Inocente

3394 Words
—Estamos llegando, asegúrate de tener todo listo —puedo oír al misterioso hombre, mientras sostiene el celular pegado a su oreja, al parecer recibe la confirmación a su pedido y cuelga, volviendo a concentrarse en el camino. No hemos compartido palabra alguna desde que salimos de la boda, sus labios permanecen sellados, y al parecer no tiene intención de romper el silencio, pero yo estoy llena de preguntas. Su rostro de perfil me permite notar parte de su mirada zafiro, de lejos lo había notado, pero de cerca era más notorio, ¿de verdad este hombre era mi esposo? Eso sonaba a locura, sin embargo… ¿qué hacía ahí? ¿Cómo había sabido de mi boda? ¿Y si esto solo era un plan de Marco para limpiar su imagen? Mi pulso se aceleró. —Detente —le dije pero él ni siquiera dudó en continuar—. Oiga, ¿Acaso no me escucha? Le he dicho que se detenga —insisto, pero esta vez coloco mi mano en su muñeca para que me preste atención, mas su reacción me dejó helada. Con una mirada que solo me recordaba a los viejos relatos de la mujer de cabellos de serpiente que podía convertir en piedra a sus víctimas, ese hombre demostró el mismo impacto, al c******r mi sangre. —No vuelvas a tocarme —su mirada viene acompañada de esas palabras firmes, permaneciendo concentrado en manejar. —Te he pedido que me dejes bajar, eres tú quien no me lo permite, ¿quién eres realmente tú? ¿Cómo sabías que me encontraría aquí? Su silencio me desespera. —Si no me dejas bajar, gritaré que me estás secuestrando. Sus labios se curvan en una sonrisa y una ligera carcajada fluye entre sus dientes. —Te recuerdo que tu subiste a mi auto, por voluntad propia. —¡Fue un impulso! estaba desorientada, y no lo repetiré otra vez ¡Abre esa puerta! Durante un breve segundo me mira de reojo. —Cómo tú quieras —contesta, y sin dejar de manejar, estira su brazo y abre la puerta que está a mi lado—. Ahí lo tienes. Volteo a verlo con incredulidad. —¿Es una broma? —Tú pediste que abriera la puerta, ahí lo tienes —repite, señalando con la mano. Entonces tensé mi mandíbula, este tipo era odioso. —Muy bien —respondí, desabrochando mi cinturón de seguridad. Él se da cuenta de esto y como si no pudiera creer lo que estaba viendo, rápidamente trata de detenerme. —Oye, ¿qué crees que estás haciendo? —¿Crees que no soy capaz de lanzarme del auto? Mi cuerpo es muy resistente como el de una roca —le respondo, estando a la defensiva. —Solo una loca se tiraría de un auto en pleno movimiento. —Pues entonces detente —no me quedo callada bajo ninguna circunstancia—. Me bajaré de cualquier modo. Llevo mis dedos a mi vestido y miro a la salida, pero cuando estoy analizando la situación, una motocicleta pasa por nuestro lado, provocando que viera mi vida pasar en segundos, sin embargo, es la mano de él, quien sostiene mi muñeca y me retiene contra el asiento. Sus dedos firmes y masculinos sostienen la piel de mi muñeca, pero es extraño, ya que a pesar de estar aplicando fuerza, no me lastima. Por un instante, cruzamos miradas, paso saliva, hasta que él parece darse cuenta que está tocándome, y me suelta como si quemara, estira su brazo para cerrar la puerta del auto, noto que presiona el seguro, lo cual evita que vuelva a abrir la puerta. —Por lo menos deberías decirme a donde vamos. —Ya fueron suficientes preguntas. —¡¿Pero no has respondido ninguna?! Al menos deberías decirme de dónde sacaste ese disparate de que estamos casados. —No es ningún disparate —contesta, girando en la ruta del auto—. Tú eres mi esposa, y eso es todo