XIMENA
En la habitación de vigilancia las chicas estaban asustadas, mientras que Ángelo golpeaba las paredes diciendo: —Ese perro, yo lo conozco, es un hombre de Max, malditos, los voy a matar a todos.
Ximena lo miró aumentando su miedo. “¿Acaso Ángelo, además de ser su esposo, que tramaba algo, era también un despiadado asesino?” “¿Podría ser uno de esos locos que tienen varias personalidades”? “¿Bajo ese bello rostro vivía una legión de polos?” Ella pensaba esto y le reafirmaba que tenía que separarse de él, de alejarlo. Tenía que colocar mucha tierra entre los dos. Quizás podría vender las acciones de la empresa para irse con sus papás y hermana al sitio más apartado del planeta, a criar cabras o canguros, cambiarse de identidad, vestir como hombre, pintarse barba, o cualquier cosa con tal de que este polifacético no la encontrase.
—Listo, mi amor, yo cumplí. Ahora le toca su parte.
—No, Ángelo, no recuerdo nada, que te he prometido algo.
—Acuérdate que tienes que ir a cenar conmigo.
—Huy, que envidia, ojalá a mí me chantajearan para cenar en un restaurante de lujo—, sonrió Mía, con esos ojos verdes chispeantes por la picardía y se mordió los labios.
—Pues vamos los tres—, propuso Ximena intentando no quedarse sola.
—No, amiga, ya estoy cansada de ser la metiche, que me toque verlos besar, es incómodo, me antojo y me sonrojo, mejor voy y le acepto la invitación al jeque. Al rayar, a ver si me raya, que me cuente como es la vida de casado con siete mujeres.
—Debe de ser divertido hasta cuando se les dé por echar cantaleta—, bromeó Ángelo mirándolas a ver si les provocaba risa.
—Mejor me voy, ojalá ese jeque tenga buenos chistes que de tanta risa me seque—, Y Mia se marchó, rumbo a donde el Emir, y a su vez Ángelo con Ximena se fueron al restaurante de lujo del crucero.
—Ximena, puedes pedir lo que quieras, o si prefieres, yo pediré por ti.
—Qué tal, don Ángelo, si yo soy la que pido por los dos.
—Estoy de acuerdo, solo que por favor no vayas a pedir comida tradicional del Oriente; te lo juro que no soy capaz de comer ratas o perros.
—Tampoco sería capaz, aunque eso no es algo tradicional, según escuché, es por la sobrepoblación que les tocó aumentar las posibilidades culinarias.
—No sé, a veces lo que para unos es desagradable, para otros puede ser un manjar, por ejemplo la rellena, ¿la has comido?
—Por supuesto, Ángelo, es deliciosa; la humanidad tiene una deuda con el que se inventó rellenar los intestinos del cerdo con arroz, sangre y arvejas; es delicioso.
—Eso, Ximena, hay muchas personas que no comen cerdo y no han probado un trozo de ese manjar, que si lo probaran con mente abierta, de seguro tirarían sus creencias por la ventana.
—Sí, Ángelo, en ese caso, ¿qué tal que comer sudado de perro sea un manjar?
—Tocaría probar, aunque uno no sabe cuándo come salchichón.
—No me imagino al guapo y elegante italiano de ojos verdes y cuerpo atlético, vestido de corbata, degustando un pedazo de salchichón y con una cerveza de sobremesa.
—Ximena Lo he hecho varias veces, con limón, pero no es lo más raro que he comido. En España degusté percebes y erizos, se comen crudos, pero son muy deliciosos. También en Bucaramanga comí hormigas culonas.
—Huy, Ángelo, se nota que te gusta probar de todo.
—Ximena, es que no me gusta rechazar la comida que me brindan. Excepto una vez en Mongolia, donde en la mesa tiene un pequeño hueco en el centro, por ahí meten la cabeza de un mico vivo, dos niños lo tienen por debajo de la mesa, llega el líder y con un cuchillo le abre la cabeza y empiezan a comerle los sesos. Casi me desmayo de lo aterrado que estaba; no pude comer eso, ni siquiera lo intenté. Me tocó decir que mi religión no me lo permitía para evitar que se molestaran.
—Huy, Ángelo, a veces es conveniente tener una religión flexible.
—¿Por qué lo dices?
—Es que en la Biblia dice que no codiciarás la mujer del prójimo y mírate, tratando de seducir a una indefensa mujer casada.
—De seguro no eres nada indefensa, aún me duele esa cachetada del otro día, deberías ser boxeadora, de seguro noquearías a todos de un solo golpe.
—A ratos practico jiujitsu, me imagino que lo sabes, si te la pasas siguiéndome.
—No, Ximena, la mayoría de nuestros encuentros han sido solo coincidencias, es que el universo quiere que estemos juntos.
—Ángelo, deberías de decirme la verdad de una vez por todas; deja de ser un hipócrita. —dijo pegándole una palmada a la mesa,
—Ximena, te juro que a veces no te entiendo. Honras el dicho de ¿quién entiende a las mujeres?
—Creo que eso es un canal de doble sentido, ojalá me hablaras sin tapujos, ya no tienes necesidad de mentirme, deberías decirme que es lo que te propones, yo ya lo sé todo.
—Querida Ximena, en serio que han sido una serie de eventos de coincidencias, la verdad es que me interesas mucho.
—Ángelo, ya no sé qué pensar, es cierto que me interesas, pero me intrigas mucho, ojalá supiera cuáles son tus verdaderas intenciones.
