¿Quién es ella?

3457 Words
—No estás pensando bien las cosas, Valentino, ella… —¡Salvatore! —remarco mi apellido—. Desde ahora solo me llamarán por mi apellido, y eso va para todos —levanto la voz, mirando a los empleados que estaban presentes—. Nadie puede llamarme por mi nombre, ¿queda claro? Cada uno de los empleados asiente sin dudarlo, pero Enzo ni se inmuta, sin embargo, acepta llamarme de la forma en que dije. —De acuerdo… Salvatore, pero recuerda mis palabras, estás apuntando en dirección equivocada, y lo sabes. Clásico de Enzo, como abogado siempre cree que todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, a veces me sorprende que se dedique a esto. —No entiendo por qué dices esto ahora, cuando fuiste tú el que redactó ese documento. Sabías a lo que regresamos a la ciudad y que el primer paso para iniciar con la caída de los Tinelli, era acercándose a la más débil de esa familia. —Lo sé perfectamente, pero cuando redacté el documento, creí que era porque planeabas guardarlo para el momento en que conocieras a la mujer indicada, y no volviera ocurrir lo mismo que la última vez, jamás pensé que lo usarías para Sofía. La pobre mujer acaba de terminar una relación de cinco años con el hombre que creyó el amor de su vida. —Pues entonces le hice un favor, en todo caso debería estar agradecida —respondí, regresando a mi asiento, en lo que la empleada sirve la comida. —Hablo en serio, Salvatore, dime ¿Qué pasará cuando cumplas tu cometido? ¿Qué harás con el matrimonio entre tú y ella? Ante su pregunta, guardo silencio durante unos instantes… Siendo sincero conmigo mismo, no había contemplado esa situación. Mi mente solo había estado concentrada en idear la manera de como ingresar a esa familia para destruirla desde adentro, mas no en como acabaría. —¿Está bien esa cantidad de agua, señor? —la empleada me pregunta, sacándome de mis pensamientos. —Sí, así está bien —respondo con la mirada perdida, tratando de encontrar una respuesta. —Para mi está bien así —responde Enzo, cuando la empleada iba a servirle agua. —Con permiso señores, espero que disfruten. La mujer se va, y Enzo levanta una ceja mientras espera mi respuesta. —Ese es un tema mío, ya veré la solución que encuentro. Lo único importante ahora es que tengas los documentos que te pedí que hicieras. —Los tengo listos —me contesta—. Solo hace falta su firma para que todo esté bajo las normas legales. Entonces sonrío de lado, pues estaba más que seguro que él firmaría, pero esa media sonrisa pronto se transformó en una seriedad que escondía un inmenso e infinito odio. Maldito, de solo haber vuelto a ver su cara, todo mi interior se revolvió y mi sangre hirvió como lava ardiente. Infeliz de porquería, se veía que había vivido una vida perfecta, llena de comodidades y placeres, cosa que a mi se me prohibió por cuatro largos años. Y por supuesto, tampoco había pasado por alto el hecho de que estaba acompañado de ella… ¡Basuras! ¿Cómo habrán celebrado mi derrota durante todos estos años de oscuridad que tuve? Pero su tiempo se había culminado, yo mismo me aseguraría de que sus malditas risas se convirtieran en llanto, en uno que no imaginan. Las lágrimas de mi madre las pagarían con las suyas… ¡Y de rodillas! Implorando por un perdón que yo no les otorgaría. No me había dado cuenta que tenía la mano en un puño sobre la mesa, hasta que Enzo se percató de esto y me llamó para volver a la actualidad. —La viste, ¿verdad? —me pregunta. Mas no respondo a su pregunta, todo lo que hago es tomar el cubierto y probar el guiso de mi plato. —Ya entiendo, ambos estaban juntos —agrega Enzo—. Mira, quizás