lo que diré. ¡¿QUÉ?! ¿YO, LA ESPOSA DE ESTE HOMBRE? Definitivamente este sujeto, había escapado de un manicomio o yo estaba teniendo una pesadilla muy extraña. —¿De dónde sacas tal afirmación? ¡Yo nunca me casé contigo! —Te dije que ya no respondería más, y si tienes dudas de lo que te digo, con mucho gusto mi abogado te mostrará el documento legal que tu misma firmaste. ¡Dios! ¿Qué alguien me despertara porque no estaba entendiendo nada de esto? ¡¿QUÉ PASÓ ESA NOCHE QUE LO CONOCÍ, QUE MI MEMORIA SOLO TIENE RECUERDOS BORROSOS?! Era inútil, por más que preguntara no iba a obtener respuesta de este tipo en estos momentos, solo me quedaba llegar al misterioso lugar donde él planeaba llegar manejando y ver el dichoso documento que tiene su abogado, eso era todo lo que podía hacer por ahora. … —Señor Salvatore, bienvenido a casa. ¿Q-qué era este lugar? Es mucho más grande que casa. Uno, dos, tres empleados en la entrada de la propiedad. Al parecer este sujeto es más importante de lo que parece. No, no debía dejarme llevar por las apariencias, Marco, parecía ser el hombre de mis sueños, pero resultó ser el de mis pesadillas, quizás toda esta gente eran cómplices de este hombre que juraba ser mi esposo. —Señora, ¿quiere que la ayude? —¡AH! —suelto un grito de sorpresa al descubrir a otra empleada en la puerta que está a mi lado. Salvatore aprieta el botón del auto y sale del vehículo, entregando las llaves al empleado que luce elegantemente vestido. —¿Él está aquí? —pregunta, refiriéndose a alguien. —Llamó hace 15 minutos, dijo que ya llegaría. —Ese infeliz, siempre llegando tarde, le dije que debía estar aquí. Yo hago lo mismo y salgo del vehículo, teniendo aún a la joven empleada a mi lado. —Lleven a la señora a su habitación, y procuren atender lo que pida. —Así lo haremos señor —responden los empleados al unísono, siguiendo la orden de él, que se retira en absoluto silencio. —Venga conmigo, señora. Le hemos preparado un baño caliente —me pide con una sonrisa la empleada más joven que estaba a mi lado. —Un momento, ¿qué es todo esto? ¡Ese hombre no me ha dado respuestas! —digo, señalando el camino por el que Salvatore se acaba de ir. —Si tiene dudas, le aseguro que nuestro señor, le responderá a todas sus preguntas, pero será después de que usted tome un baño caliente, es muy bueno para viajes largos, además servirá para que se cambie de ropa. Bajo la mirada, notando que aún estoy con el vestido de novia. Dejo que la empleada me guíe, hasta llegar a una amplia habitación, con mucha delicadeza me ayuda a quitarme los adornos del cabello, y al estar lista, me señala el baño. Tal y como lo había dicho, el agua estaba tibia. ¿Pero cómo sabían que yo…? —Aquí afuera, le estoy dejando un nuevo vestido, señora. Cuando esté lista, baje a reunirse con el señor para la cena, hemos hecho un banquete especial. ¿Banquete especial? ¿Señor? ¿Aquí estaba ocurriendo algo muy raro? Y yo necesitaba respuestas, pero después de todo, él calor del agua se sentía deliciosa, y no pude resistirme. Me deshice del vestido el cual cayó a mis pies, mis ojos miraron con pena aquello que significó mi esfuerzo y amor por un hombre que pretendía seguir como si nada, tras haberse acostado con la que consideraba mi mejor amiga. —Tomé clases de costura y diseño solo para conmemorar un día especial… Me lastimé los dedos cosiendo cada detalle, me desvelé solo porque quería verme hermosa para ti, pero… Mis ojos se nublaron, dejando que mis mejillas se mojen con lágrimas que no pude soltar en el