El amor de tu vida se casa con alguien más

2639 Words
ALINA El día de la boda llegó. Estaba nerviosa por lo que iba a hacer y no había marcha atrás. Se suponía que iba a ser el día más feliz de mi vida, pero uno no deja de conocer a las personas. Siempre había pensado que Leandro era el hombre perfecto porque esa cara siempre me dio. Cuidó muy bien su oscuridad, y a lo mucho que pude ver en él fue tonos de grises, pero nunca un n***o tan intenso como el que había conocido esa noche en que descubrí todo. No sabía si con esto las cabras se me habían ido al monte, pero me habían herido tanto que no me importaba lo que pasaría a continuación. Estaba en la habitación del hotel. Le había puesto a mi hija su vestido blanco de niña de las flores. Mi mamá estaba presente cuando salí del baño lista para cambiarme. No le había dicho nada sobre la infidelidad de Leandro ni mucho menos lo que estaba a punto de hacer. No la quería involucrar a ella ni mucho menos a mi hija. — Te vas a ver preciosa. —Me dijo mi madre orgullosa abrazándome.— Estoy muy contenta por este día mi niña. Le regresé el abrazo. — Hay algo que tengo que contarte mamá, pero será en otro momento. Por ahora espero que me ayudes con Sarah. —Le dediqué una mirada suplicante. Sabía que mi mamá entendería mi mensaje si en algún momento surgiera un escándalo, para sacar a mi hija de ahí. — No te preocupes hija, voy a llevar a Saritah para que desayune algo, y no tarda en llegar la muchacha que contraté del spa para que nos peine a las dos. Te veo en la ceremonia. —Me abrazó una vez más antes de irse de la habitación. — Mami, ¿voy con Tita? —me preguntó mi hija antes de irse de la habitación. La cargué entre mis brazos y le sonreí dándole un beso en la frente. — Sí mi amor, ve con Tita. Te van a poner como toda una princesa de las flores. — ¿Voy a ser "printeta" de las flores? — Sí mi amor. Sarah comenzó a reír emocionada. — Vamos Tita. —Sarah corrió con su abuela una vez que la dejé en el suelo. Me despedí de ellas quedándome sola en la habitación. No me había percatado de las flores que Leandro me había enviado esa mañana. Era una enorme canasta de rosas rojas con una tarjeta que tomé de entre las plantas. "Para la mujer más hermosa del universo. El mejor día de mi vida al hacerte por fin mi esposa. Te veo en el altar." "Besos, tu futuro esposo". Leandro era así, lleno de detalles y palabras de amor, acciones y todo lo que un hombre perfecto haría. Era una lástima que él lo había hecho para tapar la porquería de hombre que en realidad era. Rompí la tarjeta y la tiré por el caño. En cuanto al arreglo floral fui directo al balcón para aventar las flores que tanto asco me daban. Era un maldito hipócrita. Su detalle significaba que aún estaba jugando conmigo. No podía creer que actuara como si nada pasara. Vi como el arreglo floral se hacía trizas desde el doceavo piso donde las dejé caer. No había nadie en el paso. Hablé a recepción para mandaran a alguien de áreas públicas a recoger la basura que había tirado. Eran las nueve de la mañana cuando el estilista llegó con sus cosas de maquillaje y peinado listo para ponerme guapa. Imelda entró con ella en su vestido de dama de honor, el resto de las chicas estaban en la habitación de al lado de mi suite donde todas se estaban peinando y maquillando listas para la ceremonia. — Lina, —me saludó mi amiga,— ¿estás bien? La vi con una mirada llena de sarcasmo. Crucé la habitación para tomar una de las mimosas que el hotel me había enviado de cortesía. — Estoy bien. ¿Están todas las chicas? —Si te refieres a que si está la víbora traicionera en la otra habitación, sí, tuvo el descaro de venir a presenciar tu boda. —Imelda me abrazó mientras Paolo, el estilista, estaba acomodando todo listo para poder maquillarme. — Maldita zorra. —Sentí que había cierto placer en mi voz al referirme a Agatha. Había aceptado ser mi dama de honor, y acompañarme en el día más importante de mi vida cuando estaba esperando un hijo de mi prometido. Ni Judas fue tan traicionero con Jesucristo como lo estaba haciendo esta tipa conmigo. — No sé qué es lo que pretendas, pero me das miedo. Si yo estuviera en tu lugar habría mandado todo por un tubo desde un principio, y hacer mi vida en otra parte sin problemas. En cambio a ti te veo tan tranquila en un día que se supone que no debió existir. — Haber mandado al caraj*o a Leandro desde un principio y haber señalado la traición con Agatha, habría sido una salida fácil para ellos. — Pero ¿no te lastima llegar a este punto? — Por supuesto que me lastima, pero me han hecho tanto daño a mí y a mi hija, que no puedo simplemente agachar la cabeza y hacer una escena de gritos. Así que, ¿vas a brindar conmigo o no? Imelda tomó una de las copas de mimosa y brindó conmigo. Aunque los nervios se le notaban más a ella que a mí. — Paolo, no es necesario que finjas que no has escuchado nada. —Me senté en la silla del tocador.