VACACIONES DE VERANO

2002 Words
XIMENA Pasaron unos días que fueron densamente ocupados por los preparativos de la boda, la universidad, el trabajo y la tarea de darse amor de diversas formas, que casi ni dormían. Les tocó aplazar el gimnasio, ya que su energía era desviada en los asuntos maritales, o sea a darle como conejos, como trapero en balde, etcétera, hasta que una mañana de nuevo el celular los interrumpió; esta vez era la amiga Mia, quien saludó de esta manera: —¿Mi mejor amiga qué hizo? Mentiras, ya me imagino qué cosas sabrosas se la pasa haciendo, amiga; para no quitarles tiempo, los llamo para invitarlos al hotel de mi padre en las islas vírgenes, para que entre todos hagamos que dejen de serlo. —Amiga, es un buen plan, espera, lo consulto con Ángelo—, con una mano tapa el celular para preguntarle a su marido; este le contesta lo que no se esperaba: —No, amor, no puedo; tengo unos negocios que atender; de pronto les caería después, aunque no lo creo, como siempre estoy como colgado. Claro que te escuché que necesitabas ir a las minas, incluso ya te había armado un esquema de seguridad impresionante, —Cierto, será mejor que le diga a Mia que mejor nos bronceemos en Boyacá. —Por supesto, con esa temperatura tan baja, —Ángelo, en esa hermosa tierra están todos los climas. Incluso tiene playas en la laguna de Tota, y mis minas están en un clima caliente. —Si bebe, sé que por allá es caliente por la manera en que se dan balas. —No, Ángelo, eso es ofensivo, eso fue antes, ahora se organizaron las cosas y se acabó la guerra, espera, hablo con mi amiguita. —Sí, amor, lo que tú digas. —Mia, amiguita, necesito que primero me acompañes a mi mina. No será lo mismo ir sin ti para ver cómo te caes en el barro. —Listo, amiga, no me perdería ese plan: ir a donde nos caímos, dice la cartilla, siempre tenemos que traer tierra de recuerdo. —Vámonos más tarde, amiga, tenemos que aprovechar que me dijeron que ha llovido mucho; eso quiere decir que habrá barro para que te exfolies. —Qué bien, Ximena, la última vez que fuimos, me parece que trague barro, incluso me toco botar esa ropa, quedo más tierra que tela, hasta se paraba sola. En cuestión de horas, el par de mujeres, acompañadas de un pequeño ejército de escoltas, arribaron a la mina a bordo de los helicópteros de la empresa de Ángelo. —¡Patronista!, ¡patronista!, es mejor que se dé la vuelta, eso por aquí está mucho lo feroz—, les gritaba uno de los celadores que las recibían. —¿Qué ocurre? Por favor, díganos—; Ximena interrogó al celador, quien incluso no pronunciaba bien por el pánico que llevaba. —Es que, patrona, si su merced supiera, eso la gente diría de la comunidad. Se rebotó; están exigiendo que les den plata, porque sí. Pero es que esa plaga, todos sabemos que no son de por estos lados, a esos los trajeron para joderla a su persona. Ahora esos rucios están agarrados con los mineros, quienes quieren proteger su trabajito—; el celador contestó apretando los dientes, moviendo las manos como si fuera a levantar algo pesado, contagiando su angustia. —Señorita Ximena, señorita Ximena—, gritaba otro celador que por poco se tropieza por andar rápido mirando al horizonte, —señorita Ximena, ha sucedido algo espantoso, es inaudito, terrible; en el alboroto, en ese altercado se refundieron las joyas que se tenía que llevar, eso debieron ser esos revoltosos, están acostumbrados a que les den plata sin trabajar. —¡No pueden ser esas joyas, son para la nueva colección, que ya están vendidas! Si no aparecen, me toca devolver ese dinero, pagarles una indemnización y lo peor, eso le dará una mala reputación a la empresa. Quedaremos casi arruinados. ¿Qué vamos a hacer? —Ximena estaba a punto de llorar, imaginándose si tenía que despedir a los empleados, aunque de seguro habría que despedir a alguien, a ese remedo de administrador que ni siquiera se la pasaba en la mina. Por esa razón pasaban estas cosas, —Ximena llama al encargado—. Mia le aconseja que, queriendo hacer algo para frenar la angustia de su amiga, le gustaría abrasarla o tener poderes mágicos para aparecer de golpe esas joyas que, de seguro, no aparecerán. Se fugarán para el mercado n***o. —Sí, amiga, ya convoqué a una reunión extraordinaria de la junta, ya se están conectando, mira—. Ximena muestra la teleconferencia, algunos en pijama, otros en playas u hoteles. —Buenos días, jefa, buenos días, señora Ximena—, los saludos se cruzan, evitando acelerar el motivo de la reunión que ya se filtró a ellos. —Los convoqué para tomar cartas en el asunto de lo que ocurrió en la mina, de una vez les pido la cabeza del ineficaz de White, el administrador incapaz que nunca está en la mina; hay trabajadores que nunca lo han visto—, les exige Ximena, guiada en parte por la rabia del momento. —Espere, jefa, eso no se va a poder; White lleva muchos años encargado de la mina, no es aconsejable cambiarlo en estos tiempos oscuros. Es mejor que deje su cacería de brujas y mejor que se dedique a buscar las joyas antes de que se las lleven al extranjero. Por favor, llame a las autoridades, haga algo—, los demás del Concejo estuvieron de acuerdo con este socio. —Ya llamé al famoso detective Das que es mejor que cualquiera; de seguro las encontrará en cuestión de horas. También voy a preparar nuevos productos en caso de que eso se complique—, Ximena les informó, aunque se sintió como si chocara contra una pared de ladrillos a gran velocidad, que este desafortunado evento le