camino. *Hic, hic, hic* apretando mis dientes, cubrí mis labios para detener mi dolor, pero no podía, esto me había desgarrado el corazón. —E-estúpido… ¡Eres un estúpido Marco! —sollocé, tomando el vestido con mis manos para desgarrarlo, tal y como Marco había hecho con mis sentimientos—. Disfruta ahora, porque será la última vez que llore por ti… ¡Desde ahora estás muerto para mí! ¡Muerto dije! —el sonido de la tela al rasgarse frente a mí, fue como oír el crujir de mi pecho, en el instante que vi a Marco y a mi mejor amiga en la cama. … Tomé el baño, pues realmente lo necesitaba, para mi cuerpo fue como respirar y al terminar use una de las toallas limpias que estaba perfectamente doblada en el baño, salí y sobre la cama encontré el vestido que la joven empleada había mencionado. —Realmente es muy bonito… —dije en mis pensamientos—. Pero hay algo que no entiendo, ¿cómo sabían que llegaría? ¿Cómo sabían mi talla? Lo mejor sería bajar y reunirme con ese hombre y terminar con este misterio de una vez. Salí de la habitación, dirigiéndome por el largo pasillo que me llevó a unas escaleras, al final de estas el mayordomo me indicó que me esperaban para cenar. Seguí su indicación, pensando en encontrarme con Salvatore, y efectivamente, él estaba ahí, pero acompañado. —Oh, aquí está —el otro hombre se pone de pie, sonriendo mientras se acomoda las gafas y su cabellera castaña brilla bajo el candelabro—. Es un gusto conocerte Sofía, justo Salvatore me estaba hablando de ti. —¿Quién es usted? —pregunto, siendo directa. —Oh claro, perdona mi error. Soy Enzo Degli, abogado y amigo de tu esposo. —Abogado… —repetí, procesando todo—. Entonces tu puedes explicarme lo que está sucediendo aquí. Este sujeto, dice ser mi esposo —señaló a Salvatore—. Y es claro, que no creo absolutamente nada de lo que dice, tu como su abogado debes saber la verdad. —Para eso, él está aquí —Salvatore me interrumpe, mientras recibe una taza de té sobre la mesa, él cual él bebe con paciencia—. Enzo no solo es mi abogado, es quien hizo el documento y ha validado la autenticidad del documento. —¿¡QUÉ!? Enzo recibe su portafolios por parte de una de las empleadas y procede a abrirlo, sacando un documento que pone frente a mí y que al parecer a Salvatore no le importa escuchar. Al ver que se trata de mi firma la que está estampada en el documento, mi rostro palidece, pero no hay duda, se trata de mi firma, lo cual quería decir que… Soy la esposa de un hombre que ni siquiera conozco bien. —¿Cómo puede ser posible? Solo te vi una vez en ese club… —Fue ahí donde firmaste —responde Salvatore, endulzando su té con un poco más de miel. —¡Esto tiene que ser una broma, yo jamás hubiera firmado semejante cosa! ¡Seguro me drogaste! ¡Voy a denunciarte! Él deja con brusquedad la taza sobre la mesa, y levanta la mirada para fijarla en mí. —No tengo la necesidad de hacer algo tan ruin, y no soy un maldito delincuente, y si tienes dudas, puedes hacerte un examen de laboratorio. Cuando yo llegué, estabas ebria, ¿Acaso olvidaste que incluso te lanzaste sobre mí? Mis mejillas se enrojecieron, yo nunca me habría atrevido a hacer algo así. Siempre me he asegurado de tener una conducta adecuada. —Fue justo la noche antes de tu boda, fuiste tú quien me dió la dirección para impedirla. *Flash back* Ahora empezaba a recordar. —¡Infeliz! El jarrón cayó al suelo. Marco no dudó en tomar una de las sábanas para cubrir su desnudez e intentar acercarse a mí. —Sofía, te lo puedo explicar. —¡Llévate tus explicaciones al infierno! ¡Tú y esta