—Y gratis —dice—. Mis servicios cuestan bastante, ya sabes. —Lo siento. —Esbozo una sonrisa torcida. Es que... ¿Qué pasa, cariño? —Me siento muy... No puedo terminar la frase. Daniel deja el móvil y me mira. —¿Muy qué? Señalo mis tetas y mis caderas. —Se exponen demasiado. Daniel sonríe orgulloso y junta las manos. —Cariño, si yo tuviera tu cuerpo ni siquiera me molestaría en vestirme. Pongo los ojos en blanco y digo: —Eso es porque eres una zorra. Daniel se ríe y se encoge de hombros con descaro. —¿No es cierto? —No es un cumplido —digo mientras vuelvo a mirar mi reflejo. El pelo me llega ahora por debajo de los hombros, es rubio miel y tengo ondas. Llevo un vestido dorado sin tirantes que me entalla cada centrimeto y no deja nada a la imaginación. Me he maquillado estilo smo