ALINA Sentí como el aire escapaba de mi cuerpo y mis piernas flaqueaban al escuchar a mi madre decir eso. Mi niña, mi hermosa niña se había ido de la nada. Me la habían arrancado de mis brazos y sentí que la vida se me fue al no saber si algún día la vería de nuevo. ¿Estaría bien cuidada? ¿Quién velaría por ella si se enferma? ¿Quién le contaría cuentos en las noches? ¿Sería Leandro capaz de construir casitas de cojines y ver películas de princesas con palomitas arcoiris?. Me sentí una pésima madre y mi pecho me lo reclamaba al sentir el peso de mi respiración que me estaba asfixiando. — ¿Mamá? ¿Estás segura que fue Leandro? —dije finalmente con la voz entrecortada. Me llevé una mano a la boca para ahogar el llanto que raspaba mi garganta. — Sí hija, —mi mamá estaba en un mar de lág