EXPOSICIÓN DE CAUSAS

1968 Words
Emily, Ximena y Angelo A la mañana siguiente, los dos cuerpos sedientos de agua, pero saciados de placer, se levantaron a bañarse, vestirse y a desayunar. Todo fluía tan bien que se podía oler la fragancia primaveral; es como si hubiera salido el arcoíris después de la tormenta que nos entretiene con sus colores haciéndonos olvidar la tempestad; como un niño pequeño que después de hacer pilatunas nos embelesa con su carita tierna. —Amor, por favor, no volvamos a pelear, prométemelo—, dice Ángelo mientras Le acaricia el cabello, peinándola con sus dedos que se sienten en un suave tobogán. —Trataré de no hacerlo, es complicado, no puedes pedirle a un tigre que sea vegano y tú también, de seguro le destrozaste la mandíbula a ese pobre hombre—, contesta Ximena mientras le mete un pedazo de melón en la boca a Ángelo. —Ese es un punto importante, por favor, mi amor, no quiero que vuelvas a hablar con ese tipo, es muy peligroso. —Qué peligroso va a ser un diseñador de joyas, será que me va a adornar hasta matarme de brillo. —No, mi amor, lo que pasa es que Max es mi competencia en mis negocios que no son muy acordes con las leyes de este país, por eso necesito que cortes vínculos con esa rata. —Ángelo, mi amor, debes de estar muy equivocado, este señor no se llama Max, su nombre es Leonel, vi su hoja de vida, en serio. —El infame te engañó, su verdadero nombre es Max y lo único que diseña son maneras de matar, si te vuelve a llamar despégalo, ábrelo del parche, mándalo a volar o como quiera que se diga por aquí. —De acuerdo, lo mandaré por un tubo, como digas, mi amor—. Ximena de nuevo lo paladeaba como un bebé. —Debes tener cuidado con la gente con la que hablas; consulta a los escoltas, ellos conocen a muchos malandros. —Pensaba que solo conocían de maravillas gastronómicas. —Claro, también los he visto, aunque es normal, imagínate que tuve un escolta que solo comía insectos, me erizaba cuando escuchaba cómo hacía chasquear las patas de grillo en sus dientes, un día casi me vomito viéndolo sorber un gusano blanco de cabeza negra. —Pues equivalente a ir a los países orientales donde comen de todo, o como un hindú reaccionará al vernos comer vacas. —Y eso que uno no sabe que animal consume en los embutidos o en las comidas rápidas. —Escuche de una taquería que un vecino la denunció porque veía que mucha gente entraba, pero no salía; la policía al realizar la redada encontró fosas llenas de huesos; ya te imaginarás la carne de sus productos. —Huy, no hablemos de eso, es muy repugnante, aunque a lo largo de la historia varias culturas practicaban el canibalismo. —Las personas se imaginan un caníbal a un aborigen africano con un hueso en la cabeza y puede ser, aunque leí, una historia de unos indígenas americanos que se quedaron estupefactos al rescatar a un barco español, donde sus ocupantes estuvieron a la deriva por meses. El hambre y sed los llevó a devorar a los caídos. —Es una buena charla para una dieta porque ya se me está quitando el hambre. —Efectivamente, amor, ¿cómo no se te iba a quitar si ya te paladeé todo tu desayuno? —Ximena, en eso me fijé, también en que por hacer eso tú no has probado mayor bocado, ven, ahora yo juego al bebe contigo, mira esta cucharada por el papi—; Ángelo le mete la cucharada de huevo sin soplarla y le alcanza a quemar la lengua, que a la chica le toca abrir la boca respirando con fuerza para refrescar su paladar. —¿Huy, amor, quieres acabar conmigo?—; Ximena le correspondió sonriendo; esto no pasaría en un matrimonio que lleve más tiempo; la mujer lo hubiera llenado de golpes por quemarle la boca. Por supuesto que es improbable que el marido paladeara a su mujer; casi siempre el tiempo borra la ternura. Una relación empieza con dos personas desconocidas que quieren estar juntas por razones inexplicables y termina con dos personas que se odian y que están juntas por razones desconocidas e inexplicables. —Ven, te sobo la lengüeta—; Ángelo le soba la lengua dentro de su boca, y les da asco comer gusanos. —Ángelo, amor, Vamos tarde para mi evento. Tengo que presentar la nueva colección de joyas en Golferías. —Listo, amor, vámonos…—, el sonido del celular de Ximena los interrumpió; el identificador anunciaba que era Leonel. —Ángelo, ¿qué le digo? —Actúa como si yo no te hubiera alertado, pero aléjalo. —Está bien, mi amor, de acuerdo—, le da un pico y contesta el móvil. —Hola, Leonel, qué vergüenza contigo por lo de ese bochornoso show. —tranquila, jefe, es un problema de un marido celoso por su bellísima esposa; esas cosas suceden todo el tiempo—, contesta Max, con su voz que se escucha raro. —Por eso decidí separarme, no puedo con un hombre celoso—, mientras lo dice, mira a Ángelo sacándole la lengua. —Eso es algo muy triste, sería mejor vernos para tomarnos algo con lo que puedas ahogar tus penas y puedas voltear la página de esa relación, además de darte mis diseños. —No, Leonel, no puedo, estoy ocupadísima, por favor, envíalos a la fábrica, mi secretaria los recibirá y si necesitas un adelanto, pídeselo, que ella está autorizada para desembolsártelo. —De acuerdo, jefe, de todas maneras me gustaría verla. —Un día de estos, disculpa Lionel, me toca irme, además que aquí donde estoy hay mucha interferencia—, de esta forma colgó el celular y le mostró el dedo índice a la pantalla. —Amor, deberías haberlo despedido, mandarlo para el carajo—, Ángelo le murmuró mientras le agarraba la pequeña cintura. —Es que bebe, están hermosas esas joyas, no las puedo dejar que se las lleve—. Ximena se le pega al cuerpo respirando su aroma. —Ese bufón tramposo, de seguro, las robó o le pagó a un famoso diseñador que se las hiciera para entramparte—. Ángelo apretó el puño viendo al horizonte, imaginando que le rompía el cuello a Max por atreverse a tocar a su esposa. —Amor, me voy, tengo que ir por mi hermana o ¿me vas a acompañar?