traidora váyanse y ardan en el infierno! —Sofía, por favor… Te juro que no es lo que parece… Es a ti a quien amo… —sus manos sujetan mis hombros, pero de una sacudida me alejo—. Entiéndeme Sofía, soy hombre, tengo mis necesidades, tú no me has dejado tocarte y de algún modo tenía que liberar esto, pero eso no significa que no te ame, te juro que mis sentimientos son los mismos. Con las mejillas mojadas, me limpié la última gota que resbaló por mi rostro. —Me - das - asco —fueron mis últimas palabras, quitándome el anillo para tirarselo al pecho—. Cásate con esa, parecen que son tal para cuál. Salí del hotel donde los había encontrado, podía escuchar los gritos de Marco, pero subí al primer taxi que encontré y me largué lejos de ese lugar. El taxista me preguntó el destino, yo solo quería olvidar esto, así que le pedí que me llevara a algún lugar de sugerencia. Y así llegué a un club, donde el ambiente sereno y la música clásica acompañaba a caballeros y damas que solo querían un lugar para relajarse. —Dame lo más fuerte —pedí —colocando un billete de 100 sobre la barra, el barman levantó una ceja, pero aceptó prepararme el trago. La primera copa la bebí de un solo trago, había visto a tipos en películas beber así, pero era más difícil de lo que pensé, pues me dejaban un sabor agrio en la boca y garganta. —¿Se siente bien? —me cuestiona el mozo. —Claro que no, tú trae más copas de esto. Bebo una copa tras otra, hasta llegar al punto donde empiezo a tomarle el gusto. —Malditos hombres… —digo, dejando caer la última copa sobre la barra. —No me parece un lenguaje adecuado para una dama —escucho que alguien dice al sentarse a mi lado. —Y a mi no me parece que usted se entrometa en lo que no le importa. —Parece enfadada por algo, señorita o quizás son las copas de alcohol, debería volver a casa, su familia debe estar preocupada. Fastidiada de que todo mundo quisiera controlarme, volteo a mirarlo. —¡Mi familia y usted se pueden ir al infierno, déjame beber! —digo esto con los ojos llorosos. El caballero elegante de ojos zafiro, se queda observándome en silencio, hasta acercar su rostro a centímetros de los míos. No sabía si era el calor por el alcohol, pero mis mejillas quemaban. —¿Eres Sofía Tinelli? —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunto algo mareada. Él no responde, y viendo la copa en mi mano, me la quita. —Oye, ¿qué haces? ¿Cómo te atreves? —Estás muy ebria, vamos te acompañaré a tu casa, solo dame tu dirección. —¡No! —grito—. No quiero regresar, no quiero volver donde ese maldito traidor, no quiero ver su cara… ¡No quiero! —sollocé débilmente. —Está bien, pero tampoco puedes quedarte aquí, ya has bebido demasiado. —¿No tratarás de pasarte de listo? —No soy esa clase de hombre, solo vamos afuera, el aire te hará bien. No tenía fuerzas para pelear y dejé que él me llevara hasta afuera, donde el jardín del club nos esperaba. Me senté sobre uno de los asientos cerca de las flores, y él se quedó de pie observándome. —¿Acaso tengo algo en la cara? ¿Luzco horrible, verdad? Por eso nadie me quiere. —¿De qué hablas? —¡De ese traidor! He desperdiciado años de mi vida a su lado… ¡Ojalá que se le caiga el p**o! —Ese lenguaje, señorita. —Es la verdad, desearía encontrar una manera de poder darle de su propia medicina —dije con rabia—. De hacerle sentir lo mismo que ahora yo siento. —¿Lo dice en serio? —me pregunta. —¡Por supuesto! —dije sin dudar—. No pienso casarme con ese sinvergüenza. Él se coloca en cuclillas, sorprendiéndome con su cercanía. —¿Y si te