XIMENA
—¿Y por qué no me contaste eso? Se supone, hermanita, que nos contábamos todo.
—Pues Ximena. Eso fue cuando creía que estabas felizmente casada con ese fantasma italiano.
—Terrible; debiste ir a un psicólogo, Emily.
—Suficiente con lo que dure hospitalizada, allí en la camilla medite mucho sobre mis errores. Yo misma me encargué de transformar ese paraíso en un infierno. Aburrí a ese hombre hasta el cansancio, lo celé para que me abandonara, incluso pensé en matarlo para que si no era mío no fuera de nadie. Entonces después vino lo de Harvey; juzgué que, por feo y desaliñado, no tenía que preocuparme de perderlo; mi nivel de seguridad era más alto. Supuse que no tendría problemas porque ninguna mujer lo acosaría; qué equivocada estaba; resulta que hay muchas que opinaban lo mismo o que por problemas oculares les parecía hermoso.
—O, hermanita, de pronto, porque lo veían con una mujer tan hermosa y llena de elegancia, dirían: “Ese feo debe de tener algo lindo”.
—Sí, resulta que una vez lo vi con una mujer más alta que lo besaba. Lo observé de lejos y corrí como una loca persiguiéndolo gritándole, no lo pude seguir mucho por mis problemas. Me marché llorando a mi casa y después él llegó vestido con otras ropas con el cuento de que me estaba esperando en mi casa hacía horas. Yo le quise creer; aunque empecé a seguirlo, no tuve vida propia por hacer eso; al final lloré mucho al verlo con todas las mujeres que frecuentaba; no sabes cómo me controlé para no confrontarlas.
—¿Y qué hiciste, hermanita?
—Pues Ximena le cantó toda la tabla, le dije lo falso y traidor que era, él se inventó mil excusas, era como un gato que sin importar uno como lo bote siempre cae parado, y yo como una boba volvía a caer. A lo último me amenazó que si no confiaba en él, pues terminábamos.
—Y ¿le terminaste?
—No, decidí estar dándole otra oportunidad, mentiras, yo le lloré, le supliqué de rodillas que no se fuera, al final él fue quien me dio otra oportunidad. Decidí no seguirlo, me concentré en ver novelas, llegó el día y quiso reclamar su prueba de amor debido a que ya cumplíamos tres meses.
—Y te negaste, hermanita, ¿cierto, Emily?
—Claro, claro que no, yo accedí como boba; él me hizo entender que era eso o me dejaba.
—No puede ser, o sea, que tú tampoco eres virgen.
—Mira que estábamos a punto, me emocioné mucho, me excité bastante. Recordé que una vez una señora le dijo que era muy feo y él le contestó: “Señora, es que no me ha visto sin ropa”. Era verdad. Tenía un cuerpo de músculos marcados, con una chocolatina para lavar ropa en el abdomen, y su cosa parecía un hermoso corcel de paso fino. Me entusiasmé mucho, tanto que terminé en la clínica. Mi madre me contó que ese pobre muchacho la llamó a gritos. Supuso que yo me había muerto. Una vergüenza: a ella le tocó vestirme; hasta ese día supe de Harvey; lo busqué por todo lado hasta que descubrí que se había mudado. Él cambió de número y me bloqueó en todas las r************* .
—Huy, hermanita, sí que la has pasado feo. En algo parecido venía pensando; de eso puedo sacar la conclusión de que no debemos de buscar pareja por convicciones, sino por sentimientos y por qué nos guste a nosotros, no a los demás. No importa si para el resto del mundo es el feo más feo, desde que para nosotras sea el adonis perfecto, de esa forma será fácil confrontar los problemas que trae una relación.
—Eso puede ser cierto, Ximena, mi hermanita hermosa; también toca tratar de controlar los celos y las toxicidades.
—Sí, Emily, y que el feo de uno es el hermoso de otra.
—Ximena, podríamos hacer un programa de radio de revelaciones.
—Revelaciones es que ponte este vestido que te traje y nos vamos para la fiesta, que ya vamos, es tarde, prometí ir al orfanato y calculo que ya no lo lograré—, yo le entrego el vestido que le compré; llevo tiempo sin verla y me parece que le quedará pequeño.
—Ximena, este vestido se encogió en el camino o te robaron tela—, ella me dice al ponérselo, pues le quedo corto.
—Emily, se te ve bien, como una segunda piel, aunque me asombra que no sabía que mi hermanita tenga un cuerpazo tropical.
—Me tratas como a una bebe y solo me llevas un poco más de un año; recuerda que tengo veintidós y tú veintitrés, aunque tú tienes un mejor cuerpo, tu cola es más grande que la mía, tu cintura más pequeña y tus senos parecen enormes trampolines.
—Emily, te equivocas, tu cola es redondita y grande, tu cintura es más pequeña que la mía y tus senos se ve que son duros como montañas y eso que casi no haces ejercicio. Bueno, vámonos, lleva ese vestido; de seguro que te robarás todas las miradas; ojalá me dejes algunas.
…
Llegamos a la fiesta donde fuimos recibidas en una lluvia de aplausos y copas en lo alto. Fue hermoso hasta que al fondo en una mesa lo vi y estaba muy coqueto con una rubia. El muy sinvergüenza de Ángelo me hizo hervir la sangre. Me pareció que me vio y se hizo el desatendido. Qué coraje, aunque trato de disimular, le digo a Emily: —Vamos, bebe, somos las reinas de la noche, brillemos, tomemos algo y bailemos toda la noche.
Bailamos juntas como pareja, el DJ coloca música cada vez más sexi y terminamos bailando solo las dos, hasta que me siento cansada y decido sentarme un rato, mientras un hombre aprovecha a entrar a la pista de baile, tomando mi lugar con mi hermanita y otro muy elegante llega a hablarme: —Hola, me llamo Juan Montes y de cariño me dicen móntese, Juanito.
Me rio como loca ante ese improperio, ya que me fije de reojo que Ángelo no me despega la mirada. Hablo con este hombre y la verdad no le coloco mucho cuidado; solo finjo que me interesa, aparte que ya no puedo aguantar las ganas de ir al baño. Entonces lo interrumpo para tratar de llegar rápido, pero este vestido me queda muy ajustado y corto para correr. Dejo el abrigo en la silla, me doy cuenta por qué siento el frío en la espalda, ya que este modelo no la cubre; ¿en qué estaba pensando? Tal vez me vería como una cualquiera, mostrando mucha piel. Entro al baño y descanso por un momento porque al salir me estrello de frente con mi tormento.
—Hola, me da gusto volver a verte—, me dice sonriendo el imbécil de Ángelo.
—¿Hola, de qué? ¿Qué te pasa? ¿Quieres que tu novia la peli teñida me arañe?
—Ella no es nada mío, es solo una inversionista de tu empresa—, él me dice terminando en una sonrisa que parece expulsar rayos de luz.
—Si de seguro eso dices de todas, me hace el favor y me deja pasar—, le digo apartándolo con el revés del brazo y me deja seguir mi camino; yo en el fondo deseo que me agarre por la cintura y me bese a la fuerza, aunque me dice: —Oye ese vestido, enseña mucho para una mujer casada, además te puedes resfriar en esta fría ciudad, toma—, luego me coloca su chaqueta que me congela al oler su perfume que me trae una lluvia de recuerdos, de sus besos, de su cuerpo; sin querer se me escapan los suspiros.