Brandon
Crecer en mi familia había sido quizás lo más maravilloso que me podría haber pasado en esta vida, mi llegada trajo consigo caos, miedo y desolación, pero al final fue la solución –quizás –para todo aquello que se podría avecinar hoy en día.
Recordando la historia de mi familia, podríamos decir que todo se resume a la persona más maravillosa del mundo, una que apenas había logrado conocer y de la que tenía pocos recuerdos, porque era muy chico cuando decidió dejarnos, sin embargo, la familia la nombraba tanto que, para mí, parecía que todavía vivía, mi abuela, mi Emma.
Se podría decir que era la mezcla entre mi padre y mi madre, tenía la rebeldía, fogosidad y osadía de mamá, pero aquellas cosas se calmaban cuando era necesario para dejar pasar al frente a la sangre Pride, esa que había heredado de mi padre y que me mostraba el camino entre lo correcto y lo incorrecto, la que me dejaba reflexiones maduras y quizás hasta soluciones sencillas, tener la serenidad de papá era sin duda algo increíble.
Lo mujeriego era una mezcla de los dos, no obstante, como había cosas de ambos en mí, también las había distintas, no me parecía ninguno, porque había sido el primero en querer armar su vida fuera de casa.
— Repíteme una vez más ¿Por qué decidiste irte? –mamá me observa con sus ojos grises profundos llenos de lágrimas.
— Porque es mi sueño, porque me han elegido para jugar en aquel equipo y porque me amas tanto que vas a permitir que vaya sin llamarme cada tres segundos –hizo una mueca poco convencida y tomo aire antes de mirar a mi padre en busca de ayuda.
— Amor, nuestro hijo decidió jugar al básquet, es lo que ama y tu madre te enseñó que uno deja que sus hijos hagan lo que aman –su labio inferior salió en un mohín gracioso antes de mirar a sus hermanos tratando de buscar apoyo, aunque ambos negaron.
— Con estos amigos para que quiere uno enemigos ¿no? –limpió sus lágrimas y volvió a abrazarme por quinta vez –Tienes que llamarme tres veces al día, venir para las fiestas y mantenerme al tanto de todo lo que haces, no te acuestes con toda la universidad, mucho menos con las porristas por lo general se acuestan con otros deportistas y puedes adquirir alguna enfermedad venérea –comenzó a enumerar.
— No compartas más tragos con tus amigos ni bebas nada que te den –dijo mi hermano divertido.
Eso no era para nada gracioso tampoco encontrar enfermedad venérea, ni que mi madre pensaba que me acostada con medio mundo, no era bueno, sobre todo porque –en cierta forma –era cierto, solo en un pequeño porcentaje, pues resulta ser que me encargaba de elegir sabiamente con quién me acostaba o no.
Miro a mi hermana Hil que hizo una mueca antes de abrir los brazos y caminar hasta mí para enrollarlos alrededor de mi cuello. Beso mis mejillas repetidas veces mientras que decía cuánto me amaba, que disfrutara de esta experiencia nueva. La única que todavía no me saludaba era mi otra mitad, mi melliza, esa que ahora tenía los ojos llenos de lágrimas y los brazos cruzados encima de su pecho mientras me miraba como si fuese el ser más horroroso en la tierra.
— Pili tengo que subir al avión –su labio tembló mientras las lágrimas siguen cayendo –vamos, solo es un tiempo, es para cumplir mi sueño –miro a otro lado.
— No me gusta.
— Sabes que puedes ir a visitarme y quedarte conmigo cuando quieras –suspiró y Sam la empujó para que se acercara.
Abrí mis brazos y los pasé por encima de los suyos para apretarla contra mi pecho mientras que se rompían llanto, era muy difícil alejarme de ella, estaba acostumbrado a que nos complementáramos en todos los aspectos, pero ahora cada uno iba a seguir su rumbo, ella había decidido quedarse estudiando aquí para no alejarse a la familia y yo había obtenido una buena propuesta de un equipo de básquetbol de Nueva York, era mi oportunidad de brillar en las grandes ligas y poder conseguir mi lugar en Boston.
Cuando eso sucediera iba a quedarme directamente en la casa de mi hermano y cuñada, tenía todo planificado, solo debía hacer bien las cosas para que funcionara.
— Pasajeros del vuelo cuarenta y dos, último llamado para abordar
Me había negado a ir en la jet privado de la familia, quería hacer esto de la forma correcta, sobre todo porque era un desperdicio tomarme un avión para ir yo solo, podía tomar tranquilamente un vuelo comercial, aunque en este caso fuera en primera clase, pero podía hacer todo lo que un mortal hacía, pues por ahí mi familia parecía ser salida de otra galaxia.