pido que seas mi esposa? —¿Qué? Debes estar bromeando… —Hablo en serio. Soy un hombre que ha llegado a la ciudad, tengo propiedades, pero no tengo una esposa, y como verás, un hombre de 29 años sin esposa, es muy cuestionado. —Aún eres joven —le respondo. —No todos piensan como tú, pero si quieres darle una lección a tu prometido, puedes decirle en la boda que ya estás casada. En ese momento no pensé con lógica, estaba furiosa, así que creí que era una buena idea. —De acuerdo guapo, pero al menos invítame otro trago. —Olvida eso ahora. No sé de donde sacó un documento, pero en ese mismo lugar, firmé unas hojas, pensando solo en la cara de horror del sinvergüenza de Marco. —Perfecto —responde, guardando el documento—. Legalmente ahora eres mi esposa. —Genial… —levanté los brazos, soltando una carcajada—. Vamos por unos tragos a celebrar. —No, tú irás a casa y mañana en la ceremonia yo apareceré para decirles a todos que tú eres mi esposa. —Claro que sí, esposito —reí, después de un ataque de hipo—. Pero la ceremonia no será en la iglesia, es en la mansión Tinelli. —De acuerdo, ahí estaré. —¿Entonces qué hacemos ahora? —Yo sé lo que debo hacer y eso es mandarte a tu casa. —¿No iremos a nuestra noche de bodas? Mira que feo, no eres. Creo que hasta eres más apuesto que Marco, ¿cómo te llamas? Él levanta una ceja y responde: Salvatore. —Pero ese es tu apellido, ¿Cuál es tu nombre? —Es todo lo que debes saber ahora. Después de eso, él saca su celular y llama a un taxi, me acompaña hasta abordarlo, pero cuando estoy a punto de irme, salgo y corro hasta llegar a él y saltar a sus brazos para robarle un beso que duró apenas un segundo. —Nos vemos querido esposo. *Fin Flash back* De regreso a la actualidad, mis mejillas se tiñeron de color y vergüenza. —El documento es legal —afirma Enzo. —¿Y no hay manera de deshacerlo? —Es imposible —contesta Salvatore—. No hay manera de romperlo. —¿Qué? Pero puedo pedir el divorcio. —Aceptaste casarte conmigo, y firmaste un documento que no tiene manera de romperse, a no ser que quieras pagar las consecuencias en prisión. —¿Cómo? —Es la única manera Sofía —decide al fin llamarme por mi nombre, acercándose a mí—. O eres mi esposa o simplemente te vas a la cárcel. Mi sangre se volvió caliente, todo mi cuerpo se tensó, esto no podía ser verdad. —¡Esto es una trampa! ¡Tú me hiciste una trampa! —Da igual, el caso es que eres mi esposa y si quieres romperlo, ya sabes las consecuencias. Con las manos temblando, sentí que caía en un vacío. —Aquí está la cena, tome asiento por favor señora —me dice la empleada. —¡Yo no comeré nada! —grité indignada y salí del lugar, corriendo hasta llegar a la habitación y encerrarme. Esto no podía ser verdad, esto era una pesadilla. ¡Por favor que alguien me despierte, ya! ———————— POV Salvatore Ella se fue furiosa, era predecible esa reacción. —¿No crees que estás siendo injusto con ella? —me dice Enzo, después de presenciar lo ocurrido. —¿De verdad vas a hablarme de injusticias, Enzo? —aunque mi voz fue baja, había firmeza y fastidio en ellas. —Sé perfectamente a lo que te refieres, pero recuerda que ella no tiene nada que ver, cuando los sucesos ocurrieron ella ni siquiera estaba en el país. Estaba estudiando en un internado. —¡Es una Tinelli! —Pero ella no te hizo nada, si realmente quieres hacer pagar a los que te arruinaron, estás empezando mal. Sofía es inocente. —¡Pues yo también lo fuí! —levanté la voz con ira—. Y eso… No detuvo a su maldita familia.
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