cuestionaba la cantidad de mando en su empresa. —Señora Ximena, eso no funcionará, perderemos mucho dinero en la multa por incumplimiento; si las joyas no aparecen, debemos tomar medidas extremas, me refiero no a despedir a un gerente, sería cambiarla a usted por alguien que maneje mejor las crisis, como lo hizo su tío todos los años de su ausencia—, el socio le confirmaba su sospecha. —Sé que vamos a encontrar esas joyas y cuando lo haga, voy a reformar la empresa—, sentencia Ximena colgándoles sin despedirse. —Señorita Ximena, encontré un indicio—, era como si de las sombras emergiera el detective Das. —Por favor, dígamelo, necesito encontrar esas gemas—. Ximena vio un resplandor de esperanza. —Señora Ximena, les encontré a uno de los capturados, un nexo de la mafia italiana, eso es complicado, es muy peligroso enfrentárseles. —Das, debe de haber la manera de negociar con ellos. —Señora Ximena, prefiero negociar con hombres lobo que con ellos, es que son muy peligrosos, muchos gobiernos los persiguen sin éxito, claro que son varios grupos, aunque todos son peligrosos, sin embargo, las seguiré buscando, nada me queda grande, excepto la ropa—, el detective estiro las manos mostrando que su gabardina le tapaba las manos incluso en esa posición. —Le prometo que si las encuentra le mandaré a diseñar una a su medida, por la mejor diseñadora del país. —Descuide, señora, esa me gusta y ya es parte de mi personalidad; además, me la regalo un viejo amigo; me protege contra cualquier hechizo o maleficio, contra casi todo; lo único que le afectan son las balas y el mal olor, ya que es complicada de lavar, chao, señorita—, de la misma forma como apareció, se retiró y desapareció en las sombras sin hacer ruido. —Ximena, ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Mia, angustiada por lo que le escuchó a Das. —Lo único que se me ocurre es ir a donde un amigo de mis padres adoptivos, es un antiguo mafioso que llegó el año pasado de los Estados Unidos. —Es increíble como un criminal puede viajar con facilidad. —No, Mia, es que no estaba viajando, fue extraditado, cumplió una condena de diez años; es la única persona que se me ocurre que nos puede ayudar, además del detective. —A mí el detective hace que me erice, siento un escalofrío que me sacude, es tan misterioso y a la vez tan guiso como dicen en este país. —Mia, ya te estás acoplando, eso está muy bien. De inmediato los helicópteros las llevaron a través del cielo azul a la residencia del amigo de sus padres, una hermosa finca que pudo salvar de la extinción de dominio, ya que la registró a nombre de un empleado de uno de los empleados de otro empleado. Lo simplificó de esta manera porque era una cadena extensa. Aterrizaron en su plaza de toros privada. Unos hombres los recibieron saludándolos con unos fusiles y lanzamisiles. Por otro lado, los escoltas de ella también les apuntaron con sus armas, llenando el aire con una energía tensa a punto de desencadenar una lluvia de balas por un pequeño detonante como un estornudo o un gas estomacal. entonces aparecio el amigo de los padres, quien Ximena casi no lo puede reconocer debido a que parecía estar forrado en la piel, distando de sus buenos tiempos que era un gordito simpático y eso que estaba usando uno de sus viejos trajes con botones de diamante, que asimilaba a estar en un gancho de lavandería, hablo con su voz ronca, sazonada con alegría: —Ximena, cuanto has crecido, qué alegría, deberías de haberme avisado que vendrías, con eso en lugar de tener este recibimiento te hubiera tenido unos cantantes, los que están de moda. —Don Misal, es que fue algo imprevisto, mi papá si me invito a visitarlo, solo que de boba lo he aplazado, me encantaría venir un día de estos, solo que tengo un problemita… —Si ya lo sé, mi querida Ximena, es lo de las gemas que misteriosamente se evaporaron de la mina. —¿Cómo lo sabes? Don Misal, ¿acaso usted es adivino? —No muñeca, lo que pasa es que uno en este negocio tiene que estar enterado de todo lo que sucede y no solo en el bajo mundo, no tienes idea, incluso ahora estoy lidiando con unos fiscales que me quieren volver a encerrar por otros crímenes y yo no pienso volver a la cárcel. Por eso les estoy tratando de negociar, aunque no quieren aceptar ninguna cifra, me va a tocar, cambiarles el metal, de ofrecerles oro les voy a ofrecer plomo, puede que de esa forma si les haga mella. —Tenaz don Misal, pero por favor dígame si usted sabe quién robo mis joyas. —Huy bebita, no se dice robar, que esa palabra es ofensiva, digamos que sé quién se apropió de sus pertenencias, escuche que fue la banda del doctor D, un hombre de alta peligrosidad. Yo te aconsejaría que dejaras las cosas de ese tamaño, recuerda que lo material se puede recuperar, da rabia lo sé, yo mismo en una situación similar de seguro no haría lo correcto, yo me iría a llenarle de agujeros los escondites de esas ratas, pero por pensar de esa forma termine viviendo en una celda de dos por dos. —No sé qué hacer don Misal, de verdad necesito mucho esas joyas, no me acuerdo donde escuche al doctor D. —pues en los noticieros o en los periódicos, lo mientan cada rato, lo que pasa es que un misterio y aún no conocen su cara, solo su reputación peligrosa lo preside. —no sé por qué siento que conozco a ese tipo, es algo que no recuerdo—. Ximena no recordaba que varias veces había escuchado, que llamaban de esa forma a su adorado esposo.
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