Algunos secretos se mantiene guardados para no dañar a los que más amamos, pero no podemos negar que la naturaleza propia de los secretos es dañar, ningún secreto por simple que parezca es bueno.
Luego de que Marco asistiera con Martín para informarle la situación de Isabella, dejó documéntenos firmados y sólo quedaba esperar a que la chica despertara, pues estaba bastante deshidratada. Por lo qué la habían dejado descansar profundamente.
Marco volvió al lugar donde se encontraban todos los adultos y por supuesto fue Cristóbal el que lo recibió.
—¡¿Cómo es posible que mi hija esté embarazada, Marco?! —Cristóbal estaba a punto de matar al muchacho.
—¿En serio le estas preguntando eso? Pues nuestra hija esta embarazada, del mismo modo en el que tu me embarazaste a mi —el hombre se puso pálido enseguida.
Por su cabeza no pasaba que su niña, su ángel, la cosita más dulce jamás vista por él, estuviese embarazada, porque además el hombre tenía claras las implicaciones de dicha situación.
—Durante años, pasaste por los pasillos de mi casa con mi hija tomada de la mano, como los mejores amigos, me pediste permiso para ser su novio y luego la dejaste como si se tratara de un juego, sin embargo nunca recrimine nada, "porque era algo de jovenes" —suspiro y miro a Alison, que ahora acompañaba a su joven y atractivo hijo—. Y después de eso, lo que para ella pudo ser un sueño se convirtió en una maldita pesadilla mientras vivía, te vio pasar de la mano con una mujer diferente cada noche, durante muchas noches, en mi casa, en tu casa, en las veladas o galas donde nos cruzábamos, en la universidad y ahora me dices que de todo el gran repertorio con el que te acostaste, decidiste embarazar a mi hija. A la única mujer que tal vez más te ha amado.
—Cristobal, yo...
—No, no acepto ningún intento de explicación o justificación, porque sabes que tengo razón. ¡Todos saben que tengo razón! —el hombre, que cada día se le hacían más visibles las canas, dijo eso último señalando no solo a su esposa, también a aquellos dos que un día fueron enemigos y hoy eran amigos indispensables—. No me interesa que quieras tu, a partir de aquí la que decide es isabella, nadie más.
Cristóbal se marchó en dirección a la habitación donde descansaba su pequeña, que recién había entrado en sus veinte. La miro dormir, la abrazo y beso su frente, seguido al poco tiempo por su amada esposa que en un abrazo, entendió todos los temores que agobiaban al hombre.
El no quería que su hija pasara por el dolor que tuvo que pasar en su relación con Katerina, él no quería que ella tuviese miedo, él quería que ella estuviese en un lugar seguro siempre. Pero como padre, era consciente de que eso era un imposible.
—Van a estar bien.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Cristóbal, mientras tomaba la mano de su pequeña.
—Por que se aman y…
—Tu y yo sabemos que a veces el amor no es suficiente —esas palabras molestaron a Katerina.
—Si la familia que tienes, no es suficiente muestra de que nuestro amor lo logro —suspiro pesadamente—, no se que más esperas para ser feliz.
Cristobal se dio cuenta de su error y de lo mal que uso sus palabras, pero era presa del miedo y el pánico. No tenía idea de que seguiría para una pareja tan joven como aquellos chiquillos que había visto crecer.
En un principio, cuando Marcó decidió pedirle permiso para ser novio de su hija, no dudó en aceptar, estaba feliz, porque lo conocía y sabía lo aplomado que era el joven, responsable, cauteloso y con los pies sobre la tierra. Pero su decepción fue grande luego de que las cosas no salieran como se suponía debían ser.
—Sabes que no quise decir eso. Eres lo mejor que me ha pasado y no voy a tener vida para agradecer que te hayas cruzado en mi camino. Pero ella, ella es mi niña y…
—Y esto podía pasar en cualquier momento, es obvio que ha sido más pronto que tarde, pero va a contar con nosotros, van —se corrigió—. Los tres van a contar con nosotros.
—¿Y si ella no quiere?
—Pues también va a contar con nuestro apoyo. Siempre, porque eso es el amor, aprender a estar cuando más te necesitan.
—Te amo.
—Lo se —Katerina se rió suavemente y profundizó el abrazo con su esposo.
La joven abrió sus ojos lentamente y los observó un poco extrañada.
—Deberían dejar sus expresiones de amor, para otro lugar más adecuado.
—Creo que no estás en posición de exigir, señorita —su madre uso una voz tan seria que la hizo temer.
—¿Que se supone que hice ahora?
—Pensamos que tú tío te lo había dicho.
—No, no lo hizo.
—Estas embarazada —Katerina no se ponía con rodeos, nunca lo había echo y esta vez tenía que ser tan sensata como la situación lo ameritara.
Isabella no podía podía asimilar las palabras, sabía que todo tenía sentido, pero no podía creer que su mala suerte fuese tanta. Dos semanas y un bebé en camino, pero era consciente que todo eran sólo consecuencias de su irresponsabilidad.
Ella era una adulta, era una persona muy inteligente y con todo a sus pies para hacer con su vida lo que ella quisiera. Sin embargo decidió no salir de su casa por varios días, tener sexo hasta el agotamiento y no pensar en las consecuencias de sus actos.
Pensó en Marco y tenía la certeza de que el ya no estaba allí, sabía que había salido corriendo y que no iba a dejar su vida de mujeriego.
Así que considero si ella sola sería capaz de tener un hijo, de criarlo y de mantenerlo. Aunque tenía claro que el dinero para ella no sería un problema.
—Marco está afuera. Vamos a retirarnos por que ustedes tienen mucho que hablar —fue su madre la que habló y la hizo aterrizar en la realidad.
—¿Marco? —ella volvió a preguntar, pues no podía creerlo.
—Si, acá sigue ese infeliz —el comentario rabioso de su padre la hizo reír.
—No se ha movido de aquí, desde que llegaste —dijo Katerina, finalmente para irse del lugar junto a su esposo.