Aparto la comida con el tenedor. —Te he preguntado que si no te gusta —dice Rebecca, como si se estuviera repitiendo. —¿Eh? —La miro aturdida—. Perdona, no te he oído. —Me apresuro a llevarme un bocado a la boca—. Pues claro que me gusta. Es mi plato favorito. Daniel me mira fijamente y dice: —¿Qué te pasa esta noche? —Nada, ¿por? —Porque apenas has abierto la boca desde que has entrado por la puerta. —Estoy cansada, supongo —digo encogiéndome de hombros. No me apetece contarles que Christian Miles me ha lamido el muslo en la sauna y quiere sexo sin compromiso, pero sin que me esté permitido acostarme con otros, ni que la tiene enorme y este mes se me está yendo de las manos. —¿Sabes algo de Christian ? —me pregunta Rebecca. Niego con la cabeza y miento: —No. Me da vergüenza la