Aléjate de mi esposa

2380 Words
El amanecer llega sin tanta emoción, abro los ojos y me encuentro en una cama que es totalmente ajena a la que he usado durante toda mi vida. —Entonces no fue un sueño —murmuro, observando los detalles de la gran habitación que me rodea. Admito que es enorme, diría que es hasta dos veces más grande que mi antigua recamara. Sin embargo, mis pensamientos son interrumpidos con un peculiar rugido. —Oh… —suspiro, bajando la mano a mi estómago. Sé muy bien la razón de que mi estómago haga eso, y no es para menos. No he probado bocado alguno desde la noche antes de mi boda, y tanto mi estómago como mi garganta podían dar fe de eso. Nuevamente el sonido de mi estómago se hace presente, y contemplo la situación. —Son las 6:00 —digo en mi mente, tras haber visto la hora en el reloj—. Ni siquiera traigo el celular —me lamento no tenerlo—. No puedo llamar a un delivery y pedir comida —suspiro—. De cualquier modo si lo tuviera no sabría como indicarle la dirección, no tengo idea qué tan lejos estoy de mi antigua casa. En medio de mis pensamientos, decidí ponerme de pie con una ligera idea rondando mi cabeza ¿Estaría alguien despierto a esta hora? Es decir, no sabía la costumbres de esta casa, pero si tenía suerte, podría bajar hasta escabullirme a la cocina y comer algo, tal vez alguna fruta. Muerdo mi labio inferior, es una manía que tengo desde niña, cada vez que estoy nerviosa o a punto de hacer algo, tengo la misma reacción. —Al demonio, mi estómago tiene hambre —digo, y sigilosamente salgo de la habitación, encontrando el pasillo en silencio y sin nadie a la vista—. Si me apresuro, tardaré menos de 5 minutos. Logro llegar a la sala sin que nadie se de cuenta de mi presencia, pero ahora debía adivinar donde estaba ubicada la cocina, un mal paso podía llevarme a ser descubierta. Esperaba no equivocarme, y con algo de dudas mi intuición me llevó a dirigirme por la derecha. —Sí —dije con emoción, mas ese sabor a victoria se esfumó en el primer instante, tras sentir una mano en mi hombro. Giré por instinto, encontrando a aquella empleada que parecía bondadosa. —Yo… Yo… —Descuida —me sonríe—. Pobrecilla, seguro tienes hambre—, su gesto cálido es acompañado de una mirada llena de ternura—. Pero hay que no entiendo, ¿por qué bajaste sin decir nada? Eres la ama y señora de esta casa, si tienes hambre solo debes decirlo, y todos estaremos para atenderte. —Dudo que así sea —respondo bajando la mirada. —No digas eso, ¿Acaso no eres la esposa del señor Salvatore? —ella no me dejo responder, pues tomo mi mano y me hizo entrar por completo a la cocina—. Solo dame unos minutos y te prepararé algo que saciará tu hambre. —No es necesa… —Si lo es —me interrumpe—. Pero te pido que a la próxima me avises, no es correcto que la ama baje a la cocina. ¿Eso era algo de malo? Mientras ella hablaba, observé que no tardó en preparar algo de comer, sus manos eran muy hábiles y rápidas, y antes de lo esperado ya tenía listo un plato y taza frente a mis ojos. —¿De verdad puedo comerlo? —pregunto y ella asiente. Mis ojos ven lo deliciosa que se ve la comida y mi estómago ruge, paso saliva antes de tocar la cuchara, de verdad moría de hambre. Antes de cuestionarme algo más, mi boca ya estaba saboreando la comida, y sin más preguntas solo me concentré en ello, devorando la comida con una rapidez que no recordaba. —Soy Gema, y estaré a tus ordenes cada vez que necesites algo. —Esto está delicioso, Gema —digo con una felicidad única, hasta que la cuchara de mis manos resbalan y veo a la razón de que yo esté aquí. Con actitud que no parece reflejar nada, solo un cuerpo mirando en mi dirección. —Buen día señor Salvatore —dice Gema a quien es mi esposo—. Ahora mismo pondré la mesa. Por un instante creí que diría algo, que tal vez levantaría la voz o se acercaría completamente enojado hacia mí pero no lo hizo, únicamente observé sus ojos color zafiro mirarme durante breves segundos y luego se apartó continuando su camino. —¿No le molestó mi presencia aquí? —pregunté siendo escuchada por Gema. —¿Por qué debería