3, REENCUENTRO

1115 Words
ÁNGELO —Qué día más loco, tenemos que cerrarlo en la fiesta de inauguración del bar de la famosa Mía. — ¿Es esa señorita, la hija del petrolero Colmenares?, la que cambia más de novio que de calzones. —Si es, con ella somos muy buenos amigos y no por el dinero, ella colocó un bar para pasarla de maravilla. —Pero Ángelo, le prometí a su abuelo llevarlo directo a casa, me llamó muy preocupado contándome que soñó que eras un ratón que eras agarrado en una ratonera. —Esas son pamplinas, chocheras de viejo, vamos a divertirnos, que la vida es corta y más en este negocio. —Señor, es que desconfío de Pacho y buches, están raros, se han secreteado todo el día, y se molestan cuando los confronto. —Fresco Miguel, ellos saben que si me traicionan, desaparecen, conmigo no se juega. La confianza se mezcla con la arrogancia y se marcha creyendo que en esta ciudad sus enemigos no lo asecharían, ¡cuál equivocado estaba! Por supuesto que a veces pueden suceder cosas malas para que sucedan las buenas y, sí, sus hombres le vendieron su posición a unos enemigos, no por dinero o poder, sino por envidia y resentimiento. Además de que hacía unos días Ángelo casi los acaba por excederse en el uso de la fuerza cobrando unas deudas. No fue culpa de ellos, ese deudor ya se pasó al descaro y en el momento de estarlo golpeando, preciso apareció su hijo tratando de defenderlo, agravó la situación gritando. Les tocó también golpear al muchacho, el cual se tropezó desnucándose, por ende tocó silenciar al papá y echarles tierra con la deuda, en fin cosas de la mafia, lo complicado era que esto no coincidía con el código moral de Ángelo. Ellos se resintieron de que los castigara por este accidente, haciendo que contactaran a los rivales, revelando sus movimientos. —Vamos, Miguel, que la noche es joven. —Se suben a su hermoso auto, uno de esos al que nadie puede insultar, la radio suena una melodía de acordeón, de la nada un camión chirriando, las llantas los embisten. Ángelo siente el golpe en su cabeza y un olor a humo en el aire, mira a su alrededor, todo gira, en realidad el auto salió dando botes quedando de cabeza. Desorientado, siente que unos brazos lo extraen del vehículo. Advierte ahogarse, se concentra en su nariz tratando de respirar, forzando los pulmones, abre la boca como si bostezara intentando que fluya aire, se desplomaría de no ser porque dos hombres lo llevan arrastrando, lo cargan de los brazos, voltea un poco y ve que a Miguel le sucede lo mismo, es arrastrado por dos más. — ¿Qué hicieron? —les grita un hombre de voz familiar. —Señor, los trajimos para comprobar si realmente son, no nos queremos que nos pase lo de kun-fu que se confundió. —explica uno de los matones con voz ronca, como si llevara flemas. —Esos son, ¡termínenlos! Que no quede títere con cabeza, y exploten el vehículo, toca desaparecer las mangas del chaleco. —Dio la nefasta orden ese jefe. — ¡Aguarda, Max! Eres tú, te reconocí. —Ángelo lo interrumpió. ¿Cómo puedes hacer esto? Fuimos amigos, trabajaste para mi familia desde que eras niño, crecimos juntos, fuimos como hermanos, quisiste independizarte y te di medio, Estados Unidos, ¿eso no es suficiente?, ¿Cuánto o qué quieres? —Mi querido Ángelo, esto no se trata de dinero, tampoco es porque esté resentido con tu familia o contigo, de cómo siempre fui tratado como tu mascota, lo que pasa es que no me quiero conformar con solo un pedazo de Estados Unidos, lo quiero todo y lo que resta, además me asocié con otros grupos y la mayoría te quieren fuera a ti y a tu estirpe. A lo lejos está una mujer en su carro, observó cuando el camión de basura golpeó al coche. Al bajarse a ayudar, le tocó lanzarse al piso al notar a un grupo de hombres armados y bien vestidos, que se bajaron de este camión, —No puede ser, es la mafia, —pensó—, ¿cómo puedo ayudarles? Pero odio a los mafiosos, los van a acribillar, ¿qué hago? Virgen, ilumíname. Sabía que si gritaba, les llamaría la atención. No pasaba la policía, ni otro carro, quizás porque era tarde de la noche y parecía que fuera a llover. Miró, por todas partes, desesperada, vio algo que le dio una idea. Una sucursal de un banco estaba a unos metros, busco alguna cosa para golpearla, una piedra o un palo para aventarle, y no lograba encontrar nada, diviso una piedra alargada, se arrastró a agarrarla y esa cosa se le desató en la mano, tal vez era excremento de perro. Siguió buscando y encontró a un lado de la calle una bujía, sin dudarlo la lanzo contra el banco, le dio a un vidrio fisurándolo y logrando su acometido, la alarma sonó, en pocos minutos llegaría la policía. — ¡Llego la policía! —gritó nervioso uno de los asesinos, soltando a Miguel, quien aprovechó a sacar una pistola que ocultaba en el sobaco, disparándole a uno de sus captores. — ¡Déjenlos quietos! —gritó la mujer desesperada, revelando su ubicación, y unos de esos matones le empezaron a disparar. —¡Virgen santísima!, ¿qué hago? —ella pensó en voz alta. En un momento su vida pasó por sus ojos, y desde luego ya había estado en situaciones difíciles, no como esta, aunque difíciles. Se arrastró hasta el auto, luego en cuclillas y, por último, corriendo, tapándose las orejas con las manos, con las manos temblorosas, casi quietas debido al ruido de los cristales, quebrándose por los proyectiles, entró al carro y lo más agachada que pudo lo prendió arrancando. Las llantas chillaron como un perro pequeño, emprendió su huida, pero la calle estaba bloqueada por ese accidente. Como un haz de luz divisó un pequeño espacio entre el camión de la basura y el edificio, sabía que no era una experta midiendo distancia. Mientras tanto, Ángelo se pudo liberar un brazo, buscó en su bolsillo, y solo encontró sus llaves, las empuñó, lanzándolas hacia uno de sus captores que lo agarraban, imaginando que le pincharía un ojo. Esa imagen cambió cuando escuchó el crujir de los dientes, recibió a cambio una cachetada que lo envió contra el piso, algo menor de lo que le tocó a Miguel. Que ahí mismo le dispararon varias veces, por un momento parecía que cocinaran palomitas de maíz, porque también trataron de callar a esa misteriosa entrometida.
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