Me despedí de todos y me centré de nuevo a mi hermana, sus pies se movieron rápido para abrazarme, dio un salto y enredo sus piernas en mi cintura, la apreté contra mi cuerpo y beso mi mejilla antes de llorar de nuevo.
— Tienes prohibido quedarte eternamente allá, si te enamoras tienes que llamarme, tengo que ser la primera en conocer a la mujer que conquistó al prostituto de mi hermano –me reí –iré a visitarte en las vacaciones y tienes que venir al menos dos veces al año, de lo contrario te sacaré del equipo y te dejaré atado en el sótano de casa hasta que decía que puedo estar sin ti lo suficiente como para no sufrir –me reí más fuerte y se bajó para dejar otro beso y empujarme para que caminara. –Te espera un vuelo prosti.
Sabía que lo que estaba haciendo se debía a sus necesidades que me quedara, pero ella quería que yo fuera feliz, por eso me dio aquel pequeño empujón que necesitaba para tomarme ese vuelo y emprender el viaje.
Pasé varias horas arriba del avión, tenía las piernas entumecidas y seguramente había perdido la línea del trasero por haber estado tanto tiempo sentado, a mi lado un hombre de avanzada edad dormía con la boca abierta y sus dientes postizos desencajados, era algo asqueroso y gracioso de ver.
El sujeto roncaba mientras que sus labios se metían un poco hacia adentro y la dentadura quedó flotando prácticamente en el aire, como si tuviera vida propia, o quizás queriendo salir.
El niño de la fila que seguía a un costado lo miraba horrorizado mientras golpeaba repetidas veces el brazo de su mamá tratando de que ella viese lo mismo que él, la mujer se había cansado decirle que dejara de mirarlo y señalar, ella simplemente lo retaba algunas veces, sin éxito.
Ya que su hijo da aproximadamente siete años parecía más interesado en mirar al hombre que roncaba a mi lado.
Lo único positivo de todo esto es que no babeaba, eso era un buen punto porque dormía para mi lado, y yo que pensaba qué viajar en primera clase evitaba estas situaciones desagradables.
Cuando avisaron que nuestro vuelo había llevado a su fin no pude estar más que feliz, me bajé lo más rápido que pude, busqué mi valija y salí al parking del aeropuerto para tomar aire puro, mi auto llegaría en tres días gracias a Hannah, así que por ahora tenía que manejarme en taxi a todos los lugares que iba, porque no pensaba cambiar mi vehículo por nada en el mundo había sido un regalo de mi hermana y para mí era mi bebé, nadie lo tocaba, nadie lo conducía, no importa las condiciones, jamás dejaba que alguien se subiera en el asiento del piloto.
Emprendí viaje a la dirección donde pasaría el resto de mis días o por lo menos los próximos tres años, me bajé despacio mientras que caminaba hacia la entrada, un chico detrás del escritorio me observo mientras se arreglaba el cabello con una sonrisa antes tomar la llave con el llavero característico de empresa familiar.
— Señor Pride ¿Cómo se encuentra? –arqueé mi ceja confuso y lo miré sin comprender cómo es que sabía mi nombre.
— ¿Cómo es que sabes quién soy? ¿Mi familia te llamó? –negó antes de dejar las llaves del mueble, algo lejos de mi mano.
— Para nada, ninguno de ellos ha llamado, no los conozco –junte mis cejas –con el único que hable por teléfono fue con usted ayer, usted me llamo y mandó un mensaje a mi teléfono, al ver el mensaje, me tomé el atrevimiento de revisar su foto para saber con quién hablaba, por lo que me fue fácil distinguirlo ahora, no se ve diferente en persona.
Bueno, al parecer el sujeto hacía sus deberes, eso implicaba que no dejaba entrar a cualquiera en el lugar y podía estar tranquilo de que todo era seguro, además de que mi hermano había mandado a colocar el sistema de seguridad en mi apartamento, según me había dicho, los empleados vieron que en el departamento del lado tenían un sistema de seguridad un poco parecido al nuestro.
Pero no era igual, seguramente era de aquella competencia que había aparecido más o menos hace cuatro años, claramente no se comparaba con nosotros y tenían fallas, de eso estábamos seguros, quizás podría aprovechar mi estadía para preguntarle al dueño de al lado si podía ver su sistema de seguridad, sin parecer un completo desquiciado.
— Parece que estás preparado –me relaje –por cierto, te quería preguntar sobre mis vecinos en el piso para tener más o menos una idea de quién está cerca y no molestar tanto cuando ponga música o venga gente –mis chicas –en verdad me importa no tener problemas con ninguna persona de aquí, sobre todo porque suelo traer amigas de vez en cuando –al menos en mi departamento de Seattle lo hacía.
