Narra Emma
Mientras me deslizo en el asiento delantero de mi auto, me pregunto en qué me he metido.
¿Es esto realmente lo que quiero hacer? Pero esos números aparecen ante mi cara y trato de prepararme para lo que está por venir.
Esos números harán una gran diferencia.
Christopher cree que voy a comprarme ropa elegante y cosas de segunda mano, pero con ese dinero… en un mes pagaré las cuentas de mamá y Leyla. ¿Y en nueve meses? ¿Para cuando nazca el bebé? Podrían tener todo pagado. Por fin podrían estar haciendo algo más que simplemente llegar a fin de mes.
Y por eso hago esto: para que obtengan lo que necesitan.
Incluyendo la diálisis si Leyla termina necesitándola.
—Puedes hacerlo, Emma–me digo a mí misma—.Tienes que hacerlo. Cuentan contigo. ¿Y qué tiene de especial? Bueno, entonces tendrás un bebé. También vivirás en una casa elegante y tendrás personal que te cuidará y una asignación para cualquier cosa que puedas necesitar; vale la pena–con esto pongo el auto en marcha atrás y me dirijo hacia el club—.Y no está de más que el sexo también sea bastante bueno– añado.
Por supuesto, ese pensamiento me hace pensar en eso mismo. En el sexo. Y en lo mucho que realmente desearía no haber tenido que irme ahora mismo; o tal vez en realidad me alegro de haber tenido que irme porque significa que pude dejarlo con ganas de más. Y me dio el control... por una vez.
—¡Hola, Emma! —Salto al oír la voz mientras salgo del auto, pero solo es Maggie, otra de las camareras— ¿Estás lista para la fiesta?
–¿Qué fiesta?
—La fiesta de Carnaval.
—¿Por qué demonios tendríamos una fiesta de Carnaval aquí? —pregunto, mirándola confundida.
—¿Nadie te lo ha contado?—ella sacude la cabeza—.Chica, te espera una sorpresa. Esta es la fiesta del año. Todo el que es alguien quiere estar allí y las bebidas están fluyendo sin duda alguna—sonríe—.Lo que significa que las propinas están fluyendo sin duda alguna.
Ahora me está empezando a interesar más la idea. ¿Una gran fiesta en la que todos quieran estar? ¿Y sean generosos? Parece un evento que me gusta.
—¿Cuál es el truco?
—No hay truco. Traen a todo el equipo para la fiesta. La gente hace cola con horas de antelación, así que es posible que quieras empezar a trabajar temprano. Ah, y hay disfraces especiales para usar. Todavía no los he visto, pero siempre son súper sexys.
—A diferencia de los hábitos de monja que usamos el resto del año—le respondo, y ella se ríe.
—Está bien, son incluso más sexys que lo que usamos normalmente. Solo espera y verás.
No estoy del todo segura de cómo me siento al respecto, pero por lo que sé sobre el carnaval, se acerca rápidamente. Lo que significa que no tendré que preocuparme por estar embarazada cuando llegue y, al menos, tendré la posibilidad de ganar algunas buenas propinas.
—¿Quién elige los disfraces?
—Christopher, por supuesto—tiene esa mirada en los ojos que tienen la mayoría de las chicas cuando mencionan a Christopher, y siento una oleada de celos que me recorre el cuerpo. Él es mío , después de todo. Pero no, eso no es verdad. No había nada en el contrato sobre exclusividad. Al menos, no para él. Aunque supongo que pensé que eso estaba implícito. Él me mudó a su casa y se supone que yo voy a tener su bebé; eso significa que él debería ser exclusivo para mí, ¿no?
Frunzo el ceño mientras trato de entender qué significa todo esto y, más importante aún, qué quiero que signifique—.Vamos, vamos. El turno empieza en 20 minutos—miro mi reloj y prácticamente salgo corriendo hacia la puerta. Veinte minutos no es mucho tiempo para ponernos nuestros uniformes y asegurarnos de que estamos listos. Y una vez más me pregunto si no sería mejor llevarme mi ropa a casa y presentarme listo en lugar de dejar todo en los casilleros que les asignan a todos en la sala de descanso.
Cuando ambas estamos listas y nos dirigimos a la pista, es exactamente a la hora indicada. Respiro aliviada cuando miro hacia las ventanas de arriba y no veo ni rastro de Christopher ni de Ethan.
—Uf, nadie sabe que apenas llegamos—me río y ella se suma, tomando una bandeja del barman.
—Llegas tarde, cariño—salto y me doy vuelta rápidamente para encontrar a Christopher sentado en la barra, con un vaso de algo en la mano mientras me mira.
—No llego tarde—mi voz suena a la defensiva y él inclina la cabeza hacia un lado, con una mirada evaluadora en sus ojos mientras bebe lentamente su bebida. Pero esa mirada calculadora definitivamente hace que me resulte aún más difícil mantener la compostura. Porque mi cuerpo solo quiere derretirse ante él.
—Tal vez deberías pensar en irte antes para evitar las prisas de último minuto. O puede que tu jefe tenga que despedirte —responde y yo niego con la cabeza y frunco el ceño.
