XIMENA
Días después.
— ¡Me encanta Colombia! Aquí no existe el aburrimiento, no sé por qué la gente se va a otros lados.
—Ximena, pensé que estabas en este país para estar conmigo.
—Mía, yo también supuse que te marchaste de Europa por mí.
—Ximena, ese fue el principal motivo, luego empecé a conocer a hermosos especímenes que me hicieron enamorarme del país, como por ejemplo mira, pon atención, ahí viene nuestro profesor de sociología, es la única razón por la que entré a estudiar aquí, lamentablemente descubrí que no es mi tipo, me duele admitirlo, es más, el tuyo, ven, saludémoslo.
—Hola, profe D.
—Qué sorpresa si es Mía con su hermosa amiga, que según recuerdo se llama Ximena.
—La sorpresa es que te fueras sin despedirte, eres un profesor muy maleducado—le reclamó Mía, apretando el puño.
—Me tocó irme, es que tuve un asunto de familia, ¿cómo les acabo de ir? La fiesta era bárbara.
—Y eso que te faltó lo mejor, ¿cómo sigues, Ángelo? —Mía le preguntó.
—Estoy preocupadísimo, muy preocupado.
— ¿Y eso? —Ximena le interrogó angustiada.
—Pues que todos mis amigos aseguran haber sido novios de Mía, ya en mi círculo social, solo falto yo.
—No, eso es falso, me calumnian, o pueden que tengan algo de razón, aunque la preocupada debo ser yo, ya que no me invitaste a tu pelea de boxeo. —le reclamó Mía.
—Además de ser una eminencia en psicología, ¿el señor también boxea? —interpeló Ximena asombrada.
—Sí, y es uno de los mejores, además de competir en torneos de tiro con arco y esas pistolas chistosas. —Mía comentó.
— ¡Increíble!, lástima que no seas perfecto. —expuso Ximena haciendo pucheros.
— ¿Por qué lo dices?, es falta de conocerme. —Ángelo intentó defenderse.
—Es que bailas horribles—. Ximena le soltó de una y sin rodeos su descontento.
—Huy, sí, y dicen que un hombre que baile mal, es malo para aquello. —intervino Mía, riendo.
—Lo que pasa es que estaba un poco golpeado por el entrenamiento. —Ángelo se defendió con una disculpa, algo cierto.
—Deberías invitarla a bailar hoy a mi negocio, para que le quites esa mala impresión. —propuso Mía.
—Me encantaría que me dieras la oportunidad de reivindicarme, es más, vamos a comer algo y cuando acabemos vamos a la disco de Mía.
—Lo siento, pero no puedo ir a comer con un profesor. La gente puede decir que soy una aprovechada que quiero pasar el semestre horizontalmente. —Lo aterrizo Ximena.
—Tienes razón, ¿qué tal si me voy para mi casa y me cambio el traje de profesor por el de príncipe y nos vemos por la noche en ese antro?
—Ángelo Respeta, una cosa es que me andes insultando y otra cosa a mi disco, al colocarlo me gaste cincuenta veces lo que te ganas como profesor en un año.— Mía contestó furiosa.
—Es una broma, Mía, no te llenes de odio, para disculparme te llevaré a un amigo que no conoces. —le propuso Ángelo.
—Está bien, y lleva otro para Ximena. —replicó Mía, arrugando la frente y colocándose las manos en la cintura.
—Desde luego, le llevaré a un amigo mío, al que conozco muy bien. De toda la vida su nombre empieza con A y termina en ngelo. —sugirió con risa el profesor.
—Además, debes comprarme una botella bien cara para que te disculpe y otra para salir con Ximena. —Recomendó Mía.
—Yo por ella te compro todo el sitio, si es necesario, —repuso Ángelo.
—Esperen, que yo no soy una mercancía, no pueden negociar conmigo y menos por unas botellas de bebida. —intervino Ximena.
—O sea, que, si hay una forma de conseguir un trueque por tu amor, ¿cuál sería? —preguntó el profesor D.
—Claro que la hay, todo tiene un precio y mi amor, pues valen eso, amor, abrazos y cariños. —sonrió Ximena.
— ¡Caramba!, yo tengo mucho de eso, te llevaré una costalada de amor, una tonelada de abrazos, y montones de cariño de diferentes quilates. —dijo moviendo las manos como si bailara.
— ¿Ya estás calentando motores? Ojalá que hoy, si le des al ritmo, parece que tiene más oído un ojo, que tú— Ximena se le burló.
—Pues nos vemos por la noche, verás cuántos pares son tres moscas —, y se despidió Ángelo picándole un ojo.
…
Ángelo
Él llegó tarde, entró desesperado al negocio de Mía, las luces de colores se mezclaban en ese lugar, corrió angustiado con la premura de evitar otra mala impresión, se tropezó con la dueña:
— ¿Por qué llegaste hasta ahora? ¿No puedes hacer nada bien? —Mía reclamó, —ella está por ahí, —le señaló hacia un costado.
Ángelo, sin mediar palabra, se dirigió a ese punto. Allí estaba bailando sola, vestía una minifalda y una blusa moradas. Cuando la vio, sintió que el suelo se desplomó y salió flotando, pudo ver cómo todo lo que estaba alrededor de ella se borraba y salían rayos de luz. Se sintió como si lo lanzaran por un tobogán, sintió las famosas mariposas en el estómago, algo que consideraba que era un mito. Fue incapaz de moverse, ella fue la que se le acercó.
—Hola, me encanta que hayas venido.
—De morado, pero llegué, —Ángelo trató de arreglar las cosas con una broma.
—Ojalá que no se haya olvidado el software de bailar.
—Pienso que, si lo traje, lo que no sé es si se dice haya o halla, opino que eso va dependiendo del país.
—Supongo que sí, aquí en Colombia hay palabras castizas que son tomadas como groserías, como la palabra con «c» para trasero o la enfermedad venérea, aunque la usen también como aumentador o muletilla.
—Vaya, si eres una caja de sorpresas, además de ser una linda estudiante de psicología, también eres una lingüista, que dejo a mi lengua antojada. —El profesor empezó a insinuársele.
—Cálmate es que yo no acostumbro a dar besos en la primera cita y tampoco en la segunda.
—Yo tampoco lo doy en la primera cita, —dijo Ángelo pausando y continuo, —desde luego, lo bueno de nuestra historia es que técnicamente esta sería nuestra tercera cita.
—No creo, lo de que hablamos en la universidad, no cuenta, ese fue un encuentro para concretar esta invitación, doctor D.
—Estoy de acuerdo, esa no cuenta, me refiero a la primera vez que nos vimos, ¿es imposible que no te acuerdes? Te estás haciendo la olvidadiza.
—Ángelo, no te entiendo y me estás asustando un poco. —Ximena le declaró arrugando la frente, él se acercó al oído y le preguntó:
— ¿Por qué me has mentido todo este tiempo?