LA PARCA

1754 Words
XIMENA Un médico privado llegó a la mansión diciéndole doctor a Ángelo, —qué raro—, reflexionó Ximena, a la vez que él, muy amable, la saludó: —Hola, señorita, entonces se cayó en una bala, tranquila, se la sacaré sin dejarle cicatriz, La operación dolió muchísimo más que el balazo. Ella por poco se desmaya. Eso no impidió que al otro día se fuera al hospital a interrogar al hombre de gris, el sujeto presente en el atentado de sus padres adoptivos y del accidente de la mina. Se marchó cuando Ángelo no estaba; doblegó a los guardias, quienes no encontraron desautorización por parte del jefe. Vivían, Se llevó dos escoltas por sí las moscas, y eso porque no pudo conducir por el dolor del brazo. Al llegar al hospital, se hizo pasar por la esposa del enfermo, e incluso lloró que ella también había sido herida. El celador se negaba a dejarla entrar sin identificación. Entonces hizo un infalible truco, le pasó un fajo de billetes, diciéndole: —En alguno de esos está mi foto, revíselos en su casa, aquí no se moleste porque está en horas laborales. El celador, rascándose la cabeza, le contestó: —Bueno, señorita, si la descubren, usted dice que entró por la otra puerta, por favor, una mano lava a la otra y las dos la cabeza. Entre motivada y ansiosa, ensayando la manera en que lo interrogativa, que le preguntaría. Ximena recorrió los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación del hombre de gris. Cuando llegó, vio salir a un horrible doctor con una cicatriz en la frente y barba sin arreglar, que chocó con ella pegándole en el hombro herido, preciso, y se fue sin disculparse, afanado, aunque le miró la cara como si la conociera. Ella entró a la habitación haciéndose la brava, mencionándole al hombre: —Ya lo sé todo, solo necesito que me colabore para que yo de pronto le pueda colaborar. El hombre no se movía. Ella pensó que era porque no había hablado lo bastante fuerte, así que repitió más fuerte y con voz más grave: —Vine a darle una oportunidad, si me da información, hasta le puedo dar protección. Y nada, el señor no se movía, ¿acaso estaría dormido o drogado? No se aguantó y lo sacudió. Le miró la cara y la tenía pálida, inerte, con los ojos fijos en ninguna parte. La vida se había ido de ese cuerpo; debió de haber sido asesinado por ese doctor; de esa manera su única pista expiraba. —No lo permitiré—, Ximena se fue corriendo a buscar al desaliñado doctor. Le preguntó al celador y este, muy agradecido, le dio las señas hacia donde había cogido el supuesto Galeno. Corrió y llamó a la policía para denunciar al falso médico que mató al testigo. Lo encontró saliendo del parqueadero en un auto viejo; él la miró sonriéndole, mostrándole las cajas de dientes, ella le esquivó la mirada, memorizando las placas del vehículo. De nuevo telefoneo a la policía, entregándole esa información. Arrancó su auto, para seguirlo. Cegada por la curiosidad, no midió la imprudencia. Incluso dejó a los guardaespaldas que no se percataron de su fuga por estar coqueteando con una vendedora de arepas. Su plan era el de seguir al asesino mientras le indicaba a la policía los movimientos del asesino, pero le tocó cambiarlos cuando necesitó frenar y el coche no le respondió. En su mente, asoció la sonrisa maldadosa del tipo con ese hecho, así que decidió que si tenía que frenar contra algo sería contra esa abominación. Aceleró, alcanzándolo, y lo golpeó entre la llanta de atrás y el baúl, como lo recomendaban en una película que vio; el resultado fue que ese carro giró descontrolado, y lo volvió a embestir de frente. Intento colocar la reversa para frenar, pero la bolsa de aire se accionó aprisionándola, minimizando las lecciones del choque, dejándole un espacio mínimo de vista donde observó como su vidrio panorámico se estalló en mil pedazos y como del auto salió el asesino con una pistola acercándose sin hacer ruido. Sin que nadie lo mirara y ella estaba presa por el cinturón de seguridad, no podía huir, le vio el rostro desencajado con esa cicatriz, con poco cabello, aunque largo y marchito. El hombre le apuntó con la pistola y de repente su cara cambió por una calavera en una túnica verde oliva con una gran hoz, que la elevó alto para dejársela caer con toda la fuerza, al tiempo que este hombre también disparaba su arma. Un rayo de luz la cegó mientras escuchaba unos estruendosos disparos. … ANGELO —Don Ángelo lo llamó para darle una mala noticia, intentaron matar a la señorita Ximena, ella está herida, alcanzamos, neutralizamos al asesino, ya le quitamos lo que pudimos para recolectar información, a ella se la va a llevar una ambulancia, mi compañero Roque la acompañará, está inconsciente. —¡No puede ser, imbéciles! Yo les dije muy bien que la cuidarán; se las van a ver conmigo—, les advirtió Ángelo desesperado. —Me hace el favor y me reporta a dónde se la llevan; igual voy a enviar el helicóptero para que la trasladen