XIMENA
—Ha pasado un mes que para mí ha sido un siglo, no puedo creer como fui capaz de vivir una vida sin él. Lástima que el matrimonio por contrato no nos funcionó. Si tan solo hubiera colocado de su parte, estaríamos juntos con diez hijos, tres perros, dos gatos y un acuario lleno de peces. Pasearíamos cada fin de semana a una playa diferente; de pronto iríamos a rumbear cada mes. Por lo complicado de dejar a los niños solos con las niñeras, me gustaría llevar a mi hermana a que viva con nosotros. Cielos, me estoy precipitando, por momentos se me olvida que Ángelo finge no recordar que soy su esposa. No sé qué pretende. No sería llevarme a la cama, ya que lo consiguió. Tampoco considero que sea mi fortuna, pues la suya parece no tener límites. A no ser que sea uno de esos aprovechados cazafortunas que se casan con mujeres millonarias que mueren prematuramente, envenenadas en su mayoría, y de esta forma aumentando de una forma exponencial sus bienes. Esas pueden ser suposiciones mías; como la vez que me pareció que una empleada lo besó, debió ser la oscuridad y los aguardientes que me jugaron una mala pasada. Como la vez en la universidad con la profesora Daniela o con la tramposa de Catherine. No me imaginaba que tener a un hombre guapo sería tan dramático, aunque con un feo debe ser igual, solo que quizás no sería acechado por hermosas mujeres o con una autoestima alta. Desde luego, eso es ser clasista; se dice que la belleza responde al gusto de cada quien; mi guapo es feo para otros ojos. Es similar a esa tribu de África que prefiere a las mujeres obesas, porque el sobrepeso les da estatus elitista. Así puede que piense que es el hombre más lindo del mundo y no lo sea, de la misma forma que sucede con los hijos propios. En mi caso sería mi hermana; yo la veo como un rayo de luz, tan tierna, tan linda, por eso vine a visitarla. La verdad, me siento apenada de no saludarla tan seguido. Aquí estoy golpeando a su puerta, sintiendo la emoción en la barriga de verla de nuevo, y ella abre gritando de la emoción:
—¡HERMANITA, qué alegría verte de nuevo! Me tenías olvidada.
Nos abrasamos, llenándonos las mejillas con besos.
—Emily, me hiciste mucha falta, te amo demasiado, no sé por qué te empecinas a vivir con tus padres adoptivos en lugar de irte conmigo—, le dije viendo los pucheros que me hace.
—Pues, les tengo cariño, además me cuidan bien, he estado un poquito enfermiza—, me dice abrazándose y haciendo esos pucheros que me enternecen.
—Hermosa, ¿por qué no me llamaste?, Yo había venido corriendo, ¿qué te ocurrió?
—Lo de siempre, ya sabes que tengo un defecto de fábrica—, ella lo dice así queriendo minimizar la enfermedad cardiaca congénita con la que nació.
—Hermana, sé que has estado muy ocupada; vi por televisión lo del derrumbe de la mina y lo del accidente de tus padres adoptivos. Sé que te debe de haber tocado muy duro todo ese trajín en las empresas y con tus estudios. No debes de tener tiempo para ti, ni novio tendrás, y menos con la experiencia de tu fallido matrimonio.
—Si supieras que incluso estuve en un crucero por el Caribe, no te llevé porque fue de improviso y además el principal motivo era para recuperar una eminencia.
—hermana, ¿Una eminencia de qué? —Ella me entendió mal, es que a veces hablo rápido, sobre todo cuando algo me intranquiliza.
—No, Emily, “una evidencia” es que resulta que el accidente de mis padres y lo de la mina fue provocado.
—Debe ser el asqueroso de nuestro tío morboso.
—No, hermanita, o por lo menos no lo he comprobado. Tengo pruebas contra Luis, uno de los socios; es un hombre, es muy peligroso; es uno de los motivos de mi visita. El principal es ver que estás bien, otro es que le pedí a un amigo policía que te vigilen y en estos días te enviaré unos escoltas. Me preocupa que esos hombres intenten algo contra ti.