no sea el mejor momento, pero hay algo más que deberías saber, solo para que no te sorprendas cuando la veas. Tienen una hija. Tras decir esto, Enzo guarda unos segundos de silencio, esperando mi reacción, pero lo que hago es solo pasar el alimento en mi boca, y sonrió de lado. —Así que no perdió el tiempo —tomo el vaso de agua y refresco mi garganta para continuar comiendo. —¿No dirás nada más? Tomo la servilleta y limpio mis labios. —¿Qué otra cosa quieres que diga? Su astucia le sirvió para vivir cómodamente al lado de esa basura. —Pero… —Entre basuras se comprenden… Ambos son tal para cual, así que ya puedo imaginar la clase de hija que tienen. Una mocosa mimada y engreída. De esa familia solo se puede esperar lo peor. —No digas eso Salvatore, recuerda al señor Tinelli, él… —Él fue la única excepción, el padre fue la única persona respetable de ellos, pero todo en esa familia se pudrió justo el mismo día en que él señor murió, y ese infeliz asumió el liderazgo de los Tinelli. —Hermes fue muy ambicioso —agrega Enzo. —¡Fue un hijo de put@! —dije entre dientes—. Me tendió una maldita trampa para robar el cargo que su padre y el mío me otorgaron, y no conforme con eso, destruyó mi vida ¡Perro infeliz! No le alcanzará la vida para pagar todo. Mi padre y el señor Tinelli habían sido socios y buenos amigos desde jóvenes, por lo que ambos habían fundado “Vigna Reale” La alianza entre ellos dió frutos, y con el pasar de los años, creyeron qué sus primogénitos serían tan buenos amigos como ellos lo fueron, pero ocurrió todo lo contrario. Desde el primer día, Hermes se autoproclamó como futuro dueño de “Vigna Reale” Confundiéndome con un empleado más al que podía manejar como le diera la gana, sin embargo, al enterarse de quién yo era, no ocultó su maldita envidia. Trataba de darme la contra a cualquier intervención que yo hacía en la junta de directorio, pero nunca tenía la razón. Todas sus decisiones siempre estaban llenas de errores y eso fue analizado por nuestros padres, por lo que al llegar el día en que nombrarían al nuevo director, decidieron apostar por mí. “¡Traición!” Aún recuerdo como acusó de traidor a su propio padre, solo por no haber apostado por él. Debí darme cuenta que no se quedaría quieto ni confirme, cuando amenazó con que no estaría mucho tiempo en el cargo, pero como cualquier patético, no lo tomé como algo importante y simplemente agradecí por la confianza otorgada de nuestros padres. Hasta aquel día en que todo lo perdí. *Flash back* —¡¿Es enserio?! —ella abrió los ojos emoción al ver el regalo que había puesto sobre la mesa en nuestra cena de primer mes de esposos—. ¡Ay, Valentino te amo, te amo, te amo! —se levantó de su asiento y me llenó de besos por todo el rostro—. ¡París! Esto para mí es un sueño hecho realidad. —Lo sé mi reina, por eso compré los boletos en primera clase —ella volvió a tomar asiento y yo acerqué mis manos sobre la mesa para tomar los de ella—. Lamento mucho haber postergado nuestra luna de miel por el trabajo, pero espero que esto te devuelva la alegría, Dalila. —¡Soy tan feliz! —me sonrió—. ¿Y sabes qué? Esto merece un premio —me guiñó el ojo y se mordió el labio inferior—. Después de esta cena, en casa te daré tu “postre”. —¿Ese postre tiene algo que ver con la lencería que encontré en tu maleta de viajes? —¿Q-qué? —pasó saliva, palideciendo al instante. —Vamos reina, ya no hace falta que me lo ocultes. Después de que regresaste de ese viaje con tus amigas, vi esa lencería en tu maleta, supongo que ellas te ayudaron a escogerlo, y lo agradezco mucho. —Oh, sí ¡Sí! M-mis amigas me ayudaron… P-pero era una