— En su piso solo hay gente joven –por suerte –por lo que no tendrá problema, la muchacha que tiene el departamento de al lado del suyo trabaja de noche y suele llegar en la madrugada entre las dos y las cuatro de la mañana, después en el día siempre está en la facultad –eso era información –el chico de enfrente, creo que es programador o algo así, porque pasa mucho tiempo metido su departamento, tengo que ir a corroborar que está vivo cada tanto –lo mire sorprendido.
— ¿Qué?
— Aunque cuando pide el supermercado terminó por saber que, si lo está, mi compañero dice que por ahí saca a pasear al perro en la madrugada antes de que todo el mundo despierte, en teoría no se puede tener mascotas acá, pero no ladra ni molesto, así que nadie dice nada, un poco más allá se encuentra una pareja joven, parece que recién están conviviendo –esto era el chisme del día –Según su vecina se pelean de vez en cuando pero solamente es eso.
— Tres solteros y una pareja, parece que me ha ganado la lotería –afirmó despacio.
— Es mejor que el resto de los pisos de más abajo, donde se encuentran casi todas las personas mayores, bueno en realidad parece que va por edad, todos los mayores de sesenta se encuentran de los primeros tres pisos, de treinta a cincuenta en los tres pisos siguientes y los últimos tres son personas jóvenes que van desde los dieciochos a treinta años, parece que cuando van creciendo deciden ir bajando el nivel de escaleras y uso del ascensor. –tenía lógica.
— Siempre cuando se corta la luz hay que bajar por las escaleras, una persona mayor no quiere bajar tantos escalones, -pensó un momento mis palabras –en fin, te agradezco por las llaves de la casa y supongo que enseguida van a llegar lo que falta de mis cosas, por favor déjalos subir… –afirmó despacio y lo miré intentando que me dijera su nombre.
— Peter, mi nombre es Peter –ladeo mi rostro, afirmé despacio antes de saludarlo y seguir mi camino.
— Igual que anónimo –murmure.
El camino hasta mi piso fue rápido, el ascensor subía mientras que los números pasaban rápidamente, estaba pensando sí presentarme con mis vecinos o no, quizás podría invitarlos a mi departamento a tomar algo y tratar de instalar una buena conversación para evitar problemas a futuros, esos problemas que se originan cuando traes muchas mujeres seguidas.
Sobre todo, cuando hay niños en el piso, eso me paso en casa, había tenido que optar por disminuir mis encuentros o sacarlas en la madrugada para que la vecina de mi antiguo departamento no me regañara como era de costumbre.
La entendía, era una especie de súper mamá, su marido se iba a trabajar por largas horas, ella se quedaba haciéndose cargo de la casa, los niños y además trabajaba en su hogar pues solía escucharla hablar por teléfono durante horas mientras que hacía cosas básicas, cómo limpiar.
También regañar a personas, creo que seguramente era gerente o algo así en algún lugar porque semejante dominio de autoridad no lo tenía cualquiera.
Las puertas abrieron, baje para concentrarme en el departamento que estaba al lado mío, era verdad, tenía alguna especie de cerradura especial que no tenía el resto, quizás al encontrarse sola se había asegurado de no tener ningún tipo de problema por la llegada de ladrones.
La puerta del fondo se abrió y una muchacha bajita, de ojos café y cara de niña apareció, sus ojos se abrieron grandes mientras que me miraba para luego sonreír y estirar la mano, hice lo mismo con ella, tratando de ver quien hablada primero si yo o ella se decidía a decir algo.
— Bienvenido, soy Leila, tu vecina como verás, vivo con mi pareja, quién debe estar a punto de abrir la puerta –señalo con la mano y de nuevo se abrió la puerta mostrando un chico más alto de cabello desarreglado, ojos negros como la noche.
— Vaya el vecino es sexy –parpadee –no sé si sentirme ofendido para haber perdido el lugar o preocupado porque me cambias por él –bromeo mientras que la chica lo empujaba un poco.
— Quizás tú me termines cambiando por él, ya que viste lo sexy que era –dijo burlona y el chico subió a sus brazos.
— Qué te puedo decir, es como ver a Henry Cavill, –no, yo no me aparecía en nada ese sujeto –todo el mundo se deja hacer lo que sea con ese hombre, pero, tienes suerte amigo, porque no te pareces, quizás eres una versión más joven de Capitán América -le pregunta a su novia y ella me observó.
