Capítulo 1
Era raro que Bill la llamara para reunirse, siempre salían juntos de casa o, lo más común, sólo él salía. La llamada indicándole que se apresurara en encontrarlo delante de las enormes puertas del centro comercial la tomó desprevenida, pero no preguntaría, Bill se había asegurado de que nunca preguntara nada, por eso mismo se colocó una campera de jean sobre su buzo y salió a la calle, iba a ir caminando, después de todo no tenía dinero para tomar algún transporte, además el día soleado la motivaba a recorrer a pie los siete kilómetros que la separaban de aquel lugar.
No faltaban más de diez cuadras para llegar a su destino, por lo que en ese momento se encontraba en una de las zonas comerciales más lujosas de la ciudad, donde sabía que cualquier objeto de los que se exhibían en los escaparates de las tiendas eran económicamente inalcanzables para ella.
Miró al frente y notó a una pequeña niña rubia caminando de la mano de un hombre enorme de pelo oscuro. Claramente, por su traje y los lentes de sol, ese hombre era el encargado de custodiar a la pequeña que le hablaba animadamente en francés. Siempre le causaba ternura los niños hablando, y cuando lo hacían en otro idioma el sentimiento se incrementaba. La pequeña niña levantaba su rostro para ver al hombre de frente mientras le explicaba algo sobre el pastel que había acabado de comer. No sabía si era debido a su entrenamiento o a que siempre estaba demasiado alerta, pero cuando notó a los dos hombres que se acercaban a la niña no tuvo una buena sensación, algo malo estaba por suceder. No dudó en gritarle al hombre de traje y correr directo hacia el par que comenzó a acercarse velozmente a la pequeña. El hombre de traje tomó a la rubiecita en brazos, metiéndola al auto que ya estaba listo al lado de la vereda. Ella simplemente atacó a los dos hombres que estaban listos para tomar a la niña, para secuestrarla y hundirla en una pesadilla espantosa. Un puño de la mujer fue directo a parar en la mejilla de uno de los hombres al mismo tiempo que, girando su cuerpo, golpeó con una pierna al otro. Por escasos segundos miró a la niña a los ojos antes de que la puerta del auto las separara y el vehículo saliera a toda velocidad por la calle principal.
Mierda, ahora debía escapar, ya que era lógico suponer que aquellos dos no se encontraban solos, pensamiento que se confirmó al momento que aquella mujer pudo ver a cuatro hombres más que la comenzaron a seguir. Sus pies se dirigieron directo a un mugriento callejón que se encontraba al costado de un lujoso restaurante, trepó la reja que le daba acceso a un descanso y, sabía que, de allí podría acceder a un espacio vacío que había detrás de un edificio abandonado. Corrió lo más rápido posible con los hombres a punto de alcanzarla, a tan solo unos metros de su cuerpo. Al ver la escalera de incendios de esa vieja bodega no dudó en impulsarse con sus pies utilizando la pared como soporte para acceder a la plataforma de metal que se encontraba suspendida a unos cinco metros del piso. Usando las escaleras metálicas subió hasta el techo del lugar mientras oía los gritos de los hombres que se acercaban. A los lejos divisó el lugar donde se encontraba ese enorme desagüe que atravesaba por debajo de la carretera y separaba la zona en la que estaba de la del centro comercial. Lo bueno era que del lado que ella se encontraba la entrada al desagüe estaba cubierta por una espesa vegetación que la ocultaba. Miró hacia abajo, observando una saliente en la que podía aterrizar para luego bajar de a poco hasta el suelo fangoso que la dejaría acceder a la entrada. Miró hacia atrás y pudo notar que aquellos hombres aún no llegaban, no tenía demasiado tiempo. Saltó.
Al llegar al desagüe se quitó la campera para arrojarla al agua sucia y podrida. Al salir del otro lado se colocó la capucha de su abrigo y caminó a paso ligero hasta la entrada del centro comercial. Bien, ese había sido un paseo de lo más interesante.
— Llegas tarde — La característica voz rasposa de Bill la saludó a lo lejos. Ella sonrió a modo de respuesta.
— Me encontré con un problema pero ya estoy aquí — dijo con buen humor.
Bill era un hombre de más de cincuenta años, con muy buen físico para su edad y bastante cuidadoso de su imagen. El cabello castaño lo llevaba peinado hacia atrás y sus ojos azules atraían a más de una mujer. Era bastante alto, pero sobre todo era demasiado inteligente, demasiado astuto. Su sonrisa dejaba ver algo de la maldad que había en su corazón, pero fue la única persona que se hizo cargo de Anna y su hermana, era lo más parecido que ambas tenían a un padre, aunque un padre bastante peculiar. Ellas jamás asistieron a una escuela, la educación la recibían en casa de mano de Bill. Él se encargó de enseñarles sies idiomas distintos, entre ellos el francés y de ahí por qué la mujer había entendido a la pequeña rubiecita. También las instruía en Historia Mundial, Filosofía, Matemática, Arte y Lógica, pero el mayor tiempo lo dedicaban al entrenamiento en enfrentamiento cuerpo a cuerpo y el manejo de armas blancas. Anna ya conocía, no solo varios estilos de artes marciales, sino también el manejo de cuchillos, sogas, cadenas, entre otro tipo de elementos. Su hermana menor aún estaba en etapa de entrenamiento, entrenamiento que la mayor había aprendido a apreciar, pero que detestaba para su pequeña hermanita. Los pocos momentos libres que quedaban Bill se disponía a introducirlas en las normas de etiqueta y el buen comportamiento. Anna no lo entendía, no sabía para qué lo debía aprender, pero su instructor le decía que una persona era completa si manejaba los buenos modales en sociedad.
— ¿Qué debemos comprar? — le preguntó la mujer al sujeto que caminaba a las escaleras de ingreso.
— Un bello vestido para tí. Mañana por fin vamos a poder poner a prueba todo tu conocimiento — Anna abrió bien grande sus enormes ojos grises, eso realmente la sorprendía —. Vamos Anna hay que encontrar un atuendo que se ajuste a la situación.
Bill jamás la dejaba salir, no tenía casi amigos y solo se relacionaba con algunas vecinas cuando le pedían cuidar a sus pequeños niños. Ni ella ni su hermana tenían permitido asistir a fiestas ni otro tipo de evento social, por más que Bill se cansaba de instruirlas en los modos para desenvolverse en fiestas, en realidad nunca habían participado de una.
— Vaya Bill, creo que debemos llevarte al hospital. Tal vez ya te ha dado demencia senil — bromeó ella.
— Me lo agradecerás después — Fue la respuesta que obtuvo de aquel sujeto antes de entrar a una importante tienda.