—¿Dijiste que había más de cien hombres armados y listos para tranquilizarme? No vea más que las camionetas que nos siguen. ¿Dónde están, entrenador?
Estaba relajada, teníamos ruta libre y no se veía un alma cerca.
—Si sacas la cabeza por la ventanilla y miras al cielo veras que no te miento.
Álvaro tenía una bonita sonrisa en los labios y que fastidiaba a pablo en sobremanera y que ambos disfrutábamos.
Después de bajar el vidrio y sentarme sobre las piernas de Álvaro, saque la cabeza y mire hacia arriba. El cabello se enredaba y molestaba debido a que lo llevaba suelto y la velocidad de la camioneta no ayudaba pero logre ver en el cielo no muy lejos de nosotros a mucha altura tres helicópteros negros de estilo militar. Supongo que ahí dentro están los tipos que me dijo el sexi entrenador. El me sujetaba de la cintura y después de volver a meter la cabeza dentro del vehículo apoye mi espalda en su tonificado y musculoso torso. Bese sus labios y volví a mi asiento. El otro gorila se veía incómodo con la situación pero Pablo tenía cara de querer asesinarnos a los dos.
—Todo este despliegue los pondrán en alerta y no ganaremos nada.
Pablo, con la voz más oscura de lo que lo había escuchado en la vida menciono para hacer reír a los tres gorilas en la camioneta.
—Oh, sí que los pondrán en alerta. Pero mil millones de dólares no son poco dinero y estarán dispuestos por esa suma a soportar cualquier infierno.
Pablo niega con la cabeza y se rie.
SE VOLVIO LOCO.
—Juan quiere algo más que dinero, quiere vengarse.
Ahí fue cuando le puse verdadera atención.
—¿Quién carajos es juan?
—El viudo de tu abuela Dulce. Tu abuelo, Juan Bustamante.
—Mi abuelo se llama Álvaro Domínguez. No conozco ningún Juan, mi otro abuelo se llama Doménico y lo sabes bien. —Respondí con desprecio. No pensaba caer en sus juegos mentales.
—Puedes llamar a tu hermanito mafioso y preguntarle sobre la historia oscura de tu asquerosa familia cuando te dé la gana. No estoy mintiendo, si me crees o no ya es tu problema.
—Álvaro, llama a mi hermano.
El saco el móvil y llamo pasando el dispositivo que puse en mi oído. Al segundo tono respondió.
—¿Quién es Juan Bustamante?
Al grano, no tenía tiempo que perder.
—Princesa, larga historia. Pero para ponerte más o menos al corriente, juan Bustamante fue el esposo de nuestra abuela, el se había apropiado de la empresa de cosméticos y casi la lleva a la quiebra. Nuestra madre y padre con la ayuda de nuestros abuelo Álvaro y Doménico hicieron todo por la recuperación de la empresa ya que la única heredera era nuestra madre. Lo metieron en prisión por muchos años por estafa y robo de identidad.
Le conté a mi hermano lo que me había dicho Pablo y el suspiro del otro lado de la línea.
—Juan Bustamante es quien nos estuvo haciendo daño.
—Pensé que todo esto venia por parte de mi otro trabajo, acabas de darme una de las mejores noticias. Solo se trata de personas comunes que quieren jugar a los justicieros o vengadores. ¿Cómo están todos ahí?
—Bien, ya casi llegamos, acabamos de atravesar el bosque.
—Bien, te veo en unos minutos.
—Así que sabes decir la verdad en ocasiones, cucaracho.
—Te lo dije.
Álvaro recibe un mensaje y me notifica que estamos a un kilómetro, ya casi llegamos a destino.
—¿Que te dijo tu hermano?
—Que estas en lo correcto, ese hombre se quiere vengar por haberlo perdido todo y los años que estuvo en prisión. —Ya no quería hablar con él.
La mano de Álvaro se posó en mi mejilla y lo mire a los ojos, esos tan oscuros y atractivos.
—Tu hermano ya llego. Por algún motivo no quiso dejarte sola en esto.
—Lo sé, dijo que lo vería en unos minutos.
Podía visualizar unos viejos galpones, reinaba la maleza sobre el viejo asfalto y estaba rodeado por mas bosque espeso. Los helicópteros que había visto en el aire ya estaban en suelo firme y pude distinguir a mi hermano entre todos los hombres fuertemente armados.
Se detuvo la camioneta.