sorpresa mi amor, se supone que no tenías que saberlo. —Bueno, fue sin querer… Pero hay una cosa que te diré —hice una pausa—. Creo que tus amigas no saben elegir bien, porque esa lencería traía pedazos rasgados, como si alguien hubiera tirado de ellos. —¿D-de verdad? Oh que horror, no me había dado cuenta mi amor. —Ya no te preocupes… Cuando estemos en París, te llevaré a la tienda más lujosa para que escojas lo que más te gusta. Dalila sonrió con esos labios rojos y mirada verde que resaltaba su belleza. —Mejor brindemos —levanto la copa—. Por nuestro primer mes de esposo y por la eternidad que nos espe… —¡No pueden entrar así! —se escucha decir al dueño del restaurante, a quien le había hecho la reservacion—. ¡Este es un evento privado! —Para la ley no hay impedimento. Levantándome de mi asiento, giro en dirección al escándalo, encontrando a la policía tratando de ingresar. —¿Qué es todo esto? —pregunto, acercándome. —¿Es usted Valentino Salvatore? —Así es, soy yo —respondo, y tan pronto como doy un parpadeo, mis brazos son sujetados con fuerza. —Señor Valentino Salvatore, queda detenido por estafa y evasión tributaria. —¿¡Qué!? —grito con incredulidad—. Yo no he hecho nada, ¿de qué están hablando? —El señor Hermes Tinelli ha impuesto una denuncia contra usted por estafa e irregularidades en “Vigna Reale” las pruebas presentadas, han sido suficientes para que ordenen su captura. —¡Esto es mentira! Yo no soy un delincuente ¡No soy un delincuente! Pese a mis protestas, me llevaron como un vil ladrón, no sé en qué momento todo cambió tan rápido, pero de los lujos y una vida tranquila, pasé a las barras frías de una celda. Decían tener pruebas y yo me preguntaba, ¿qué pruebas? Pasé tres semanas en ese encierro, siendo únicamente visitado por mis padres, y lo agradecía, pero… ¿Dónde estaba Dalila? ¿Por qué en este tiempo ella no había venido a verme? La respuesta llegó a mí cuando un día la vi llegar. —¿Valentino? —Dalila… ¡¿Dónde estabas?! —le reclamé. —Yo… Lo lamento, todo esto me tenía muy estresada y tenía que relajarme. Entonces, recordé los boletos de avión. El hecho de ver su nuevo abrigo me hizo darme cuenta. —¿Te fuiste de viaje? —dije con incredulidad. —Yo… —¡Responde Dalila! —atrapé su abrigo con mi mano, por lo que al estirarlo, observé la marca en su cuello y pechos, esas marcas no eran de un golpe, eso era… —¡¿CON QUIÉN MIERD@ TE FUISTE?! —Valentino suelta mi abrigo por favor o tendré que llamar a los policías. No podía creerlo… Yo no… —Yo necesitaba pensar en las cosas —afirma, volviendo a acomodarse el abrigo—. Y llegué a una conclusión… —noto el documento que traía en su otra mano y me la entrega—. Entenderás que yo no puedo ser la esposa de un criminal, por eso… —Ja, ja, ja Déjame adivinar ¿Quieres el divorcio? —Es lo mejor para ambos, Valentino. Lo más seguro es que te pondrán muchos años de cárcel y yo soy una mujer joven, tengo derecho a vivir, pero sí estoy casada contigo, no podré hacerlo. No sé si estaba muy decepcionado o quizás solo cansado, pero no quise gastar mis palabras en ella. —De acuerdo —contesto—. Pero eso sí, no quiero que nunca vuelvas a buscarme. ¡Para ti, estoy muerto! En medio de ese encierro, Dalila y yo nos divorciamos, se podría decir que fue el único procesos legal rápido, pues con el otro, tuve que ver pasar las semanas tras rejas. Todos mis abogados fueron marchándose, parecía que estaba condenado, hasta que conocí a Enzo, uno que al parecer estaba dispuesto a asumir el cargo, pero muy poco se pudo hacer ante las acusaciones y falsas pruebas de Hermes. —¡Se encuentra al acusado culpable! —ese sonido del