MAURICIO Pasaron tres días en los que le marqué a Alina mañana, tarde y noche, pero no respondió ninguna de mis llamadas ni mis mensajes. Durante las reuniones, en la oficina, en mi casa e incluso cuando Alana me embargo cuidar a la perra Verónica pues habían hecho un último viaje de vacaciones antes de tener a su bebé, y aún así no podía pensar en otra cosa que no fuera Alina y esa ausencia que me estaba matando. Se me venía a la mente una cara diabólica de bruja guapa riéndose de mí a carcajadas por mi desesperación. En mis pensamientos ella se burlaba de ¿Qué había hecho yo para merecer tal desgracia?. Esa mujer se estaba metiendo en mis pensamientos y en mis mayores miedos. No la conocía lo suficientemente como para decir que algo había pasado con ella. Podría simplemente haberse