TRAICION Y CASTIGO

1883 Words
Ximena —Vivían, no puedo creer que estés siendo tan grosera; mereces un grave castigo—. Angelo anunció con gran furia. —Ángelo, por favor, discúlpala, está muy borracha; mejor que me siga diciendo a que te dedicas realmente. —Ximena, eso no es disculpa de cómo te trato, tú eres su patrona; si quieres la pongo de patitas en la calle de una vez por todas. —Tranquilos jefes, Yo sola me reportaré con don Luis; le pasaré mi carta de renuncia; por favor, me disculpan. —Bien, quedamos otra vez solos, profesor Ángelo, ahora si me puedes contar la verdad, igual ya la sé. —Si ya sabes para qué me preguntas, Ximena, no le veo la necesidad de confrontarnos. —Ángelo, es que no sé realmente lo que eres, ¿acaso un asesino criminal? ¿Corrupto?, ¿un ladrón internacional? Ya lo sé: un terrorista o peor, ¿acaso un mafioso? —No, Ximena, yo no soy nada de eso—, Ángelo le miente por temor a perderla. —Entonces dime, no creo que un profesor sea tan hábil con la pistola y conduciendo, al menos, uno de psicología de universidad. —Tú sabes que tengo varias empresas. —Pues tampoco un empresario es tan temido por todos. —No me temen, me respetan porque doy confianza. —Ángelo, yo nací de noche, pero no anoche y sé que la luna es de queso, ¿por qué te da pena decir de verdad lo que tu familia hace?Acaso hacen cosas imperdonables como esclavista o algo peor, ¡no puede ser!, —exclama Ximena tapándose la boca con ambas manos. —No, señora, no es nada de eso, aunque sí tienes razón en lo de que me dedico a algo malo, solo que mi único negocio ilegal es que trafico antigüedades; es un negocio muy lucrativo, la mayoría se la compró a los administradores de museos, quienes me comentan que tienen las bodegas llenas de cosas y que allá. Porse dañan. Es mejor vendérselas a un millonario que la exhibirá en la sala de su mansión a que se queden enterradas en un sótano. Por eso he tenido choque con otras bandas de traficantes y gente envidiosa que no les gusta que la Ángelo;gente progrese, por eso me toco aprender a manejar armas y a defenderme. —No te lo creo, Ángelo: eres un tramposo y un mentiroso. —No, amor, por eso tenía el collar que te robaron. Lo vi en una casa de empeños; fue complicado ocultar mi asombro de ver esa pieza detrás de esas rejas, que de seguro había sido empeñada por unas monedas. —Ves que era fácil decirme la verdad, yo sabía que algo malo hacías, incluso pensé que lavabas dinero—; Ximena hace como si restregara una prenda. —Te prometí que no habría mentiras entre los dos. —Pues, aprovechando eso, quiero que me contestes con absoluta franqueza, dime ¿cuartas amantes tienes?¿Tienes muchas novias? —Pues yo tengo hoy una y mañana otra, no mentiras, mi Ximena hermosa, solo tú, ya que eres la dueña de mi ser; el cielo quería que fueras mi esposa porque sabía que eres la única que llenaría el vacío de mi corazón. —Ay, tan lindo mi poeta, bebe, me voy a ir a bañar, ¿qué tal si nos bañamos juntos otra vez? —Es una excelente oferta, mi muñeca hermosa, pero tengo que ir a cuadrar un negocio y ya voy, listo —él le dice acercándose y besándole los labios. Ximena se duchó haciendo roña, esperanzada de que Ángelo llegara y nada, se acostó en la cama desnuda pensando en ahorrarse el tiempo de vestirse y desvestirse… Mientras tanto, en otra habitación, otra mujer que también está acostada en la cama llora su pena; es Vivían, quien se siente destrozada por dentro, por un dolor que empaña al de su espalda marcada por los frescos azotes. Un castigo que según sus verdugos fue lo más piadoso posible; aunque lo desgarrado de su espalda no le hacía mella, lo que no la podía dejar tranquila era su corazón roto. Hubiera preferido que la dejaran renunciar. Aunque no entendía por qué todos sus años de fiel servicio, de llevar una relación abierta a la esperanza, terminaban por una aventura, cosa que ni el fallido matrimonio por contrato pudo. De esa forma, a la vez que Vivían derramaba lágrimas por el amor de Ángelo, en la misma mansión Ximena reía dando vueltas por lo mismo. «No hay nada más peligroso que una mujer herida» Ese dicho es muy cierto; Vivían se dejó llevar por el odio, la desesperación, el desamor y otros demonios. Empezó a idear el mejor de los planes para destruir esa relación, incluso consideró matar a ambos; —si no es para mí, no será para nadie—, pensó mientras se apretaba el estómago queriendo vomitar su amor, sacando de sus profundidades esta oscura obsesión que le carcomía el alma, y se le ocurrió algo muy nefasto: —Aló ¿con Max? Habla Vivían—, la desgraciada contacto al enemigo. —Señorita Vivían, me da un gusto escucharla, ¿cuénteme en qué te puedo servir? —Es que llamo para aceptar lo que me ofreciste. —Huy, Vivían quiere decir que va a dejar a ese perro malagradecido de Ángelo y se va a venir a camelar conmigo. —Sí, Max, ya me fije que no vale la pena estar con alguien tan ególatra y egoísta; solo necesito un favor y te serviré en lo que quieras, tú me entiendes. —Por supuesto, Vivianita, pídeme lo que quiera que yo haré lo mismo. —Alex, quiero la cabeza de Ximena, la