— Ahora que vengan las damas de honor, hay una que está embarazada y es la que se cogi*ó a mi prometido. Así déjame como a una diosa empoderada con un poco de dramatismos en los ojos, porque hoy pienso romperla en grande. Le di otro trago más a mi mimosa antes de dejar la copa casi vacía frente a mí. — Yo... es imposible no haber escuchado. Ese hijo de put*a se va a arrepentir de lo que te hizo amiga. Déjalo en mis manos que vas a lucir como una maldita diosa. —Paolo se puso manos a la obra. Imelda tuvo que regresar con las demás damas de honor en la habitación de al lado. Tenía que actuar con normalidad. Dos horas más tarde me estaba poniendo el vestido de novia. Lo había elegido con tanto empeño, que verme ahora frente al espejo vistiéndolo se me hacía una cosa tan absurda. Todo era tan absurdo y lleno de reglas sociales. Verme vestida así frente al espejo me hizo darme cuenta de que había perdido la ilusión. Nada tenía sentido. Eran solo estrategias de marketing para gastar tu dinero en una celebración que podía terminar años más tarde en tragedia, para más exactos, un divorcio. Todo era un engaño, incluso lo que yo estaba haciendo. Imelda de nuevo pasó a la habitación. Se llevó ambas manos a la boca cuando me vio completamente vestida de blanco, con mi cabello recogido de manera elegante, y ese look dramático-natural que había amado para la ocasión. — Te ves preciosa. —Imelda estaba emocionada por mí. — Si esto fuera de verdad estaría llorando junto contigo. Es una lástima que me tenga que vestir en este día así para ver el mundo arder. — Me mordí el labio inferior. — No sé qué pretendas hacer, pero las chicas están esperando para venir a verte. — ¿Están mis primas también? — Estamos las diez chicas incluida ya sabes quien. —Se refería a Agatha. — Hazlas pasar. —Suspiré. En ese momento nada me importaba más que difrutar el momento que estaba haciendo para mí. Tomé otra copa de mimosa y me oculté detras del vestidor de bambú que había en la habitación para mi revelación. Me estaba preguntando en ese momento cuántas de las damas de honor estaban en realidad felices por mi supuesta unión. Sentí que en ese momento todo era hipocresía a mi alrededor. Pagar cientos de miles de dólares para que la gente te vea con hipocresía. — Todo va a salir bien. —Me dijo Paolo al verme sumergida en mis pensamientos.— Voy a recoger mis cosas rápido para que me vaya. — No es necesario Paolo —le sonreí— recoge tus cosas con calma. No me interesa si esta mierda sale de aquí. Le di un último sorbo a la bebida antes de dejar la copa a un lado, pues había escuchado la puerta de la habitación abrirse. Escuché a mis damas de honor entrar. Gritaban emocionadas y ansiosas por verme vestida de novia. Cuando Imelda me dio la señal para salir lo hice como si estuviera en una pasarela en la semana de la moda en París. — ¡Aaah! —gritaron casi todas al mismo tiempo al verme salir y caminar hacia ellas. Y digo casi todas porque Agatha se quedó helada al verme hecha una diosa. El resto de las mujeres corrieron a abrazarme emocionadas todas al mismo tiempo. Yo sonreí de oreja a oreja mientras veía como a Agatha la consternación le estaba pegando. Sus ojos se pusieron vidriosos por las lágrimas que luchaba por contener dentro de ella. Reaccionó después de unos segundos y se unió al abrazo grupal. — No tienes idea de lo feliz que estoy de que este día haya llegado —dijo una de mis primas. — Estás preciosa Lina. — Me decían otras de mis damas. — Definitivamente Leandro se sacó la lotería contigo. —Dijo Tatiana. — Muchas gracias —sonreí con inocencia fingida. Agatha permanecía en silencio. Trataba de reservarse. Era lógico que le dolía verme vestida de novia. — ¿Por qué no sacan todas sus teléfonos? Vamos a hacer un live. —Propuse.— Tomen una copa de mimosa y hagamos un brindis para que todos se enteren de este día y lo bien que la estamos pasando. Todas mis damas de honor fueron por una copa de mimosa y sacaron sus teléfonos. Tomé otra copa más de mimosa con la intensión de solo darl un sorbo pequeño. Mi día apenas empezaba y no quería llegar a la ceremonia ebria. — Oh, Agatha. Es verdad que no puedes tomar alcohol por tu embarazo. —Le extendí una copa que había reservado especialmente para ella.