SUBASTA ESCABROSA

1680 Words
XIMENA —Vaya, esta fiesta es asombrosa, me siento como una diva. —Amor, eres más que una diva, eres mi reina. —Me sorprende que conozcas a la presentadora del noticiero, a la de la novela y a todas esas estrellas; parece que fueras uno de ellos; claro que serías el galán más apuesto, aunque lo raro es que juraría que te ven como a un exigente jefe. —Mi Ximena hermosa, lo que pasa es que tengo acciones en el canal de televisión. —¿En cuál mi Ángel hermoso? —En los tres principales mi amor. —Es increíble que un extranjero invierta tanto en un país que no es de él, lástima que no inviertas en una academia de baile. —Oye, Ximena, he tomado clases de baile con unos caleños. Mis pasos de salsa son sin iguales. —Ese es el problema, Ángelo, es que esta música es bachata y se baila de diferente forma. —Me falta distinguir la música, qué vergüenza, ¿si quieres nos sentamos? Es que no he necesitado mucho del baile, aunque sé que el objetivo es conseguir pareja y pasarla bien. —Si ya sé, el poderoso Ángelo consigue cientos de mujeres sin necesidad de bailar. —No, eso no, o bueno, sí, además de que me la paso ocupado en mis negocios y clases, no me divierto rumbeando, y no nací con la sabrosura de los latinoamericanos. —Amor, mejor si decido tomar tu oferta de hacer una pausa; me siento algo mareada de tanto dar vueltas; espera, voy y tomo algo de aire. Ximena fue al balcón donde podía observar una parte de la ciudad. Los miles de luces, la enviaban al pasado cuando llegaba de viajar por la carretera y se detenían en un mirador a observar la panorámica de la ciudad y su padre le decía: —Por ahí está nuestra casa—, señalándole hacia un lugar a donde ella se imaginaba que saltaba entrando a su casa por el patio. —No puedo creerlo, es mi amiguísima Ximena, hola, ¿te acuerdas de mí? Soy Juliana del orfanato; acuérdate—, le dice una señora vestida con un enterizo rojo que parecía forrarla como un embutido alemán. —Sí, por supuesto, Juliana, ¡qué sorpresa! No había sabido de ti, cuando volví al orfanato, la madre estaba feliz porque al fin habías conseguido un hogar—. Ximena la abrazó y besó en la mejilla. —No puede haber sucedido que te hayan devuelto. Esos miserables que te adoptaron se veían buena gente, o ¿acaso te portaste mal? —No, señora, eres muy chistosa, lo que pasa es que volví a ayudarle a la madre superior, les llevo regalos y les doy dinero para que a los huérfanos no les falte nada. —Ximena, veo que sigues siendo tan admirable, en cambio, yo no soy capaz de volver a ese sitio, me deprimo de solo recordarlo. —No debería ser de esa manera; en medio de todo la pasamos bien; para mí fueron una familia. —Me imagino que yo era la hermana sangrona que te molestaba; me arrepiento de eso mucho, es que la verdad te sentía envidia. —Tranquila, Juliana, eso son cosas de niños, nunca te guarde rencor, y ¿cómo te ha ido? —Excelente, me adopto una pareja de políticos, y ahora me voy a casar con uno de los mejores partidos de la capital; mira, aquí viene, te lo presentaré, amor, conoce a mi amiga Ximena y tú conoces a mi prometido, que se llama Julián. —Hola, mucho gusto, es increíble que no te hubiera conocido antes, una amiga tan hermosa es difícil de olvidar—, se presenta Julián anexando un beso que si Ximena no esquiva va a dar directo a sus labios el muy atrevido. —¿Acaso estás tomado? —le pregunta Ximena. —No para nada, estoy superlucido, qué pena por poco y me besas—. Julián era un verdadero patán. —Esto debe de ser una broma—, les gruñó Ximena apartándolos con las palmas. —Como siempre, Ximena, perra desde pequeña—. Juliana la regaña pasando un trago de saliva en el que se le ve el esfuerzo con el que se escurre por el interior de la garganta. —¿disculpa? Creo que escuché mal, yo debo ser la borracha—, menciona Ximena buscando explicaciones. —No te hagas, se ve que una mujer vestida de esa manera es una fácil—, le dice el idiota mirándola de arriba abajo el ceñido vestido. —Qué estúpido, este es un vestido exclusivo de la diseñadora Rincón, y de todas maneras, mi vestuario no tiene por qué justificar tu trato soez, incluso si estuviera desnuda, eso no te da derecho a faltarme el respeto, un hombre educado jamás no respetaría a una dama—, les indicó Ximena, empuñando la mano derecha. —Una vieja que se vista de esa manera es porque quiere ser violada, se nota que está arrecha, yo te voy a hacer el favor