Marco recordaba perfectamente el dolor en su pecho cuando vio a Isabella darse ese beso con Elkin, estaba seguro que no la había dejado sola ni 10 minutos y en ese corto tiempo según el imaginario del joven, ella bailó y se dejó besar de un compañero con muy mala reputación, se supone que ella era diferente, que ella no era tan básica como para fijarse en el Bad Boy de la escuela, se suponía que su primer beso era para él, se suponía que su primer beso sería para ella.
Bueno en realidad eso lo supuse él de manera autónoma, fue la conclusión a la que llegó luego de haber acampado con sus padres en las montañas por dos semanas.
—¿Estás segura? Es que eres muy linda y se que varios chicos de la escuela quieren...
—No me interesa, creo que lo mejor es que tu seas el primero.
—Gracias patito.
—¿Por qué?
—Por creer que lo merezco, para mi es importante.
Y así fue como se prometieron que se iban a esperar, Maro era consciente que en ese entonces ellos sólo tenían diez años y eran unos críos, pero el, cada vez que veía sus lindos ojos y esa sonrisa que iluminaba sus pecas, se despejaban esas dudas.
Cada día desde que se alejó de Isa, fue un infierno de aburrimiento, por su puesto que aparento estar feliz cada vez que se veían, en especial cuando era obligado por Alison y Gustavo a asistir a galas benéficas, a cenas para celebrar una que otra cosa que se les ocurría, las bromas eran cada vez más pesadas y absurdas, él podía admitirlo ahora que era un adulto, cada vez que ella intentaba hablar en un lugar donde estuvieran los dos, él simplemente optaba por ignorarla, por disminuirla, por hacerse notar más que ella. Todo porque creía firmemente que debía hacerla sentir de la misma manera que ella le hizo sentir en esa estúpida fiesta, humillado y despreciado, pero sobre todo burlado.
Marco sentía que ella se había burlado de él, que le hizo ver como el tonto de la escuela, cuando fue él quien siempre la defendió y la protegió de los castigos de sus padres, fue él quien siempre la ayudo a hacer sus bromas de mal gusto a esas chicas que siempre la estaban molestando, por vestirse con un estilo más bien rockero, aunque la realidad es que esas niñas odiaban a Isabella que era una chica tan dulce como un ají, ella no se ponía con rodeos, siempre estaba dispuesta a enfrentar lo que le pasara por en frente y eso era lo que más amaba Marco, que ella no vivía con miedos.
Su paso por la universidad fue una locura peor, el descontrol se volvió una cualidad en el muchacho, algo que sus padres nunca habían sido y por ende no tenía un mal ejemplo, si bien el no dejo de responder nunca con sus responsabilidades, cada vez llegaba a más altas horas de la noche hasta que un día simplemente no volvió a llegar, sus padres se pusieron firmes y le asignaron responsabilidades más grandes en las empresas.
—Si no cumples con esto, perderás todo nuestro respaldo —fue el ultimátum que colocó Gustavo a su hijo en el despacho de su amigo Cristóbal, pues Marco acababa de llegar luego de dos días de fiesta.
Tras esas paredes estaba isabella, que escuchaba todo con claridad, pues los había visto ingresar al despacho y la curiosidad le gano. El padre de marco salió hecho una furia, pero en realidad estaba muy decepcionado y justo cuando ella iba a dirigir sus pasos con dirección a su vieja habitación, para sacar algo de ropa Marco la detuvo.
—Hola niña linda.
—Suéltame —Isabella sacudió su brazo con fuerza, para librarse del agarre del joven.
Se miraron fijamente por un rato que no pareció mucho, los ojos de ambos brillaban con intensidad, lo que creían muerto estaba más vivo que nunca. Marco la vio más sexy que nunca y ella deseaba tocar esos labios que parecían más carnosos que la última vez.
—Estas hermosa —ella arrugó sus cejas, no podía creer esas palabras—. Lo digo en serio, siempre me has parecido hermosa y siempre te he querido más de lo que puedo aceptar.
El corazón de Isa latio muy a prisa, ella no sabía si creer o esperar que todo fuese un sueño, así que cuando Marco dio el primer paso en dirección a sus labios, ella no supo nada más. Lo próximo que vio, es como él estaba quitándole con una delicadeza absoluta la blusa negra que llevaba puesta, mientras él ya no tenía camiseta y sus jean estaba abiertos. No sintío mieda, Isabella lo quería y lo deseaba, aunque no estuviese pensando con cabeza fría.
Los besos de marco eran indudablemente dados con toda devoción, él anhelaba esos labios como loco y los tenía para disfrutarlos por completo, eran tan perfectos y dulces como siempre los soñó, parecía fácil soltarla, pero el sabía que si lo hacía perdería lo que siempre quiso tener.
—Marco —Isabella lo miraba a través de sus pestañas y se mordió los labios.
Las dudas de ambos se habían ido y lo siguiente fue dejarse llevar por el amor, el deseo y solo ellos sabían que más estaba pasando por sus cabezas. Marco degusto sus ojos mirando los redondos y perfectos senos de la mujer que lo hacía delirar, luego sus caderas, su trasero, hizo un acto tan contemplativo que intimido a la chica, que no era muy segura de si misma, cuando se cubrio, el de inmediato la detuvo.
—Eres perfecta, nunca sientas vergüenza de ti —un nuevo beso llegó a los labios de Isa.
La penetración fue delicada y dulce, no porque marco supiera en ese entonces que ella era virgen, en realidad era porqué sentía que la vida no le iba a alcanzar para disfrutar de ella, el ardor fue un poco invasivo y una lagrima sutil se escapo de entre los ojos de Isabella, lagrima que Marco en medio de su frenesí no supo comprender, pero que con dulzura beso, para seguir con los labios de ella.
Lo que empezó como algo lento y placentero, pronto se convirtió en callados gemidos de deseo y agarres que quedaron marcados en ambos por los siguientes días. Se quedaron dormidos y lo siguiente que hizo Marco creo un vacío profundo en la mujer que acaba de tomar. Se dio cuenta que era virgen, el condón tenía rastros de sangre, tuvo el impulso de despertarla, de pedirle una explicación, pero al mismo tiempo un impulso por vestirse y arroparse junto a ella, para que lo viera al despertar lo mantenían contrariado.
Y él actuó como el inmaduro que era, se vistió silenciosamente y la dejó sola.
Al despertar, los ojos de Isabella tenían un brillo particular, prácticamente iluminaban su vieja habitación de infancia, los busco y aguardo creyendo que estaría en el baño, pero luego de unos minutos y ningún ruido se dio cuenta de que no era así. Sus ojos que en un principio brillaban con luz propia, se apagaron y se colocaron de un oscuro nunca antes visto en ella, se lleno de odio, se baño y se vistió y partió de la casa de sus padres casi sin despedirse, para luego hacer algo que nunca había hecho en su vida.
Isabella, se embriago, estaba despechada y dolida.