— Pienso en todas mis amigas. —Le guiñé un ojo.— Es solo jugo de naranja. — Gracias. —Tomó la copa con jugo entre sus manos e intentó irse hacia la parte de atrás, pero por fortuna todas estaban atentas y con sus cámaras puestas en mí. — Ya estamos transmitiendo —Dijeron algunas. Tomé aire, y mi monólogo comenzó. — Espero que todos se la estén pasando de maravilla en este día tan importante de mi vida. Les prometo que nos vamos a divertir de maravilla este día que tanto he esperado con ilusión. Ya saben que con Leandro hicimos todo al revés. —Comencé a bromear.— El día de la boda, es uno de los más esperados para una mujer. Recuerdo cuando era una niña y veía las películas de princesas casarse con los príncipes. Exigía vestidos con soltura para sentirme que estaba en un cuento de hadas. Aunque diré que en la vida real las cosas son muy diferentes a como nos las pintan de niñas. Los principes pueden convertirse en sapos al echarse un pedo —varias risitas sonaron por lo bajo,— y aún así aprendemos a amarlos. —Hice una pausa.— Aún así me alegra que todas hayan venido en este día a acompañarme. — Ayyy es obvio que estaríamos aquí contigo. —Dijo una de mis damas. — Este día es demasiado importante para ti Lina, por supuesto que no me lo perdería. —Dijo otra. Varias más se unieron a las afirmaciones. Una vez que terminaron continué. — Quiero hacer un brindis —dije alzando la copa— por la lealtad y la sinceridad que cada una ha tenido conmigo. — Alcé la copa y todas hicieron lo mismo.— Por la lealtad y la amistad. — Por la lealtad y la amistad. —Dijeron todas al unísono. Dejé mi copa a un lado. Paolo la recibió, y siguió guardando sus cosas. — Quiero hacer una mención especial a alguien que me ha sorprendido mucho en estos días. —Vi de reojo que Imelda estaba comenzando a palidecer al entender qué era lo que estaba planeando.— Agatha, ven conmigo.— Jugué a la inocente. Vi como la mujer ponía sus hombros rígidos. Algunas chicas la empujaron con cuidado hacia adelante. Cuando estuvo a mi lado la vi a los ojos con dolor y una sonrisa sarcástica.— Agatha es una mujer trabajadora, una asistente ejemplar, y una mujer que lucha por lo que quiere, pero también es una la mujer que se cogi*ó a mi prometido y el bebé que está esperando es de él. Sentí que las palabras me estaban quemando por dentro, pero lo único que quería en ese momento era hacerla pedazos así como ella lo hizo conmigo. Me había destrozado la vida y la de mi hija también. Los murmullos de consternación comenzaron a escucharse por toda la habitación. Incluso a Paolo se le cayeron unas cuantas cosas por la sorpresa. — ¿De qué hablas Lina? —preguntó Agatha con voz temblorosa. — Lo sé todo. —La vi a los ojos.— Se que has mantenido una relación con Leandro a escondidas y ese hijo que llevas no es de tú ex, es de Leandro. ¿Sabes por qué llegué a este día? —Las chicas seguían con sus cámaras bien puestas en el chisme. Algo que agradecía. A Agatha le temblaban los labios porque no sabía qué decir.— Llegué a este día y no te dije nada para que me vieras vestida de novia en un día que tú anhelas que pase con Leandro, —alcé la mirada y me dirigí a las demás— porque aquí mi gran amiga durante esos tres años le ha rogado a Leandro que me deje y se vaya con ella. — Lina yo... —Di un paso hacia ella. — Llegué a este día para que veas cómo el amor de tu vida me está prefiriendo a mí por encima de ti y tu hijo. —Sonreí con sarcasmo.— Para que me veas vestida de novia y como es que no te estoy dejando el paso libre. —Me incliné hacia ella para hablarle al oído y que nadie más escuchara.— Para que veas que este matrimonio va a durar una mierda y tú te vas a quedar sin nada. Le solté el veneno. Alejé mi cara de ella para ver cómo un par de lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas. — Así que tienes dos opciones Agatha o puedes tomar del suelo la poca dignidad que te queda y largarte, o puedes quedarte a ver cómo el amor de tu vida se está casando con otra. —La vi con altanería. Tenía la frente en alto. Agatha echó a llorar tapándose la cara. Empujó a varias de mis damas de honor para abrirse camino y salir de la habitación para no regresar. — Si algún invitado me está viendo en alguno de los lives, les pido de favor que no le digan nada a Leandro de esto. Dejen que yo me encargue personalmente de mi problema. Las chicas dejaron de transmitir. Por fortuna una noche antes había tomado el teléfono de Leandro con la finalidad de que no se enterara desde antes de la mierda que estaba a punto de caerle en la cara.
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