— Tendríamos que ver si tiene el mismo trasero, creo que eso sería lo ideal –ambos se movieron hacia un costado intentando ver mi espalda y me alejé un paso.
— No es necesario, no me parezco ninguno de ellos soy Brandon Pride, el dueño de ese departamento, Leila y…
— Tucker, ese es mi nombre –mira a las demás puertas –te presentaría con los demás, pero lo más probable es que Kat esté en la universidad y Joshua programando algo, puedes verlo dentro de una hora quizás, cuando salga de su cueva para llevar al perro al parque, por cierto, acá nadie dice que existe un perro, mucho menos que haya un gato, no hay animales en este piso, si sientes ruidos de animales, lo más probable es que estés delirando –subí mis cejas cuando Tucker terminó de hablar.
— Tienes una interesante personalidad, me haces acordar a alguien de mi familia –su novia lo miró con cariño.
La puerta de atrás de mi espalda se abrió mostrando un chico con su perro suelta una maldición e intentó meterse de nuevo adentro.
— Mierda, mierda.
— Tranquilo, no diré nada, me gustan los animales no tengo problema en que tengan unos acá, de hecho, pensaba traer a mi mascota en algún momento, pero eso sería fomentar que mi hermana me asesine, porque es de los dos, sin embargo, puedo adoptar alguna –suspiro aliviado.
— Hola mucho gusto, soy Joshua, tu debes ser Brandon Pride –subí mis cejas –te estuve investigando, necesitaba saber quién era el nuevo vecino que se muda acá, porque la señora de abajo odia los animales y ha presentado cartas solicitando para que ninguno tenga y como hay muchos ancianos del cuatro hacia abajo, necesitaba asegurarme que no fueras uno de esos que tiene un problema existencial con la r**a canina o en su defecto, los felinos, porque nuestra pequeña rubia tiene un gato, Tony –mira a los demás –esta noche está acá, no trabaja, así que no es necesario que le demos de comer, me avisó mientras que dejaba algunas galletas para todos –señaló su espalda –pasen a buscar más tarde, antes de que no las comamos con el pequeño Timmy –era gracioso que le dijera así al perro cuando el animal era gigante.
Estaba rodeado de unos súper raros, todos ellos hablaban con soltura, como si me conocieran de años, como si nada.
— Y Brandon ¿Te parece bien mañana? –lo mire sin entender.
— ¿De qué hablas? –todo se miraron y subieron sus hombros.
— Mañana nos juntamos a comer, en tu casa, fuiste el último en llegar, yo fui el primero Leila y Tucker llegaron después fui a comer a su casa, luego llegó Kat, y todos fuimos a la suya, tú eres el último en el lugar, nos recibes a todos –tecleo en su teléfono –Kat dice que puede, seguramente estará un par de horas y luego se va, tiene que ser temprano, trabaja en un bar de noche y entra siempre a las once –afirme y mi celular vibro.
Lo miré encontrándome con un número desconocido, se me hizo extraño hasta el punto que junté mis cejas, solo tenía una palabra “Hola”, moví mi cabeza con confusión y empecé a escribir cuando me llegó el número de Leila y Tucker, abajo, "mi número" con el nombre de Joshua.
— ¿Cómo es…? –demonios me había alejado de mi familia y me encontré con la versión de Aarón, Bruno y todavía no sabía a quién se parecía la chica.
— No es nada, tranquilo, solo obtuve tu número del celular de Peter, el tuyo tiene un buen sistema de seguridad, los Hamilton Pride siguen haciéndolo perfecto.
Sonreí de lado aun cuando quería decirle que era al revés y no el apellido Hamilton primero, estaba orgulloso de serlo, pero también llevaba con orgullo el apellido de mi padre, ellos habían hecho grandes cosas con su empresa, una empresa que ahora da frutos de forma constante.
— Bien, llevamos las bebidas, tú te encargas de la comida –Leila hablo.
— Okay.
Apenas terminé de decir aquella palabra sencilla, ellos emprendieron viaje y se fueron tan rápido como aparecieron, simplemente desaparecieron, suspire, estaba seguro que ellos debían ser algo fácil de llevar o lo más complicado del mundo, negué y fui a mi departamento para abrir con la llave y poner la clave.
Tuve que hacer todo el procedimiento para poner mi dedo, después de eso.
Mire todo el lugar, mi casa ya estaba amueblada y eso se lo debía nada más y nada menos que mi mamá, ella se encargó de armar todo esto, lo único que me faltaba era ropa, mi auto y algunas chucherías, cómo lo eran mis equipos de entrenamiento, esos que iban en la habitación que habían dejado disponible para ellos.
Ahora comenzaba una nueva etapa, solo esperar a que fuera bueno.