Me puse de pie y camine con calma hasta donde estaba Álvaro sabiendo que tenía toda su atención. Tome la mano de ese hombre que me había gustado toda la vida y me hacía vibrar para llevarlo al fondo del avión donde se encontraba la habitación. Sin darle tiempo a nada cuando lo vi ponerse de pie y venir hacia nosotros le cerré la puerta en la cara. Me quite la chaqueta y los zapatos a la velocidad de la luz y empuje a Álvaro a la cama para después sentarme a horcajadas sobre él y besarlo como siempre había querido hacerlo.
Al principio el pobre no entendía nada pero, segundos después se dejó llevar. Arranco mi vestido después de romperlo y lo mismo hizo con la diminuta tanga de encaje. Yo movía mis manos con rapidez para quitarle la camisa y por fin acariciar toda la piel que podía mientras disfrutaba de esos besos que me sabían a gloria. Supe hace poco que le gustaba, me quería y me arrepiento de haber sido tan imbécil y no haber puesto más atención al chico que siempre estuvo delante de mí. Lamentablemente solo tenía ojos para el mal nacido que golpeaba la puerta furioso del lado de afuera y que me lanzaba mil maldiciones e insultos.
Una vez que no había prenda obstaculizando entre nosotros Álvaro tomo un pequeño sobre de su billetera.
— No hace falta entrenador, tomo precauciones y no quiero nada entre nosotros dos.
—Me estas usando, pero no me importa. — Volvió a atacar mis labios y poco después levanto mi vista para ver la suya. Sus hermosos ojos verdes se tornaron oscuros al igual que su mirada, una que prometía y aun no conocía pero que moría por probar. —Espero que después no te arrepientas de esto.
Su voz ronca y baja hizo que mi vientre se alborote aumentando la humedad de mi entrepierna. Lo quería dentro de mí y lo quería ahora.
— Hoy nos toca resistencia entrenador. — Me recostó con muy poca delicadeza, me hizo lostar una carcajada, abrió mis piernas y con besos apresurados bajo desde mi pecho a mis muslos para después devorarme con hambre. — ¡Dios!
—No hermosa, dios no está aquí, es el diablo. — Juro que me dio el mejor sexo oral de mi vida, sus dedos y lengua hacían estragos. Cada jadeo, cada estremecimiento en mi piel y el temblor en mis piernas eran una real muestra de que él estaba haciendo un trabajo espectacular. Mi vientre se contrae, mi mente es un desastre pero no me importa, ni siquiera escucho ya al idiota de Pablo patear la puerta. Solo somos él y y yo. — Eso preciosa, córrete para mí.
No hizo falta que vuelva a decirlo, sus dedos tocaban el lugar exacto y su lengua acariciaba el punto donde todas mis terminaciones nerviosas me estaban destruyendo. Todo pensamiento racional e irracional se esfumó dejándome en blanco cuando mi liberación llego.
—Eres jodidamente deliciosa, cariño. — beso la cara interna de mis muslos y cuando estuvo sobre mí por fin pude sentía sus labios sobre los míos y pude saborear esencia en mi boca y muy lejos de sentir asco, lo disfrute, porque jamás lo había sentido.
Sus brazos me envuelven y mis piernas rodean su cintura para darle mejor acceso a mi intimidad. Estaba en llamas, húmeda y muriendo de ganas porque al fin se deslice dentro de mí. Mire entre nuestros cuerpos y lo que tenía Álvaro era una cosa enorme que a simple vista me dice que va a partirme a la mitad. ¡Tiene un pene enorme! Sus manos tocando y acariciando mis muslos y espalda para después posarlas en mi trasero y apretarlos tan fuertes como para hacerme gemir, hacerme estremecer, hacerme desearlo más. Está haciéndome rogarle que lo haga de una vez por todas.
—Todavía podemos detenernos, Sol. ¿Estas segura de esto?
Asentí.
—Quiero palabras Sol, un asentimiento no me alcanza. Dime, ¿quieres esto?.
—Joder, si lo quiero y si no entras ahora mismo en mi…
—¡Álvaro! — Grite tan fuerte su nombre que hasta el piloto me habrá escuchado. Se había deslizado dentro de mi canal de un solo empellón hasta su base y sin dejarme adaptarme, él comenzó a entrar y a salir de mi salvaje, duro y ame su forma de follarme. Tenía un macho con todas las letras entre mis piernas atacando mi cuerpo de la forma más placentera.
Besos fogosos, caricias y apretones que llegan a ser dolorosos pero placenteros y que dejarán marca para recordar lo que está pasando en esta cama. Lo estaba montando, disfrutando de nuestro momento. No se siente extraño porque es un cuerpo que conozco por tantos años de entrenamiento y hemos rozado cada parte de nuestra piel y siendo el, el hombre que siempre me había gustado, siento que esto no es un error, no es equivocado. Me importa una mierda el haberme casado hace horas y ahora este enredada al cuerpo de Álvaro.
—No tienes idea de las veces que soñé con tenerte entre mis brazos — Dijo con voz ronca cerca de mis labios con los ojos fijos en los míos. — Sentirme dentro de ti es el maldito paraíso, te ajustas perfectamente a mí, me succionas maravillosamente y quiero volverme adicto a ti aun sabiendo que puedes ser la mejor de las drogas y la más destructiva de todas. — Casi me vengo con sus palabras. ¡Dioses! — No quiero que esto acabe, puedo estar todo el día dentro de ti sin agotarme…
Mi pelvis y la suya estaban en perfecta sincronía, me sentía como las olas del mar estrellándose contra las rocas, jamás había sentido una sensación tan arrasadora y me la estaba dando el hombre que jamás pensé que me tocaría un solo cabello. De haber sabido… Lo hecho, hecho esta. Toda la furia y frustración la estaba liberando con él y era maravilloso.
—Fui estúpida al casarme con alguien que no quería desde el principio, pero ya no más.
Por primera vez tome sus labios y nos besamos furiosamente. Sonreíamos después de buscar aire pero sin dejar de movernos, el vaivén era tan sincronizado que podía sentir mi vientre contraerse para el segundo orgasmo. Mis gemidos eran intensos y los golpes del otro lado de la puerta eran cada vez más fuertes, como las embestidas de Álvaro. La catarata de insultos y maldiciones hacia mí y mi acompañante no cesaban.
— Espero después no te arrepientas de esto cariño.
— No, me gustas mucho. Siempre me has gustado, pero luego hablaremos de eso.
Estalle en millones de fragmentos. El orgasmo fue arrollador y me sentía en las nubes. Poco después el termino dentro de mí.
—Lo siento, no pude contenerme. Te daré la píldora cuando estemos de regreso.
Sonreí, no me importa. Tomo precauciones.
—Tranquilo, tengo el dispositivo. No habrá Alvarito Jr.
Sus manos se posaron en mis caderas y beso mis labios rojos e hinchados por nuestros besos.
—No me importaría tener un pequeño tuyo y mío. —Sonríe malicioso —Ese idiota va a tirar la puerta abajo si sigue así.
Salí de encima de él ensuciando todo pero sin importarme. El no dejaba de mirarme con esa hermosa sonrisa en su cara. Si antes me gustaba, después de esto… más. Tenía una pequeña sensación de dolor, este hombre de pequeño no tiene nada.