molestarle? Eres su esposa después de todo. Ya te lo dije desde que pusiste un pie en esta casa, todo esto también es tuyo y no deberías sentir temor, todos los que estamos aquí estamos para servirte. Es tan extraño sin embargo decidí callar mis pensamientos, no podía confiarme de esto. … Tras terminar de comer esperé un tiempo prudente, tenía que asegurarme que no me encontraría a la cara con el hombre que legalmente era mi esposo pero tampoco podía quedarme encerrada toda la vida en esa habitación y creo que tampoco conozco lo suficientemente este lugar como para poder encontrar una salida y escaparme. —¿Qué se supone que debo hacer? —dije en mis pensamientos sentada aún en la mesa que estaba en la cocina, cuando de repente escucho unos pasos aproximarse, creí que se trataba nuevamente de Gema o de algún otro empleado de la casa pero mi suposiciones son incorrectas hasta ver a Salvatore. Estaba totalmente segura de que ahora sí mostraría su verdadera cara, que expresaría lo fastidiado que estaba de haberme encontrado comiendo a escondidas pero las palabras que salieron de su boca me dejaron sorprendida. —Desde ahora me acompañaras a la mesa. —¿Perdón? —Lo que has escuchado Sofía, desde ahora me acompañarás en la mesa, no es correcto que como mi esposa estés comiendo a escondidas y en una cocina, eso se puede esperar de cualquier empleado pero tú no lo eres, ¿lo has entendido? Incrédula a sus palabras, él se fue sin oír una respuesta mía. —¿Qué acaba de pasar? —digo en mi mente. Empezaba a creer que ese tipo estaba loco. … —Señora. Mientras limpiaba las escaleras, encontré a Gema concentrada. —¿Sabes dónde está el señor? Ella se detiene en sus labores y recuerda. —Por la hora debe estar en su despacho y lo más probable es que lo encuentre acompañado del señor Enzo, dijo que estaba esperando la llegada de alguien, aunque no menciono de quien se trataría. —Ya veo, ¿podrías indicarme dónde está esa habitación? —En la primera planta señora, justo al lado de la biblioteca, pero… Realmente no le recomiendo que vaya6a a hablar con él ahora, se pone de mal humor si lo interrumpen, a no ser que se trate de un tema de vida o muerte. —Pues esto es de más vida que muerte, porque es mi vida —respondí con la idea de dirigirme al lugar del que Gema me había indicado, mas al dar media vuelta, escucho los golpes en la puerta, ¿qué tan fuerte sería? Que el ruido llegaba hasta aquí. Pronto uno de los mayordomos salió a revisar de lo que se trataba. Los ruidos fueron más fuertes, y de pronto… —¡Sofía! —lleno de ira, y con los puños tensos, mi hermano apareció en medio de la sala, pero no solo se trataba de él, pues detrás suyo, venía… —¡¿Por qué hiciste eso, Sofía?! ¡¿Por qué?! —su voz fue con desespero, tomando mis hombros con firmeza. —¡Suéltame! —sacudo mis hombros—. ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo llegaron? —Eso debería ser lo que yo te pregunte —contesta Hermes—. Ingrata, debería darte una zurra, ¿cómo te atreves a ponernos en ridículo? —sus ojos se abren totalmente rojos, inyectados de rabia—. ¡¿Y dónde está tu vestido?! —Lo destruí —dije la verdad. —¡¿QUÉ?! —Lo que oíste, Hermes. Lo destruí porque no quiero nada que me haga recordar a este traidor. Con una fuerza que no había visto antes, Marco apartó a mi hermano, hasta estar frente a mí. —Sofía, yo sé que estás enojada, entiendo que esto puede haberte dado un mal sabor de boca, pero te juro que lo que viste no significó algo para mí, solo fue una tontería, ella se me ofreció, y tu sabes que a veces el hombre es débil, pero eso no quita que yo te ame. —¿Amarme? —reí con incredulidad. —Volvamos a juntos, pongamos otra fecha a la ceremonia y todo volverá a ser como antes. —¿Cómo antes? Entonces hablas de cuando te revolcabas con otra a mis espaldas. —¡Ya basta Sofía! —interrumpió Hermes—. Soy tu hermano mayor, y te doy la orden de que te cases con Marco, ya me hiciste perder dinero en la ceremonia, no harás perder una fortuna por tu capricho —gritó y sujetó mi brazo con tal fuerza que hizo que mi cuerpo avanzara a la salida. —¡Prefiero la