Capítulo 4

1564 Words
Seguía los pasos del hombre a través de todo el lugar, atravesando puertas y pasillos desconocidos mientras la guiaba hacia el exterior, hacia ese futuro del que ella poco sabía. Mientras caminaba pudo estudiarlo un poco, analizarlo en detalle. Su cabello era castaño, corto a los costados y un poco más largo arriba, la barba la llevaba prolijamente recortada y la amplitud de su espalda demostraba horas de trabajo físico. Era realmente un hombre atractivo. Observó una pequeña cicatriz en la mejilla izquierda, casi imperceptible pero que allí estaba. Él caminaba a paso tranquilo, como esperando por ella que lo seguía con sus altos tacones. Al llegar a la entrada de aquel extraño lugar, Calvin le abrió la puerta de un lujoso auto n***o. Cuando Anna se dispuso a entrar pudo observar una cálida sonrisa del hombre, compadeciéndose de lo que ella vivía en ese momento, dando una silenciosa señal de apoyo. No esperaron demasiado hasta que el rubio subió a su lado y el vehículo comenzó a recorrer las carreteras de la ciudad. En poco tiempo pudo identificar el lugar al que se dirigían. Mierda, era peor de lo que imaginaba. Atravesaron un portón de alambre mal cuidado y finalmente llegaron a un hangar donde un pequeño avión blanco esperaba con sus motores encendidos. El terror comenzò a instalarse en el interior de la muchacha, la llevarían a vaya a saber Dios dónde, pero lo que podía afirmar era que estaría muy lejos de Maggie, demasiado lejos de Maggie y eso, eso la estaba destrozando por dentro. — Por aquí — le indicó Calvin una vez que abrió su puerta. Ella lo siguió sin mostrar una sola emoción en su rostro, sin gritar hasta romperse las cuerdas vocales, hasta desgarrar su garganta por el dolor que comenzaba a matarla por dentro. Al subir al pequeño avión se encontró con un espacio que contaba con cuatro mesas, dos a cada lado y los asientos que se veían muy cómodos. Le indicaron dónde debía sentarse y el resto de los hombres se acomodaron un poco más adelante. Se dedicó a mirar por la ventana, a ocupar su mente en algo más, en algo que no la lastimara tanto. Bueno, jamás había volado y estaba aterrada, no era buena para enfrentar esas situaciones nuevas, Maggie era quien le daba ánimos, alentándola a superar sus limitaciones, pero en ese momento no la tenía a su lado, jamás volvería a tenerla a su lado. El pensamiento rasgó su mente y le rompió el corazón. Jamás. En cuanto notó que el avión comenzaba a moverse se tensó por completo. No lo sabía, era imposible que lo notara cuando estaba tan sumergida en el pánico, pero la única parte de su cuerpo que demostraba los nervios que la estaban comiendo por dentro era su dedo índice derecho que se clavaba con fuerza en el asiento. Sintió que alguien depositaba algo en la mesa que tenía enfrente, levantó la vista y encontró a Calvin extendiéndole un vaso con whisky en su interior. — Esto te ayudará — le susurró para luego guiñar el ojo y volver a dejarla sola. Sin dudarlo tomó de un solo trago el líquido marrón que le quemó la garganta mientras descendía por ella. Esperaba, suplicaba en realidad, que el cansancio de la pelea, junto con el alcohol, la tranquilizara lo suficiente como para poder viajar, pero, sobre todo, para poder afrontar esa estúpida realidad que parecía reírse de ella en su propia cara. El avión despegó y una vez que pudieron volver a moverse con libertad dentro del mismo, una mujer, que trabajaba como ayudante de abordo, le indicó que en la pequeña habitación de la izquierda encontraría una cama para descansar y algo de ropa para cambiar su vestido por algún atuendo más cómodo. Ella asintió y caminó directo hacia el lugar, después de todo parecía ser invisible para los hombres que bebían cerca de ella pero no le dedicaban ni una mirada. Al abrir la puerta pudo ver el bolso que Bill había cargado en el auto sobre una enorme cama. Despacio abrió el bolso y reconoció el portaretrato que siempre tenía sobre su escritorio. En él había una foto de la morocha junto a su hermana, ambas miraban a la cámara con una enorme sonrisa. Eso la rompió, la terminó de quebrar por completo, asique por fin dejó salir todas sus lágrimas, aquellas que se acumulaban desde el mismo momento que entró en esa extraña habitación junto a Bill, habitación en donde la revisaron como si de un simple objeto se tratara, como si ella no fuese más que una compra a realizar. Sentada en el piso, con una almohada ahogando sus sollozos, lloró durante casi dos horas, liberando algo del dolor que rasgaba su pecho. ¿Qué le diría Bill a Maggie?