de calmarte, —el asqueroso se lambe la boca y se muerde los labios viéndole los senos a Ximena. —Les exijo respeto, voy a hacer que los saquen de esta fiesta, yo soy una mujer muy decente—. Ximena se enfureció, quitándosele el efecto de los tragos que había ingerido. —Ximena, veo que no has cambiado, sigues siendo la misma mosquita muerta que ganaba de sufrida ante las monjas—, Juliana le grita, mostrándole los dientes a manera de un lobo furioso. —Veo que sigues siendo la niña odiosa de siempre, definitivamente, el que es no deja de serlo—, la señala Ximena, muy calmada, dirigiéndose de nuevo al salón. —Espérate, amiga, te demostraré que no me equivoco, ese vestido es fácil de quitar, digno de una chica fácil—, susurra Julián mientras le agarra la abraza apretándola. —No, Julián, no lo vuelvas a hacer—; Juliana le ruega casi en silencio. —¡Vamos!, ayúdame a llevar a esta zorra a un cuarto para demostrarle lo que es un hombre de verdad, y le comprobaré que es una zorra. Sabes que si no cumples mis caprichos, no me casaré contigo y te irás a la cochina calle junto con tus padres—; Julián esta vez hablaba con una cara que reflejaba la locura misma. Sus ojos brotados sobresalían de esa cara llena de tensión con una mueca de maldad. —Sí, mi amor, vamos, llevémosla a un lado donde no nos interrumpan, me gusta ver cómo se lo haces a otras, debes de enseñarle una buena lección a esa zorra—, expresó Juliana constriñendo la cara y brotando los ojos de la misma forma que su pareja. —Por favor, suéltenme o se arrepentirán—, con gran dificultad les advirtió Ximena. —Cállate, perra, desde este momento no puedes hablar si no te doy permiso—, y Julián estiro una mano hacia atrás, tomando impulso para abofetearla, pero un silbido que cruzó el aire en unos segundos le estallo la mano, dejándole solo los dedos meñique y anular colgando. —Quietos, malditos, no saben con quién se metieron—, de las sombras salió Ángelo con su pistola con silenciador humeante, golpeando a Julián sin poder ver que a su espalda Juliana lo iba a acuchillar, de no ser por Ximena que le pegó un puntapié en la barriga dejándola sin aire. —Mejor, vámonos de aquí, mi amor, rápido—, sugirió Ximena mientras jalaba hacia la salida a Ángelo, quien volteó al ver la pareja de Julianos que ahora se veían como las víctimas abrasadas llorando acurrucados en un rincón del balcón. Salieron de ese lugar; Ximena sentía esfuerzo para respirar; su corazón parecía que fuera a explotar. —Cálmate, amor, ya pasó todo, perdón que te descuide un momento. —Ángelo fue horrible, no sé por qué me pasan cosas malas, soy un imán de la desgracia. —Tranquila, bebe, vamos a casa y te daré unas aromáticas; tal vez debemos de ir a donde el indio amazónico que te haga un ritual de des-salimiento. —¿En serio Ángelo? —No, mentiras, amor; no creo en eso, aunque nunca se sabe si algo de eso será verdad. —Y ¿dónde estaba mi protector? —Bebe, es que te quería comprar las joyas más hermosas que estaban en la subasta, las esmeraldas Fura y Tena. —Esas son las esmeraldas más finas del mundo; no sabía que estaban en venta. —Sí, estaban en venta, pero ya no, fueron compradas por un italiano que quería regalárselas a su hermosa prometida colombiana. —¡Ay amor, eres lo máximo! —y Ximena lo besó como si lo fuera a absorber en sus entrañas. —Espera, amor, voy a llamar a la policía—. Ángelo se alejó unos metros para llamar a Luis. —Hola, Ángelo, ¿dime? —Luis, necesito que en la subasta busques al sujeto que le volé la mano y a su esposa o novia, los quiero vivos, les voy a pegar una buena sacudida, ellos son un virus de la sociedad, yo voy a ser la vacuna. En seguida, Luis organizó un grupo de búsqueda, interrumpiendo en la fiesta con placas de policías falsas y capturando a los julianos; les tocó sacar, arrastrando a Juliana, quien lloraba dando pataletas, suplicando piedad, lo que nunca le dio a las demás víctimas de su prometido violador. A la vez, Ximena y Ángelo regresaron a su casa, a su nido de amor, donde él le preparó un té calmante, le hizo un masaje relajante para luego dejarla dormir; mentiras, eso fue lo que pensaba el italiano. Ximena, por su parte, apartó sus tribulaciones, olvidó sus penas y se dedicó a darle vuelo a la hilacha, a tratar de recuperar el tiempo perdido, no solo el de su fallido matrimonio, sino de todos los años de adolescencia.
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