a la mejor clínica, consiga todos los videos del lugar y voy a acabar con todos esos perros. Ángelo cuelga llamando a su mejor amigo empleado, un hombre que fue como su padre. —Luis, por favor, necesito de tu ayuda, Ximena por terca se fue y fue víctima de un atentado; por favor, encárgate de averiguar quién está detrás de esto y fumigación al cien por ciento. —Desde luego que sí, Angelito, me honra con esta tarea; pensé que todo era para Vivían. —La verdad, ya no confío en ella, considero que su tiempo aquí ya expiró; por favor, te encargó ese asunto, me tienes informado, me voy en el helicóptero a llevarla a la mejor clínica de aquí y si algo me la llevo a la mejor del mundo. Ángelo cumplió. Llegó exigiendo el traslado de su esposa, que aún no pasaba el triángulo de la sala de urgencias. Se la llevó con unos paramédicos, a una de las mejores clínicas de Bogotá, la Reina Sofía. Por el camino, Luis lo llamó: —Ángelo, hijo mío, ¿cómo siguió la señora Ximena? —Está estable, aunque sigue sin despertar. Al parecer tiene varias fracturas. —Ángelo Voy a ir a varias parroquias y templos religiosos, voy a repartir ofrendas de dinero para que recen por ella, porque sé que los nuestros no sirven, de pronto los tuyos sí, pero no de un hombre que ha pecado tanto como yo. Aunque te llamaba también, para decirte que ya descubrimos que este hombre se encontró con un hombre que le transfirió una suma estrepitosa de dinero. Hablamos con el gerente del banco; este nos dio la dirección del tipo, quien se las dio de desmemoriado; entonces nos tocó refrescarle la memoria con una buena dosis de ya sabes, en todo caso canto más que rapero con m*******a, y nos confesó que había sido contratado por su antiguo jefe que ahora es congresista. Ya envié a varios hombres a conseguirlo y de paso a darle una buena lección. —Perfecto, solo una cosa, a ese perro lo quiero vivo; yo personalmente me voy a encargar de desollarlo; ese atentado no se puede quedar impune. Al otro día, los noticieros exaltaron la noticia de los múltiples asesinatos de la familia del congresista, quien salió en televisión a decir que eran los enemigos de la paz, quienes presidían el gobierno. Le echó la culpa a su antiguo rival, un expresidente que fue el que casi venció militarmente a su grupo, y dijo su mayor equivocación, que se iba del país a pedir protección. De inmediato Luis envió hombres al aeropuerto privado y avisó a Ángelo del operativo. —Voy para allá, trata de conseguir ayuda con los escoltas de él y con la policía del lugar—, Ángelo ordenó —y, por favor, lleva mis guantes blancos. —ya le empaqué sus guantes especiales, sé que son para ocasiones especiales como está, además ya averigüé lo de los escoltas, al parecer son privados, deben ser hombres de su antigua organización. —Luis, en ese caso, llévese artillería pesada que les vamos a dar con todo, llévese más hombres, si acaso contraté más, no dejaremos que ese pájaro vuele. —sí, señor, también ya hablé con el operador del aeropuerto que me confirmó la bitácora, va para Cuba, donde no lo sacará nadie, le ofrecí una buena suma para que lo demore. —listo vamos a darle, no quedará ningún calvo sin motilar. De esa manera se hizo, su convoy fue cerrado por ambos lados, les dieron con fusiles a los carros blindados solo como advertencia, unos hombres con lanzamisiles, les mostraban una opción y otros con fajos de dinero la salvación, —entréguenos al congresista y nadie morirá hoy, incluso se llevan plática para la casita y todos felices—, les rugió Ángelo. —eso es mentira, doctor d, conocemos su reputación, no dejará a nadie con vida y si lo hace lo torturará hasta que se aburra de que le rueguen por su vida—, grito un guardia. —decídanlo pronto, no intenten llamar refuerzos, las comunicaciones han sido bloqueadas, y miren con este aparato inhabilitamos el sistema de seguridad de sus carros, con todo lo electrónico que lleven—, explicó Luis sentado en el capo de su carro activando un pulso electromagnético hacia ellos. Empezaron a abrirle los carros, acabando con todos sin importar ruegos o promesas, ya la oportunidad había expirado, solo dejaron al congresista quien temblaba, lloraba y suplicaba: —por favor doctor d, no me mate, mire yo le doy muchísimo dinero, o lo que quiera, no fue idea mía, solo me pagó Max, si quiere yo lo ayudo a exterminarlo, por favor no puedo morir aquí después de todo lo que sobreviví en mis años en las selvas Colombianas. —tranquilo congresista que hay peores destinos que la muerte, pronto lo descubrirá, por favor, tranquilo que recibirá un trato preferente, acompañemos, incluso le traje un helicóptero para que viaje con altura y con mi médico especial, quien le dará transfusiones para que resista lo que se le viene pierna arriba. Porque donde mi Ximena no despierte, usted y toda su familia estarán peor que muertos, de una vez se la canto.
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