dueña de la empresa de joyas y de la mina de esmeraldas. —Pero Vivían, esa señorita hace rato que huele a formol; lo que pasa es que ese zángano de Ángelo la ha protegido muy bien, aunque si eso es lo que me toca hacer para que usted me colabore, pues duplicaré los esfuerzos, voy a pagarle a los mejores asesinos y como en el viejo oeste, le pondré precio a su cabeza. —Listo, chao, Max, en eso quedamos, seguiremos en contacto. Al otro lado del teléfono, en la piscina de una finca, está Max, quien a pesar de haber crecido con Ángelo, hoy lo odia a muerte. —Te voy a dar donde más te duele, perro, liquidaré a tus mujeres—, pensó en voz alta. —¿Qué dice, patrón? —le atiende su lugarteniente. —Que necesito gente bien preparada para una vuelta; me acordé del congresista que me ofreció los servicios de su organización; ese es el propio para esa vuelta. —Jefe, luego no que se habían desmovilizado. —No, mijo, eso fue pura fachada para robar impuestos; me hace el favor y lo llama: ofrézcale un millón de dolorosos por la cabeza de la dueña de la mina; a José le va a gustar eso. —Sí señor, enseguida. … Ximena siguió su vida extasiada por el amor de Ángelo, haciendo que ya se sintiera extraña estar con ropa. Sin embargo, tenía que hacer sus vueltas, seguir estudiando donde tenía que aguantar las ganas de besar a su adorado profesor; tenía que visitar a su hermanita, a ir al orfanato, a visitar y llevarles dinero a los huérfanos; los veía como hermanos; le recordaban cuando ella pasó por esa situación con su hermanita. La madre superiora corría a abrasarla, aquella misma mujer que la reprendió varias veces y que ahora comprendía que fue por su bien, aquella que cuando la abrasaba sentía un calor fraternal mayor al de su madre adoptiva y que siempre se quedaba llorando diciéndole que volviera pronto. —Volveré pronto, madre, saben que me hacen falta, lo que pasa es que he estado ocupada, incluso tengo que ir a la mina a averiguar lo de un derrumbe y que de todas maneras no se puede dejar sola. —Mi Ximena, mil bendiciones para que todo te salga bien, por favor, no nos olvides—, se despedían llorando abrazadas. Ximena se disponía a ir a la casa de Ángelo, pues ya estaba anocheciendo, solo que recordó unos documentos importantes que había dejado en su casa, y sin acatar las medidas de seguridad que le indicó su amado se fue a buscarlos. Sorprendiéndose por el espeluznante cuadro cuando llegó, vio la puerta abierta de par en par. «Me robaron», pensó, avanzó tratando de no hacer ruido y desilusionada contempló el paisaje en ruinas de la casa que compró sin dudarlo porque le había gustado. Incluso los retretes habían sido removidos; le provocó tirarse a llorar en medio de la sala y lo hubiera hecho de no ser porque los sonidos de los disparos llenaron el ambiente, que provocaron que se corriera buscando la salida, sintiendo como las balas silbaban por el aire, atravesando y rebotando por las paredes. Se arrastró hasta el patio trasero, donde recordó que podía treparlo. No era fácil por lo alto, además de esos truenos que sonaban como fábrica de palomitas de maíz; solo descansó hasta que se sintió a salvo, cuando estuvo en el punto más alto del muro, disponiéndose a meterse en la casa del vecino. Ya estaba buscando la forma más segura de descolgarse; días antes lo había hecho para darle comida al perro, porque al parecer sus dueños viajaban mucho y no le dejaban suficiente alimento. Vio una escalerilla que sospechosamente colocaban contra su pared; alguna vez se le ocurrió que era para espiarla y dejó de andar desvestida por toda la casa. De repente sintió un quemón en su brazo que la empujo hacia el patio cayendo encima de unas matas, dañando el jardín del vecino, donde el asustado can la saludó a lengüetazos. —Hola, bonito, por favor, necesito salir de aquí. Se desliza por entre la casa; se encontró de frente con un señor quien estaba aterrorizado… —Tranquilo, soy su vecina de atrás. —Claro que sé que eres mi linda vecina; sería imposible no reconocerte. —Por favor, ayúdame a salir. —de acuerdo, vámonos rápido, esos asesinos ya deben de estar trepando el muro de separación. Así, en medio de disparos, le dio un aventón en su carro, un modelo viejo, pero que prendió al primer intento, llevándola a un sitio seguro donde ella pudo coger un taxi. —Adiós, vecina, embarrada, que dejaste de hacer tus ejercicios sin ropa—, se despide su vecino, con cara de depravado. … En su casa sale Ángelo a saludarla, diciéndole: —Amor, me tienes muy preocupado, te demoraste mucho y no llevaste las escoltas. Sabes que tienes varios enemigos. —Tranquilo, amor, estoy bien, solo que se me varó el carro y por eso me tocó venirme en taxi. —Con que por eso fue la demora, a propósito te tengo una noticia: apareció el hombre de gris, el tal Núñez. —Excelente amor, ven, dame un beso para celebrar. —¿Qué te paso? Estás llena de sangre; tienes el brazo herido —No es nada, es un raspon Ángelo, mi amor…—, ella no alcanzo a terminar la frase cuando cae desmayada en brazos de su amado.
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