XIMENA
—a mi hermanita le paso algo, Ángelo por favor acompáñame a ver que le paso.
—amor vamos mañana, la verdad estoy muy cansado, además ella te dijo que se iba a dormir.
—no me contradigas, yo la conozco, sé que le pasa algo, incluso tengo un presentimiento, si no me acompañas, me iré sola.
—bueno amor, ya vamos, está bien.
—no, tranquilo, mejor quédate durmiendo el señor cansado primero que casado.
—amor que este casado no quiere ser que sea un sumiso que tiene que hacer lo que quieras a la hora que quieras, si estás en ese plan vete con los escoltas gourmets.
Ximena, acosada por el presentimiento que le pateaba la nuca, de que su hermanita podría estar sufriendo un ataque cardiaco, se la imaginaba tirada sufriendo sin poder moverse, ni siquiera contestaba el celular o podría ser que la encontrara hecha una helada estatua, eso sería mejor ni pensarlo. Es malo atraer la desgracia porque llega. Pero por estar absorta en sus pensamientos y algo molesta con Ángelo, actuó con mal voluntad, le sucedió que se le enredaron los pies. Fue como si un duende de los malvados se los agarrara justo al empezar a bajar la escalera, rodando todos los pasos, sintiendo el sabor a sangre y queriendo que esto solo fuese un sueño, rogando a medida de su descenso que no le fuera a pasar mayor cosa. Parecía que cayera en cámara lenta; tanto que analizó su situación, supo que Ángelo tenía razón. No debió de haberse puesto en modo loco.
—¿Amor, estás bien? —Ángelo la levantaba en sus brazos, llevándola de nuevo a la cama de donde no debió de haber salido.
—Me duele todo, no siento las piernas—, se quejó con una voz desgarradora la chica.
—Amor, ya viene mi médico, no demora, por favor, cálmate, si ves por andar como un toro embravecido, debes de calmarte, apuesto que tu hermana debe de estar durmiendo feliz en la casa o con un amante que la consienta mientras nosotros aquí estamos peleando. —Ángelo, molesto, con los ojos aguados por lo ocurrido, por unos segundos se imaginó el resto de vida junto a una esposa paralítica o que se hubiese desnucado y pasara a ser un viudo amargo. De seguro, nunca más se volvería a casar; se dedicaría únicamente a sus negocios. La llegada del médico le interrumpió estos fatales pensamientos, quien llegó y la revisó bajo la celosa mirada del esposo y al final los tranquilizó informándoles: —Por fortuna solo fueron unos golpecitos, no hay nada roto, le inyectaré algo para el dolor y por favor, cuídense, traten de darse solo amor, la vida es muy corta para los conflictos.
—Doctor, no estábamos peleando, solo quería ir a donde mi hermana—, le contesta Ximena con una voz de moribunda, tirada aquí en la cama sin poder mover un músculo, aunque también con el objetivo de llamar la atención de su amado, cosa que le sirvió porque este estuvo atento de ella toda la noche.
—El señor Ángelo me pidió que fuera a verla; incluso ya me encontraba en camino a donde la señorita Emily; ya me dirijo hasta allá.
—Por favor, doctor, le encargo que me llame para ver cómo se encuentra—, ella le dijo con una voz bajita que la victimizaba, aunque por dentro se emocionaba al ver cómo su hombre se preocupaba y se llenaba de angustia; lo que no le gustó es que maldijera a su hermana.
—Todo por los caprichos de esa niña malcriada, eso es lo que sucedió.
La dicha no le duró mucho a Ximena, ya que la inyección que le produjo un dolor mayor que el golpe mismo, la sumergió en un profundo sueño, durante toda la noche y parte de la mañana. Lo único fue que el teléfono le rompió su descanso; volteó a su lado y estaba su príncipe guardándole el sueño. Por supuesto que también se había contagiado, incluso roncaba. Se metió al baño para contestar, queriendo evitar despertarlo, planeando volver a acostarse en sus brazos hasta que la espalda le doliera de estar en la cama.
—Hola, buenos días—, ella contestó el móvil de un número desconocido.
—Hola, Ximena. Hablas con la madre superior del orfanato.
—Madre, cambio de número, ¿cierto?
—Si Ximena. Es que hace días me subí a un bus, pero mi celular no; tan solo escuché eso de que se desconectó de mis auriculares. Me sentí horrible, sé que no hay que ser materialista, pero es que me duele. Hay tenía mis contactos y los videos de las novenas que grabamos estos años, además de la música que le colocábamos a los niños.
—Es terrible esa inseguridad.
