BUSCANDO LO QUE NO SE HA PERDIDO

1704 Words
XIMENA —Muchas gracias, don Misal, le prometo venir muy pronto a visitarlo como se debe. —Cuento con eso, Ximena, por favor, cuídate. Si te puede servir de algo, supe que el general Suárez está obsesionado con capturar a ese fulano. Se dice que lo tiene en la mira. Puede que ese señor te ayude en algo; en todo caso, no le hables de mí, tampoco nos queremos. Aunque me acabo de acordar que hay un hombre que te puede ser de gran ayuda, que preciso trabaja en su mina, aquel hombre que se encarga de sus asuntos con el gobierno, don Molina, el hombre de confianza de tu verdadero padre; ese personaje conoce a medio país, ve y habla con él, como primera medida. —No sabía eso, muchas gracias, en ese caso nos devolvemos para la mina—; Ximena se despidió de don Misal sin saber que era la última vez que lo vería. —Hasta luego, mi niña. —Bendiciones, Misal, por favor, cuídese y deje de andar en malos pasos. —Yo no busco la maldad, ella es la que me persigue. En cuestión de minutos regresaron a la mina donde reinaba la calma. Parecía que nunca hubiera sucedido nada malo. —Buenas, por favor, necesito ver a Molina—, solicitó Ximena a los celadores. —Muy buenas, sí, señorita, ya se lo llamamos, en seguida como un cohete—, ellos contestaron y al rato llegó un tipo de estatura media que, aunque se notaba delgado, de su camisa se le brotaba un buche como si tuviera seis meses de embarazo, que la saludó con un acento especial: —Hola, Ximena, Me alegra volver a verte, qué pena que nunca te pueda dar la cara, es que siempre me encuentro ocupado, ahora mismo estoy tratando de encontrar las joyas—, dijo destapando dos cervezas. —De eso te quería consultar. Me enteré de que la banda del doctor D es la que me robó las joyas. Le agradezco la cerveza, pero no tomo a esta hora y tampoco en estas condiciones—, ella le apartó la cerveza que le ofrecía. —Se equivoca, señora Ximena, las dos cervezas son para mí; yo sí bebo en momentos de angustia de la misma forma que en los buenos. En cuanto a lo otro, eso sí, es una película aguda; ese señor es muy peligroso, aunque nunca lo he visto, incluso llegue a pensar que era un mito como la llorona. Me parece que un día lo vi asesinar a todo un ejército. No logre divisarlo bien porque me tire a huir; solo pude detallar que utilizaba unos guantes blancos. Él es un genocida cruel y despiadado, huy, no, no, no—. Molina sostuvo una cerveza apretándola con el antebrazo a su pecho para dejar una mano libre con la que se santiguó o echó la bendición. —No puede ser, yo detesto a los mafiosos y ahora al parecer me va a tocar hacer tratos con esos tipos, no es justo, desde ya repudio a ese hombre—, recordaba el día en que sus padres murieron por un enfrentamiento de unas bandas criminales de narcotraficantes. —Señorita Ximena, es mejor dejar las cosas de ese tamaño, no buscarle patas al gato, no sea que por estar buscando lo que no se le ha perdido, se encuentre con que lo pierda todito—, mientras le aconsejaba, se bebió una cerveza de un solo sorbo. —Desde luego que tengo que hacerlo, tengo que encontrarlas…—. Una llamada entró en su móvil, era un número secreto, con desconfianza, contesto y tenía razón, una voz casi inteligible, gagueó: —Señora Ximena, le exigimos dos millones de dólares a cambio de sus joyas y toca que le mueva o las feriamos, por otro lado, le damos veinticuatro horas para que lo piense y nos reúna la cantidad, la llamamos después. Y colgaron dejándola con la intriga, podría ser perder esa plata a cambio de las joyas. —Señorita, que pena que estire la oreja, escuché su conversación y con todo respeto le opino que eso es muy grave. Puede que usted les pague y de la misma forma le roben el dinero; eso le ha pasado a un tío que lo secuestraron, les cobraron cinco veces el rescate a los hijos y al final le cobraron otra cantidad por revelarles la ubicación donde estaba enterrado el c*****r. Es lo duro de negociar con un criminal sin honor, en mi opinión todos deberíamos ser como el gobierno inglés que no negocia con terroristas—, y él terminó su palabrería bebiéndose otra cerveza de un solo sorbo, como si fuera agua y estuviera deshidratado. —Sí, don Molina, intentaré otra opción, de lo contrario me toca negociarles el rescate, les ofreceré la mitad o si no me tocará ir a coger café con linterna—. Ximena recordó ese chiste que su padre contaba, esperando que don Molina también lo hiciera. —Me encanta que siga optimista ante las adversidades, su papito era de esa forma. Señora Ximena, si necesita algo, lo que sea, no dude en llamarme, le aseguro que llegaré a donde sea en el