—; Ximena comenta mientras trata de presionarlo con una sonrisa y sacudiendo su busto. —No puedo, incluso más hermosa que yo; ojalá no me cambies por ella. —Si es posible que exista una mujer más linda que tú, pues no dudaré en ligarla—, bromeó Ángelo mientras el codo de Ximena se le enterraba en una costilla. Cada uno tomó un rumbo diferente en sus autos blindados, Ximena recogió a su hermana Emily, luego, a su amiga Mia, quien saltó muy emocionada al verlas: —¡Amigas, las amo!—, exclamó mientras se subía al coche. —¿Qué es ese olor tan retador?— menciona al oler una picada de morcilla que nos trajo un escolta. —Come, señora fi-fío—, le dice Emily mientras le alcanza la canasta donde está el manjar encima de unos papelitos. —No, señora, yo no como grasas, mentiras, para eso me mato en el gimnasio—; Mia menciona rapándole la canasta y embutiéndose un pedazo de rellena con una papa criolla. Gracias a esa comida, el camino se les hizo corto; llegaron al evento justo a tiempo. —Vamos, me ayudan a arreglarme y preparar mi exposición—; les rogó Ximena a sus hermanas. —Yo primero tengo que ir al baño—; se excusó Emily, dejando a las dos amigas que hicieran lo suyo. Ella fue al baño mirando a los asistentes. Se acordó cuando fue al zoológico de pingüinos. Al contemplar a todos estos hombres en esmoquin, debido a que se veían como muñecos. Hasta que sintió que el cielo se abrió vomitando una luz brillante de donde surgió este bello monumento, era Ángelo que llegaba en su traje n***o, con camisa blanca y corbata brillante; en su mano llevaba una copa de whisky, su cara con movimientos suaves indicaba que buscaba algo. A Emily se le ocurrió que era ella. Se imaginó corriendo a sus brazos donde la levantaría girando por los aires, para luego recostarla sobre su rodilla y besarla durante horas. —Hola, hermoso, sabía que te volvería a encontrar—, le dijo a su desconocido cuñado. —Hola, te recuerdo, eres la chica de la cafetería, es increíble la coincidencia o ¿me estás persiguiendo? —Me gustaría seguirte eternamente, solo que eres muy escurridizo—, sonríe picándole un ojo, o sea cerrando solo uno a manera de coqueteo. —Oye, señorita, me disculpo si soy grosero, lo que pasa es que tengo esposa y la amo, lo siento, eres muy hermosa, si no fuera de ese modo te aseguro que no dudaría en llevarte conmigo a tomarnos algo para conocernos mejor. —No te creo, las veces que te he visto andas solo; yo con un marido tan lindo, no lo dejaría solo ni para ir al baño. —Incluso, señorita, miré a aquella hermosa mujer que está exponiendo en este instante—; Ximena entraba a exponer acompañada de Mia, quien trataba de buscar a Emily entre los asistentes. —¿Cuál de las dos es?, la verdad no alcanzo a verlas. No es verdad, debe ser que te haces el difícil; eso es un juego que podemos hacer los dos, además recordé que tengo que ir a ayudarle con la exposición a mi hermana. Chao, galán, sé que estamos destinados a estar juntos—; Emily se marchó esperando una contestación por parte de Ángelo, quien parecía hipnotizado mirando como su esposa daba un discurso y mostraba las joyas que su empresa fabricaba. La exposición fue un éxito; la gente vibraba la edificación con el sonido de los aplausos. Emily se disculpó con Ximena en el camerino por no ayudarla, aunque su cara de felicidad provocó que Ximena la perdonara, abrasándola diciéndole: —Tranquila, picarona, quién sabe qué macho te levantaste, que te dejo entusiasmada, que se te nota a kilómetros, tranquila, no lo vas a contar ahorita en el almuerzo de celebración, vamos. —No puedo, hermanita, tengo otra cosa que hacer, algo que tiene que ver con eso—; Emily inventó esto para que la envidiaran. Para ponerse en modo cazadora, buscó a Ángelo, al principio pensó en forzar un encuentro casual donde de seguro ella chocaría contra su pecho hasta que lo tuvo cerca y ya estaba preparada para tropezarse. Salvo que recordó las palabras en que le mencionó que era casado, entonces prefirió mejor seguirlo de lejos, para comprobar si tenía esposa o peor un esposo; eso explicaría mejor la razón por la que la rechazaba. Sus pasos la condujeron a un lujoso restaurante donde se sentó con dos mujeres. —¿Acaso era bígamo? En ese caso podría ser polígama, me podría acostumbrar. —reflexionó Emily mientras se acercaba, detallando las mujeres, reconociéndolas finalmente; una era Mia y la otra su hermana, a la que el bello galán besaba en la boca… —¡No puede ser, mi hombre está enamorado de mi hermana, qué desgracia tan desgraciada!—, a Emily se le escapó en un suspiro que salió como una flecha bumerán que se devolvió atravesándole el corazón, explotándole por dentro, llenándola de un veneno llamado celos que le hacía doler las entrañas.
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