—No puedes despedirme por casi llegar tarde.
—Puedo despedirte por cualquier motivo que quiera —responde y mi ceño se hace más profundo. Tiene razón, por supuesto, pero espero sinceramente que no sea tan mezquino—. Pero te ves impresionante con esa ropa —murmura, inclinándose más cerca y mi corazón parece dar un vuelco.
—Bueno, entonces será mejor que vaya a mostrar todo mi potencial, ¿no? —le guiño un ojo coqueto, agarro mi bandeja y me voy a trabajar.
Así que no me va a despedir. Aunque sé que le encantaría que dejara de trabajar, es bueno saber que no se lo tomará a la ligera.
Por supuesto, no estoy completamente segura de cuánto recibirá de propina una camarera de cócteles embarazada, por lo que es muy probable que no tenga que despedirme una vez que se me empiece a notar.
Frunzo el ceño ante eso. La idea de recibir una mesada y vivir en su casa no me molesta demasiado. Pero no tener un trabajo en absoluto me hace sentir como una esposa trofeo. Y eso definitivamente no es lo que soy; después de todo, no me ha ofrecido matrimonio ni nada parecido. Solo voy a tener su bebé.
Niego con la cabeza. Ahora no es el momento de pensar en todo eso.
Tengo un trabajo y necesito hacerlo. Y así la noche pasa relativamente rápido. Hay mucha gente en el club esta noche. Y parece que están de un humor bastante generoso. Aunque quizás un poco codiciosos a veces.
Cuando paso por una de mis mesas, un señor mayor se acerca y me da una palmadita en el trasero. Lo miro por encima del hombro con una sonrisa descarada y una línea de expresión burlona en mis labios, pero no tengo tiempo para eso. Porque Christopher está allí de pie casi inmediatamente, directamente a mi lado, frunciendo el ceño al hombre.
—Mis chicas no están aquí para que las toquetees —mi corazón se acelera de nuevo ante su defensa, aunque sé que eso no es bueno para el negocio, ni para el suyo ni para el mío.
—No es gran cosa —respondo, intentando aliviar la tensión de la situación—. Pero si vas a ponerte manos a la obra conmigo, al menos deberías invitarme a una bebida primero —bromeo con el cliente.
Está claro que no está contento con el trato que le da Christopher, y a Christopher no le gusta mi comentario, pero sé cómo lidiar con este tipo de cosas.
—Claro, cariño, ve allí, sírvete una bebida y diles que la añadan a mi cuenta —me sonríe el cliente y le guiño un ojo antes de dirigirme al bar, con Christopher pisándome los talones.
—No puedes hacer eso. ¿Gritarle a un cliente? —lo estoy regañando, y sé que es inapropiado, pero él sigue furioso. Frunce el ceño y aprieta los labios hasta formar una fina línea.
—No es apropiado que él te esté agarrando.
Me río y sacudo la cabeza, señalando el club.
—Aquí pasan cosas así todo el tiempo. Todos lo sabemos cuando firmamos el contrato. No es gran cosa.
Sus ojos brillan con fuego y me arrebata la bandeja de la mano, la coloca sobre la barra y me arrastra hacia el pasillo trasero, a la sala de descanso. Luego me inmoviliza con fuerza contra la pared, con las manos a ambos lados de mí, su cuerpo a centímetros del mío y sus labios rozando ligeramente los míos.
—No comparto. No me gusta que alguien toque lo que es mío.
Ya me quedé sin aliento cuando mi espalda chocó contra la pared, pero ante sus palabras y la forma en que las dice, mi cuerpo se calienta aún más y puedo sentir que me estoy mojando por él otra vez. Deseándolo…
—Bueno, es algo que va a pasar mientras yo trabaje aquí —logro decir y él se inclina hacia delante, dejando que sus labios rocen los míos nuevamente.
—Otra razón por la que no quiero que trabajes aquí.
—Tú eres el jefe.
—No te despediré, Emma. No quiero que me guardes rencor por quitarte tu trabajo. Pero te aseguro que haré todo lo que esté a mi alcance para convencerte de que estar en casa conmigo, donde puedo follarte cuando queramos, es el mejor lugar para ti.
Estoy mojada y necesitada y ni siquiera puedo recordar por qué estaba enojada con él en primer lugar. Todo lo que puedo pensar es en quitarle la ropa y sentir ese pene dura golpeando mi cuerpo. Pero definitivamente este no es el momento ni el lugar.
—Entonces tengo que volver al trabajo —logro decir y él se inclina, esta vez presionando su boca contra la mía en un beso caliente y apasionado que me deja aún más sin aliento y jadeante.
—Eres mía , Emma. Sólo mía. Y te aseguro que si veo a alguien más tocando lo que es mío, no me agradará.
Después de eso, se aleja en dirección a las escaleras y yo tengo que intentar ordenar mis pensamientos y reunir la suficiente fuerza de voluntad para aventurarme de nuevo a bajar a trabajar porque me siento un poco débil en las rodillas.