—Ximena, de mi corazón, mi único interés es amarte para toda la vida, vivir una vida de sueño junto a ti.
—Ya deja de hacerte, yo sé que tú eres…
Por la mesa pasa una bella mujer de cabello n***o, ojos cafés, un lunar cerca a sus labios carnosos, con un cuerpo de modelo de ropa interior, que centra la mirada en Ángelo como si no existiera nada más. A riesgo de tropezar con algo, decide mejor frenar, diciendo:
—¿Ángelo, eres tú? Sí, si eres, qué afortunada soy—, la muy bandida se le lanzó en plancha besándole la boca.
—Hablando de coincidencias—, murmuró Ximena enojada, tratándose de levantar, aguantándose las ganas de salir corriendo.
—Hola, Catherine, te presento a Ximena, ella es mi esposa—, le dijo retirándola de su boca y señalándole a su acompañante que se disponía a fugarse.
—Hola, qué pena, por favor, discúlpenme, es que me tropecé, mucho gusto. Me llamo Catherine, soy la novia, perdón, la exnovia de Ángelo—, se presentó estirándole la mano con una sonrisa hipócrita.
—Muchas gracias, señorita Catherine, está de suerte, pues se encontró a su ex, es posible que puedan volver, las segundas partes a veces son mejores, como El exterminador, segunda parte, es la mejor de todas esas cincuenta películas y series. A propósito, como dijo ese robot “hasta la vista, bebes”, me marcho para que recuerden viejos tiempos—, dijo Ximena levantándose, con la cara roja llena de ira.
—No, espera Ximena, Aún debemos hablar de ese asunto importante; mira, con Catherine hace mucho tiempo que fuimos novios, solo que nos dejamos de ver por qué nuestros trabajos y compromisos no nos dejaban vernos.
—Si Ximena, Ángelo y yo no pudimos fluir, debido a la distancia, se nos tornó en un romance telefónico, de verdad estuve a punto de renunciar a todo, pero es que dirijo una gran compañía de inversiones y eso demanda mucho tiempo, además que de eso dependen muchos empleos.
—Por eso los dejo, esta es una ocasión para que retomen las relaciones,
—No, Ximena, espera—, Ángelo la cogió del antebrazo mirándola fijamente, —no te vayas, arreglemos las cosas.
—Tranquilos, Ángelo, Ximena, por favor, perdonen mi intromisión, no quiero causarles problemas; Ximena, eres muy afortunada que Ángelo te escogiera, con todo respeto, me siento muy alagada de que al dejarme se consiguió una mujer tan hermosa, mucho mejor que yo, por eso mejor los dejo en paz, yo me marcho.
—También me voy, Ángelo, hablaremos después, cuando estés decidido a ser sincero conmigo.
—Espera, Ximena, ni siquiera pediste algo, ¿si quieres puedes pedir fritanga o algo exótico?
—No gracias, ya tanta coincidencia me hizo perder el apetito, o bueno, solo quiero un refresco para que me quite este mal sabor de la boca y este olor a zorra que su amiguita dejó.
En un rincón estaba Catherine observando. Muerta de celos, no concebía que Ángelo tuviera otra por la cual ni siquiera le hubiera visto su escote. Recordó las muestras que le habían dado de una empresa farmacéutica, un nuevo tratamiento para la frigidez femenina. Su cerebro, maquino a velocidad luz, buscó a un mesero diciéndole: —Señor maitre, le tengo un negocio, ¿quiere ganarse un dinero extra?
—¿Qué toca hacer? ¿Me toca quitarme la ropa?
—Mire esa mesa de allá donde yo estaba, esa es mi amiga que está de cumpleaños y le queremos dar una sorpresa, mire, esto es un afrodisiaco, mire, solo se lo echa en su refresco sin que nadie se entere—, y le introdujo un fajo de billetes en un bolsillo.
El mesero guiado por la codicia lo hizo de esa forma, y Ximena se lo bebió antes de marcharse, viendo a Ángelo con desprecio.
Catherine se deslizó por el salón evitando que Ángelo la divisara…
—Aguarda, Ximena, por favor, me siento muy apenada, solo quiero decirte que, mejor prevenirte, Ángelo no es lo que tú crees, nosotros nunca terminamos y además está casado, solo te quiero proteger, es cuestión de solidaridad femenina, ¿tú me entiendes?
—Sí, desde luego, Catherine, yo soy la esposa; por favor, no me siento bien, me podrías acompañar a mi cuarto.
—Por supuesto, Ximena es por aquí, ¿cómo es que tú eres su esposa? En ese caso serías la segunda, pues la primera está en Sicilia.
—Lo sé, yo soy la que estaba en Sicilia, la que se casó sola; oye, me parece que por aquí no es, estás confundida.
—Escuche lo de la novia sola, es muy triste, vamos por aquí, es un atajo.
Sus pasos lentos y confusos causados por esa droga experimental fueron guiados por Catherine, quien la llevó a otro dormitorio, donde estaba su primo.
—Hola, Benito, Aquí te traje una como te gusta, me haces el favor y le das bien duro.
—Huy, qué rico, está como quiere, ¿la trajiste de un reinado?
—Sí, y tú eres quien la va a coronar.
—Lástima que bebí muchísimo, no importa; será meter unas líneas de polvo y quedo como Popeye el marino y como estoy en un barco me queda el apodo.