—hermana, por favor, cuídate, mi Ximena, yo te amo más que al sol y las estrellas.
—También vine para que me acompañes a la fiesta anual de la compañía; debemos ir a exhibirnos como las principales accionistas, hijas de los fundadores.
—Pero Ximena, yo aún no cumplo con la cláusula que me permite acceder a la herencia.
—Eso nos tocará resolverlo después; por ahora te necesito cerca para que nos cuidemos las espaldas y quiero estar pendiente de ti—, ella me mira como si fuese a explotar en llanto.
—Hermanita, deberíamos irnos a vivir juntas.
—Es muy buena idea, solo que en este momento no se puede.
—¿A qué se debe eso? Ya sé, estás viviendo con un sexi semental y no me lo quieres decir.
—Emily, ojalá fuera eso, me encantaría, solo que ese hombre no me conviene.
—¡Guau!, si hasta te ha quedado tiempo de vivir aventuras románticas—, Emily lo dice dando pequeños brincos y sacudiendo la cabeza, sonriendo con los ojos cerrados.
—Eso es un cuento de nunca acabar, una historia sin un final feliz, una fábula de amor sin moraleja, un cuento de hadas sin magia, un café salado.
—Qué triste es eso, Ximena, aunque de pronto existe la posibilidad que tu enamorado te corresponda o se arregle lo que sea que no los deja estar juntos.
—Emily, ese asunto es muy complicado, aunque ocurra otro momento de amor, no le veo un buen desenlace.
—Cuéntame, Ximena, que fue lo que aconteció.
—Es algo de locos, que ni siquiera tengo idea cómo contarlo.
—Supongo que me lo contarás a su debido tiempo; yo, en cambio, tuve un novio, un muchacho del orfanato; se llamaba Harvey.
—Al que le decíamos alverja, qué malvadas fuimos.
—Ximena recuerda que era a causa de que ellos me molestaban mucho. Se me burlaban por no poder comer, por pasar mucho tiempo en el hospital, aunque sabes que los niños son crueles.
—Sí, eso son otros tiempos, ahora podemos hacer sufrir a los hombres de otras formas, les hacemos trampas hechas de besos, impregnándolos de perfumes para enamorar y cuando ya los tengamos dominados, los lanzaremos a un pozo de lágrimas de rechazo.
—Hay, hermanita, tu poesía me fascina, te sigo contando, Harvey fue muy atento, aunque tú sabes que no es simpático, su belleza es rara, es brusco de cara, tal vez sea un galán en Marte, no lo sé, el caso es que fue muy tierno y servil, además te acuerdas lo que te conté de Herrín.
—Era ese muchacho guapo, al que todas las mujeres miraban cuando ibas por la calle. Recuerdo la vez en el restaurante cuando la mesera colma la copa de vino debido a que lo estaba viendo, y te mancho el vestido… Me preocupé mucho por ti; ese día casi te da uno de esos infartos.
—Por supuesto, esa mirada le costó el trabajo a la muy garosa y ese es el punto. Con Herrín vivía celándolo porque las mujeres se le insinuaban descaradamente y llegué al punto de seguirlo día y noche. Me convertí en una intensa, llamándolo cada rato, lo controlaba, hice que no se arreglara tanto y ni siquiera lo dejaba salir con sus amigos. Me convertí en una bruja, en una secuestradora; al final lo aburrí y me terminó el noviazgo. Eso sí, le tocó marcharse de la ciudad debido a que le tocó aguantarse más de un escándalo, sobre todo el que le hice cuando lo vi con una mujer a la que agaché del cabello y ella resultó ser una prima de él. Qué vergüenza, me disculpé mil veces, incluso le entregué los mechones de cabello que le arranqué. Por eso supe que toqué fondo, eso reflexioné cuando me tomé unos aguardientes que me enviaron al hospital como un mes…