muerte antes de casarme con él! —¡Vas a hacer lo que yo digo! —Hermes me miró con unos ojos inyectados de ira, su fuerza era mayor a la mía, y cuando creí que me arrastraría a la salida… —¡Suelta a mi mujer! —se escuchó resonar a lo largo y ancho de la mansión. Tanto mi hermano como Marco, elevaron las miradas, encontrando a Salvatore de pie en lo alto de las escaleras. Y como si se tratara de un fantasma, mi hermano palideció, llegando al punto en que su agarre se volvió débil, lo que me permitió escapar. Salvatore bajó las escaleras, hasta llegar a mí. —¿Te han lastimado? —me pregunta con voz suave, tomando mi muñeca con tal delicadeza que siento sus dedos como suave algodón. Al ver la leve marca en mi muñeca, vuelve a mirar Hermes y Marco—. ¡¿QUIENES SE HAN CREÍDO USTEDES PARA TOCAR A MI MUJER?! Marco aprieta los puños, pero sus labios están sellados. —¿Cómo es que estás libre? —dice por fin Hermes. —¿De quien me hablas? —le responde. —T-tú… No deberías estar libre. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso ambos se conocían? —Me temo que te estás confundiendo de persona. —¿Acaso no eres Salvatore? —Soy Salvatore, pero debes saber que es un apellido común, yo vengo después de años a visitar mi ciudad. —¿A-años? —La persona con la que me confundes, debe haber sido un enemigo tuyo, y yo no planeo serlo, pero si vas a tratar a mi esposa de ese modo, entonces… —Salvatore se acerca a él, hasta estar cara a cara, sacando ventaja en su estatura—. Tú y yo tendremos grandes problemas. Hermes pasa saliva, veo que saca su celular, hace una llamada, espera unos segundos, y hace un par de preguntas, y ya cuando está por colgar asiente. —Tiene razón, lo he confundido de persona, no debí haber entrado de ese modo a su casa, pero la mujer que está aquí presente es mi hermana y prometida del hombre que me acompaña. —Pues debo decirle que está en un error, Sofía Tinelli es mi esposa, y si no lo cree puede ir donde un juez qué solo corroborará lo que digo. —Usted no lo entiende, la empresa donde trabajamos está en crisis, el matrimonio de mi hermana y el de Marco iban a unir nuestros patrimonios y eso llevaría a que tengamos nuevamente capital para salvar a Vigna Reale, es por eso que… —Le daré el dinero que necesita —interrumpe Salvatore, causando asombro en todos los que estábamos presentes. Hermes pareció no creer lo que escuchó pues pidió que repitiera. —Lo que ha escuchado —afirma Salvatore—. Si de dinero se trata, daré el dinero que usted necesita. —Por favor no juegue conmigo, esto es importante. —Yo no juego con dinero, señor. En un instante, el disgusto de mi hermano pasó a ser una sonrisa de ambición, dejando a Marco atrás. —¡E-eso es maravilloso! Siendo así cuente conmigo —expresa con una sonrisa. —Espere —agrega Salvatore—Tengo una condición para ello. —La que usted quiera, dígame y sus deseos serán órdenes. —Daré el dinero que necesitan para Vigna Reale, pero a cambio quiero el 40% de las acciones. Mi hermano por poco se atraganta con su saliva. —¡40%! —dice lleno de asombro. —Y que Sofía sea parte de la directiva en la toma de decisiones. Hermes se queda atónito. —¿Sofía? P-pero ella tiene un cargo menor. —Pues a partir de ahora eso cambiará. Quiero que mi esposa sea tan respetada en la empresa como lo es aquí en mi hogar, de lo contrario no habrá trato. —¿Qué estás haciendo? —le pregunto al hombre que asegura ser mi esposo. —Eres mi esposa y señora, por lo tanto, el mismo respeto que me den a mí, será para ti, así que… ¿Lo toma o lo deja? Ante la pregunta, mi hermano ve que Marco está lleno de rabia con el rostro totalmente rojo, pero finalmente levanta la mano y aprieta la de mi esposo. —De acuerdo, será como usted diga… C-cuñado. —¡¿Qué?! —grita Marco—.¡Esto no puede ser posible, yo debería ser el esposo de Sofía! —intenta acercarse con los puños cerrados, más es detenido por la mano de mi esposo. —Y en cuanto a ti… —baja su voz al punto de ser amenazante y profunda—. No te quiero volver a ver cerca de mi mujer, y si lo haces… Te mato.
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