MAURICIO
(POCO ANTES DE LA BODA)
Me había aburrido de pasar toda la semana en la oficina.
Desde que mi hermana se había casado las cosas habían cambiado, pues no venía más a la oficina porque su sueño de ser abogada se había cumplido y le empezaba a ir mejor desde el momento en que pudo reestablecer la identidad de Nikolas Lamperox. Si a eso le agregamos el hecho de que Erik no quiso volver a retomar la presidencia de la empresa... me habían jodid*o.
Yo solo me había planteado estar un par de meses en la ciudad antes de volver a Europa y continuar supervisando las sucursales de allá. Las chicas europeas definitivamente me volvían loco, y eran las preferidas en la lista de mis noches de fiesta. El trabajo era una excusa perfecta para estar en el viejo continente.
Era viernes por la noche y mi cuerpo lo sabía. Hace semanas que no tenía nada y esa vez había quedado con Abdel para ir de "cacería". Era lo que más me gustaba de estar soltero. Mujeres por donde sea, cero compromiso, cero drama, y siempre disfrutando de la vida. Amaba mi estilo de vida.
Tomé mi saco del perchero y salí de la oficina con la seguridad de que pasaría una noche bomba sin duda alguna. Estaba bajando por el elevador hacia el estacionamiento, cuando recibí una llamada de mi cuñado.
— ¿Le pasa algo a mi hermana? —fue lo primero que pregunté. Confiaba en Nick, pero Alana seguía siendo mi hermana pequeña.
— Tu hermana se encuentra en perfectas condiciones Mauricio. —Me respondió a manera de saludo.— Solo está embarazada y créeme que estoy poniendo mi empeño en cuidarla.
Eso me había dejado más tranquilo. Suspiré relajado.
— Reflejos de hermano. —Me disculpé con él.— Sé que está bien contigo. ¿Para qué soy bueno?
— Le quiero organizar una fiesta sorpresa a Alana por su cumpleaños, será la próxima semana para que te hagas un espacio y vayas. ¿Irás con alguien?
— Iré solo. ¿Por qué una fiesta sorpresa? Ella nunca tuvo una.
— Es divertido. Ella me hizo una a mí, y me dijo que amaba las fiestas sorpresas. Así que contraté una planeadora de eventos para que lo haga por mí.
— Fiesta sorpresa ¿eh?. Nunca he tenido una. —Abrí la puerta de mi auto y entré sin apartar el teléfono de mi oído.
— Tal vez deberías considerar la posibilidad de encontrar una pareja estable. Te puedes llevar muchas sorpresas.
— Me encanta estar sin compromiso. Iré solo y cuenta conmigo para ir a la fiesta de mi hermana.
— Nos vemos en la fiesta.
Dicho esto terminamos la llamada. Me quedé pensando un momento sobre las fiestas sorpresa. Me van a llamar un maldito loco, pero en algún momento consideré la posibilidad de tener una novia con la finalidad de que me hiciera una fiesta sorpresa en algún punto de mi vida. Sí lo sé, renuncié un par de meses a mi soltería, pero nunca pasó para mi decepción. Lo peor de todo es que era una planeadora de eventos.
Aunque en el fondo, esa razón superficial no era el verdadero motivo por el cual dejé de creer en el amor. Tal vez por esa misma razón es que aún estaba al pendiente de mi hermana, porque esperaba que mi cuñado le rompiera el corazón, aunque una parte de mí sabía que eso nunca pasaría.
Me puse el cinturón de seguridad y arranqué el auto para ir al bar donde había quedado con Abdel. Al llegar al lugar, el señor del valet parking me recibió el auto.
— Joven Bonet, qué milagro verlo por aquí. La semana pasada no vino, hubo un evento de playeras mojadas. —El evento me había dolido definitivamente. Tuve que cambiar ver tetas por aplastar el cul*o en la oficina a altas horas de la noche por un problema de logística de la empresa.
— El deber Manolo, el deber siempre gana. —Lo palmeé en el hombro.
Avancé hacia la entrada donde el cadenero me reconoció de inmediato dándome el acceso en automático.
— Joven Bonet, ¿gusta que le asignen el área VIP? —Me preguntó mientras hacía una señal a uno de los encargados del bar.
— Abdel me está esperando. —Nos conocían muy bien a los dos.
— El señor Abdel no ha llegado aún joven Bonet, pero podemos darle el mejor área VIP y lo puede esperar ahí.
— En ese caso voy a la barra. —Le sonreí entrando como si fuera mi casa, y es que jode*r, si era como mi segunda casa. Antes de haber tomado la presidencia de la empresa iba diario. Días gloriosos aquellos que definitivamente iba a recuperar empezando desde hoy.
Pasé a la barra para tomar algo tranquilo en lo que mi amigo llegaba. Pude ver que el lugar estaba repleto de gente por ser fin de semana. Sería sin duda una buena noche. Pedí una margarita de kiwi, no pasaron más de diez minutos cuando Abdel me mandó un mensaje donde decía que le había salido un plan para esa noche. El muy i***t*a se estaba tirando a su asistente.
