MAURICIO
Me amaba.
Al igual que yo a ella.
Simplemente no pude negarlo más. Me estaba rindiendo a ella. "Te amo" retumbaron esas dos palabras dentro de mi cabeza. No sabía que tenía un "modo neandertal" en el amor, pues en automático me lancé hacia sus labios porque sentía esa necesidad de que solo fuera mía. De marcar terreno, de que solo fuera mía, de impregnarla de mí como un loco desesperado por hacerle saber que ella era mía.
Yo era suyo jode*r, y desde hace mucho tiempo. Desde el momento en que la había visto en el bar, sola, vestida con elegancia y tomando una copa con la tristeza en sus ojos. Sí, me había ganado lo chismoso al saber en qué terminaría todo el problema que ella tenía con el sarnoso, pero en realidad lo que me impulsó a quedarme junto a ella fue el hecho de que