mazo, cambió toda mi vida. El grito de mi madre y sus lágrimas me partieron el corazón, pero el detonante fue ver a mi padre tocarse el pecho, para él había sido un golpe desastroso y en un instante, su frágil cuerpo cayó al suelo. —¡PADRE! ¡PADRE! —grité, tratando de correr a auxiliarlo, pero fuí impedido de eso. El juez ordenó que me llevaran, quedando con esa maldita impotencia de no haber ayudado a mi padre, pero aún así tenía esperanzas de que se salvaría, de que él se recuperaría de eso, sin embargo, esas esperanzas se esfumaron cuando vi a mi madre venir a visitarme con una urna en sus manos. —No… —negué con la cabeza—¡NO PAPAAAAAÁ! —caí de rodillas, dejando que mis lágrimas cayeran a los pies de mi madre, mientras los otros recluidos y visitas me veían destrozado—. ¡PAPAAAAÁ! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! Sí en mi corazón quedaba algo de compasión y esperanza, aquel día todo murió. Valentino no existía más, mi corazón y memorias se llenaron de rencor y odio, jurando que los Tinelli me las pagarían. Naturalmente, con el pasar de los meses, mi madre no pudo con la pena y acompañó a mi padre al descanso eterno, me había quedado solo, o bueno… Eso creí. Enzo, siguió siendo mi abogado, me juró que conseguiría mi libertad, que entendía lo que yo había atravesado. Así que, con buen comportamiento, apoyo a mis compañeros, me redujeron la condena, pero eso no era suficiente, hasta que un día… Enzo llegó a verme con unos documentos que comprobaban mi inocencia. Enzo solo me dijo que un día un hombre misterioso llegó a él con eso y desapareció, él no lo entendió hasta que leyó todo y supo que esto era mi llave a la salida. La libertad llegó a mi tras 4 años de encierro, pero aún no podía regresar para enfrentar a Hermes, tenía mucho en que trabajar. Mi padre había dejado su dinero en una cuenta fuera del país, dinero que estaba a mi nombre y con el cual podía empezar de nuevo. Me aseguré de que nadie supiera que estaba libre, ni siquiera Hermes, para los Tinelli, yo estaba en la cárcel. Me largué durante dos años más, tenía que hacerme fuerte, no solo económicamente, también en Influencias, cosa que con mi inteligencia pude lograrlo. —¿Estás listo? —fue la pregunta de Enzo cuando colocamos un pie en la ciudad. —Para esto he trabajado arduamente. La caída de los Tinelli es un hecho. *Fin Flash back* —Señor —nuevamente la empleada interrumpía. —¿Qué sucede? —Yo venía a preguntar si puedo llevarle comida a la señora, ya ve que ni siquiera probó un solo bocado, pobrecilla, debe estar hambrienta. —Parece que tu esposa ya tiene una aliada —comenta Enzo. —Es muy joven, y debe alimentarse bien para cuando lleguen los bebés. Ante las palabras de la mujer, me atraganto con el agua. —Es razonable, ¿no lo crees Salvatore? Debes tener muy buen cuidada a tu mujer, para que cuando quede embarazada, tenga unos niños muy fuertes. Ese idiota se estaba burlando de mí, lo podía ver cuando contenía la risa. —Haz lo que quieras —respondo. —¡Gracias señor! Ahora mismo le llevaré la comida, está calentita. La mujer desapareció en tan solo un segundo, podría jurar que hasta ya tenía la bandeja lista. —¿Y para cuando piensas tener esos bebés? —me cuestiona Enzo. —Muy gracioso. —Solo es un decir. —Si como no, y ya quita esa sonrisa de la cara. Continuamos con la comida, necesitaba algo de paz, pero de repente, la mujer volvió a bajar con la bandeja entera y una expresión de preocupación. —La señora no desea comer, mi señor. Intenté hablar con ella, pero dice que no tiene apetito, temo que pueda enfermar. —Bueno, si no quiere es su problema. —De hecho ahora