Le sonreí al hombre junto a mí, pero el solo me dio un asentimiento. Puedo imaginar por qué motivo estaba en “Modo profesional” no queremos líos con mi hermano, ya teníamos mucho por ahora.
Bajamos de la camioneta y camine hacia mi hermano. Detrás mío, los gorilas y Pablo.
—¿Estas bien princesa?
Miro detrás de mí y su mirada se oscureció completamente. Acaricio con sus nudillos la marca en mi rostro y siguió con mi labio partido por el golpe de la noche anterior que me había propinado mi “Esposo”.
—Estoy bien, mi entrenador no me dejo sola en ningún momento.
Conforme con mis palabras se apartó de mí y camino unos pasos para encontrarse cara a cara con pablo, él no se inmuto, de hecho le dio una sonrisa bufona hizo que mi hermano reaccione de la peor manera. Saco su arma y la puso en su frente.
—Te dije que si la tocabas no quedarían restos que pudieran reconocer de ti. La golpeaste y la humillaste, te metiste con la hermana de un mafioso que no tiene piedad ni le pesan las muertes de nadie… Tendremos una charla después de esto CUÑADO.
Álvaro aparto el arma de la cabeza de Pablo y mi hermano la bajo. No hicieron falta palabras, aun lo necesitábamos. Se alejaron y hablaron entre ellos en una distancia prudente para que nadie escuche su conversación.
—Puedes entrar a la camioneta y descansar un momento, todavía falta una hora.
¿Ahora se preocupa por mí?
—Lo que quiero es a mi padre, el cansancio no me importa. Ya tendré tiempo para eso cuando llegue a casa.
—¿Desde cuándo son tan íntimos ustedes dos? ¿Acaso te burlaste de mí todos estos años?
¿Perdón?
—No tengo por qué darte ninguna explicación, de hecho, ya no quiero que me dirijas la palabra por hoy.
—Te dije que yo…
—¡Que cierres tu maldita boca! Ya no quiero escucharte—Dije eso último en voz baja ya que había atraído la atención de mi hermano y su segundo al mando, mi sexi entrenador. — Yo misma te atare a una silla y te daré la peor de las torturas. O puedo dejarte abandonado en medio del bosque para que te coman los animales una vez muerto.
—Lo siento, Sol, de verdad lo siento. —Dijo ignorando mis palabras.
Como si con eso borrara cinco años de mentiras, nuestra noche de bodas o los golpes, pero lo que más me duele fue la humillación que me hizo pasar.
Me acerque al dúo que más me importa ahora.
—¿Qué haremos con el idiota?
—Lo llevaremos con nosotros, después de todo todavía nos es útil, pero después de que esto termine puedes hacer de él lo que quieras. Tú mandas princesa. Iré a buscar el portafolio. —Dijo mi hermano dejándome sola con Álvaro.
Abrace a mi entrenador y apoye mi cabeza en su pecho, escuchar el ritmo acelerado de su corazón me hizo sonreír.
—¿Te pongo nervioso entrenador?
—Me pone nervioso que tu hermano me haga un hoyo en el cuerpo.
Sonreí.
—Todo estará bien, confía en mí.
¿Puedo saber por qué se están abrazando ustedes dos? ¿Y porque se miran así?.
—No, no puedes y no te importa. —Le guiñe un ojo a mi hermano. No es idiota, sabe que siempre me ha gustado su mejor amigo y sabe que yo le gusto a él.
—Solo estoy haciendo enojar mucho a su esposo desde que salimos del aeropuerto Bastian.
—Hummm… espero que sea solo eso.
—A ti no tiene que importarte lo que haga con mi entrenador. —Mira a Pablo mientras enciende un cigarrillo— Juan tiene a su madre y a su hermana también. Todo lo que hizo, lo hizo porque no tuvo alternativa. Él también es un peón en este juego perverso. Heredo la deuda de su padre, al que asesinaron por no pagar, si bien es responsable de mi dolor, el autor de todo el daño que nos hicieron viene por parte de ese viejo maldito.
Bastian se veía sorprendido por lo que acababa de contarle, no dijo nada.
—Ya es hora. —Pablo se acercó a nosotros y nos dirigimos a los portones de los galpones. Los hombres que nos acompañaban estaban listos para lo que sea que nos enfrentemos.
Delante nuestro iba Pablo y nosotros detrás de él. Recuperaría mi vida después de cinco largos y dolorosos años.