Tendría que ser yo solo esa noche. El mesero me dio la margarita. Le di el primer trago y fue cuando me percaté que había una mujer solitaria a un lado de la barra. No estaba vestida como la demás chicas que estaban ahí con su vestidos y faldas cortas. Estaba vestida con un vestido n***o y su cabello recogido que le daban cierta elegancia a su look natural.
Se veía triste. Generalmente esas mujeres eran las que más buscaban una aventura para salir de su vida monótona. Me acerqué a ella como una rutina normal. Era guapa como el infierno y mi entrepierna nunca había reaccionado solo con ver a una mujeres y acercarme a ella. Maldita abstinencia, dos semanas y estaba sufriendo las consecuencias.
Me percaté de que se le había caído la bolsa de mano al suelo. Fue la excusa perfecta para acercarme a ella.
— Se te ha caído la bolsa. —Alzó la mirada y debo decir que fueron los ojos aceitunados más impactantes que jamás había visto en mi vida.
Nos quedamos unos cuantos segundos mirándonos hasta que ella fue quien reaccionó.
— Gracias. —Sonrió con debilidad tomando su bolsa de mi mano.
Me senté a un lado de ella. Estaba más seria que el resto de las personas que mezclaban sus voces con la música de fondo que había en el ambiente.
— ¿Estás esperando a alguien? —le pregunté como un primer filtro. No quería encontrarme con un novio o un esposo que quisiera partirme la cara solo por platicar con su chica. Una de las razones por las cuales no dejaba de ir al gimnasio.
— A que aparezca el cretino que rompió mi corazón. —Se llevó su copa a los labios desviando la vista de mí.— Me despreció por alguien más joven que yo.
Mierda. Tenía que salir de ahí antes de verme envuelto en una plática llena de llanto. Vi el escote de su vestido... tal vez valía la pena estar un par de minutos y observar sus tet*as antes de irme. Jode*r, vaya que si valía la pena por el tamaño. Calculaba una copa "d".
— Podría enseñarte unos cuantos trucos para patear bolas. —Me ofrecí viendo con disimulo su escote.
Ella sonrió dejando de lado su seriedad.
— Es lo más interesante que me han dicho esta noche.
Sonreímos los dos al mismo tiempo.
— Mauricio. —Le di la mano para saludarla.
— Alina. —Me estrechó la mano.
Me acomodé en mi asiento. Había algo particular en ella que me llamaba mucho la atención. Tener una plática con ella no sería malo. Ahora que estaba cerca de ella, se me había puesto más dura que de costumbre. Había algo particular en su perfume ¿alguna especie de afrodisiaco?. Creo que esta sería sin duda mi presa de la noche. Había cambiado de parecer.
— ¿Y qué tipo de trucos tienes para patear las bolas?
— Algo muy efectivo es hacerlo por detrás. No se la esperan cuando lo haces. Tómalo como una especie de técnica secreta. —Vi cómo sonreía. Se veía más animada y pude notar unos hoyuelos que adornaban sus mejillas.
— Parece que tienes experiencia. La patada por detrás suena buena idea.
— He visto cómo se lo han hecho a mis amigos, pero creo que buena idea que lo emplees. —Moví mi tronco un poco más quedando en dirección a ella.— Brindemos por las técnicas estrella huevos. —Alcé mi copa.
— Por las técnicas estrella huevos. —Alzó su copa para chocarla con la mía.— Algo que debes saber Mauricio es que si estás aquí para conseguir a alguien con quien pasar la noche, pierdes tu tiempo conmigo.
Parecía que me habían dado un zape y reseteado la jugada. Nadie le decía que no a Mauricio Bonet. Nunca alguien me había pintado la raya desde un principio. Creí que las cosas iban bien con ella. ¿Había hecho algo mal?.
— ¿Por qué crees que quiero pasar la noche contigo?
— Porque no puedo pensar de otra manera cuando me has estado mirando las tetas sin parar. —Alzó una ceja.
— No voy a negar que están excepcionales. Algunas veces no se puede dejar de apreciar la perfección, no me culpes. —Me encogí de hombros.— ¿Qué puedo hacer para que te impresione?
— ¿Me estás preguntando como impresionarme? —Era divertido coquetear con ella.
— ¿Por qué no? —me encogí de hombros.
— Porque no creo que seas el tipo de hombre que le guste dar el control. Eres el típico hombre que va por ahí en las noches en busca de su víctima.
— Puede que tengas razón. No voy a negarlo. —No tenía caso negar mis intenciones. Le sonreí con picardía.
— Y yo soy la típica mujer que se ha metido en un bar porque quiere llorar y ahogar sus penas en alcohol, porque el desgraciado de mi prometido me engaña con una de mis mejores amigas y encima la embarazó. —Habló esta vez con ironía— Escucha, vine aquí con la intención de encontrar a alguien con quien casarme esta noche, así de loca estoy en este momento. No creo que sea una buena caza para un hombre como tú. Me agradas Mauricio, pero no soy lo que buscas definitivamente.
Tenía razón. Me gustaba que era clara y directa. Podría estar guapa, con un cuerpo latino de esos que prenden fuego al pasar, pero en definitiva no era mi tipo. Sin embargo, el chisme estaba bueno.