—Sí, hija, está desbordada; hace días se metieron a robar a la iglesia del barrio, se le llevaron las limosnas y el vino de consagrar. El padre dice que a los pocos días volvieron a confesarse, que le dan ganas de mandar una denuncia anónima, pero que eso lo tiene prohibido por el secreto de confesión, que de penitencia les colocó mil padres nuestros con dos mil aves marías; de esa manera sintió algo de fresco por desquitarse, aunque sabe que también está mal.
—Desde luego, madre. Lo bueno fue que ya compro celular; es como usted decía que lo material se recupera, a cuantos han matado porque no se dejan robar un bicho de esos.
—Sí, mi Ximena de mi corazón, aunque no te llamaba por eso, no quiero hacerte llorar, lo que pasa es que hemos estado lidiando con una situación con su hermana, con Emily, sabemos que ella tiene las mejores intenciones, solo que ya se pasa de la raya.
—Madre, dígame, ¿qué es lo que hace esa muchachita?
—Lo que acontece es que cada vez que viene les trae muchos aparatos electrónicos a los chicos, cosa que les ha afectado en los estudios y en el comportamiento. Además, que los incita a que se subleven con nosotras, la verdad, nosotros preferimos que los niños no tengan muchas distracciones. Hace unos días uno de los niños nos saboteó el rosario con el sonido de unos gases que reproducía en su celular. Hemos pillado a otros viendo pornografía, y ese celular nos tocó incinerarlo y lavarle los ojos con agua bendita.
—Entiendo, madre, le diré a Emily que deje de ser intensa; ella sí me dijo que le gustaría que los niños tuvieran comodidades; yo le mostré lo que les donábamos, no sé la razón por la que no le pareció suficiente; debe ser por lo que lo hice sin consultarle, de todas maneras, le diré. Tranquila que eso no volverá a suceder, ustedes son libres de educar a esos niños, ya que saben que es lo mejor para ellos.
—Listo, amor, que pena, por favor, si puedes, no le digas que yo te dije.
—Sí, madre, claro, en estos días voy, chao, madre, bendiciones.
—Dios, te bendiga, hija, por aquí te esperamos; recuerda que somos tu familia.
Ximena colgó, sintiendo rabia contra su hermana; definitivamente algo malo le estaba ocurriendo, ya que no le contestaba sus llamadas ni se las devolvía; en cambio, sí tenía tiempo para hacer compras e ir a fastidiar con su anarquía al orfanato. —¡Me va a oír!—, se le escapó esta frase marcándole al teléfono por enésima vez, y esta vez tuvo suerte, debería hacer el chance debido a que le contestó: —Hola Ximena, ¿qué pasa?—, le contestó como si se estuviera colocando los guantes de boxeo, dispuesto a unos round.
—Eso le digo a usted, ¿qué le sucede, mamita? No se le olvide que soy su hermana mayor y me debe respeto, ¿por qué no me contesta?—, y también se le puso a su nivel hablándole golpeado.
—Hermana, lo que pasa es que he estado muy ocupada…
—Desde luego, fastidiando en el orfanato, queriendo que le hagan maldades a las monjas.
—Esa monja chismosa, la voy a parar.
—Emily, deje de meterse en problemas mejor, evítelos, que ya tenemos suficientes, deje su rebeldía, ¿qué es lo que le molesta?
—Nada, yo estoy bien, Ximena y te recuerdo que soy mayor de edad como para que me cuides como una niñita.
—si por supuesto, eso no te exime a que te dé una garrotera, no me importa, incluso si tuvieras cien años lo haría de ser necesario.
—Mejor deja ese papel de madre para cuando tengas a tus hijos; por ahora dedíquese a cuidar a su marido.
—Eres una malagradecida, yo toda boba ayer por salir corriendo a auxiliarte, rodé por la escalera y casi me maté.
—Quién te manda a ser tan impulsiva y terca, te dije claro que estaba bien, no sé la razón de que corrieras como loca a darle besos a los escalones.
—Mira, pelada grosera, cuando nos veamos le prometo que la que besará el piso será otra para enseñarle a respetar.
—Ahora la perfecta Ximena me amenaza, como ahora anda con todos esos gorilas de su esposo perfecto, pues ven a golpearme y de paso trae a las monjas esas, que vengan esa bandada de cuervos. Acudan a acabar conmigo, todos contra la pobre hermana de Ximena, que eso es lo que soy. Debería cambiar mi nombre de la cédula por ese; ya estoy cansada de vivir a tu sombra.
Emily le colgó a Ximena, apagando el celular, cerrando de esta forma la discusión, donde Ximena quedó temblando de la ira que se le quitó al voltear y ver a su hombre de pie, sin ni una prenda de ropa, mirándola con una leve sonrisa que se le dibujaba en su rostro, diciéndole: —Amor, estás estresada, aquí te tengo una inyección que te quitara eso.