prenda de ropa y la miro aún mejor. Y cada parte de lo que veo es suficiente para hacerme desearla aún más, ayudándola a quitarme la camisa por la cabeza y los pantalones lo más rápido que puedo porque necesito estar dentro de ella.
Aun así, trato de ir más despacio. Intento llegar con calma y disfrutar plenamente de cada centímetro de su cuerpo primero. Excepto que no soy el único que está desesperado después de todo este tiempo separados.
—Christopher, por favor… —gime, acercando mi boca a la suya para otro beso largo y apasionado que me hace olvidar absolutamente todo, excepto el placer de este momento, mi cuerpo presionado contra el suyo. Y entonces estoy dentro de ella y la forma en que se siente rompe inmediatamente cualquier nivel de control que podría haber tenido.
—Eso es, nena... te sientes increíble —gruño, mi cuerpo actúa por sí solo mientras me balanceo contra ella. Pero el hecho de que esté embarazada, de que lleve a mi bebé en su vientre, me hace ser cautelosa aún más, así que la arrastro sobre mí, recostándome en la cama para que pueda tener el control. Y también obteniendo el beneficio adicional de poder verla mejor. Tocarla aún más mientras se mueve sobre mí.
—Estoy tan cerca —murmura y mis manos agarran sus caderas aún más fuerte, decidida a llevarla allí antes de perderlo todo, y de alguna manera lo logro. Su cuerpo se tensa y se aprieta sobre el mío mientras se corre y no puedo contenerme ni un momento más, un gruñido estalla de mí ante las increíbles sensaciones que se apoderan de mi cuerpo.
Y cuando vuelvo a la realidad, ella está allí, en mis brazos, a mi lado en la cama. Y una sensación completamente nueva me invade. Una sensación que no logro comprender del todo. O tal vez una que sí entiendo, pero no quiero hacerlo. Porque si me permitiera experimentarla, sería aún más aterradora que todo lo que me ha sucedido hasta ahora.