también es tu problema —agrega Enzo—. ¿Qué pasará si se enferma? ¿No querrás que tu amada esposa enferme o sí? Tener que ver esa cara de risa, estaba que provoque que pierda toda mi paciencia. —Dame esa maldita bandeja. Tomé los alimentos entre mis manos y subí las escaleras hasta llegar a la habitación de Sofía. —Ey, tú… Sé que me estás escuchando, ¿se puede saber por qué no recibiste la comida? —pregunto desde el otro lado de la puerta. —No tengo hambre, gracias —contesta secamente. —No te he preguntado si tienes hambre, vas a comer lo que se ha preparado, así que abre esa puerta. —Comaselo usted. Insolente, solo era una “niña engreída” acostumbrada a que todos le rueguen y hagan lo que quiera. Sí, lo más seguro era que ella era igual a Dalila y el imbécil de Hermes. Apretando la bandeja con fuerza, escucho los pasos cercanos de la empleada. —Llévate esto a la cocina y repartelo —le ordeno. —Pero señor… —¡Aquí la comida no se tira a la basura! Y si esta insolente no quiere comer, pues que no lo haga. Regreso al comedor, donde Enzo ríe entre dientes. —¿Qué te parece gracioso? —le cuestiono. —¿Yo? No, nada —finge pura tranquilidad terminando su plato. … —Al fin, un momento de calma —digo, ya en mi habitación. No podía imaginar lo cansado que había resultado el día, pero sabía que mañana sería aún peor, pues esperaba encontrarme cara a cara con el idiota de Hermes, estaba más que seguro que no tardaría en encontrar mi ubicación y vendría a reclamar a su “hermanita”. —Vas a arrepentirte de todo Hermes —dije entre dientes, sosteniendo el documento que sería su sufrimiento, y el cual planeaba guardar en mi escritorio, mas al abrir la caja, lo primero que resaltó fue la fotografía que me había hecho llegar a ella. Durante unos segundos me quedé de pie recordando como fue que ese momento en que la vi por primera vez. *Flash back* —¿Son ellos? —le pregunté a Enzo en el primer día que puse un pie en esta ciudad. Las fotos en mis manos me hacía darme cuenta que no habían cambiado mucho. —Han transcurrido 6 años, no 20 años, y como puedes ver les ha ido aparentemente bien, pero… No todo es color rosa —Enzo saca una revista de su portafolio—. Las producciones de Vigna Reale no están siendo bien recibidas por el público, sin contar con el hecho en que han perdido participación en el mercado. —Están al borde de la quiebra —dije, mirando la siguiente foto, donde se veía a Dalila como toda una señora bien vestida, pero solo era eso… Harapos que la vestían de señora digna, pero por dentro solo era una vil bruja. Pasé a la siguiente foto, donde esta vez encontré algo diferente, por un momento creí que Enzo había cometido un error, mezclando la foto de una extraña con la de los Tinelli. De cabellera oscura y larga cuyos mechones se mezclaban con el viento, ojos color almendra brillantes, aún estando en una imagen plana, y labios rosas que dibujaban una sonrisa jovial. Era claro que la fotografía había sido tomada sin que ella se diera cuenta, pero… —¿Sucede algo? —Enzo se percata que de la nada me he quedado en silencio y se asoma. —Oh, ¿cómo ha llegado esto aquí? —se pregunta. —¿La conoces? —le pregunto. —¿No la habías visto jamás? —me dice incrédulo. —Recordaría muy bien haber conocido a una mujer como ella —respondo, sin apartar la mirada de la felicidad que expresa en su rostro. —Su nombre es Sofía Tinelli —me responde, provocando que miré con sorpresa. *Fin Flash back* —Sofía Tinelli —digo, solo antes de colocar el documento sobre la foto y cerrar el cajón—. Te estaré esperando Hermes, aquí te veré la cara.
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