¿Cómo se lo tomaría ella?¿Nunca la volvería a ver? Eran demasiadas preguntas y, sabía, jamás las podría responder. Alguien golpeó la puerta y escuchó la voz de la mujer que antes le había hablado indicándole que en 30 minutos servirían la cena. Rápidamente se puso de pie, secando las lágrimas que aún caían por su rostro mientras se cambiaba de ropa, arreglaba su cabello y se deshacía del maquillaje. Un poco más tranquila, y presentable, se presentó de nuevo en la sala con sus jeans oscuros, zapatillas blancas y una remera holgada de igual color que el calzado. Didier Daract la miró por unos segundos, era una mujer hermosa, no la más hermosa de todas pero sí bastante atractiva. Sus enormes ojos grises estaban un poco rojos y brillantes, única señal casi imperceptible de que había estado llorando. Su largo cabello, n***o y rizado, estaba atado en un rodete suelto sobre su cabeza. El atuendo no era glamoroso pero le quedaba muy bien, demasiado bien. Esa mujer lo intrigaba, la había estado observando en la fiesta y donde se mostró confiada y cortés. Durante las peleas mutó para convertirse en un ser frío y calculador, aunque, debía admitir, que la risa que dejó escapar junto a la brasileña lo habían descolocado un poco, había sido muy real, una de las más reales que había visto jamás. Luego llegaron a su mente las imágenes de la reunión con Bill. La mayoría de las jóvenes allí sabían lo que sucedía, ellas eran entrenadas y educadas para luego acudir a estos eventos y demostrar cuánto valían. No solo lo hacían muchachas de bajos recursos, como claramente había sido el caso de Anna, sino que también habían hijas de importantes personalidades de la política, la mafia y el espectáculo. Las familias entrenaban a sus mujeres para que luego pudieran mostrarlas frente a todos, exhibiendo sus capacidades intelectuales y físicas. En general los asistentes pagaban buenas sumas de dinero por estas mujeres que serían llevadas a las mejores esferas sociales, se sentía como si todos ganaran. La familia ganaba mucho dinero, el “comprador” se llevaba a casa una mujer fuerte e inteligente y la muchacha en cuestión accedía a una vida rodeada de lujos. Pero era claro, desde casi el momento en que la vio atravesar la puerta, que ella desconocía el mundo en el que se había visto obligada a entrar. Pero más allá de eso lo que Didier trataba de descifrar eran los sentimientos que pasaban por el pecho de aquella mujer. No demostraba nada, sus ojos no transmitían absolutamente nada, como si estuviese vacía, como si lo que estuviera pasando no fuera algo que la involucrara directamente. No la vio gritar, mostrarse perdida, desconsolada, enojada, nada, solo se había sentado delante de él mientras comía con completa calma y elegancia. — Creo que no me he presentado correctamente — comenzó el rubio a decir, quería volver a escuchar la voz de aquella mujer, esa voz que recordaba un poco grave, sedosa, suave —. Soy Didier Daract y en este momento estamos viajando a mi casa en Francia — Anna casi se queda sin respiración al escuchar aquello, sabía que iría a otro país pero no esperó que fuera tan lejano. — Un gusto — respondió en cuanto encontró un poco de calma, en cuanto supo que podía contener todo su malestar —, Anna Adessina y espero no ser una carga para usted — agregó con una estudiada sonrisa en los labios. — Debe saber que espero mucho de usted, principalmente que siga cada una de mis órdenes — Ella asintió. El resto del viaje se hizo en silencio mientras que Anna luchaba por no quedarse dormida, no sabía qué pasaría al llegar o si podía dormir, al final ninguno de los hombres dormía asique ella debería hacer lo mismo, se repitió cada vez que el sueño intentaba vencerla. Finalmente, luego de varias horas de vuelo, llegaron a destino. El pequeño avión se detuvo en un galpón suficientemente amplio para que cupiera sin complicaciones, para que, no solo el aparato ingresara con comodidad sino con espacio suficiente para que un lujoso auto n***o esperara por sus pasajeros. Calvin le indicó a Anna que debían tomar ese auto para ir a casa. Ella esperaba que, por fin, le dieran algo de información de lo que hacía en aquel lugar, para qué la habían llevado tan lejos de Maggie, porqué debió dejar todo atrás de una forma tan repentina, qué sería de su vida de ahora en adelante.
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