término de la distancia—, enseguida mojo sus palabras con otra cerveza que se bebió de un solo sorbo sin mostrar un cambio en su temperamento. —Gracias, chao. Cuídese, don Molina, le aseguro que también, en bien pueda, vendré a visitarlo para que me cuente más cosas sobre mis padres—, ella lo abrazó a pesar de que el olor a alcohol le golpeaba la nariz. —Hasta pronto, señora Ximena, por favor, cuídeseme usted también, yo sufrí mucho por la pérdida de sus padres, no quiero tener que perderla a su merced, le aseguro que voy a rezar todas las noches—, sollozo tocándole los hombros, con los ojos llenos de lágrimas, donde se podían vislumbrar los buenos recuerdos que compartió con los padres de Ximena, quienes lo recogieron de la calle y le enseñaron todo lo que sabía de ese negocio. Ellos fueron los únicos papás que conoció y en cierta forma la veía como su hermana, solo que evitaba estar cerca de ella para no encariñarse. No quería tener que llorar por verla partir y esta vez le sucedía eso. Sus lágrimas se le deslizaban por las mejillas, mojando su ruana, hasta que ella se marchó. Destapó otra botella cuyo contenido se disolvió en su boca, se limpió las lágrimas diciendo: —Que Dios te proteja, hermanita. El helicóptero despegó buscando la quinta donde vivía el general, quien por poco los hacía derribar por los aviones caza. Ximena se presentó por la radio, les informó que era una empresaria, la dueña de la famosa joyería que necesitaba aún gran favor. Muy formal se lo pidió: —General Suárez. Necesito su ayuda contra el doctor D., necesito recuperar unas joyas que me robó ese desgraciado, sé que usted es el hombre que está por capturarlo. —Mi señora vino con el que es. Yo a esa rata le estoy dando cacería. Ese miserable mató a mi hermano congresista y a gran parte de mi familia. Lo encontraré para juzgarlo con mis propias manos—; notificó, moviendo las manos, girándolas en sentido contrario, como el que des presa a una gallina. —Prometo que le colaboraré con recursos; es de suma importancia recuperar mis joyas. —La comprendo, señora Ximena, escuché que sus joyas son muy valiosas, esa noticia ya salió por todos los medios, incluso están ofreciendo una recompensa por la información que dé con el paradero de ellas, le aseguro que los capturaremos, ¿usted tiene alguna pista? —Por supuesto, general, resulta que me llamaron a pedirme dos millones de dólares a cambio de las joyas; le aseguro que es injusto y humillante pagar por mis cosas; si no las necesitara porque ya les tengo vendidas, les diría que se las robaran; detesto tratar con malandros. —Muchas desgraciadas, eso no se hace y menos a una mujer tan hermosa, le tengo un plan infalible, les colocaremos la cita para el intercambio, los capturaremos y recuperaremos las joyas; lo único complejo es que se tiene que conseguir una parte del dinero para darle mayor credibilidad; lo utilizaremos como cebo para esas ratas. —Sí, señor, trataré de conseguir de inmediato una parte, emplearé todo el capital de la empresa, la caja mayor, la menor y hasta la nómina; igual eso no se perderá, ¿cierto? —No, señorita, la operación será todo un éxito, se lo aseguro, tengo amplia experiencia en estos casos de extorsión, estuve diez años en el cuerpo anti secuestro, será una operación limpia y perfecta, a la altura de las de Europa. De esa manera, los hombres del general organizaron el operativo. Ximena dejó el dinero en el punto acordado; después se dirigió al punto donde se suponía que estarían las joyas, una casa normal donde golpeó en la puerta, abriéndole un anciano que no sabía nada. Se acordó de don Molina, quien parecía profeta, pues como que se había quedado sin dinero y sin joyas. Sin embargo, esta vez sí le sirvió la experiencia del general. El cual había añadido unos microchips de rastreo al dinero, con los que siguieron a los maleantes, dándoles de baja, en medio de un huracán de balas, que dio como resultado la recuperación de los dos botines. —Es una operación muy exitosa, qué alegría, por fin cobro una a esa porquería, además me gana tres premios—, se carcajeó el general, mirando al cielo. —¿De qué habla general? El dinero y las gemas son mías, tenga por seguro que le daré su buena comisión—; Ximena le contestó con miedo, ya que en la mirada de loco del general notaba algo siniestro. —Si eso es suyo, solo que la comisión va a ser usted misma, señora Ximena, desde este momento usted pasa a ser de mi propiedad—, el general hizo una seña de corte con su mano izquierda y los soldados asesinaron a cada uno de los escoltas que acompañaban a Ximena.
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